martes, 22 de febrero de 2022

Texto Mandrílico Febrero 2022

 

RECETA DE VERANO

 

Durante el verano, los habitantes de la cocina se revolucionan los días que participan en una de las recetas más exquisitas de esta época del año. Mientras la aceitera, la vinagrera y el salero muestran total indiferencia por ser un plato más donde añadir sus imprescindibles contenidos, el cuchillo sonríe metálicamente, la tabla de cocina parece agrandarse, el cubo de residuos orgánicos no para de moverse de un lado a otro, la túrmix presume más que nunca, el trapo se queja de volver a ser objeto de limpieza, la botella de agua fría se inquieta en el frigorífico y el vaso espera en todo su resplandor.

Con todos los ingredientes fuera de la nevera, la tabla de cocina se coloca al lado de la túrmix con el cuchillo pegado a ambas y el cubo de residuos orgánicos justo debajo de los tres gritando, como siempre: “¡¡Aquí, aquí!!”, para hacerse notar. Todo comienza con esa especie de desfile de moda a lo largo y ancho de la pasarela de la encimera por parte de la aceitera en primer lugar que, una vez liberado su brillante líquido en el interior de la túrmix, se aleja diciendo: «¡Ahí queda eso! ¡Y cuidado con los resbalones!». A continuación, la vinagrera hace lo propio dejando ver su consabido carácter que altera, como en anteriores ocasiones, a los demás residentes al despedirse con: «No sé a qué viene tanto alboroto por parte de esta pandilla de memos». Pero el enfado se pasa rápido cuando entra en acción el salero con ese arte y ese manejo que tiene al andar regodeándose entre «Olés» y «¡¡Guapo, guapo, guapo!!», hasta verter su tesoro blanco en la siempre sonriente túrmix.

Terminado el desfile, el altivo, orgulloso y soberbio cuchillo empieza a moverse con rapidez logrando que los demás se alejen a su paso a la vez que brama con fuerza una y otra vez: «¡¡Apartaos, apartaos, si no queréis conocer las consecuencias de mi filo!!». El cubo de residuos orgánicos enmudece y la tabla de cocina se echa a temblar, sabedores uno de su deber de recoger los restos de los sacrificados sin rechistar y la otra de sumar nuevas cicatrices a su ya sajada piel. La primera víctima que el cuchillo arroja al interior de la alegre túrmix es el ajo, le siguen los tomates, el pimiento verde y su primo el rojo, la zanahoria, el pepino y, en último lugar, el pan duro. El silenciado cubo de residuos orgánicos engulle sin oponerse las peladuras de unos y otras para luego regresar debajo del fregadero refunfuñando a voces: «¡Qué poca consideración tiene esta gentuza! Si no fuera por mí, esta cocina sería un estercolero». Con el cuchillo fuera de escena, la tabla de cocina siente las delicadas caricias del trapo que siempre la reconfortan y dejan reluciente hasta no poder evitar agasajarle con un: «Te quiero, siempre te querré»; a lo que aquel, ya colgado de su gancho en la pared, le responde: «¡Eso se lo dices a todos!».

La túrmix intenta ocultar su inminente excitación, pero es incapaz de parar de mover su cable y clavija, como si del rabo de un perro se tratara, y desborda su nerviosismo cuando la nevera se vuelve a abrir para engullir los restos de los ingredientes y dar salida a la botella de agua fría que, al son de: “La botella está fresquíbiris, fresquíbiris”, se va vaciando hasta alcanzar el borde de la batidora. La expectación sube como la espuma cuando esta se ajusta su bombín, asciende a su pedestal y se enchufa a la pared. Henchida, a sabiendas de que ella es la protagonista principal de la receta, se toma su tiempo antes de soltar su siempre cargante discurso que, como otras tantas veces, termina con: «Y una vez dicho esto, espero que todo salga bien y sea del agrado de ustedes», que recibe, como otras tantas veces, la misma respuesta por parte de los demás: «¡Venga ya, castaña, que eres una castaña pilonga! ¡Qué no tenemos todo el día!». Entonces, ella presiona su botón y sus aspas comienzan a dar vueltas y vueltas mezclando, revolviendo y agitando sus entrañas entre gritos de: «¡Oe, oe, oe, oe…Oe, oe!», y: «¡Esa túrmix, cómo mola, se merece una ola!», hasta detenerse totalmente mareada, para variar. Una vez asentada, se deshace de su bombín y vierte su caudal anaranjadamente rojo hasta abarrotar el reluciente vaso. Este se eleva lentamente por el aire ante la expectación de todos los demás mientras vocifera su consabido: «¡Allá voooyyy!!».

Mamá, yo podría sobrevivir todo el verano solo a base de gazpachole dice Dieguín a su madre entre trago y trago.

Lo sé, hijo, pero después tienes que comerte la ensalada de pasta, porque no solo de gazpacho vive el hombre contesta ella llenándole el plato de macarrones.


martes, 8 de febrero de 2022

Pilar Alcántara: "El Planeta Feliz Y La Naturaletra"

 




Antes de entrar de lleno en este artículo diré que las cosas hechas con un buen propósito, después de un trabajo duro, en las que se pone pasión y entrega tienen todas las papeletas para salir bien. Así ha ocurrido con este nuevo libro de Pilar Alcántara, “El Planeta Feliz Y La Naturaletra”, con ilustraciones de Cora Ibáñez, ambas amigas y compañeras de fatigas literarias del que escribe estos párrafos. Si, además de lo referido, tienes el apoyo de una editorial como es Letras Cascabeleras el resultado es redondo. Pilar añade a su labor de maestra la administración de un blog literario, otro escolar, uno dedicado a la diabetes y la colaboración en otras publicaciones. Esta obra que nos concierne se suma a la lista de “El Barquito Letrero” o “El Arcolibris De Colores”, entre otras, que recomiendo cien por cien. Asimismo, aparece en diferentes antologías poéticas, es coautora del libro sobre la diabetes “El día Que Todo Cambió” y del ensayo feminista “Se Acabó El Silencio”. Cora Ibáñez es maestra, escritora, narradora, poeta, ilustradora y artista plástica. A su encomiable labor en los talleres de Escritura Creativa y de Expresión Plástica en la Universidad Popular del Ayuntamiento de Cáceres suma un libro de narrativa y otro de poemas. No es la primera vez que estas dos autoras aparecen en este humilde blog, y espero que no sea la última.




El Planeta Triste es el poema encargado de abrirnos de par en par esta publicación. En él los niñ@s escuchan la tristeza del planeta y prometen ayudarle para curar sus males. Todo un comienzo repleto de buenas intenciones. La Familia Elefante protagoniza el primer Poecuento de estas páginas. Con ese alarde de técnica y estilo tan propio de Pilar, en tres capítulos denuncia, de manera sencilla y directa, la situación que sufre la que podría ser una manda cualquiera de elefantes, en este caso con Doña Carpanta Elefanta al frente. Reconozco que es uno de mis preferidos. Naturaleza Divertida es un bloque de poemas protagonizados por pepinos, cominos, higos chumbos, geranios, setas o ranas que hacen sus pinitos hablándonos de temas como el crecimiento personal, el apoyo mutuo, la necesidad de los amigos, lo bueno de comer platos y recetas saludables o la necesidad de compartir alegrías cantando y bailando, todos fundamentales en la educación en valores que nunca deberíamos perder. En Árboles, Selvas y Bosques son un duende, una perrita, una niña, un sauce, un cerezo y unas bellotas l@s encargados de presentarnos las maravillas que habitan en dichos bosques, el paso de las estaciones del año, el ansia de vivir aventuras o los buenos frutos de nuestra tierra, Extremadura.




A estas alturas del libro nos topamos con el segundo Poecuento donde el protagonismo recae en la cigüeña negra Leonora y su compañero Ludovico. Con el Parque Nacional de Monfragüe como escenario fuera de lo común, al que incorpora otras localidades extremeñas, conocemos el ciclo reproductivo de estas aves y su relación con sus primas, las cigüeñas blancas. Al final nos encontramos con el primer mensaje rimado de esta obra. La parte dedicada al agua hace referencia al ciclo de la lluvia y a la importancia de los bosques marinos con dos nuevos mensajes para concluir. De esta guisa, avanzamos hasta dar con el tercer Poecuento donde conocemos a la familia orca. No hay cosa más despiadada en este mundo que apartar a cualquier ser vivo de su medio natural para exponerlo, como si de un escaparate se tratara, en zoos o parques temáticos. Lo bueno de esta aventura es que tiene un final feliz que nos transporta a los versos de Otros Habitantes De Las Ciudades donde la autora centra sus estrofas en las colonias felinas, los ataques que estas reciben por parte de desalmad@s y en l@s ciudadan@s que, de manera altruista, se encargan de protegerlas y alimentarlas. Su mensaje final nos recuerda la existencia de asociaciones felinas a las que podemos recurrir si queremos adoptar o denunciar cualquiera de los hechos que merezcan tal acto.



El cuarto Poecuento es el lugar apropiado para recordarnos el grave problema planetario que tenemos con la desaparición paulatina de las abejas debido a su imprescindible labor en la polinización de miles de especiales que nos sirven de alimento, decoración o, simplemente, nos alegran la vista en nuestras salidas al campo, la montaña o el bosque. Algun@s no se acaban de enterar, o no se quieren enterar, del bien que nos hacen estos insectos y otros parecidos con este tipo de actividades. Si anteriormente leímos acerca de la problemática de las colonias felinas, ahora nos toca tratar otro de los asuntos más crueles que puede llevar a cabo un ser humano, el abandono de un animal. En este caso es el perrito Cheto el que sufre este deleznable acto hasta llegar a su correspondiente mensaje final apoyando a la adopción en detrimento de la compra y sus mafias traficantes y explotadoras de animales, tanto de compañía, como salvajes. Otra de las especies más amenazadas del planeta, el oso polar, protagoniza el quinto Poecuento. Aquí la osa Selena y su hermano el oso Algodón nos explican lo felices que son en su paraíso helado. Lo malo es que, cada año, el deshielo es mayor debido al calentamiento global. Esto conlleva el acercamiento de los osos, empujados por el hambre, a las zonas habitadas por humanos con la consabida problemática que ello conlleva. Ahora el mensaje final es un grito de auxilio al planeta entero. Cerramos Planeta Feliz con una serie de consejos y un epílogo donde se hace una reflexión muy clara de la relación del calentamiento global con los problemas de salud del propio planeta y de la humanidad entera.




Todo esto, como ya he comentado, está aliñado con esas fantásticas ilustraciones de Cora Ibáñez que vendrán muy bien a pequeñ@s y mayores a la hora de comprender y empatizar mejor con lo que se nos narra. Mi más sincera enhorabuena a las dos por esta nueva obra y a Letras Cascabeleras por darnos la oportunidad de tenerla en nuestras manos. Lo he dicho y lo repito las veces que haga falta, libros como este tendrían que estar en todas las aulas del planeta, pues es necesario que, desde temprana edad, nos inculquen ese amor que debemos tener hacia los demás seres vivos con los que compartimos espacio para conseguir un Planeta y una Naturaletra Feliz.




“Pequeño planeta vuelve a sonreír… la, la, lala, lala, la” Aún resuena en mi cabeza el hit single que acompaña al libro en toda presentación del mismo que se tercie, jeje.