viernes, 19 de febrero de 2021

Texto Mandrílico Febrero 2021

 

FRACASO

 

Al igual que, unas veces por delante, otras por detrás, las leyes van a un ritmo y la sociedad a otro hasta que confluyen en algún punto de su trayectoria y todo se normaliza dando paso al juego del olvido y a la creencia de que esa normalidad viene de lejos, en algunas ocasiones el significado, o la interpretación, de las palabras tiene poco que ver con la realidad a la que hacen referencia. El diccionario define discutir como: “Dicho de dos o más personas: Examinar atenta y particularmente una materia” o “Contender y alegar razones contra el parecer de alguien”. Qué sencillo e inocuo resulta leer esto en un papel o en una pantalla cuando todos sabemos que es justamente lo contrario.

Nadie se para a examinar atenta y particularmente una materia durante una discusión. Es más, intentamos que nuestras ideas vayan a misa, si es en procesión… mejor que mejor. ¿Quién se contiene durante un debate, término sinónimo del tratado en estas líneas? Eso sí, lo de alegar en contra del parecer de alguien viene que ni pintado. Nos gustaría quedarnos en la superficie románticamente aceitosa de que discutir es intercambiar ideas o formas de pensar porque conocemos bien la temperatura gélida del agua del debate sobre la que flota. No, no has enseñado a discutir, más bien a debatir. Aquí el infinitivo se aleja a la velocidad de la luz de la sinonimia del sustantivo. Nos incordia que nos lleven la contraria, dar marcha atrás en nuestros pensamientos, no hablemos ya de creencias religiosas o políticas, y sentimos la grandilocuencia invadiéndonos ante la seguridad de que poseemos esas razones inflexibles que debemos lanzar al parecer del que tenemos delante.

La mayoría de los problemas acaban y empiezan en discusiones. Tal vez sea porque esos problemas se dejan pasar creyendo que está todo en su sitio. Dejamos pasar cada una de las voces, los improperios, las faltas de respeto y los insultos que quiebran más y más esa seguridad hasta que la bola de nieve se convierte en alud que arrastra consigo tiempos y momentos que quisimos vivir desde la felicidad y nos convirtieron, y convertimos, en situaciones extremadamente desagradables. ¿Y quién es el gigante o el atlante capaz de poner en su sitio todo lo arrastrado por el alud? Nadie, que yo sepa, coloca de igual manera las piezas de un castillo una vez se derrumba. Y si lo hace, la argamasa no será la misma, por mucho que se mezclen el mismo tipo de materiales.

Tampoco debemos seguir continuamente la vereda del sí del tonto o del esclavo. Estaría bien aceptar, de entrada, que tu diferencia se debe a que los demás son tan diferentes como tú. Pero nada, buscamos esa normalidad inexistente que acaba siendo caldo de cultivo para la discusión y tierra donde flores con raíces a las que llaman locura, tallos con espinas tomadas por amenazas y aromas impregnados de venganza nacen, crecen, se multiplican y nos llevan a la muerte. No tiene por qué ser una muerte física, este siempre va a ser el peor de los finales, es el simple “adiós”, el “hasta aquí hemos llegado”, el “no te aguanto más” o el “vete a la mierda”, directamente.

Entonces lo que examinamos atenta y particularmente es nuestro descalabro y pocas veces nos convencemos de que somos parte del mismo. El de en frente como fuente de problemas, como fruto de la discordia o semilla de nuestros males. La parte constructiva de la discusión se desmorona cuando esta se da de bruces con el pórtico del debate cerrándole el paso y los sinónimos quedan divididos por las torres de la fortaleza del desprecio y los halos imaginarios de superioridad que dan forma a los cimientos de nuestra ciudadela. Una se queda fuera sufriendo las inclemencias y la frustración del abandono; el otro, al calor de la falsa seguridad que nos ofrecen nuestros salones calentados por llamas inamovibles.

Hace tiempo que dejamos atrás la era del discutir y prosperó la del debatir. En el debatir como sinónimo de luchar o combatir, poco se examina, ni atenta, ni particularmente, pues no se contienen o alegan razones durante cualquier lucha o combate. Las armas en esas contiendas son bien diferentes a las que se deben usar durante una discusión. La avalancha que provoca esta última hace que la montaña respire tranquila y brille de nuevo. La del debate la inunda de cañonazos que acaban formando cuevas que terminan por derrumbarla desde su interior hasta hacerla desaparecer por completo. Es entonces cuando aparece el desierto y sus dunas a las que llamamos “montañas de arena” añadiendo, de este modo, un eufemismo más al libro que, por mucho que intentemos negarlo, tiene como único título “Fracaso”.

 

 


lunes, 15 de febrero de 2021

Tyto Alba: "Whitman"

 




Antes de comentar este cómic quiero dar las gracias de todo corazón al Tyto Alba por haberme dado la oportunidad de descubrir a Walt Whitman. No soy un lector de poesía, para bien o para mal, los mío son los tebeos, las novelas y los ensayos, pero este autor me ha noqueado. Supongo que su estilo, ese verso libre, ha influido bastante en ello.




Tyto Alba comienza su carrera como profesional exponiendo sus cuadros en distintas salas de Barcelona. Cruzará el charco para pasar una estancia en Ciudad de México donde dará sus primeros pasos como dibujante de cómics en “Black River Together”. Vuelve para trabajar en el Periódico de Catalunya y en el proyecto PDA (Pequeños Dibujos Animados). A partir de aquí se asocia con distintos autores en obras como “Sudd”, con la que gana el Premio Junceda en la categoría de cómic, “Un Regalo De Navidad”, “Solo Para Gigantes”, “La Casa Azul”, homenajeando a Frida Kahlo y Chavela Vargas, o “Fellini En Roma”, entre otras. En mi caso, esta es la cuarta entrega de Tyto que entra a formar parte de mi colección de cómics. Las otras tres, “Dos Espíritus”, “Santo Cristo”, dibujada por Pablo Hernández, y, en especial, “El Hijo”, con Mario Torrecillas están entre mis obras preferidas de dicha colección.





Como veis, este “Whitman” es el segundo cómic que leo en el que el guion y los dibujos son de Tyto Alba. En cuanto a estos últimos, he de señalar que me han parecido fantásticos. Hay verdaderas obras de arte, desde viñetas pequeñas, como las referentes a ciertos pasajes de sus visitas a los hospitales neoyorkinos; pasando por las de tamaño medio, como algunas donde vemos reflejadas la vista de los campamentos de los soldados; o esas que ocupan una o dos páginas enteras donde el autor despliega todo su capacidad técnica, de color y forma. Ya solo por esto merece bastante la pena esta obra. Si le añades un guion basado, en su mayoría, en poemas y reflexiones de Walt Whitman te das de bruces con un potencial muy fuera de lo común.




Estas páginas dan sus primeros pasos retrotrayéndose a la infancia de Whitman a través de unos versos que son solo un aviso de todo lo que está por llegar. Luego da un salto en el tiempo para comenzar lo que podemos considerar como el verdadero guion del cómic partiendo del despido del poeta de su trabajo en el periódico. Incitado por las palabras de Ralph Waldo Emmerson durante una conferencia, ambos acabarán siendo grandes amigos, se adentrará en la poesía hasta llegar a 1855, año en el que se publica la primera edición de “Hojas De Hierba”. Este poemario de tan solo doce poemas en su primera edición, se editaría hasta en diez ocasiones más con ampliaciones en todas ellas. El libro recibirá críticas muy duras, sobre todo, por sus explícitas referencias a las relaciones homosexuales. Algunas, las menos, son, a su vez, de apoyo y ánimo para seguir escribiendo, como la del mencionado Emmerson o la de Fanny Fern. Walt vive los meses anteriores a la Guerra de Secesión estadounidense entre la preocupación por dicho conflicto, el amor que siente hacia otro hombre y la escritura de esos maravillosos versos.





Como suele pasar, todo da un vuelco con la llegada de la guerra. Asumiendo su responsabilidad familiar, Whitman se embarca en un viaje que cambiará por completo su existencia. El nombre de su hermano George aparece en las listas de heridos de la prensa. Parece ser que se encuentra en Fredericksburg, uno de los lugares más calientes del conflicto. El poeta decide ir a buscarlo para comprobar que se encuentra bien, dentro de la gravedad de sus heridas. Viajar durante la guerra en trenes, barcos o a pie le ofrece una visión en primer plano de lo que significa la misma. Si a eso le sumas que lo primero que encuentra antes de entrar en el campamento de la soldadesca es una montaña de miembros cercenados, el vuelco acaba poniendo todo patas arriba. Da con su hermano, pero la situación de los heridos le hace reflexionar sobre su papel en la disputa civil. Escucha sus inquietudes, sus deseos y sus miedos hasta decidir que esa será su tarea hasta el final de la contienda. Vive de cerca las condiciones en que estos heridos son trasladados en tren o en barco, su estado a la llegada a Nueva York y sus estancias en los distintos hospitales de la urbe norteamericana. Encuentra un trabajo a tiempo parcial y entra a formar parte de una red de donaciones anónimas. Esos heridos de guerra pasan a ser su rutina diaria. Rutina cargada de adioses para siempre a soldados de tan solo quince o dieciséis años y de júbilo por la recuperación de aquellos a los que ha atendido en sus camas durante meses. Pero la guerra no tiene nunca un buen final, ni siquiera para los vencedores, y este se evidencia en los miles de tumbas, en las caras y cuerpos de los prisioneros liberados y en el nuevo ejército de tullido y mutilados que va a recorrer el país de punta a punta. Todo pasa factura al protagonista de estas páginas que acaba postergado en una de las camas que forman parte de uno de los hospitales que tanto visitó.



He de reconocer que me pillé este cómic porque los anteriores que conocía de Tyto me habían parecido fascinantes, cada uno dentro de su temática, claro está. Esa, se podría decir, que fue la primera razón de mi adquisición; la segunda se debe a mi atracción por esa pugna fratricida que se dio en el siglo XIX en Estado Unidos. La Guerra de Secesión junto a Primera Guerra Mundial son dos conflictos que, por muy distintas razones, me han atraído siempre. De ahí mi pasión por la obra de Tardi, o por “Chamán”, de Noah Gordon, por poner algunos ejemplos.  Lo que no me esperaba es encontrarme con este poeta que me ha hecho leer y releer el cómic durante varios días seguidos, consiguiendo con cada nueva leída agudizar más y más mi atracción hacia sus palabras. Para mí, esa es la verdadera magia de la lectura, el descubrimiento de autores y autoras a través de las obras de otros autores y autoras. Ya me pasó con Akiyuki Nosaka después de leer “Adolf”, del gran Osamu Tezuka, y me ha vuelto a ocurrir con este “Whitman” de Tyto Alba. Así que el final de este artículo no puede distinguirse en exceso de su principio. Gracias, mil gracias por estas páginas.