miércoles, 22 de febrero de 2023

Motörhead: La Historia De La Banda Más Ruidosa Del Mundo

 




Este cómic que trata de las primeras andanzas del señor Lemmy Kilmister en el mundo de la música me ha dejado con unos sentimientos encontrados. No es que se trate de nada malo, pero me ha parecido un pelín flojo. Me explico, hacía tiempo que no tenía entre mis manos un cómic con una presentación tan cojonuda en lo referente a la portada, con su tapa dura, su cubierta y demás. En lo relativo al dibujo de Juan Riera, Alberto Belandria y Jorge Mansilla hay que decir que es un trabajo sobresaliente. Esos tonos azules, grandes viñetas a dos páginas o la incursión de otras viñetas por encima del fondo consiguen un impacto visual extraordinario. Otro asunto en el guion de David Calcano y Mark Irwin, traducido por Ezequiel Martínez, pues me da la sensación de ir a trompicones centrándose, a veces, en cosas superfluas o que no interesan demasiado, al menos a mí. Pero pasemos a hablar de todo esto un poco más a fondo.





Arrancamos con el prólogo de Rob Halford, donde destacan estas palabras: “A pesar de que la música es lo principal en una banda, son las anécdotas y las historias las que sirven para hacer un cómic como este”. La primera viñeta a toda página es toda una presentación de intenciones, tanto por parte del protagonista como de la obra. Es solo dejarla atrás y ya nos damos de bruces con ese Lemmy que, después de darnos un buen consejo, tanto alardea de ligar siendo tan feo, toda una realidad. En su seguimiento cronológico, el protagonista y líder indiscutible de Motörhead nos cuenta cómo se percató de que eso de tocar la guitarra le podía servir para sus conquistas femeninas, instrumento que llega a sus manos a través de un regalo por parte de su madre. De aquí pasamos a una de las cosas más interesantes de este tebeo como es la primera banda en la que militó Lemmy, The Rockin´Vickers, un combo que, musicalmente hablando, se ajustaba bastante a los sonidos del momento.





Lemmy aspira a más que un simple grupo como The Rockin´Vickers y se pira a uno de los lugares del mundo donde más R&R se cocía en aquella época, Londres. En la capital británica, además de música, todo era fiesta, speed, hierba y ácido. Uno de sus primeros curros fue como roadie de Jimi Hendrix, tiempo en el que conoce a Dikmik, con el que entablará una amistad que le reportará muchos beneficios, entre ellos su primer contacto con el bajo y su entrada en Hawkwind a las cuatro cuerdas.  Su paso por esta banda tiene uno de los finales más comentados de la historia del Rock, cierre que hará crecer el odio de Kilmister hacia sus viejos compañeros por el trato recibido.





Una vez fuera, ese malestar que carcome al bajista le empuja a formar su propio grupo, al que llamará Motörhead, por ser este el título de la última canción que compuso con Hawkwind. Una pena que no se explique el verdadero significado del nombre, algo que no os voy a descubrir, pues mi intención es que lo hagáis por vuestros propios medios. Después de unos bolos donde el guitarrista y el batería seleccionado no son del todo del agrado de Lemmy, llega el momento de grabar el primer disco homónimo en los estudios Rockfield, en Gales. En esa época conoce a Phil “Animal” Taylor, que sustituirá al batería y tendrá un peso importante en estos inicios de carrera del grupo. Este le presenta a un colega suyo que no es otro que Eddie “Fast” Clarke y… ya tenemos la formación clásica de una de las bandas más influyentes del Rock, Motörhead. Avanzamos adentrándonos en los sinsabores de la edición del primer disco y la fuerza de voluntad del trío por seguir adelante, a pesar de todas las trabas que encuentran en el camino, como el hecho de no ver un duro por las ventas, los problemas con el mánager o la mala fama que les da la prensa especializada. De aquí pasamos a un tour compartiendo cartel con sus antiguos compañeros de Hawkwind donde Phil tocará con la mano fracturada.





Un momento crucial es cuando Taylor añade un segundo bombo a su batería, sobre todo porque de una de sus bases sale el embrión de lo que será uno de sus grandes temas, “Overkill”, que servirá para dar título a su segundo trabajo discográfico, con el que girarían por media Europa con un montón de historias que vais a descubrir. Pasada la vorágine de “Overkill”, el grupo entra a grabar el que será su tercer redondeo, “Bomber”. Antes de proseguir, el protagonista deja clara su postura ante la heroína, sobre todo después de perder al productor que los había encumbrado con el trabajo anterior por una sobredosis de dicha droga. La verdad es que se trata muy de pasada todo lo relativo a “Bomber”, ya que se entra de lleno en su siguiente disco, “Ace Of Spades” y todo lo concerniente a su grabación, productor, portada y demás, como el hecho de tener que posponer la gira por un nuevo accidente de Phil. Pasado este trámite, aparecen en escena las Girlschool, con las que se embarcarán en un tour que dará también mucho de qué hablar y del que saldrá su primer álbum en directo, el famoso “No Sleep 'til Hammersmith”, que, todo sea dicho, nunca se grabó en ese sitio, ya que el nombre se debe a otra cosa que vais a descubrir en estas viñetas. Y hasta aquí, tan rápido y tan escueto como el propio cómic.




A partir de un instante, la obra avanza con tal velocidad que me hubiera parecido más interesante hablar de ciertos temas, como su odio a la heroína por haber perdido a su primera novia por ella; lo que sería la gira con Ozzy, que debió ser de lo más espectacular, o la razón por la que el disco en vivo no es doble, como solían ser en aquellos tiempos, que la aparición de ciertos músicos en esa insistencia de Lemmy a la hora de resaltar tanto a su público como a su crew. Me reitero con el buen trabajo de los dibujantes y el flojillo por parte de los guionistas. Como obra, es buena para una primera toma de contacto con lo que fueron los inicios del grupo, y si eso consigue que te interese más por la banda genial, pero si te detienes ahí, te quedan muchas, muchas cosas por descubrir. Espero que lo hagáis porque el viaje es largo y merece mucho la pena. Motörhead, you can call me Motörhead, alright!!



 

 


sábado, 4 de febrero de 2023

Texto Mandrílico Febrero 2023

 

DERRUMBAMIENTO

Una infancia de estricta educación y férrea disciplina le impulsó a una adolescencia sumida en el ostracismo que trajo consigo una juventud solitaria y una madurez favorecida por el aislamiento. Es lo que suele ocurrir cuando te esculpen en cuerpo y alma con el cincel del orden. A pesar de todo, conoció el amor en un ser igual de flagelado por las reglas y la estrictez, pero nunca llegaron a formar una familia. El azar, la vida o lo que quiera que fuera no les concedió el don de perpetuar sus genes debido a que, de tanto organizar los momentos sexuales, la rutina contrajo matrimonio con el sagrado mandamiento de hacer todo de la manera reglamentada, sin salirse ni un milímetro de la raya. Y claro está, esos posibles instantes de sexo, siempre guiados por la espontaneidad y el dejarse llevar, eran el mayor de los pecados que los conduciría a cien por hora al Infierno del descontrol y el caos. El tiempo, el único que realmente pone a cada cual y a cada cosa en su sitio, se encargó de arrebatarle ese mismo amor a manos de un infarto con el que su amada nunca había contado, cediéndole una soledad que solo interrumpe con mañanas de limpieza, tardes de paseos y recuerdos y noches de insomnio regado por la angustia de saber si esto o aquello o tal vez lo otro está ubicado en el sitio correcto.

En esas estaba cuando, sentado en el mismo banco del mismo parque a la misma hora en la que los paseantes no son los mismos de hace una hora ni los niños juegan a lo mismo de ayer ni los perros se persiguen como antes de ayer ni los pájaros cantan como la semana pasada, apareció él clavándole sus dos ojos verdes. Esa tarde ni caso, llegado el momento, se levantó, recorrió el mismo camino de vuelta, solo alterado por el cambio de los muñequitos de los semáforos, abrió la puerta con la llave amante de una cerradura que bien podrían ser los objetos más caros de cualquier tienda de antigüedades y entró en casa con la inquietud de no llegar a tiempo para hacerse la cena a la hora indicada. Otro día, otra semana y otro mes recibiendo la visita del parque, siempre a la misma hora y sin comunicación alguna, tan solo esos ojos verdes que iban arañándole minutos hasta conseguir algo impropio en él, irse a dormir sin cenar. Así hasta que, hipnotizado por la puntualidad y la insistencia del visitante, no tuvo más remedio que invitarle a casa.

Desde esa fecha, los objetos del escritorio desaparecen sin razón aparente; algunos jarrones, vasos o adornos han pasado a mejor vida sumidos en el estruendo que hace añicos el silencio de décadas de estricta organización; los calcetines salen de juerga agarrados de la mano de los calzoncillos; los trapos de cocina igual quedan para almorzar con las camisas que pasan días y días con las chaquetas o los pantalones; no hablemos ya de los zapatos, inmersos en el desenfreno de haber conocido la infidelidad del roce en grupo o de parejas con las que, en la vida, hubieran pensado que pudieran congeniar. Entre esto y aquello, llevan ya cinco años juntos, un lustro de sorpresas, juegos, intimidad, confesiones, desahogo y, sobre todo, de amistad donde el orden que tanto apretó el cinturón de su existencia hasta clavarle la hebilla del sinvivir se desvanece más y más al compartir unas sábanas y mantas en las que el sueño mezcla sus ronquidos con su ronroneo. Sentimientos que no cambiaría por el mayor de los órdenes mundiales.