jueves, 18 de agosto de 2022

George Takei: "Éramos El Enemigo"

 



No es la primera vez que hago alusión a esa mala identificación del cómic con el humor. Por supuesto que hay tebeos de esa índole de una calidad e ingenio sobresalientes, desde Mortadelo hasta cualquiera de Ralf König, pero que mucha gente siga aún delimitando el mundo de las viñetas a eso, con el añadido de que dejaron de leer cómics porque pasaron esa etapa de su infancia, me resulta tan simple como decir que todo el teatro va de lo mismo. Si hay algo que el cómic lleva haciendo desde hace décadas es denunciar y sacar a la luz atrocidades que el ser humano lleva a cabo. Dentro de estas publicaciones se encuentra este “Éramos El Enemigo”, de George Takei. Ahora que se vuelve a cumplir el aniversario del atroz bombardeo yanqui sobre Hiroshima y Nagasaki, qué mejor que hablar de esta obra para encontrarnos de frente con el trato que recibieron los japoneses estadounidenses por parte de su gobierno.




A Takei le conocemos por su participación en la exitosa serie de ciencia ficción “Star Trek” como Hikaru Sulu, el timonel de la nave estelar "USS Enterprise NCC-1701", pero aquí vas a descubrir algo más interesante de su vida que todo lo relativo a sus viajes espaciales. Para plasmar sus vivencias durante la infancia se apoya en Justin Eisinger, Steven Scott y Harmony Becker. Justin es el director de IDW Publising. Ha adaptado series y películas como “Transformers” o “Las Tortugas Ninja”, dedicando su tiempo libre a la publicación de la única revista estadounidense para aficionad@s de los patines en línea. Scott es un editor de cómics cuyos escritos han aparecido en publicaciones como “Arcana Cómics” o la revista “Heavy Metal”. Como columnista y bloguero, ha publicado en “Forces Of Geek” o “Pop Matters”. En cuanto a Harmony, es una artista e ilustradora creadora de “Love Potion” o “Anemone And Catharus”, entre otros cómics. L@s tres hacen un trabajo excepcional en estas páginas, donde sobresale la labor de Becker en el blanco y negro de sus viñetas.




Antes de entrar de lleno en la obra, debemos tener en cuenta que esta parte del punto de vista de un niño, pues fue esa etapa de la vida donde Takei vivió recluido, al igual que otr@s 120.000 japoneses estadounidenses, en campos que recibieron distintos apelativos. Hermano mayor de tres, otro niño y una niña, la más pequeña, sus reflexiones y vivencias se verán bien respaldadas por el recuerdo de sus progenitores. El cómic echa a andar con el recuerdo del instante en que la familia fue expulsada del hogar que tanto les costó crear. Esta será la tónica de toda la obra, una mezcla de recuerdos con instantes más actuales. A partir de aquí, continúa relatándonos cómo se conocieron sus padres, personas imprescindibles para entender todo lo que se nos narra, así como su ascendencia y profesión hasta el nacimiento de sus tres hijos.




Como era de esperar, la vida de la familia cambia con el ataque a Pearl Harbor y la declaración de guerra por parte de Estados Unidos a Japón y las demás potencias enemigas de los aliados. Después de esto comienzan los ataques racistas a pequeña y gran escala sobre la comunidad nipona a lo que se añade la proclamación de todo ciudadano japonés adulto como “enemigo extranjero”. Dichos ataques y declaraciones venían por parte tanto de los republicanos como de los demócratas. De este modo, ambos bandos presionan a Roosevelt para que dicte la Orden Ejecutiva 9066 por la cual se crearon dos zonas militares con campos de internamiento para los japoneses estadounidenses. Por esta razón se vieron obligados a deshacerse de todas sus pertenencias, casas, maquinaria agrícola o industrial, negocios o enseres, para viajar con lo puesto a la vez que sus cuentas bancarias son congeladas y deben ajustarse a un toque de queda del que están exentos la mayoría de sus compatriotas.




En la primera de 1942 la familia Takei, al igual que otras muchas, es desplazada al Hipódromo de Santa Anita, donde encontraron alojamiento en las malolientes cuadras del lugar. Pasados unos meses, se ven obligados a subir a un tren para hacer un largo viaje hasta Rohwer Jerome, Arkansas, el campo más alejado de las nombradas zonas militares por estar más al este que los demás. En dicho desplazamiento se les ordena bajar las persianas de las ventanillas a su paso por cualquier pueblo o ciudad. En las siguientes páginas Harmony nos ofrece unas cuantas viñetas describiéndonos dicho lugar y sus entresijos. Aquí da comienzo, digamos, la parte relacionada con las anécdotas de aquellos meses, como la referida a la máquina de coser de la madre, lo relativo a las comidas, la autogestión de los recursos, la creación de pasaderas para evitar el barro formado tras las lluvias o la separación de ciertos miembros de las familias acusados de subversivos a lo que se añade uno de los instantes más aclaratorios del cómic, lo relativo a la distinción de las distintas generaciones de japoneses dependiendo de su llegada o nacimiento en USA. A la vez que el padre es elegido unánimemente como representante de su comunidad por todas esas generaciones, Takei nos relata una de las anécdotas más graciosas de la obra, la relativa a “Sanana Beach”, así como la salida del campo en jeep antes de llegar la primera nevada del año y una Navidad protagonizada por un Papá Noel bastante peculiar. 




En 1943 deben demostrar su lealtad al país permitiendo a los jóvenes poder alistarse al ejército, “privilegio” que se les negó al comienzo de la declaración de guerra, mientras l@s demás debían responder a un cuestionario donde las preguntas 27 y 28 serán de suma relevancia en los siguientes años. Muchos de l@s que respondieron sí a dichas cuestiones acabaron en primera fila como carne de cañón en decenas de batallas, l@s que dijeron no pasaron a llamarse “nonos” y recibieron como “premio” el traslado a un nuevo campo, el de Tule, en California. En este lugar la vida es más dura que en Arkansas y se ve ennegrecida por las disputas internas de l@s que lo habitan. Aparecen enfrentamientos entre las distintas facciones al tiempo que George Takei tiene su primer contacto con el cine. En este punto de la obra toman relevancia las conversaciones del protagonista con su padre durante su adolescencia y primera juventud, así como el recuerdo de gente que sufría el acoso de la comunidad por ayudarlos a sobrellevar la situación dentro del campo.




Llegado 1944 se aprueba un proyecto de ley para extraditar a todas las personas que han demostrado su deslealtad al país, incluido l@s “nonos”. Se cierra el campo de Tule y se les da a elegir entre quedarse sin nada o renunciar a su ciudadanía para ser extraditados a un Japón que la mayoría no ha pisado jamás. Si Pearl Harbor fue un punto de inflexión, el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki supone el fin de la guerra y la salida definitiva del campo, a lo que se suma la vuelta a un hogar que no existe y la lucha para evitar la extradición. De vuelta a esos nuevos hogares, el protagonista comienza a interesarse por todo lo vivido y acontecido en los campos de internamiento al tiempo que da sus primeros pasos como actor hasta alcanzar la fama con “Star Trek”. La obra finaliza con la muerte de sus padres junto a una gran reflexión acerca del trato recibido actualmente por l@s inmigrantes, además del papel de los últimos presidentes del país con respecto a este asunto. Se cierra, definitivamente, con un epílogo donde el protagonista resume todo lo leído con anterioridad añadiendo datos y agradecimientos.




Como bien hace George Takei en el mencionado final, los campos de refugiados, o como malamente se les quiera llamar, siguen naciendo como setas en cualquier parte del planeta dando a entender que poco o nada se ha avanzado en la lucha contra ese rechazo al diferente por razones de raza, ideología, género o religión. Eso explica mucho mejor que obras como esta sigan saliendo a luz, pues debemos continuar denunciando todo tipo de atropello a los Derechos Humanos, independientemente del lugar donde ocurran. El día que estos nefastos lugares sean solo malos recuerdos como los plasmados en estas viñetas por Takei estoy seguro que la humidad habrá alcanzado la cima del más alto de sus valores, la solidaridad. ¿Lo conseguiremos?