Hay veces que lo mejor que puedes encontrar en una tienda de
cómics, como en muchos otros establecimientos, son sus ofertas. Si que es
verdad que, en alguna ocasión, este tipo de ofertas pueden llevarte a pillar
publicaciones que no están a la altura de tus gustos, pero este no es el caso. De
esta forma di con este gran cómic que hacía tiempo tenía ganas de leer y tener
por dos razones, principalmente. La primera por conocer con anterioridad alguna
obra de sus autores que me gustaron bastante. La segunda por la temática del
cómic en sí de la que hablaremos más adelante en este artículo.
Mario Torrecillas llegó a ser campeón de taekwondo en peso
mosca. Supongo que no se puede decir que pasó de las artes marciales porque eso
siempre se lleva consigo, pero las dejó atrás para dedicarse a mil oficios
entre los que destacan guionista de cine o realizador de publicidad. Entre sus
publicaciones en el mundo de las viñetas tenemos la que nos atañe en estos
párrafos además de la impresionante “Santo Cristo”, con Tyto Alba y Pablo
Hernández, de la que también tenéis unas líneas en este blog, y “Dream Team”,
junto a Mandadori, el primer cómic español adaptado al cine francés. No podemos
dejarnos en el tintero su trabajo en la fundación de PDA (Pequeños Dibujantes
Animados); un proyecto pensado con el único objetivo de pasarlo bien haciendo
cortos de animación con niñ@s y algún/a que otr@ crecidit@.
Tyto Alba es un dibujante oriundo de Badalona, lugar donde se
desarrolla la trama del ya nombrado “Santo Cristo”. Parte activa del proyecto
PDA, su carrera en el mundo del cómic comienza a su vuelta de México con “Black
River Together”, al que seguirán “Sudd”, adaptación de la novela homónima de Gabi
Martínez, “Un Regalo De Navidad”, “Solo Para Gigantes”, de nuevo con Gabi
Martínez, “Dos Espíritus”, en solitario, “La Casa Azul”, “Fellini En Roma” o “Balthus
Y El Conde De Rola”, encargada por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
En esta obra, como en la mayoría de las demás, es
imperdonable saltarse el prólogo del director de cine Agustín Villaronga,
premiado por su gran película “Pa Negre”. Digo esto porque en sus párrafos se
encuentra la esencia de todo lo que veréis reflejado después. No es que se
trate de un spoiler, entonces no sería un verdadero prólogo, es, más bien, un
calentamiento antes de saltar a la lona del cómic en sí. Ya digo, esencial.
Antes de meternos en faena hay que dejar claro que todo lo que ocurre en estas
páginas parte de algunas vivencias de Mario adaptadas a una época de la más
oscura de nuestra Historia reciente, la posguerra. Esa oscuridad y tenebrismo
se ve realzada con la gran labor de Tyto a los pinceles. Colores sombríos,
fondos oscuros, caras desgarradas, siluetas sinuosas y, muchas veces, deformes
ayudan a que todo lo que encontramos se enaltezca mucho más. Si el guion es
tremendamente fuerte y desgarrador, las viñetas de Alba son lo mejor que se
puede pedir para el mismo. Además, es destacable el cambio de registro que Tyto
hace en esta obra.
Al igual que otros muchos asuntos que se han tratado poco, o
nada, de la contienda más sangrienta acontecida en los últimos cien años en este
Estado y su posguerra, como la deserción, los campos de concentración del
dictador o sus relación con otros tiranos de la época, lo concerniente al trato
de l@s loc@s, quiero dejar claro que utilizó este término porque es el más
apropiado dentro del contexto que nos incumbe, sigue siendo una parte muy
oculta de la que da grima hablar. Matías, el personaje principal del cómic, es
un joven que se ha buscado la vida boxeando durante la guerra. Una vez acaba
esta, vuelve a su lugar de origen para descubrir que, además de que todo ha
cambiado en este sitio, su padre ya no está y a su madre la han ingresado en un
manicomio. El cabeza de familia acaba sumido en deudas de juego que terminará
pagando con sus pertenencias, incluida su esposa. La añoranza, por parte de
esta, de su hijo, sumada a los sufrimientos infligidos por su marido y l@s
encargad@s de dicho lugar acaban por hundirla en el pozo más profundo de la
locura. Nuestro boxeador consigue llegar al “sanatorio” donde le han dicho que
encontrará a su madre después de pedir prestada una bici a su antiguo
entrenador. Este lugar se encuentra en los Pirineos, cerca de una pequeña aldea
que afronta los embistes de la hambruna como bien puede. Una vez allí, le
informan de que su madre y otr@s enferm@s han huido montando la de dios en
dicha población, con un asesinato de por medio.
En este Manicomio de Cantallops, Matías conoce a una monja
llamada Ángela que no está en consonancia con los métodos que se usan. Ella es,
digamos, el otro personaje principal de esta historia. Estos métodos parten, en
la mayoría de los casos, del conocido como “gen rojo” que había llevado a tod@s
l@s republican@s a luchar contra el fascismo, según las mentes pensantes del
régimen. Dicho así sería un argumento demasiado simple, lo peligroso es que
dejó de ser un razonamiento para pasar a ser toda una convicción por parte de
los profesionales de la psiquiatría del momento. Técnicas como la lobotomía, el
electroshock, las torturas y la crueldad eran la base de esa supuesta
recuperación que prometían estos doctores. Importante no dejar atrás la
división por clase social; mientras daba igual que se murieran l@s pobres, los
familiares de las clases pudientes tenían reservado un trato especial debido a
las contribuciones económicas de las mismas. Un aporte único en estas páginas
es el relacionado con el discurrir de los días en la vida de l@s niñ@s que
moraban entre las paredes de estos sitios.
Matías debe unirse al grupo de cazadores que buscan a su
madre y l@s demás huidos si quiere dar con ella. El problema radica en que su
progenitora es la que ha llevado a cabo el asesinato de una mujer en la aldea.
La relación entre esta caterva y el propio Matías, los encuentros con l@s
huid@s, el papel de la monja Ángela en esta búsqueda y la aparición de un
personaje totalmente inesperado acabarán enganchándote viñeta tras viñeta hasta
llegar al final de la intriga. Remitiéndome de nuevo al prólogo de Agustín
Villaronga, el nexo común de todos los personajes reside en la locura. Algun@s
conseguirán que te identifiques con ella, otr@s que los odies aún más por lo
mismo, luego están aquell@s que se han visto arrastrados a la misma por razones
totalmente ajenas a las mentales. Esta es la esencia de “El Hijo”; la locura
reinando por doquier, sacada a flote en todos sus aspectos. Mi más sincera
enhorabuena a los autores por su valentía y trabajo. Hacía tiempo que no leída
un cómic que me conmoviera tanto.
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