Segunda jornada del Rock Fest Barcelona, más multitudinaria y
calurosa que la anterior. Se nota el poder de convocatoria de los Maiden, no sé
qué habría pasado si éste hubiera sido su único concierto en la Península. Aun
así, siguen atrayendo a más gente que la mayoría de las bandas, digamos,
grandes. Yo empecé el día, musicalmente hablando, bastante temprano y acabé más
cansado que el anterior. Hay que reconocer que fueron un montón de bandas
seguidas con apenas descanso, también hubo alguno, como os contaré más
adelante.
Me fui solo, alrededor de las 14:30, del apartamento con la
intención de ver a Leize como primer grupo del sábado. Llegué, al igual que el
día anterior, como cinco minutos antes de que empezara su actuación y… ¿qué
queréis que os diga? Me sigue pareciendo una banda portentosa. Los he visto como
cuatro veces desde su reunión y en todas lo he flipao. Después del mal sabor de
boca que se nos quedó el pasado Mayo cuando suspendieron su concierto con Los
Suaves tenía que verlos sí o sí. Esa mezcla de temas nuevos del calibre de
“¿Dónde está?” y “Sospechoso”, con alguno de su trabajo de reunión, como la
cañera “Sin Sitio”, y canciones clásicas de su discografía, no faltaron “Futuro
Para Mí”, “Acosándome” o “Buscando… Mirando”, le funciona a la perfección. Esto
ocurre porque esos cortes nuevos no desentonan en ningún momento entre los
antiguos, algo, a mi parecer, positivo que no consiguen otros muchos grupos que
tienen que tirar de repertorio del año catapúm para que les prestes atención. Sigo
pensando que la incorporación de Andoni a la batería ha sido todo un acierto,
le da un grado más de potencia al grupo. Le cantamos el cumpleaños feliz a
Patxi y traca final con dos de sus mejores canciones, “Devorando las Calles” y,
evidentemente, “Muros”. Si se me hizo corto el concierto es porque, con toda
seguridad, lo estaba disfrutando tanto que quería más y más. Se echó en falta
algún que otro tema, pero el tiempo no lo permitió. ¡Aupa, Leize!
Primera carrera de la tarde para contactar con algun@s de l@s
que habían llegado y con otr@s que ya estaba en el recinto y salir disparados
para ver, por primera vez por estas tierras, a Armored Saint. Ha sido uno de
los conciertos que más me ha gustado de todo el festival. Todos los componentes
se encuentran a un gran nivel, aunque destacaría la voz de John Bush.
Comenzaron con “Winds Hand Down” dando a entender que la espera de treinta años
sin pisar escenarios ibéricos ha merecido la pena. Bush no paró de conectar con
la peña en ningún momento y, junto al bajista Joey Vera, recorrió el escenario
de arriba abajo y de un lado a otro no sé cuántas veces. Siguieron con “March
Of The Saint” asegurándose, de esta forma, que no dejásemos de prestar atención
de aquí en adelante. Trallazo tras otro del calibre de “Long Before I Die”,
“Chemical Euphoria” o “Last Train Home” no hicieron otra cosa que engrandecer
lo que estábamos viviendo. Como suele ocurrir se despidieron con un manojo de
sus mejores clásicos, “Reign Of Fire”, “Can U Deliver” y, cerrando su
actuación, “Madhouse”. Otro show que se me hizo cortísimo. Espero que no tarden
tanto en volver y poder disfrutar de ellos en una sala como es debido.
Segunda vez que veo en directo a Unisonic, proyecto en común
de Michael Kiske y Kai Hansen. Aclaro que en ningún momento me defraudaron,
Kiske me sigue pareciendo un portento de voz y qué decir de Hansen a las seis
cuerdas, lo que me ha pasado ambas veces es que me encuentro ante el típico
grupo con el que disfruto más escuchándolo en casa que viéndolo en directo. Su
concierto, desde el comienzo con “For The Kingdom”, me resultó bastante lineal.
Suben y bajan de intensidad, que es mucha, todo sea dicho, intercalando temas
como “King For A Day” con “When The Deed Is Done”, “Star Rider” y “Throne Of
The Dawn”. No es que lo hicieran mal, no me refiero a eso, es que hasta que no
llegó la traca final con cortes de Helloween, en este caso “March Of Time” y “I
Want Out”, y el homónimo, “Unisonic”, no vi que la peña se animara del todo. Tal
vez estos amplios escenarios se les queden aún grandes y necesiten de recintos
más cercanos, con un público volcado directamente con ellos, para impactar más,
potencial para ello tienen.
Primera cagada por mi parte con respecto al cartel. Tenía
unas ganas inmensas de ver a Overkill, pero una vez de vuelta en el muñeco
Rosendo punto de reunión, empezó a aparecer este, aquella y el otro. Total, que
al final, nos pusimos de cháchara, unas risas y cervezas y sólo pude
disfrutarlos de fondo. Me lo he reprochado durante todo el fin de semana,
aunque el momento que os cuento estuvo genial. Fuimos cogiendo sitio poco a
poco en frente del escenario donde actuaría Maiden mientras podíamos observar
lo que Barón Rojo ofrecía en el contiguo. Los Barones siempre han sido uno de
mis grupos preferidos, pero verles, como los he visto en las tres o cuatro
últimas veces, me da mucha pena. No digo pena en el sentido de que estén
acabados, un poco sí que lo están, todo sea dicho, sino en el sentido de
contemplar un grupo con el que has crecido, disfrutado y vibrado en el estado
en que se encuentra. Que sí, que no tuvieron el mejor sonido del festival, fue
uno de los peores, pero escuchar a Carlos cantar los temas de Sherpa me produce
aflicción. Empezaron fuerte con “El Malo” a la que fueron añadiendo otros
clásicos tales como “Las Flores Del Mal”, “Resistiré”, “Los Rockeros Van Al
Infierno” y, una de mis preferidas de siempre, “Cuerdas De Acero”. Está claro
que escuchar estas canciones en directo te hace cantarlas a grito pelao, pero,
y perdonad que insista, las sigo viviendo muy distintamente a como lo hacía
antes. Si a esto le sumas que meten algunos cortes de su trabajo “Tommy Barón”
y te vas con “El Rey Del Pinball” no es que lo arregles, precisamente. Lo pasé
mal, no por ellos, sino por mí, qué rabia. Bueno, esperemos que, como bien
dicen ellos: “Ojalá el tiempo no logre romper todos los lazos que les unen al
Rock”.
Todo el concierto de Barón Rojo de pié en el mismo medio metro
cuadrado, con dos tipos detrás que no pararon de hablar hasta que Maiden no llevaba
media hora de actuación. Encima se enfadan porque tiro fotos mientras ellos se
cuentan sus quehaceres del monte y demás peripecias en vez de mirar al frente y
disfrutar del impresionante escenario de los ingleses, así es cómo comencé la
actuación de la Dama. No sé si les sentó mal a los dos bigardos parlanchines mi
reacción cuando me dijeron que bajara la cámara, pero estar oyendo temas de
vacas, alfalfas, casorios y folleteos de su pueblo pegados a tu nuca, dejando
claro que uno es de pueblo y viene de familia de pastores y gente del campo de
toda la vida, no es precisamente para que se pusieran quisquillosos con el
asunto. No entenderé nunca a esta peña que va a los conciertos y parecen viejas
sentadas en la mesa camilla de su comedor dándole a la sin hueso en vez de
gozar con todo lo que tienes a veinticinco metros de tu cara.
Anécdota aparte,
Maiden se encuentran en un momento excelente. La voz de Dickinson parece hallarse
en uno de sus mejores estados, Harris no deja de aporrear su bajo mientras
corre por todos lados del escenario, los guitarras aparentan más cohesión que
nunca y Nicko, como siempre, a lo suyo tras ese set de timbales, cajas y
platillos que le cubren todo alrededor. Tuvieron un sonido, como era de
esperar, brutal, una puesta en escena curradísima y una decoración, cambiante a
base de telones según iba avanzando el concierto, que recordaba a tiempos
pretéritos sin envidiar nada a éstos. Después de aparecer en las pantallas la
publicidad de su video juego, comenzó a sonar “Doctor, Doctor” de UFO y, como
es habitual, empezó a revolucionarse todo el público. Atacaron de principio,
como también es habitual en sus shows, con el corte que abre su nuevo trabajo,
en este caso “If Eternity Should Fail” dando por sentado que aquello iba a ser,
como en realidad fue, algo grande. A pesar de ser aún de día, les encanta eso
de comenzar con mucha luz e ir avanzando según va cayendo la noche hasta que
ésta lo cubre todo, el escenario y toda su parafernalia te hipnotizaba casi
tanto como la música. Poco descanso para arremeter con “Speed Of The Light”,
segunda que cayó de su reciente disco, y nos echaron encima el primer clásico
de la jornada, “Children Of The Damned”. Vuelta a su actual disco, para algo lo
vienen presentando, con “Tears Of Clown” y “The Red And The Black”. No sé
exactamente cómo lo consiguen, pero todos estos temas actuales crecen con su
interpretación en directo sin desentonar junto con otros míticos como “The Trooper”
y “Powerslave” que fueron los dos siguientes, ya os podéis figurar como
saltamos y gritamos con ambas. Vuelta a su último redondo con “Death Or Glory”,
una de mis preferidas del disco, y la homónima “The Books Of Souls” donde
apreció el gran Eddie maza en mano amenazando a todo lo que se movía para
acabar disputando un combate con Bruce que terminaría por arrancarle el corazón
al monstruo y arrojarlo al público. Él, o la, que se hiciera con tan preciado
obsequio tendrá recuerdo para unas cuantas vidas, dadlo por hecho. Hasta aquí
las canciones recientes, insisto en que todas sonaron cañón, a partir de ese
instante nos machacaron con una lista de clásicos que nos voló la cabeza. Veinte
mil almas saltando y cantando “Hallowed By The Name”, uno de mis favoritos de
siempre, l@s mism@s que nos desgañitamos con los coros de “Fear Of The Dark”,
una que no falta nunca porque es uno de los mejores instantes del concierto. Cabeza
hinchable y enorme de Eddie para “Iron Maiden” y despedida ante de los bises. Estos
comenzaron con “The Number Of The Beast” con el cuerpo de un diablo de brazos cruzados
que se movía de izquierda a derecha y te miraba con unos penetrantes ojos
rojos. Dickinson aprovechó la presentación de “Blood Brothers” para hacer un
pequeño discurso defendiendo la unión entre los pueblos, enumeró alguna de las
banderas que se veían por allí, ante las diferencias que puedan existir entre
ellos. Fueron unos minutos mágicos que se agrandaron con la interpretación de
esta canción perteneciente al álbum con el que regresó el frontman después de
su salida de la banda. Cierre apoteósico con un tema poco habitual para el
mismo, “Wasted Years”. Quizá esto fuese lo más flojo de su show. Está claro que
no es, ni por asomo, un mal tema, pero no estoy muy seguro de que sirva
especialmente para cerrar sus conciertos. De todas formas, Maiden se salió, son
un portento de banda que espero sigamos viendo muchos años muchas veces, yo ya
he perdido la cuenta desde aquel mítico Monster Of Rock del 88. No es que sean
grandes, están por encima de eso. Su poder de convocatoria, su entrega,
repertorio y espectáculo lo corroboran cien por cien.
Desbanda apoteósica del recinto y sitio por doquier para ver
a Loudness. A los japoneses les tocó bailar con el instante peor del festival. Lo
positivo de esto, que le echaron más ganas aún que el año pasado y que, como
dije antes, había espacio de sobra para disfrutar de su concierto. Lo negativo,
que tardamos una vida en cambiarnos de escenario, con deciros que ya habían
tocado sus tres primeros temas, dos de sus clásicos, “Crazy Nights”, por más
que intentábamos avanzar no lo conseguíamos, “Heavy Chains” y el que da nombre
a su último disco, “The Sun Will Rise Again”, cuando llegamos verdaderamente a ponernos
en frente de los nipones. Una vez tranquilos delante del escenario, pudimos
comprobar la maestría, ya lo dejó claro el año anterior, de su guitarra Akira
Takasaki. Estoy seguro de que si este señor fuera europeo o yanqui lo
tendríamos en un pedestal, pero es lo que pasa cuando no lo eres, algo que nos
recuerda a muchos de los guitarristas que tenemos repartidos por el Estado. Al que
noté un poco más fuera de lugar, sólo a veces, fue al cantante, Minuro Niihara.
Con “In The Mirror” conseguimos entrar de lleno en la actuación que se calentó
con “Let It Go”, ésta también fue de las cañeras, “The Power Of Truth” o con “The
Law Of Devil´s Land”. Esa base rítmica atronadora a cargo del bajista Masayoshi
Yamashita y el batera Masayuki Suzuki son toda una garantía de potencia a la
hora de llevar a cabo temas como “Mortality” y “S.D.I.”, con el que cerraron. Me
encantan Loudness, lo hicieron siempre en disco y, los dos veces que los he
visto, lo han hecho en directo. Otros que se dejan caer bien poco por aquí y
que no deberías pasar por alto si tenéis la oportunidad de verlos.
Rata Blanca nunca fue muy de mi agrado, aquí hubo discrepancias
en nuestro grupo a la hora de quedarse a verlos o no. Yo formé parte del
segundo bloque que, todo hay que decirlo, se redujo a tres componentes. Aprovechamos
para comer, desde que dejé del apartamento hasta las 00:15 que dio comienzo el
show de los argentinos no había probado bocado, salir un poco fuera del recinto
y calmarnos para la recta final del día a cargo de la diosa del Metal, Doro
Pesch. Con lo pequeña que es y lo enorme que es esta mujer. Es que nada más
verla encima de las tablas ya logra sacarte una sonrisa que no desaparece de tu
cara hasta el final del concierto. Claro que esto lo consigue arropada por ese
pedazo de banda que lleva con ella no sé cuántos años ya, dirán lo que quieran,
pero la estabilidad de miembros en un grupo es algo que siempre viene bien al
mismo, y con un comienzo a base de temas de Warlock como “Earthshaker Rock”, “I
Rule The Ruins”, “Burning The Witches”, embobad@s nos deja siempre con ésta, y “Fight
For Rock”, así cualquiera se mete en el saco a la audiencia. He de destacar que
para el show de la cantante alemana volvió a llenarse la parte del escenario
que le correspondía. Bueno, no tanto como con Maiden, eso está claro, pero sí
mucho más que con las dos bandas anteriores a ella. “Raise Your Fist In The Air”
hizo que levantáramos los puños durante toda su interpretación. Vuelta a
Warlock con “Metal Racer”, qué gustazo, y la balada “Für Immer” antes de
arremeter con “We Are The Metalheads”, otros de los instantes más subidos de
tono de su recital. Guardó para el final “Revenge” y, otra de Warlock, la imprescindible
“All We Are” con la que dejó caer el telón de la jornada de los escenarios
grandes del Rock Fest mientras cantábamos una y mil veces su estribillo. Doro sigue
siendo una apuesta segura, de esas que nunca falla, algo que esta vez tampoco
ocurrió.
Afónico acabé el sábado con tanto desgañitarme con, entre
otros, Leize, Armored Saint, Maiden, Loudness y Doro. Un lujazo que el metro de
Barcelona esté abierto toda la noche. Esto nos permitió librarnos de la cola de
los taxis y llegar a casa con buena hora para descansar antes de afrontar la
jornada final del domingo, quizá, para mi gusto, la más tranquila, sólo un
poco, del festival, pero eso ya os lo cuento en la siguiente crónica.
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