miércoles, 26 de junio de 2019

Celtas Cortos En Villanueva De La Serena









Mi primera vez en la fiesta de la tortilla de patatas de Villanueva de la Serena. Me gustó mucho el ambiente y la acogida de tal evento. Sin entrar en detalles, sobre todo porque los desconozco, sobre la veracidad del origen de dicho plato típico español, lo que sigue siendo habitual en este Estado es aprovechar cualquier excusa para montar un tinglao de estos. Por mí bien, con que traigan buena música, como es el caso, perfecto.




Con un calor propio del tiempo en el que se celebra esta fiesta, nos presentamos en frente de la puerta de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en la Plaza de España de la localidad que nos concierne, mientras mi querido amigo Dj. Momi aguantaba el chaparrón de Sol que estaba cayendo. Temas míticos del Pop con alguna incursión en el Mestizaje y la música Celta fueron la base de su repertorio. Pasamos un rato agradable con él y, además, siempre es un placer reencontrarte con colegas de toda la vida; es como si se te alegrara el espíritu. A ver si no tardamos tanto en volver a vernos.




Antes de entrar de lleno en lo que fue la actuación de los vallisoletanos, quiero recordar que por el sitio donde se celebró la misma pasaron en su momento bandas tan claves en el Rock y Heavy estatal como Asfalto y Obús. Aún conservo la púa del guitarra de los primeros como oro en paño. Los tiempos han cambiado, sobre todo para el Rock, y eso se hace notar tanto en el tipo de público como en la actitud de este. Hago referencia a esto porque no creo que much@s de l@s jóvenes que estaban por allí supieran de lo que tenían en frente, así que estaban más pendientes de la jarana general que de otra cosa. L@s que estábamos al tanto de lo que acontecía en el escenario vamos entrando en años, aun así, hubo un murmullo generalizado que, a veces, estaba por encima de lo que venía de las tablas. Yo creía que eso de estar hablando sin parar en un concierto en vez de atender a los músicos pasaba solo en Cáceres, pero veo que es algo que se extiende como la espuma.




Después de una introducción Folk, con tamboril y flauta a cargo de Jesús Cifuentes, los Celtas arrancaron con “Haz Turismo”. Como en shows anteriores, este fue in crescendo hasta poner a casi todo el mundo a saltar y cantar. Al igual que otras veces, a partir de aquí, la banda se centró en clásicos suyos mezclados con algún tema nuevo de su reciente trabajo, “Energía Positiva”, como el que da nombre al disco, “Silencio” o “Prende La Mecha”. Está claro que no podían faltar cortes del calibre de “El Emigrante”, “Le Senda Del Tiempo”, esta sigue siendo increíble, “Skaparate Nacional” o “Tranquilo Majete”. A estos sumaron alguna instrumental como “Rock&Rolla” hasta llegar al final con los bises de “20 De Abril” y “No Nos Podrán Parar”. Un buen set list en el que se echó muy en falta “Cuéntame Un Cuento” por parte de l@s presentes. La razón de sacrificar este tema la sabrán solo ellos, pero no gustó demasiado la apuesta.




Celtas Cortos son un de esas bandas que nunca falla. Siempre con polémica acerca de su inclinación musical, dejan claro que, si te acercas a uno de sus conciertos, pasarás en grande. Así ocurrió en Villanueva. Muy bueno el trabajo de todos los músicos, en especial del violinista Alberto García, el gaitero-flautista Antón Dávila y la labor a las seis cuerdas de José Sendino, sin olvidar esa pedazo de base rítmica a cargo del batería Diego Martín y el bajista Chuchi Marcos. Hubo gente que dijo que no se había escuchado bien, para mí el sonido fue excelente en todo momento. Bueno, ya sabéis que esto de las percepciones es algo muy personal. Lo dicho, si podéis, pasan cerca de tu lugar de residencia y os apetece disfrutar de un buen concierto, no dejéis de acudir a un show de Celtas Cortos. ¡¡Nos vemos en los bares!!



lunes, 17 de junio de 2019

Texto Mandrílico Junio 2019




                              PLAGA DE OBESIDAD



Una niña camina hacia el río con un cesto de ropa en la cabeza. Su padre transita por el desierto en compañía de otros cincuenta subido en un camión. La pequeña se quita el casco de plástico y tela apoyándolo en el suelo, el hombre pone los pies en la arena y anda a empujones hacia un recinto cerrado. Ella observa con detenimiento todo lo que ocurre en la orilla mientras se aproxima con lentitud. Él se escabulle lo más rápido posible antes de entrar aprovechando la confusión del momento. A la cría la acechan unos ojos submarinos, al adulto unas balas en ráfagas. Una prenda envuelve sus pequeñas manos mientras las introduce en el agua, la cara repleta de tierra crea en él un nuevo retrato. Fauces veloces engullen un diminuto cuerpo en segundos, metal que atraviesa una enorme figura en milésimas. Cartas, mensajes, fotos sin recibir ni enviar. El olvido acrecienta su obesidad.

miércoles, 12 de junio de 2019

Mario Torrecillas - Tyto Alba: "El Hijo"








Hay veces que lo mejor que puedes encontrar en una tienda de cómics, como en muchos otros establecimientos, son sus ofertas. Si que es verdad que, en alguna ocasión, este tipo de ofertas pueden llevarte a pillar publicaciones que no están a la altura de tus gustos, pero este no es el caso. De esta forma di con este gran cómic que hacía tiempo tenía ganas de leer y tener por dos razones, principalmente. La primera por conocer con anterioridad alguna obra de sus autores que me gustaron bastante. La segunda por la temática del cómic en sí de la que hablaremos más adelante en este artículo.




Mario Torrecillas llegó a ser campeón de taekwondo en peso mosca. Supongo que no se puede decir que pasó de las artes marciales porque eso siempre se lleva consigo, pero las dejó atrás para dedicarse a mil oficios entre los que destacan guionista de cine o realizador de publicidad. Entre sus publicaciones en el mundo de las viñetas tenemos la que nos atañe en estos párrafos además de la impresionante “Santo Cristo”, con Tyto Alba y Pablo Hernández, de la que también tenéis unas líneas en este blog, y “Dream Team”, junto a Mandadori, el primer cómic español adaptado al cine francés. No podemos dejarnos en el tintero su trabajo en la fundación de PDA (Pequeños Dibujantes Animados); un proyecto pensado con el único objetivo de pasarlo bien haciendo cortos de animación con niñ@s y algún/a que otr@ crecidit@.




Tyto Alba es un dibujante oriundo de Badalona, lugar donde se desarrolla la trama del ya nombrado “Santo Cristo”. Parte activa del proyecto PDA, su carrera en el mundo del cómic comienza a su vuelta de México con “Black River Together”, al que seguirán “Sudd”, adaptación de la novela homónima de Gabi Martínez, “Un Regalo De Navidad”, “Solo Para Gigantes”, de nuevo con Gabi Martínez, “Dos Espíritus”, en solitario, “La Casa Azul”, “Fellini En Roma” o “Balthus Y El Conde De Rola”, encargada por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.




En esta obra, como en la mayoría de las demás, es imperdonable saltarse el prólogo del director de cine Agustín Villaronga, premiado por su gran película “Pa Negre”. Digo esto porque en sus párrafos se encuentra la esencia de todo lo que veréis reflejado después. No es que se trate de un spoiler, entonces no sería un verdadero prólogo, es, más bien, un calentamiento antes de saltar a la lona del cómic en sí. Ya digo, esencial. Antes de meternos en faena hay que dejar claro que todo lo que ocurre en estas páginas parte de algunas vivencias de Mario adaptadas a una época de la más oscura de nuestra Historia reciente, la posguerra. Esa oscuridad y tenebrismo se ve realzada con la gran labor de Tyto a los pinceles. Colores sombríos, fondos oscuros, caras desgarradas, siluetas sinuosas y, muchas veces, deformes ayudan a que todo lo que encontramos se enaltezca mucho más. Si el guion es tremendamente fuerte y desgarrador, las viñetas de Alba son lo mejor que se puede pedir para el mismo. Además, es destacable el cambio de registro que Tyto hace en esta obra.




Al igual que otros muchos asuntos que se han tratado poco, o nada, de la contienda más sangrienta acontecida en los últimos cien años en este Estado y su posguerra, como la deserción, los campos de concentración del dictador o sus relación con otros tiranos de la época, lo concerniente al trato de l@s loc@s, quiero dejar claro que utilizó este término porque es el más apropiado dentro del contexto que nos incumbe, sigue siendo una parte muy oculta de la que da grima hablar. Matías, el personaje principal del cómic, es un joven que se ha buscado la vida boxeando durante la guerra. Una vez acaba esta, vuelve a su lugar de origen para descubrir que, además de que todo ha cambiado en este sitio, su padre ya no está y a su madre la han ingresado en un manicomio. El cabeza de familia acaba sumido en deudas de juego que terminará pagando con sus pertenencias, incluida su esposa. La añoranza, por parte de esta, de su hijo, sumada a los sufrimientos infligidos por su marido y l@s encargad@s de dicho lugar acaban por hundirla en el pozo más profundo de la locura. Nuestro boxeador consigue llegar al “sanatorio” donde le han dicho que encontrará a su madre después de pedir prestada una bici a su antiguo entrenador. Este lugar se encuentra en los Pirineos, cerca de una pequeña aldea que afronta los embistes de la hambruna como bien puede. Una vez allí, le informan de que su madre y otr@s enferm@s han huido montando la de dios en dicha población, con un asesinato de por medio.



En este Manicomio de Cantallops, Matías conoce a una monja llamada Ángela que no está en consonancia con los métodos que se usan. Ella es, digamos, el otro personaje principal de esta historia. Estos métodos parten, en la mayoría de los casos, del conocido como “gen rojo” que había llevado a tod@s l@s republican@s a luchar contra el fascismo, según las mentes pensantes del régimen. Dicho así sería un argumento demasiado simple, lo peligroso es que dejó de ser un razonamiento para pasar a ser toda una convicción por parte de los profesionales de la psiquiatría del momento. Técnicas como la lobotomía, el electroshock, las torturas y la crueldad eran la base de esa supuesta recuperación que prometían estos doctores. Importante no dejar atrás la división por clase social; mientras daba igual que se murieran l@s pobres, los familiares de las clases pudientes tenían reservado un trato especial debido a las contribuciones económicas de las mismas. Un aporte único en estas páginas es el relacionado con el discurrir de los días en la vida de l@s niñ@s que moraban entre las paredes de estos sitios.




Matías debe unirse al grupo de cazadores que buscan a su madre y l@s demás huidos si quiere dar con ella. El problema radica en que su progenitora es la que ha llevado a cabo el asesinato de una mujer en la aldea. La relación entre esta caterva y el propio Matías, los encuentros con l@s huid@s, el papel de la monja Ángela en esta búsqueda y la aparición de un personaje totalmente inesperado acabarán enganchándote viñeta tras viñeta hasta llegar al final de la intriga. Remitiéndome de nuevo al prólogo de Agustín Villaronga, el nexo común de todos los personajes reside en la locura. Algun@s conseguirán que te identifiques con ella, otr@s que los odies aún más por lo mismo, luego están aquell@s que se han visto arrastrados a la misma por razones totalmente ajenas a las mentales. Esta es la esencia de “El Hijo”; la locura reinando por doquier, sacada a flote en todos sus aspectos. Mi más sincera enhorabuena a los autores por su valentía y trabajo. Hacía tiempo que no leída un cómic que me conmoviera tanto.