miércoles, 13 de diciembre de 2023

Antonio Altarriba - Sergio García - Lola Moral: "El Cielo En La Cabeza"

 





La producción de cómics en este Estado continúa a un gran nivel. Así lo demuestra El cielo en la cabeza, con guion de Antonio Altarriba, dibujos de Sergio García y color a cargo de Lola Moral. Supongo que para much@s no deja de ser una obra más acerca de la tragedia de la inmigración, razón por la que no le prestará demasiada atención y argumento que me saca de quicio por no hacerlo. La frialdad con la que se normaliza ciertos asuntos, ya sea la memoria histórica, la violencia machista o el plasmado en estas páginas, entre otros, es consecuencia directa de la indiferencia hacia el otro tan asentada en esta sociedad que presume de defender los derechos de tod@s. Unos medios de comunicación que pasan de puntillas por estos temas, cuando no se valen de ellos de manera amarillista o para promover el odio, sirven de caldo de cultivo para dicha manera de actuar. Y como guinda del pastel, ese sentimiento palpable dentro de esa supuesta jerarquía de la pobreza que lleva a pobres a rechazar a otr@s pobres para sentirse engañosamente menos pobres. Tampoco hay que caer en lo facilón de: «To´l mundo es bueno». Este cómic tira dicha teoría por tierra sin ni siquiera pisar Europa, pero los prejuicios convertidos es eslóganes tienen mucho, pero que mucho peligro.




Se me hace un poco raro hablar a estas alturas de alguien como Antonio Altarriba. Lo digo porque este zaragozano, hijo «de un anarquista y una monja», es uno de los guionistas más reconocido dentro del mundo de las viñetas del Estado. Labor que le llevó a recibir el Premio Nacional de Cómic en el 2009 por El arte de volar, junto a Kim. Novelista, ensayista y catedrático de literatura francesa en la Universidad del País Vasco, tiene en su haber obras tan destacadas como Yo, asesino o De vuelta, Desfase y El paso del tiempo, las tres últimas con Luis Royo, por nombrar algunas. En el cómic que nos concierne hace una magnífica labor, pero de eso hablaremos en los párrafos siguientes.




Si el guion de Altarriba es excelente, a mi parecer, lo que realmente destaca en estas páginas son los dibujos y el color de Sergio García y Lola Moral, respectivamente. Una distribución de viñetas que puede resultar caótica por momentos, en otros parecen cabalgar dentro del papel y en algunos las formas estiradas de los personajes piden a gritos salir del mismo, moldean la esencia misma de la trama. Salvando las distancias, sobre todo porque el autor italiano dibujaba casi siempre en blanco y negro, he percibido ese descontrol y desconcierto que tanto reflejaba Sergio Toppi en sus cómics. Páginas con dibujos gigantes rodeados de escenas y personajes a los que les da vida el trabajo de Lola con unos colores y unos fondos verdaderamente exquisitos. Este granadino antiguo colaborador de la revista Viñetas, de la que tengo algunos números por casa, fue premiado en el Festival de Illzach por su obra Utopía, a la que hay que sumar Cómo hacer un cómic, con el guionista francés Lewis Trondheim, Anatomía de una historieta, Historia de una página o Cuerpos del delito, también con Atarriba. En cuanto a Lola Moral, hablamos de una cordobesa que comparte vida y cabeza con Sergio García. Amante de los burros, las plantas y el olor a tierra mojada, estudió Bellas Artes en Granada, especializándose en Restauración de obras de Arte. Entre l@s dos tienen publicados Los 3 caminos, Dexter London y Mono&Lobo, a lo que hay que sumar su labor como guionista y colorista gráfica para las editoriales Toon Books, Dupuis, Actes Sud, Ediciones Santillana y Dibbuks. Repito, y no será la última vez que lo haga a lo largo de este artículo, el trabajo de est@s dos andaluces es algo que me ha cautivado desde el primer minuto.





Todo lo que Altarriba refleja en el guion de este cómic es conocido, en mayor o menor medida, por cualquiera de los residentes en eso que tan engreídamente se da por llamar «primer mundo». Y si no le es conocido es porque hace oídos sordos o vive en ese estado de confort basado en la consigna de la indolencia o ambas cosas. Dicho esto, pasamos a hablar de los entresijos, no de todos, evidentemente, de esta obra. Nivek es uno de l@s cientos de niñ@s que extraen coltán en las minas del Congo. Después de sobrevivir a un derrumbamiento de tierra gracias a su amigo Joseph, asesina a uno de los vigilantes de la mina. Con este acto, que podría haberle acarreado la muerte, termina convirtiéndose en un kadogo, o lo que es lo mismo, un niño soldado. Después de superar el ritual de iniciación, se ve obligado a matar a toda su familia como demostración de ser un buen soldado. Concluido el periodo de entrenamiento, el cual ha compartido con Joseph como cocinero del clan, entra en combate con la idea de expulsar al grupo rival para que el suyo se haga con el control de las minas de este. Después de la visita de los grandes magnates del gobierno, un representante del gobierno chino y alguno de las multinacionales occidentales del sector, los dos niños deciden escapar en busca del doctor «Coseculos». Pero la estancia en las instalaciones de este médico se le hace tediosa y sin ningún tipo de futuro, por lo cual deciden volver a escapar con el objetivo de alcanzar Europa.




El primer escollo que deben afrontar en este periplo consiste en atravesar la selva, donde Joseph pondrá de manifiesto sus conocimientos a la hora de sobrevivir en ella. Aquí conocerán a l@s Baka, que los acogerán a la sombra de su legendaria hospitalidad. En esta parte del cómic hay algunas de las páginas más impresionantes del trabajo de Sergio y Lola. Aprenderán a usar la cerbatana y tendrán que demostrar su valía como guerreros en la caza de un elefante. Antes de continuar su camino mediarán en una disputa amorosa en la que las nociones culinarias de Joseph tendrán mucho que ver con el resultado. El final de su andadura por la selva trae consigo la soledad de Nivek tras la pérdida de su querido amigo.




En estas condiciones, el niño kadogo se adentra en otro de los grandes paisajes africanos, la sabana, donde se topará con un hechicero que lo convertirá en su ayudante antes de su visita a Babungo, con la intención de prestar sus servicios a su rey que se encuentra gravemente enfermo. Conoceremos las costumbres de la gente que habita en este sitio, así como las intrigas palaciegas por conseguir el poder ante la inminente muerte del monarca. Viendo el resultado de tales disputas y el de las atenciones del hechicero, maestro y ayudante se ven obligados a abandonar el lugar. De este modo, caminarán juntos hasta la frontera con el desierto, donde ambos se despedirán para siempre.




A partir de este momento los sucesos transcurren con rapidez, tanto en la vida de Nivek como en las páginas del cómic. Casi a punto de ser tragado por la arena es rescatado gracias a la intervención Aisha, mujer esencial en toda la trama, una integrante de una caravana de inmigrantes cuyo fin es el mismo que el del joven congoleño. El guía de dicha caravana resulta ser un traficante de personas que acabará vendiéndol@s a tod@s a otros traficantes cuyo propósito es ponerles precio en uno de los tantos mercados de esclavos de Libia. Libia, ese país que occidente presumio de haber librado de las garras de un dictador y que, una vez «liberado» se ha convertido en uno de los lugares más caóticos y crueles del planeta, sobre todo para l@s inmigrantes que se ven obligad@s a atravesar su extenso territorio antes de alcanzar, si lo consiguen, las costas del Mediterráneo. Aisha, como suele pasar en estos casos, es vendida a las mafias de la prostitución mientras que Nivek, gracias a su carácter y convencimiento de ser un guerrero, acabará luchando en batallas a vida o muerte con otros inmigrantes entrenados para este tipo de peleas. Después de robar la recaudación de las apuestas, y en compañía de otro luchador, el muchacho corre al encuentro de Aisha. Con ella conocerá el sexo y el amor y tomará como suyo el niño que esta lleva en sus entrañas fruto de cientos de violaciones. L@s dos, junto a alguno de sus antiguos compañeros de fatigas durante el periplo del desierto, alcanzan la ansiada orilla del Mediterráneo, no sin antes verse obligad@s a sufrir el chantaje y las condiciones infrahumanas de aquellos que le han prometido sus servicios para alcanzar el viejo continente.




El Mediterráneo, ese mar que ha visto nacer y morir a tantas y reconocidas civilizaciones, será el encargado de separar los destinos de Aisha y Nivek. Ella entrará a formar parte de ese grupo de almas y cuerpos que reposan en sus profundidades como parte del olvido, y él alcanzará España, con la ayuda de otro inmigrante, después de ser rescatado por un barco. Como era de esperar, nada se desarrolla según lo previsto en los sueños del joven. Una mala adaptación a su nuevo «trabajo» unida a una nueva demostración de su espíritu guerrero le proporcionará un final con el que nunca contó.




Hasta aquí mi artículo sobre El cielo en la cabeza. Un argumento tejido a base de solidaridad, crueldad, desprecio, amor, esclavitud y amistad se fusiona con un gran trabajo de dibujo y color para dar lugar a uno de los cómics que más me ha impresionado y gustado del 2023. Mi más sincera enhorabuena a l@s tres. Obras como estas siguen siendo más que necesarias en un mundo tan poco compasivo como el nuestro.

 


 


martes, 5 de diciembre de 2023

Texto Mandrílico Diciembre 2023

 

EL CASTILLO DE BASURA


Tengo y he tenido un sinfín de objetos que me ha proporcionado la basura, desde juguetes hasta ropa. Hay un par de prendas que sigo usando, aunque he de reconocer que una de ellas solo la utilizo para trabajar, pero la otra forma parte de mi indumentaria como uno de los mayores tesoros que guardo en mi cómoda. De pequeño íbamos por todos los rincones del pueblo en busca de cajas de cerillas con la intención de arrancarle las carátulas, nosotros las llamábamos «santos», para coleccionarlas y jugar con ellas al catre, un juego de bolindres que solo he conocido en mi lugar natal. De paso, nos hacíamos con este bote de no sé qué, con aquella lata que nos serviría de zanco para cruzar el arroyo los días de lluvia, con un trozo de hierro que afilaríamos para jugar a la picota o con el sobresalto que siempre me han dado las ratas al cruzarse conmigo.

Más tarde, los rincones desaparecieron y con ellos esos montones de desperdicios que acabarían en el nuevo basurero creado a las afueras del pueblo, justo en frente del cementerio, algo que siempre me dio qué pensar. La cuestión es que seguimos yendo a rebuscar entre esas montañas de despojos creyendo que íbamos a dar siempre con un nuevo tesoro. Y he de reconocer que no estoy seguro de que fueran tesoros, pero sí que eran cosas que jamás habíamos visto.

Los días que el aburrimiento o la falta de hallazgos interesantes se apoderaba de nuestras búsquedas nos dedicábamos a reunir todo tipo de medicamentos, ya fueran pastillas, jarabes, tarros de esto o cremas para aquello, y lo mezclábamos todo en la lata más grande que nos pudiera ofrecer el entramado de desechos, morralla y desperdicios. Nuestra finalidad era siempre la misma, que aquello echase humo como el que veíamos salir de los laboratorios en las películas de médicos locos o, mejor aún, que la mezcla química hiciera saltar la lata lo más alto posible. Sin tener ni idea del periodo de reacción, podíamos estar mezclando esto con eso durante el tiempo que entendiésemos oportuno. Luego nos parapetábamos a la espera de la explosión o de la humareda o de las dos cosas y… Nunca pasó nada. Volvíamos frustrados y acusándonos los unos a los otros de no o sí haber echado esto o aquello en la dichosa lata. Pasados unos años descubrimos que nuestra intención se podía hacer realidad con algo que teníamos más a mano y de manera más simple. Tan solo teníamos que mezclar papel de aluminio con agua fuerte en una botella de plástico, cerrarla y esperar a que hiciese reacción. Y menuda reacción, explosión y humareda todo en uno.

La vida siguió adelante en tanto que avanzaba el tiempo. Dejamos de visitar el basurero porque aparecieron otras porquerías. La peor de todas llegó en forma de polvo cabalgando por las venas que se llevó a muchos con los que compartí visitas al vertedero. Nunca fuimos hijos de nobles ni de ricos, tampoco vivíamos en mansiones o cortijos, pero puedo afirmar con rotundidad que durante años fuimos los dueños y señores de un gran castillo de basura.


lunes, 6 de noviembre de 2023

Kike Babas & Kike Turrón: "Rosendo, Quiero Que Sueñes Conmigo"

 




Este es el segundo libro que leo de los Kikes. El primero fue el de Leño, del que también tenéis un artículo en este humilde blog, y ahora ha tocado el de Rosendo. Si bien a Leño nunca conseguí verlos, por dejadez, sobre todo, Rosendo es de esos artistas o bandas que perdí hace tiempo la cuenta de las veces que he visto en directo. Puedo hablar de la primera, en un festival en Guareña presentando el «Fuera de lugar» junto a los emeritenses Bucéfalo, de la última, en el Extremúsika, cuando era un festival de otras características, y de alguna más, en Madroñera, Villanueva de la Serena o Las Ventas, por ejemplo. Es verdad que, al igual que con otros músicos o formaciones, he tenido mis acercamientos y distanciamientos con respecto a este disco o el otro de los del de Carabanchel, pero también reconozco que siempre que he tenido la oportunidad de verle sobre las tablas no me lo he pensado dos veces.




Entrando de lleno en este libro, empezaré destacando la calidad de la encuadernación, así como de la mayoría de las fotos. Los Kikes, Babas y Turrón, han vuelto a ofrecernos una obra de muy alto nivel. Estas páginas están divididas en cuatro prólogos, de Moncho Alpuente, Nacho Novo, Josele Santiago y Kutxi Romero, respectivamente, seis capítulos y dos prólogos pertenecientes a cada uno de los autores. Pero si hay algo que destacaría de este libro es que habla. Lo digo basándome en el formato que se ha utilizado, que no es otro que el de la entrevista. De este modo, parece que tuvieras enfrente al mismísimo Rosendo contándote esto o aquello, algo que lo hace super ameno y fácil de leer.




En el primer capítulo, «Un melenudo de Carabanchel», conoceremos los primeros pinitos del guitarrista en este o aquel grupo, como Fresa, o su paso por alguna orquesta; su entrada en Ñu y todas las peripecias y aventuras que vivió en sus filas; las bandas que le atraían, musicalmente hablando, en ese momento; lo que tuvo que pasar durante la dichosa mili y su salida de la banda de José Carlos Molina.




En el segundo, «Ahora mola el R&R», asistimos al nacimiento de Leño; a su primer concierto con esta formación como teloneros de Asfalto; a sus giras por las tierras toledanas; a las idas y venidas de Chiqui Mariscal; a su firma con Chapa Discos y a la toma de contacto con Teddy Bautista, personaje esencial en la historia del grupo y a sus primeras grabaciones junto al ya nuevo bajista Tony Urbano.




Avanzamos con un tercer capítulo titulado «Maneras de vivir», donde nos topamos con todo lo relativo a los bolos y ensayos de aquella época; se hace referencia a un bar llamado El Zappa, crucial en todo lo que se cuenta de esos tiempos; conoceremos la disparidad de bandas y solistas con los que compartieron escenarios; la publicación de «Más Madera» y todo lo que supuso como cambio de dirección musical, este sigue siendo mi disco preferido de Leño, así como las sesiones de fotos para el mismo; la llegada del disco en directo y la razón de haberlo grabado en ese momento; la relación del grupo con eso que se dio por llamar «La movida madrileña»; la edición de «Corre, Corre», con su cambio de productor y el viaje a Londres para grabarlo, y la famosa gira de «El Rock de una noche de verano» junto a Luz casal y Miguel Ríos como antesala de la separación del trío.




El cuarto capítulo, «¡Maldición, un corazón salvaje!», nos pone delante todo el proceso y los sinsabores vividos hasta grabar su primer disco en solitario. Aquí hago un inciso para aclarar que, siempre que se habla de algún disco suyo o de Leño, Rosendo hace un desglose de la temática, el proceso de composición y todo lo referente a los temas que dan forma a dichos discos. Aparecen las primeras colaboraciones, además de sus primeros pinitos como productor, labor con la que nunca se ha sentido satisfecho; los problemas con su antigua compañía, que se dedicaba a sacar este o aquel recopilatorio de Leño cada vez que él editaba un disco; un paso adelante con «Fuera de lugar» y todo lo que supuso la vida de carretera del mismo; la llegada de «…A las lombrices» con la entrada del que sería su bajista, Rafa J. Vegas, hasta el final de su carrera, y ese tono un poco más oscuro que le dio a este redondo. También llegamos a la época de «Jugar al gua», con su cambio de compañía al tiempo que se nos narra esta o aquella experiencia compartiendo tablas con una larga lista de intérpretes y bandas. Aparece el primer disco en vivo, «Directo», grabado en la sala Jácara, del que se nos dan muchos más detalles, antes de dar paso a «¡Deja que les diga que no!», primero con DRO, del que conoceremos la razón del título y la procedencia de la foto de la portada, entre otros asuntos. Llega el momento de «La tortuga» con su entrada en las listas de Cadena 100, la peña que colaboró en el disco, sus gustos musicales en esos años o su relación con la nueva hornada de bandas que estaban despuntando en esos instantes. Con «Para bien o para mal» dejan Madrid para grabar en Almería, lugar que sirve para enterarnos de ciertas anécdotas junto con las nuevas colaboraciones, el asunto de la portada o su marcha a Nueva York para masterizar este trabajo. Antes de alcanzar «Listos para la reconversión», nos topamos con unas declaraciones donde Rosendo se abre de par en par en ciertos temas sin ningún tipo de pudor. La edición del octavo álbum en estudio da paso a la vuelta al formato trío con la entrada de Mariano Montero como batería después de la grabación del mismo. Y con lo relativo al disco tributo al de Carabanchel se da carpetazo a este extenso capítulo.




El capítulo quinto, «Haciendo lo propio», se inicia con el disco de 1998 «A tientas y barrancas», donde se confirma la formación de trío y se nos habla de la aportación de este trabajo a su carrera y del estado anímico del guitarrista en esos instantes. La publicación del directo en la cárcel de Carabanchel fue un punto de inflexión en su recorrido musical y aquí nos vamos a enterar de muchas de las dificultades y satisfacciones que supuso grabar este disco en un sitio tan particular, por decirlo de alguna forma. Avanzamos con lo que significó que le pusieran su nombre a una calle de Leganés hasta toparnos con «Canciones para normales y mero dementes», uno de mis preferidos, en el que empieza a trabajar con su hijo y por el cual le hacen un reportaje en «El país de las tentaciones». Se nos relata su paso por el disco homenaje a Aute, su participación en el disco del 25 aniversario de la revista El Jueves o sus portadas en la revista musical «Todas las novedades». De esta manera alcanzamos la puesta en el mercado de «Veo, veo… Mamoneo!!», con su paso por un estudio francés; el fichaje definitivo de Eugenio Muñoz como técnico de sonido, mánager y productor y el hecho de volver a conseguir el disco de oro con este trabajo. Su siguiente trabajo, «Lo malo es ni darse cuenta», es ya de 2005 y hace hincapié en la crítica social y un repaso a sus canciones favoritas de este redondo. Este tramo se cierra con todo lo referente a la salido del disco de Leño «Vivo ´83» y la entrega de la Medalla de Oro de las Bellas Artes por parte del monarca del momento.




El sexto y último capítulo, «De la mano de la verdad vencida», comienza su andadura con la publicación de uno de los trabajos más raros del de Carabanchel, «El endémico embustero y el incauto pertinaz», donde reconoce que se le fue un poco la olla, además de hablar del formato en el que se editó. La gira junto a Aurora Beltrán y Barricada que se dio por llamar «Otra noche sin dormir», en mi memoria siempre estará ese pedazo de concierto que vi en Las Ventas, se une al disco tributo a Leño, «Bajo la corteza», para dar paso a todo lo referente del siguiente disco, «A veces cuesta llegar al estribillo». Aquí vuelve a colaborar con su hijo y viaja a Londres para dar un concierto ante un público esencialmente español, aparte de grabar un vídeo de su paso por el Palau de la Música de Barcelona. Y así llegamos a otro de mis discos preferidos de su extensa carrera, «Vergüenza torera», donde disfraza su voz con algún efecto en su estudio de Burgos y de cuya gira saldrá la grabación de un nuevo directo en Las Ventas con un montón de invitados.  Antes de alcanzar su último trabajo en estudio, «De escalde y trinchera», Rosendo nos habla de su experiencia por Australia. También sabremos su opinión acerca de hacerle una estatua en Carabanchel y el significado de algunos temas que forman este disco. Y así, página tras página, álbum tras álbum, alcanzamos todo lo que supuso su última gira que llevó por nombre «Mi tiempo señorías…», las razones de dicha despedida y un montón de cosas que merece mucho la pena conocer, además de sus contadas apariciones después encima de un escenario.



Como ya indiqué, el libro se cierra con dos epílogos, uno por Kike. Si tuviera que quedarme con una o varias cosas de esta obra volvería a destacar la cercanía de su protagonista, la sinceridad con la que habla y lo agradable que es siempre saber ciertos asuntos de uno de mis músicos preferidos de siempre del panorama estatal. Él dice que no va a seguir dando conciertos, pero que, puede, que siga grabando discos. Sea como fuere, Rosendo, gracias por todo. Y si Leño es pa siempre, tú serás pal infinito y más allá.

 


 


jueves, 2 de noviembre de 2023

Texto Mandrílico Noviembre 2023

 

SÁBANAS NEGRAS


Hoy compré unas sábanas negras. El motivo principal que me ha llevado a decantarme por este color no es otro que el amarilleamiento de la funda de la almohada producido por el sudor y el calor que sale de mi cabecita loca cuando sueño, duermo o tengo pesadillas. Mientras las colocaba sobre el colchón, me he fijado en la foto de mis abuelos que tengo en la habitación preguntándome si alguna vez se habrían imaginado que este esqueleto rectangular de madera, epicentro de sus intimidades, que me cedieron en herencia terminaría algún día teniendo unas sábanas de esta tonalidad. Esto, como la mayoría de lo referente a nuestros antepasados, será siempre todo es un misterio sin resolver.

Anoche dormí por primera vez arropado por esas sábanas negras. Cerré los ojos y, sin quererlo ni beberlo, su runrún comenzó a moldear mi insomnio. Al principio noté cómo un murmullo lejano e ininteligible entraba en tropel por mis oídos hasta hacerse entender de manera cristalina: «La mayor cualidad del negro es la invisibilidad». Y lo repetía una y otra vez instalando el desvelo con cada vuelta que me cuerpo daba en busca del descanso. Cuando sentí que mi cerebro iba a escapar de su cárcel ósea, las sábanas me gritaron: «Perteneces al bando de los invisibles. Por eso también eres negro».

Mi vigilia logró sosegarse con esta afirmación al tiempo que mi somnolencia intentaba entender el significado de ese bando y, sobre todo, quiénes lo integraban. Para cuando me quise dar cuenta, comenzaron a desfilar ante mí cientos de los cuerpos atormentados de fugados y desertores de cualquier guerra. Entre todos formaban una estampida cuya meta era el precipicio de un acantilado sin fondo. Sus manos se aferraban a mi cabeza y me obligaban a contemplar los brazos extendidos de cientos de mendigos en su menesteroso día a día y los de otros tantos agujereados por el lucrativo negocio del polvo. Al mismo tiempo, en mis oídos retumbaba el suspiro postrero producido por las últimas burbujas producidas por la respiración de un sinfín de ahogados en su caída libre a las profundidades del mar como final de su huida hacia un futuro incierto.

Envuelto en sudor, las sábanas negras mi hicieron viajar en los vagones de La Bestia en tanto que sus ventanillas me ofrecían un paisaje cuyo trino era el doloroso canto de los cuerpos y miembros segados por sus ruedas metálicas. Las vías me obligaron a descender teniendo como parada un campo de refugiados sembrado en el terreno que vio nacer la vieja civilización helena. Allí me mezclé con decenas de idiomas, rasgos y facciones. Caminé entre los surcos de su plantación de tiendas maltrechas regadas con drogadicción, hambre, angustia y enojo. Me arrastré por sus túneles de salida, salté por encima de sus vallas, soborné a los guardias a cambio de mi cuerpo. Y de este modo, envuelto en sábanas negras, me evadí hasta camuflarme con una oscuridad en la que solo resaltaba una estrella de ilegal cosida a mi espalda.

Galopé enfundado en mi halo de luto y solo frené cuando mis súplicas se mezclaron con los gritos de cientos mujeres violadas por la religión antes de que el desierto se tragara sus cuerpos. A ellos se unieron los alaridos de miles de homosexuales humillados que colgaban de las sogas infinitas de cualquier creencia única y verdadera. Delante de un millar de transexuales ultrajadas por el culto de su vecindad, las lágrimas de centenas de niñas entregadas en mano por la tradición de los que decían ser sus antepasados se sumaban a la caída libre al centro de la nada de incontables esclavos mecidos por el eco de otras tantas voces goleadoras.

Aferrado codo con codo con cada uno de ellos contemplé el abandono de la prensa, la estadística de la sinrazón, el olvido de sus almas, la desidia de la sociedad, el desprecio de sus recepcionistas, la prórroga de la esperanza, la carencia de humanidad por parte de sus anfitriones y, sobrevolándolo todo, la omisión de socorro de siglos de Historia.

Hoy compré unas sábanas negras que, como todo lo negro, tienen como mayor cualidad la invisibilidad.


lunes, 16 de octubre de 2023

Mi Paso Por Extremusika 2023

 








Que el Extremusika no es lo que era hace años es una realidad, pero mientras se siga haciendo en Cáceres y trayendo a bandas que me interesan continuaré yendo. El hecho de vivir en esta ciudad me da esa facilidad de ir y volverme cuando quiera, otra cosa es si me tuviera que marchar a otro lugar para asistir al festival porque, seguramente, ni me desplazaría. Por tanto, esta crónica va sobre esos grupos que he ido a ver, no demasiados, y poco más. De hecho, el sábado ni pisé el recinto.





En la jornada del jueves solo vi a El Drogas, que hizo un buen repaso a la carrera de su banda mater, Barricada, en la hora y cuarto que estuvo encima de las tablas. Sí que es verdad que llegamos un pelín tarde por la inmensa cola que había en el punto de partida de los autobuses que te acercaban hasta el ferial, pero disfrutamos de casi todo el show. Como he dicho, a toda prisa entramos en el recinto cuando el cantante navarro y su banda estaban interpretando Animal Caliente, y de ahí en adelante fue un no parar de escuchar clásicos que rememoran estos cuarenta años de Barricada. No dejaron atrás ni Todos Mirando, Cuidado Con El Perro, Objetivo A Rendir o Campo Amargo, que fuero intercaladas con otras tan conocidas como Víctima, Okupación, La Hora Del Carnaval, muy acertada por la fecha del concierto, No Hay Tregua u Oveja Negra. Así hasta alcanzar el cierra con Esta Es Una Noche De R&R y En Blanco Y Negro. El concierto estuvo bastante bien, aunque eché en falta un par de cosillas, por un lado, el sonido de las dos guitarras de Barricada, y por otro un poco más de entrega por parte de l@s presentes. Y de aquí vuelta Cáceres donde la noche se alargó en compañía de colegas que hacía tiempo que no veía.






El problema de la cola del autobús desapareció por completo el viernes. Razón por la cual nos dio tiempo de llegar para comer algo e, incluso, ver de lejos el concierto de Obus. No voy a entrar en lo que sucedió o no en este show, primero porque nunca he sido un gran fan de la banda y segundo porque, duela a quien duela, me dio un poquito de vergüenza ajena lo que presencié. A pesar de coger sitio para ver a Ska-P fue imposible mantenerlo en ningún momento por la avalancha de gente que congregaron y por los múltiples pogos que se montaron a lo largo de todo su concierto. Con un gran sonido, los vallekanos echaron a andar con Jake Al Rey, que engancharon con El gato López, para dar comienzo a la verdadera locura que vivimos, ni el chaparrón que calló consiguió que se moviera un alma de allí. Mestizaje y Eres Un@ Más fueron las encargadas de hacer avanzar el show hasta dar paso a otro de los instantes álgidos del mismo, Cannabis. Para cuando llegó el turno de El hombre Resaka Baila Ska aquello era una gran fiesta que se vio acrecentada con Vergüenza y otro de sus grandes temas, Mis Colegas. Antes de interpretar Intifada, Pulpul dejó clara la postura de la banda ante el actual y enquistado conflicto en Palestina. Y vuelta a los saltos, corros, empujones y gritos con Romero El Madero, que fue el preludio de El Chupacabras y Derecho De Admisión. Puede que no sea de las más reconocidas del grupo, pero Niño Soldado ha sido siempre uno mis temas preferidos de la banda. Con Colores volvieron a reivindicar la diversidad sexual antes de avanzar con Casposos. El final se hizo realidad con A La Mierda y El Vals Del Obrero, en medio de la cual hicieron un guiño a su querido equipo de fútbol. Gran concierto el de Ska-P, con un juego de luces, unas pantallas y un sonido de muy alto nivel. Me agradó ver a tanta peña joven entre l@s que disfrutaron de la hora y media que ofrecieron y, a su vez, comprobar que Txikitín ha dejado atrás el acompañamiento de viento para convertirse en el showman del concierto, disfrazándose de esto o de lo otro dependiendo del tema que se interpretara.






Tenía muchas ganas de ver a Hora Zulú fuera de un horario de tarde. Los granadinos dejaron claro que su mezcla de rimas y flamenco con Rock de alto voltaje los ha llevado a ser una de las bandas más cañeras del panorama estatal. Paco Luque es un guitarra que debería estar mucho más reconocido, pero ya sabemos cómo se trata en este Estado a parte de sus músicos, y lo dejó claro a lo largo de todo el show en momentos como Mis Barraqueras, Que Me Mata o Toma Y Obliga. Como bien indicó Aitor Velázquez, cantante de la banda, en una hora y poco se iban a dejar atrás alguno de sus temas más conocidos, aunque sí tuvo tiempo para dedicarle unas palabritas al frontman de Obus. No obstante, no faltaron Agua De Mayo o A Ver Si Me Entiendes, entre otras, donde la base rítmica a cargo de Javi Cordovilla, a la batería, y Álex Bedmar, a las cuatro cuerdas, demostró de dónde sale todo el potencial sonoro de la banda. A pesar de que se hace difícil seguir el ritmo de las letras en directo, esa es una de las señas de Hora Zulú, me gustaron mucho y creo que ya es hora de ver un concierto suyo fuera de festivales.






El Último Ke Zierre volvió a congregar a un buen número de público y a ofrecer otro de sus grandes conciertos. Con menos tiempo que las dos bandas que los precedieron, supieron aprovechar sus minutos dejando claro que están donde están por méritos y curro propio. Nos hicieron saltar, desgañitarnos y disfrutar con todos y cada uno de los temas que interpretaron, desde clásicos como Camino De Rosas, Insurgente o Altero Mi Cuerpo hasta otros tan conocidos con Veneno o Canto. Está claro que el Feo es que lleva la voz cantante en todo el concierto, nunca mejor dicho, pero la entrega de los demás y esos coros marca de la casa hacen que cortes como Enganchados o Escupiré Jodidos suban de nivel. Acabé medio afónico y, sin duda, fue a causa de Tus Bragas o Tú Me Vicias. Recuerdo el tiempo en el que no había banda que tuviera su tema dedicado a la Insumisión, después de décadas de que aquella lucha quedara atrás, a pesar de que el verdadero fin de esta no era el final de la mili, es muy de agradecer que sigan interpretando una canción como Soldadito Español, al menos yo siempre se lo agradeceré por la parte que me toca. Para cuando nos quisimos dar cuenta se estaban despidiendo con uno mis cortes preferidos de su repertorio La Lluvia Y El Sol; temazo donde los haya, con esa letra que ya quisieran muchos. No sé ya cuántas veces los habré visto en directo, pero esta última ha sido una de las que más me ha gustado. Espero que sigan en la brecha durante mucho más tiempo porque son de esos grupos que se hacen necesarios tal y como está el panorama.



Y hasta aquí esta mini crónica de mi paso por el Extremusika 2023. Seguro que pasaron un millón de cosas más, pero esas las tendréis que buscar en otro blog y en otros artículos. Cierro lanzando una pregunta que me hice durante todo el tiempo que estuve dentro del recinto: ¿Por qué en vez de usar esos pantallones para poner imágenes del festival no los usan para poner imágenes de las bandas que están actuando en cada momento? Para mí es todo un interrogante porque, entiendo, que estas pantallas están para hacer más cercana cada actuación a la peña que está más alejada del escenario, pero, en fin, curiosidades que uno vive en estos acontecimientos.