jueves, 20 de octubre de 2022

Texto Mandrílico Octubre 2022

 

LA CONTRARIA


Hay dos cosas en la vida que no puedo remediar, la primera, llevar la contraria a los demás, incluso estando de acuerdo con lo que me dicen, la segunda, analizar y ver las recciones de esas mismas personas a las que les llevo la contraria. Ya lo hacía de pequeña sin saber muy bien por qué, algo que me acarreó más de un problema con mis padres y hermanos. Más tarde, inconscientemente o no, era mi forma de actuar con amigos y parejas, que acabaron por salir pitando, sobre todo las segundas, tachándome de insoportable. Así que cuando dije en casa que quería dedicarme a la psicología se sintieron, por un lado, aliviados de que eligiera algo que, en cierta manera, llevaba ejerciendo sin reglas desde mi infancia y, por otro, decepcionados porque no es una carrera con demasiadas salidas laborales. Disfruté mucho durante los años de universidad por aquello de estar estudiando algo que, verdaderamente, me apasionaba, pero conocí la cruda realidad laboral una vez dejé atrás esa etapa.

El hecho de vivir en un lugar grande con puerto, sumado a las conexiones de una de mis primas, me llevó a acabar trabajando en una empresa de limpieza encargada de dejar impolutos los camarotes de algunos de los cruceros que atracan en la ciudad. Ya me avisaron de que sería duro, sobre todo por los horarios y por el trato que iba a recibir, no precisamente de la mayoría de mis compañeras de trabajo, sino por parte de la dirección de los barcos y de algunos de sus clientes. Pasados los descalabros y las impertinencias del primer año, sin quererlo ni beberlo, comencé a comportarme como siempre lo había hecho, pero esta vez lo hice aplicando lo aprendido en todos esos años de aulas y exámenes. Comprendí que se puede llegar a realizar un estudio exhaustivo de los distintos tipos de personas y sus problemas psicológicos solo con el hecho de ver cómo abandonan las habitaciones del crucero.

Veréis, en una escala del uno al cinco, en lo relativo al respeto, la higiene y la buena educación, tendríamos en el nivel uno a aquellos que dejan el camarote lo más ordenado y limpio posible. Esos que logran que te sobre alguno de los cinco minutos que tienes para limpiarlo, sin contar con hacer la cama y recoger las sábanas usadas. No se les tiene en cuenta alguna toalla mal doblada o algún objeto fuera de su lugar habitual, pues siempre que damos con alguien así nos alegra la jornada. Estos son los conocidos como: “Los ordenados”, porque, seguro, que son una especie de organizadores compulsivos que, hasta fuera de casa, tienen que ver las cosas en la posición que su mente les exige. En el siguiente nivel, el dos, pongo a los que ya van dejando alguna toalla sin recoger, de esas que se ponen en el suelo para salir de la ducha, cuando no otra toalla encima de cualquier mueble o de la cama, y alguna botella del minibar en un lugar bien distinto a la papelera. Estos serían: “Los despistados”, porque, quiero entender, que no lo hacen con malicia, más bien porque tienen poco tiempo para reaccionar y dejarlo todo en su sitio antes de salir pitando del barco. Tampoco les tenemos muy en cuenta, nos dan trabajo, pero no demasiado. Subiendo de nivel, llegamos al tres, donde nos topamos con los típicos que ensucian el suelo con los restos de los envases del minibar, que se llevan los botecitos de gel y champú que nunca van a utilizar porque ya tienen de sobra y los acabarán tirando en el sitio menos pensado, o que rebosan las papeleras con envases adquiridos en cualquier mini tienda de la ciudad, cuando no del embalaje de recuerdos y demás objetos. No es que sean demasiado toca narices, pero ya, como decía la canción, nos empieza a picar. Ah, se me olvidaba, estos son: “Los bienquedas”, porque intentan hacerlo lo mejor posible. Después, una vez que salen la habitación, sienten ciertos remordimientos, pero, como por arte de magia, ese mismo pesar se diluye en la seguridad de las cuatro paredes que les han asignado y vuelven a las andadas.

Punto y parte son los niveles que me quedan por exponer. En el cuatro aparecen aquellos que dejan en el lugar que menos te puedes imaginar los preservativos, añadido a algún salvaslip si la función ha sido hetero, de una, supuesta, noche de desenfreno. Eso cuando se usa, cuando no, la huella puede aparecer en cualquier sitio. El baño desordenado como una cuadra; el mini bar vacío y su contenido desparramado por cualquier rincón; algún vómito fuera de la taza del váter consecuencia de otro posible desenfreno de alcohol y sustancias de acompañamiento; pisadas de recuerdo por todos lados unidas a unas toallas que van a tardar en verlas desparecer y una cama tan desordenada y tintada de a saber qué, que parece más el tresillo de un basurero que lo que, en verdad, es. Estos no pueden ser otros que: “Los guarreras”, y sus recuerdos nos sientan como una patada en el coño, además de lograr que nos sobren apenas unos segundos del dichoso y comprimido tiempo que tenemos para limpiar sus putas mierdas. Y cuando ya crees que no puede haber nada que les supere, alcanzamos el nivel cinco de lo impresentable. A todo lo del nivel anterior, le puedes sumar restos de orina y mierda, sí, joder, mierda pura y dura, en los sitios más insospechados, pintadas en las paredes, muebles rotos, camas en lugares donde no les corresponden y objetos y material usado en ciertas prácticas, tanto sexuales como de consumo de todo tipo de estupefacientes, que crecen como las malas hierbas por no haber sido plantadas por nadie. Y, aun así, me quedo corta porque, una vez que te convences de que alguno de ellos ha batido el récord de suciedad y falta de saber estar, te topas, puede que hasta el mismo día, con otro u otros que, como los atletas, superan el registro anterior. “Los medallitas”, así es como les llamo, porque se merecen eso, una medalla de estiércol y mugre a la mala educación. Sobra decir que, por su buen hacer y estar, nos solemos llevar unas broncas del copón cuando no dejamos la habitación reluciente en el tiempo estipulado, algo inviable en esas circunstancias, como es normal. Y como toda regla tiene su excepción, en este caso se trata de un ranking, la mía la encuentra en el cliente que, una vez dentro del camarote, se queja con ímpetu y frenesí de que aquello no está lo suficientemente limpio y ordenado o por la falta de alguno de los objetos que le resultan imprescindibles. Hay que reconocer que los hay que hacen esto con educación y entendimiento, pero también están los que se creen dueños de hasta el esmalte de la bañera y montan unos pollos durante sus llamadas a recepción que acaban repercutiendo en nuestras espaldas ya de por sí doloridas. Estos son, lo tengo comprobado y más que comprobado, los mismos que alcanzan los niveles superiores de mi estudio y, ya antes de colgarse el galardón asignado, les defino como: “Los come mierdas”, porque, como bien decía mi abuela: “No hay guarro que no sea limpio”.

Este trabajo, el mismo que nunca pensé que fuera el mejor para el desarrollo de mi carrera, me permite continuar ganando seguidores en este, tu canal preferido de psicología diariamente aplicada. Nos vemos la próxima semana. No olvidéis que tenéis una cita con: “Las habitaciones de la psicóloga, una profesional sin diván”.

Dedicado a todo el personal encargado de la limpieza de cualquier tipo de alojamiento, en especial a “Las Kellys”.


lunes, 10 de octubre de 2022

Extremúsika 2022

 





Esta edición de Extremúsika ha sido, digamos, especial por muchas y distintas razones. No esperéis aquí una crónica exhaustiva del festival porque no lo he vivido como tal. A esto hay que sumar que solo he asistido el jueves y el sábado, el viernes me dio una pereza enorme viendo el cartel, pues solo me interesaban Los Zigarros y poco más. Empezaré comentando el asunto de la cifra de asistencia que, parece ser ha sido de 72.000 almas. Esto que hacen los festivales de sumar las cantidades de, en este caso, los tres días es supercurioso porque entiendo que a l@s que tenemos el abono nos cuentan como si hubiéramos ido esas tres jornadas, vamos que nos suman tres veces, y así, desde luego, te salen esas cifras y las que quieras decir. Es normal que el sábado hubiera más gente que los demás días, pero el jueves, al menos, podías moverte por el recinto sin demasiada dificultad. En cuanto al propio cartel, poco voy a añadir que no se haya añadido ya, me quedo con que, si para ver a bandas que me molan, pero que he visto ni se sabe de veces, tengo que tragarme otras que ni me van ni me vienen me pensaré el pillar el dichoso abono con antelación en próximas ediciones. Y como hay que intentar ser lo más justo posible resaltaré algunas cosas que me han parecido bastante positivas, empezando por el sonido que, en general, ha sido bastante bueno. A pesar de quedarse sin cerveza o hielo el sábado antes de que acabara el festival, los precios tampoco han sido desorbitados, justitos, si más. La idea de cobrarte por el primer vaso para que aquello no acabara hecho un mar de plástico es algo que vengo reclamando desde este blog hace ya mucho tiempo, otra cosa es el océano de mierda, botellas y demás que se formó fuera que nos da a entender lo guarrisim@s que pueden llegar a ser cierta gente. No solution, my friend. Y volviendo a lo del cartel, por mi parte, no tengo pegas en que se mezclen ciertos estilos y demás, otra cosa es cómo ha cambiado dicho cartel desde que pillamos el abono antes de la pandemia hasta lo que no hemos encontrado estos días. Por lo demás, que cada cual vaya a disfrutar de lo que le mola que, supongo, que es lo que hemos hecho la mayoría de es@s supuestos 72.000 asistentes.





Como ya he comentado, solo me acerqué al hípico el jueves y el sábado. El primer día comenzó para mí con la actuación de María Peláe a la que tenía muchas ganas de ver en directo, a pesar de no hacer Rock, precisamente. Nunca he sido de encasillamientos y hay otros estilos que siempre me han molado. Mucha actitud y entrega la que dejó ver la malagueña sobre las tablas ante un público no demasiado numeroso, pero sí entregado. Temas como “La Quería”, “Por Si Te Vas”, “La Confesión”, “Mi Tío Juan” o “La Niña” dieron buena prueba de ello. Me quedo con el momento de la interpretación de “Que Vengan A Por Mí”, uno de los mejores de su actuación, con esa letra y esa música con ramalazos a Bambino.






A continuación, pudimos disfrutar del show de los valencian@s Mafalda que, tal vez, fueran los que peor sonido hayan tenido de los grupos que he visto, algo que no les impidió dejarse la piel y conectar con l@s presentes desde el minuto uno. “Los Infelices”, “Fosa 111” o “Tanto He Pensado” fueron parte del grueso de un repertorio que nos tuvo pendientes de ell@s durante su hora de actuación. Es la primera vez que l@s veo y espero que no sea la última. Son de esas bandas que, de seguir así, seguro que escalan puestos en los carteles de los distintos festivales que le dé por llevarlos.





Después de comer algo, este es otro de los puntos a favor de esta edición, no la variedad de comida que es siempre sota, caballo y rey, sino la zona de mesas para engullirla y la peña dedicada a mantenerla limpia durante todo el tiempo, pues eso, que tocaba el momento de Desakato. No es que yo sea muy seguidor de los asturianos, a pesar de haberles visto ya unas cuantas veces, pero su concierto me sentó de maravilla. Que fuera el primer grupo cañero, realmente, que veía después de llevar allí toda la tarde fue como una bocanada de ese aire que tanto necesitaba. La peña se desgañitó, saltó y coreó temas como “Cada Vez”, “Sombras” o “Heridas Abiertas” en uno de los shows más cañeros de esta edición. Les doy las gracias por romper el hielo en el que estábamos sumidos.








El Canijo de Jerez ofreció un show basado en temas propios, alguno de su banda primigenia, Los Delinqüentes, fueron los más coreados por el público, y una versión de “So Payaso”, de los Extremoduro, que nos sentó bastante bien. De aquí en adelante, paso a comentar los shows de bandas que he visto la tira de veces, como son los vallekanos Boikot, todo un referente de la música hecha por estos lares. Con una producción escénica bastante lograda, esas proyecciones y demás sirvieron para que su concierto ganase muchos puntos, nos volvieron a deleitar con trallazos como “Inés” o “Lloraré” mezclados con otros como la versión de Piperrak, “Kualkier Día”, que nos dejaron exhaustos, como es normal en sus conciertos. Grandes, los Boikot, que volvieron a demostrar por qué son lo que son y están donde están. Hasta aquí el jueves para mí, y no, no me quedé a ver a Sinkope por la hora de pisar el escenario y por ser otra de esas bandas que he visto cientos de veces. Les pido mis más sinceras disculpas, pero otra vez será.






El sábado fue uno de esos días de festival que más raro me he sentido, y mira que llevo unos cuantos festivales a la espalda. Sí que se notó la mayor afluencia de público, normal, pero la espera para los Reincidentes se hizo larga y tediosa, aunque mereció la pena porque fue empezar con “Graná Y Oro” y no para de saltar y disfrutar. Nada fuera de lo común en el guion de un concierto de los sevillanos, a excepción de la incorporación de Javi Chispes, de los Maniática, a sus filas. Teniendo en su repertorio clásicos como “¡Ay! Dolores”, “Rip-Rap”, “Cucaracha Blanca”, “Jartos D´Aguantar” o “Cartas Desde El Asilo”, unidos a otros cortes de mayor actualidad como “Los Hijos De La Calle”, compuesto en colaboración con Capitán Cobarde, la versión de Boni, “Explosivo”, o la de los nombrados Maniática, “Lo Que Nos Queda”, te aseguras tener al público pendiente del escenario durante todo el tiempo que tengas para pisarlo. Siguen siendo una de mis bandas preferidas del panorama estatal y lo visto y vivido en este Extremúsika sirven para reafirmarme en ello.





Caña, caña y más caña, es lo que saben dar, y de qué manera, los S.A.. Con una de las mejores producciones del festival, sino la mejor, fueron una apisonadora a lo largo de un show donde trallazos como “Polvo En Los Ojos”, “Tiempos Oscuros” o “Ratas” nos dejaron noqueados. Llamaradas, pogos, saltos y entrega no faltaron en “Piedra Contra Tijera”, “Cuando Nada Vale Nada” y la archiconocida “Nos Vimos En Berlín”. Los vascos son de esas bandas que nunca defraudan en directo y de esas que si fueran guiris haría tiempo que tendrían mucho más de lo que de por sí, y bien merecido, tienen. ¡Aúpa S.A.!



Como veis y leéis, muy cortita la crónica de este festival por mi parte. Que la peña disfrutó con otras cosas y otros grupos, genial; que está bien o mal eso de mezclar estilos, perfecto; que hay que intentar avanzar saliéndose de lo que habitualmente eras, discutible, pero este que escribe estos párrafos se lo va a pensar dos veces para próximas ediciones de un festival que, por suerte, lo tenemos en casa a la hora de elegir con tiempo si pisarlo o no.