martes, 10 de marzo de 2020

Corto Maltés: "El Día De Tarowean"









En una entrada anterior hablaba acerca de expandir ciertas obras literarias dándoles continuidad de alguna forma. Pues bien, esto es lo que hacen Pellejero y Canales en esta nueva entrega de las aventuras de Corto Maltés, “El Día De Tarowean”. En este caso, la idea parte de la intriga que le produce a Canales el hecho de que el marinero aparezca en su primera entrega, “La Balada Del Mar Salado”, flotando por el océano atado a unos troncos.






La primera parte del prólogo viene a cargo de la novelista Maylis de Kerangal. En él define de manera magistral tanto la personalidad como el carácter del personaje más famoso de los creados por Hugo Pratt. Resulta muy interesante todo lo relacionado con aquello que le acerca a dicho personaje; desde cómo llegó hasta él pasando por todo lo que puede influir en el desarrollo de una persona el haber nacido y crecido en un lugar cercano al mar. Después de esto, nos ofrece una buena introducción a todo lo que encontraremos en las páginas venideras explicándonos quiénes eran algun@s de los personajes que acompañan a Corto en esta aventura. Esto nos hace más fácil entender el porqué de sus acciones. Si a todo esto le añades unas imprescindibles referencias literarias, la autora de “Nacimiento De Un Puente” o Lampedusa”, consigue producir lo que un buen prólogo debe ocasionar: unas ganas brutales de lanzarte de cabeza a la obra en sí.







En cuanto a la parte prologada por el propio Canales, comienza haciendo referencia al término usado por l@s samoan@s para describir a aquell@s cuya misión principal en esta vida no era otra que narrar historias, l@s “Tusitalas”. Así es como llamaron al mismísimo Robert Louis Stevenson y debe ser todo un honor recibir tal título. Como dije antes, este tomo parte de la pregunta que el guionista se hace ante el comienzo de la primera entrega de Corto. Para contestar a dicho interrogante se inspira en la obra de Calderón “La Vida Es Sueño” y hace que el marinero viaje de Tasmania A Borneo donde conocerá la saga de los Rajás Blancos de Sarawak así como a Sylvia Barret, la reina de los cazadores de cabezas, amiga de J.M. Barrie. Nuestro protagonista continuará su viaje hasta Micronesia y Meganesia donde, con la inspiración que le llega al autor por parte de Stevenson y Jack London, conocerá a una serie de personajes esenciales en la trama de esta aventura.  Para cerrar este prólogo no puede faltar la referencia que el autor hace al amor que sentía el Pratt por todo lo relacionado con el Pacífico.






Una vez comentado lo anterior, podemos entrar de lleno en la obra partiendo del día de Torewan de 1912, o sea, el 1 de noviembre, día de los muertos, de las sorpresas o de San Cesáreo de Terracina, santo invocado para impedir ahogamientos o inundaciones. Movido por hacerse con las famosas lágrimas de Tuifiti, Rasputín acompañará a Corto durante la mayor parte de este episodio done deberán devolver a un joven “exiliado”, conocido como “Caloboose”, “El desdichado” o Hauki, al seno de su tribu. La razón de dicho exilio es esencial en toda la trama por lo que es algo que vosotr@s misms@s deberéis descubrir. En el transcurso del viaje, los dos marineros se cruzarán con gente tan variopinta como el capitán Waterhouse, al mando de la nave “Tornaviaje”, el creador de la secta “La Orden Del Sol” August Engelhart o, la referida con anterioridad, saga de los Brooke. A todos ellos se sumarán otr@s concid@s por otras entregas del marinero como son Cráneo o el Monje, aunque este cambiará de persona hasta llegar al que conocemos con anterioridad, y harán su aparición algun@s nuev@s como el jefe de la isla de San Eugenio, Goravaca, la mujer predilecta de este, Bauleni, esencial en el desarrollo de la trama,  Kibul, “La Sirena”, o Sula y su hermano “Big Shot”, claves en el destino final de Corto. Conoceremos, a su vez, tribus de aquella parte del planeta como los Dayaks y “La Cofradía”, estructura de donde proviene el Monje que acabará gobernando la isla de La Escondida, conocido como “El Advenedizo”. No nos quedaremos sin pisar esa serie de lugares indispensables en cualquiera de las andanzas de Corto. En esta ocasión nos acercaremos, entre otros, a la prisión de Port Arthur, más tarde será Carnavon, donde el fotógrafo conocido como Beattie plasmó una serie de instantáneas que dieron lugar a la primera exposición llevada a cabo basada en la temática carcelaria.






Igualmente nos topamos con esas frases que solo pueden salir de una mente como la de Corto entre las que destacaría aquella que hace referencia a su relación con los muertos o la que le suelta al heredero de los Brooke referente a ciertas rarezas que ha conocido en sus viajes, sencillamente brutal. Como personaje secundario e irremplazable, no podemos olvidar ciertas actitudes de Rasputín que explican con fidelidad tanto su relación con Corto como su personalidad. Haré alusión a un par de ellas tales como su “amor” por los perros, el uso que da a ciertos trofeos que guarde el “Tornaviaje” en sus bodegas o el ofrecimiento que hace a la nave de peregrinos perdida en medio del océano, por ejemplo. Está claro que ambos personajes están pensados para reflejar distintos puntos de vista sobre una misma cuestión. Ahora bien, nuca sabemos con exactitud cuál de esos puntos de vista son los realmente verdaderos, si es que alguno lo son; solo cabe leer la conversación que mantienen acerca de la defensa de la nación para ver lo bien que se definen.







Un año es lo que tarda Corto en vivir esta aventura, finalizada el día de Tarowean de 1913 con sus huesos atados a una peculiar balsa flotando por el Pacífico. Como toda buena hazaña, el desenlace no será el deseado pues el destino se encargará de dar al traste con las esperanzas de los personajes. Luego vendrá “La Balada Del Mar Salado” y la relación entre la “Sirena Pelirroja” y el naufragio de “La Chica De Amsterdam”. Mi más sincera felicitación, de nuevo, a Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero por esta entrega. Siguen avanzando dando vida a uno de mis personajes favoritos del mundo de las viñetas con una exquisitez y un trabajo fuera de serie. Todo ello siempre con el referido Hugo Pratt en la mente, no podría ser de otra forma, pero creando aventuras propias que consiguen que Corto Maltés siga vivo más allá de lo que “Il Maestro” pudo dejar de contarnos, como bien ocurre en “El Día De Tarowean”. Ya estoy deseando tener entre mis manos la próxima entrega. Lo dicho: ¡¡Enhorabuena!!



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