jueves, 26 de marzo de 2020

Gengoroh Tagame: "El Marido De Mi Hermano"










Al igual que le habrá pasado a much@s, me he llevado una grata sorpresa con este cómic de Tagame; sobre todo por el cambio de registro, evidentemente. Uno de los autores más reconocidos del género bara deja atrás su excelente zona de confort para adentrarse en una obra repleta de reivindicación, ternura, descubrimientos y lucha a partes iguales.








Gengoroh Tagame, como he señalado antes, es uno de los exponentes del género bara japonés. Para aquell@s que no estéis al tanto del término, os diré que se trata de un tipo de manga gay donde los protagonistas suelen ser hombres corpulentos y peludos, lo que se suele conocer como osos, o bears, en el ambiente. Otra cosa que debéis saber es que este nombre por el que tod@s le conocemos es un pseudónimo que empezó a usar a mediados de los 80 del siglo pasado, poco después de comenzar su carrera de Diseño Gráfico. Sus obras han sido publicadas en alguna que otra revista gay y traducidas a varios idiomas. En el caso de España, este es, que yo sepa, su segundo cómic en castellano. Del anterior, “La Casa De Los Herejes”, tenéis una entrada en este blog. Solo deciros que es uno de mis tebeos favoritos del género. Con los dos tomos de este “El Marido De Mi Hermano” deja atrás todo lo relacionado con el mundo BSDM y consigue una nominación en el festival de Angoulême de 2017 y un premio Eisner en el 2018. La pregunta sería: ¿Habría conseguido esos méritos con alguna de sus otras obras? Calidad no le faltan, otra cosa es el asunto de la temática.







Yiachi Origuchi es un padre divorciado encargado de criar y educar a su hija Kana. De manera sorpresiva recibe la visita de Mike, un canadiense que se convirtió en el marido de su hermano gemelo, Ryoji, una vez que este abandonó su Japón natal para asentarse en el país norteamericano. Desde las primeras viñetas quedan patentes un par de cosas que, a la larga, se convertirán en líneas esenciales en el desarrollo de la obra. Por un lado, tenemos el choque de culturas, con sus formas de saludar, gastronomía o de expresar sentimientos, y por otro el revuelo existencial que crea Mike dentro de la familia y su entorno. Después de la muerte de sus padres, ambos hermanos comienzan a distanciarse sin saberse, aunque se intuye, muy bien la razón de dicho alejamiento. Sí que es verdad que Ryoji le comenta abiertamente su homosexualidad a su hermano, pero este se lo toma, como muchas de las cosas de su gemelo, con la mayor de las indiferencias. En una sociedad, al igual la mayoría, homófoba como la nipona, el hecho de que, de repente, alguien aparezca en tu vida diciendo que estaba casado con tu hermano hace que todo cambie por completo. Una ayuda a esta alteración es el ofrecimiento, basado en la famosa hospitalidad japonesa, que Yiachi hace a Mike para que permanezca en su casa el tiempo que este tenga pensado permanecer en el país; mucha culpa de esto la tiene Kana. Hablando de Kana, ella es, sin duda, el personaje esencial de la obra. Junto con su padre, hará que salgan a flote todas las dudas que este tiene como adulto ante la sociedad y ante sí mismo y aquellas que la propia inocencia infantil necesita que sean contestadas; muchas de esas respuestas no caben dentro de su entendimiento, provocando situaciones realmente difíciles de resolver a su padre.







Como os he comentado antes, la obra se divide en dos partes. En la primera, nos encontraremos con todo ese revuelo que Mike crea dentro del hogar de Kana y su progenitor. Aparecen las primeras preguntas personales que se hace a sí mismo Yiachi; tenéis que tener en cuenta que no deja de ser el gemelo del que fuera el marido de Mike y este, sobre todo en algún que otro estado de tristeza o embriaguez, lo confunde de vez en cuando. Contrastando con esto, nos topamos con el orgullo que Kana siente de tener un tío canadiense y todo lo que ello conlleva. La relación entre la niña y Mike se convierte en algo cercano y sincero, poniendo en más de una ocasión en aprieto a Yiachi ante su supuesta falta de decoro. Momento crucial es cuando hace su aparición Natsuki, madre de Kana y exmujer de Yiachi. Ella consigue poner en orden todas las dudas que a este último le atormentan de manera sencilla y directa. Pero Mike no solo revoluciona el hogar familiar, el barrio se altera con la presencia de tal hombretón que vive abiertamente su homosexualidad. Esto atrae a Kazuya, hermano mayor de Tomo, amigo de Kana, que necesita expresar a alguien sus sentimientos y ve en el visitante foráneo la manera de hacerlo públicamente, aunque solo sea ante él y Yiachi. Este tomo se cierra con una de las preguntas que muchos padres y madres se hacen y el temor que la respuesta les puede llegar a provocar. Bueno, hay que dejar claro que algun@s de ell@s ni siquiera se plantean la posibilidad de dicha duda. Esto hace que luego sucedan cosas y situaciones que jamás debería ocurrir.








En el segundo tomo es donde más se resalta los contrastes culturales entre Kana, Yiachi y Mike. Sigue teniendo un gran peso todo lo relacionado con la gastronomía que, junto a la visita a ciertos lugares y los ritos, prohibiciones y hábitos que se deben llevar a cabo en ellos, harán las delicias, nunca mejor dicho, de aquell@s que seáis aficionados a la comida nipona. A esto habría que añadir situaciones clave en la trama del cómic, como la conversación entre Yiachi y el tutor de Kana, la que mantienen Mike y un antiguo compañero de clase de Ryoji, la presentación formal que Kana hace de su tío canadiense a sus amigos del cole o el momento en que Mike enseña algunas fotos de Ryoji a su hermano. Como no podría ser, la historia llega al final de la manera, digamos, esperada, aunque tienes la sensación de querer saber más de todos estos personajes y su día a día.








Otra parte esencial del cómic son los apartados que Tagame hace durante el desarrollo del mismo llamados: “El Curso De Cultura Gay de Mike”. En este cursillo, a través del personaje canadiense, el autor nos va explicando desde qué es exactamente “salir del armario” hasta la procedencia de iconos esenciales en el mundo LGTBI como son las distintas banderas del mismo o el origen del Orgullo Gay; todo muy instructivo, muy bien explicado, vaya. Hay momentos en los que puede que se note cierto romanticismo y buen rollismo, pero esto no deja de ser una de las características de todo lo que hace Tagame. A pesar de que lo que más resalte en su trayectoria sea todo lo relacionado con el asunto BSDM, siempre hay un poso romántico que nivela la balanza en sus obras. Termino preguntándome a qué esperan ciertas editoriales de este Estado para acabar de sacar en castellano los demás cómics de este autor. Espero que todo sea una cuestión de derechos porque por tirón y ventas supongo que no será. Valió la pena esperar, ahora os toca a vosotr@s echarle un vistazo y ver qué os parece. Por mi parte está más que recomendado.










jueves, 19 de marzo de 2020

Rosa Codina: "Rompepistas"








Hace ya unos años, es lo que supone tener cierta edad, que llevo diciendo eso de que hemos pasado de leer cómics donde l@s protagonistas eran peña, digamos, lejana en el espacio-tiempo a ser nosotr@s mism@s. En este nosotr@s incluyo a aquella juventud de los 80 y 90 del siglo pasado que, visto desde la distancia que te ofrece ese tiempo, bendito sea, nos tocó ir haciéndonos mayores durante esas décadas. Esta ha sido, de nuevo, la sensación principal que me ha dejado este “Rompepistas”, adaptación de la novela de Kiko Amata que tan bien ha desarrollado Rosa Codina.





Rosa es una ilustradora catalana, de Ordal, Barcelona. Sintiéndose fuera del contexto que da forma al día a día de su lugar de nacimiento, las viñas, pone toda su perseverancia en dedicarse a esto de las viñetas y los bocadillos. Como en muchos otros asuntos, algun@s de sus vecin@s le auguraron un mal futuro por ese camino y, como otras tantas veces, esos vaticinios cayeron en el saco roto de sus intenciones. La cuestión es que con este cómic les da una buena patada en los belfos a es@s que se pasan la vida diciendo que con esto o aquello no te puedes ganar la vida porque eso no es un trabajo, lo de la decencia en el curro es imprescindible en este tipo de reflexiones ajenas, y demás sandeces que ell@s, como buen@s asesores/as, pretenden hacernos creer. Primera victoria a favor de la autora.





“Rompepistas” es el apodo del personaje principal de este cómic. Lo de tener un alias era indispensable en aquel momento que no es otro que el incipiente verano de 1987, año de nacimiento de Codina. Él pertenece a un grupo de Punks-Skinheads que vive en uno de tantos lugares del extrarradio de Barcelona. Toca la guitarra en su banda, Duelistas, junto a la bajista Clareana, personaje esencial en la trama de esta obra, y el batería Carnaval, su mejor colega. Como la de la mayoría de l@s que teníamos esas edades por aquel tiempo, la vida de Rompepistas gira alrededor de la música, los colegas, los garitos, el alcohol y alguna que otra droga. Ahora bien, toda la rebeldía que el protagonista lleva dentro tiene como foco la propia sociedad, de la que huye haciendo lo imposible por no currar después de haber sido expulsado del instituto; los problemas familiares que se encuentra en casa y los que el propio lugar en el que reside le ofrece de manera “gratuita”.





La obra tiene varios ejes sobre los que rota. Uno de ellos es la relación entre Clareana y “Rompepistas”, esencial en la manera de actuar de ambos; otro sería las dificultades del momento que atraviesan sus padres y su relación con ellos, muy buenas ciertas reflexiones acerca de otros tantos sentimientos que, a mi entender, resaltan la parte más humana del protagonista; luego está, evidentemente, los colegas y las buenas y malas experiencias a las que se enfrentan, sin esto el guion quedaría en una simple historia de un adolescente cualquiera; y, por último, la música y su poder liberador de todo lo anteriormente dicho. Para ello, Rosa usa una técnica ilustrativa sobresaliente con la que resalta cada instante del cómic dependiendo del momento que se trate.






En lo concerniente a la música, ha sido un placer recordar aquellas bandas que tanto me molaban a través de las que se hace referencia directamente con el guion, Toots And The Maytals, Kortatu, Generation X, Simom And Garfunkel, la Creendence o The Clash; o de las camisetas que l@s protagonistas llevan puestas, La Polla Record, Cicatriz, The Jam. R.I.P. o GBH. Está claro que la autora, consciente de que esta es una parte imprescindible de la identidad de sus personajes, pues esas canciones junto a otras son la base de sus acciones y pensamientos, se ha empapado bien y sabe perfectamente cuándo y dónde encajar cada una de ellas. Sin ese prisma sería difícil entender casi todas las cosas que ocurren en este cómic y la razón por la que ocurren, desde las relaciones personales hasta aquellas que llegan por parte de otros grupos, esos que se dio por llamar tribus urbanas, en este caso los “Cuellos” y los “Cholos”, con los que estos jóvenes conviven con mejor o peor resultado. Sí que podía contaros qué ocurre con esto y aquello, pero, como en otras muchas ocasiones, mi intención con los artículos de este humilde blog es despertar vuestra curiosidad sobre la obra en sí y, si llego a conseguir este fin, que seáis vosotr@s l@s que saquéis vuestras conclusiones sobre todo el entramado de la misma. Aquí, en este “Rompepistas”, hay mucho que desgranar, sentir, y, en mi caso, revivir.




En esto de las llamadas tribus urbanas siempre hubo una búsqueda de esa manida autenticidad de la que el que escribe estos párrafos ha huido continuamente como de la peste. Es verdad que nunca he lucido una pinta Punk o Skinhead como la de est@s tip@s, yo siempre he sido de Heavys con mis melenas, ya canosas, parches y chapas de bandas que no asoman la cabeza por las páginas de este cómic y toda esa parafernalia que ronda la imagen de l@s pelu@s. Ahora bien, jamás me he ceñido a ninguna de las estrecheces que estas tribus te hacían ver como algo que te llevaría al más allá de lo genuino o verdadero. Siempre fui demasiado Jevi para los Punks y demasiado Punk para los Jevis, y yo tan contento, todo sea dicho. Hay mucha peña de aquella época, como bien refleja estas viñetas, que la ven como una locura de la juventud, algo lejano en el tiempo que sirve para recordar contando batallitas en el bar, como bien decía Kortatu, mientras otr@s seguimos avanzando en edad sin poder, ni querer, deshacernos de esa afinidad e identidad que nos ha dado el Rock, en cualquiera de sus vertientes. Son muchos años escuchando eso de: “Yo antes era Jevi”, o Punk, o Rocakbilly o lo que narices fuera el/la  susodich@. Entiendo que no tengas que ir vestido exactamente igual que en aquellos años, pero lo de “era” siempre me ha sonado muy, muy chirriante dejándome claro que, en ese sentido, jamás fuiste nada, ni antes, ni ahora. También hay cosas que no cambian, como ese eterno odio que se tienen Punks y Jevis, que nunca he entendido y, mucho menos, compartido. Es verdad que ya no se montan esas trifurcas y demás “caricias” físicas de aquellos momentos, pero aún se nota en el ambiente la tensión visual cuando alguien con pelo largo aparece en un concierto de El Ultimo Ke Zierre, por ejemplo, o una cresta o pelo rapado se deja caer por un garito donde suena a todo volumen Dio o Metallica. Y claro, luego están esas reflexiones y preguntas que te sueltan a la cara en plan decepción: “¿A ti cómo te puede gustar ese grupo?” o “Yo creía que tú ibas de otro palo”, como si ell@s fueran l@s verdader@s guías espirituales de su tribu.




Una vez soltada la parrafada anterior, quiero cerrar este artículo felicitando a Rosa por su labor, tanto de adaptación de la novela de Kiko Amat como por la parte gráfica. Me alegro de tenerte en este mundillo de las viñetas después de haber hecho oídos sordos a esos consejitos de turno. Espero que vengan muchas obras más después de este “Rompepistas” y que tengas mucho éxito con ellas. A ver si coincidimos algún día y no echamos unas charlas. Siempre con buena música de fondo, por supuesto.



martes, 10 de marzo de 2020

Corto Maltés: "El Día De Tarowean"









En una entrada anterior hablaba acerca de expandir ciertas obras literarias dándoles continuidad de alguna forma. Pues bien, esto es lo que hacen Pellejero y Canales en esta nueva entrega de las aventuras de Corto Maltés, “El Día De Tarowean”. En este caso, la idea parte de la intriga que le produce a Canales el hecho de que el marinero aparezca en su primera entrega, “La Balada Del Mar Salado”, flotando por el océano atado a unos troncos.






La primera parte del prólogo viene a cargo de la novelista Maylis de Kerangal. En él define de manera magistral tanto la personalidad como el carácter del personaje más famoso de los creados por Hugo Pratt. Resulta muy interesante todo lo relacionado con aquello que le acerca a dicho personaje; desde cómo llegó hasta él pasando por todo lo que puede influir en el desarrollo de una persona el haber nacido y crecido en un lugar cercano al mar. Después de esto, nos ofrece una buena introducción a todo lo que encontraremos en las páginas venideras explicándonos quiénes eran algun@s de los personajes que acompañan a Corto en esta aventura. Esto nos hace más fácil entender el porqué de sus acciones. Si a todo esto le añades unas imprescindibles referencias literarias, la autora de “Nacimiento De Un Puente” o Lampedusa”, consigue producir lo que un buen prólogo debe ocasionar: unas ganas brutales de lanzarte de cabeza a la obra en sí.







En cuanto a la parte prologada por el propio Canales, comienza haciendo referencia al término usado por l@s samoan@s para describir a aquell@s cuya misión principal en esta vida no era otra que narrar historias, l@s “Tusitalas”. Así es como llamaron al mismísimo Robert Louis Stevenson y debe ser todo un honor recibir tal título. Como dije antes, este tomo parte de la pregunta que el guionista se hace ante el comienzo de la primera entrega de Corto. Para contestar a dicho interrogante se inspira en la obra de Calderón “La Vida Es Sueño” y hace que el marinero viaje de Tasmania A Borneo donde conocerá la saga de los Rajás Blancos de Sarawak así como a Sylvia Barret, la reina de los cazadores de cabezas, amiga de J.M. Barrie. Nuestro protagonista continuará su viaje hasta Micronesia y Meganesia donde, con la inspiración que le llega al autor por parte de Stevenson y Jack London, conocerá a una serie de personajes esenciales en la trama de esta aventura.  Para cerrar este prólogo no puede faltar la referencia que el autor hace al amor que sentía el Pratt por todo lo relacionado con el Pacífico.






Una vez comentado lo anterior, podemos entrar de lleno en la obra partiendo del día de Torewan de 1912, o sea, el 1 de noviembre, día de los muertos, de las sorpresas o de San Cesáreo de Terracina, santo invocado para impedir ahogamientos o inundaciones. Movido por hacerse con las famosas lágrimas de Tuifiti, Rasputín acompañará a Corto durante la mayor parte de este episodio done deberán devolver a un joven “exiliado”, conocido como “Caloboose”, “El desdichado” o Hauki, al seno de su tribu. La razón de dicho exilio es esencial en toda la trama por lo que es algo que vosotr@s misms@s deberéis descubrir. En el transcurso del viaje, los dos marineros se cruzarán con gente tan variopinta como el capitán Waterhouse, al mando de la nave “Tornaviaje”, el creador de la secta “La Orden Del Sol” August Engelhart o, la referida con anterioridad, saga de los Brooke. A todos ellos se sumarán otr@s concid@s por otras entregas del marinero como son Cráneo o el Monje, aunque este cambiará de persona hasta llegar al que conocemos con anterioridad, y harán su aparición algun@s nuev@s como el jefe de la isla de San Eugenio, Goravaca, la mujer predilecta de este, Bauleni, esencial en el desarrollo de la trama,  Kibul, “La Sirena”, o Sula y su hermano “Big Shot”, claves en el destino final de Corto. Conoceremos, a su vez, tribus de aquella parte del planeta como los Dayaks y “La Cofradía”, estructura de donde proviene el Monje que acabará gobernando la isla de La Escondida, conocido como “El Advenedizo”. No nos quedaremos sin pisar esa serie de lugares indispensables en cualquiera de las andanzas de Corto. En esta ocasión nos acercaremos, entre otros, a la prisión de Port Arthur, más tarde será Carnavon, donde el fotógrafo conocido como Beattie plasmó una serie de instantáneas que dieron lugar a la primera exposición llevada a cabo basada en la temática carcelaria.






Igualmente nos topamos con esas frases que solo pueden salir de una mente como la de Corto entre las que destacaría aquella que hace referencia a su relación con los muertos o la que le suelta al heredero de los Brooke referente a ciertas rarezas que ha conocido en sus viajes, sencillamente brutal. Como personaje secundario e irremplazable, no podemos olvidar ciertas actitudes de Rasputín que explican con fidelidad tanto su relación con Corto como su personalidad. Haré alusión a un par de ellas tales como su “amor” por los perros, el uso que da a ciertos trofeos que guarde el “Tornaviaje” en sus bodegas o el ofrecimiento que hace a la nave de peregrinos perdida en medio del océano, por ejemplo. Está claro que ambos personajes están pensados para reflejar distintos puntos de vista sobre una misma cuestión. Ahora bien, nuca sabemos con exactitud cuál de esos puntos de vista son los realmente verdaderos, si es que alguno lo son; solo cabe leer la conversación que mantienen acerca de la defensa de la nación para ver lo bien que se definen.







Un año es lo que tarda Corto en vivir esta aventura, finalizada el día de Tarowean de 1913 con sus huesos atados a una peculiar balsa flotando por el Pacífico. Como toda buena hazaña, el desenlace no será el deseado pues el destino se encargará de dar al traste con las esperanzas de los personajes. Luego vendrá “La Balada Del Mar Salado” y la relación entre la “Sirena Pelirroja” y el naufragio de “La Chica De Amsterdam”. Mi más sincera felicitación, de nuevo, a Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero por esta entrega. Siguen avanzando dando vida a uno de mis personajes favoritos del mundo de las viñetas con una exquisitez y un trabajo fuera de serie. Todo ello siempre con el referido Hugo Pratt en la mente, no podría ser de otra forma, pero creando aventuras propias que consiguen que Corto Maltés siga vivo más allá de lo que “Il Maestro” pudo dejar de contarnos, como bien ocurre en “El Día De Tarowean”. Ya estoy deseando tener entre mis manos la próxima entrega. Lo dicho: ¡¡Enhorabuena!!