miércoles, 30 de mayo de 2018

Roger Waters En Madrid (25-Mayo-2018)








La crónica del pasado 25 de Mayo del segundo concierto en Madrid de la gira actual del antiguo componente de Pink Floyd, Roger Waters, que lleva por título “Us+Them Tour”, que vais a leer de aquí en adelante va a escocer a más de un@. Entiendo que para aquell@s que no lo han visto nunca en directo haya sido un conciertazo del copón, que lo fue, de eso no hay duda, pero el que escribe los siguientes párrafos no está de acuerdo del todo con esta afirmación. Así que aquí, como en todas las demás ocasiones, os encontraréis lo que vivió y sintió el Mandril durante dicha actuación. Sensaciones que serán compartidas por un@s cuant@s y encontradas para otr@s.






Después de una tarde de sobresaltos ante una intoxicación estomacal que nos afectó a mi novio y a mí, que nos íbamos de varilla, vamos, tras haber injerido pescado no tan fresco como nos lo vendían, el terror empezó a planear sobre nuestras cabezas pensando en que dentro de pocas horas estaríamos de concierto y aquello no paraba. El hecho de tener que esperar a otros colegas en la pensión para ir todos juntos al evento nos dio la oportunidad de ir a una farmacia donde unas chicas muy ambles nos vendieron unas pastillas mano de santo para nuestro problema y putadón por no poder beberte una cerveza en toda la noche. Anda por ahí suelto, nunca mejor dicho, un proverbio gitano acerca de los malos principios para sus hij@s y sus mulas que bien se podría aplicar a lo que se nos venía encima.






Una vez reunid@s tod@s decidimos entrar en el antiguo Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, ahora con otro nombre publicitario, bajo un buen chaparrón de esos que nos están visitando durante la primavera. Con tanta espera en la calle, ya en pista nos dimos cuenta de que apenas quedaban 20 minutos para el comienzo del concierto. El mismo tiempo, aproximadamente, que estuvo ocupando la pantalla la silueta de una mujer mirando al mar. Esta situación al principio resultó esperanzadora, por aquello de que no tardaríamos en ver a l@s músicos encima del escenario, pero cuando se fue alargando la peña por un lado se desesperaba y por otro sacaba a relucir chascarrillos y bromas propias del ingenio que tenemos por estos lares. Transcurrido el tiempo citado, empiezan a sonar los primeros acordes de “Speak To Me/Breathe”, del archiconocido “The Dark Side Of The Moon”. Buen comienzo, sí señor, sobre todo porque la pantalla gigante del fondo del escenario empieza surgir efecto a través de una esfera que sería una de las imágenes, junto con el recorrido de la chica de la playa, más identificativas del show. Roger lleva una banda de gran calidad entre l@s que destacaría al guitarrista Jonathan Wilson, con una voz muy, muy similar a David Gilmour, razón por la cual se encargaría de cantar muchos de los temas que escucharíamos esa noche, y a las componentes de Lucius a los coros. Con “One Of These Days” nos pusieron delante un corte de uno de los álbumes menos conocidos, al menos de los que menos se suele hablar, de la banda mater del bajista, “Meddle”. Tengo un cariño especial a este trabajo porque me trae un sinfín de recuerdos, así que poder escuchar algo así en directo fue realmente extraordinario. Si a esto le sumas esa grandilocuencia visual y sonora propia de cualquier concierto de Roger Waters, dichas sensaciones se multiplican por cien. Vuelta a la cara oculta de la Luna con “Time” y sus correspondientes relojes invadiendo el pantallón del fondo, la verdad es que es todo un espectáculo verlo, y luego, de nuevo, “Breathe”. Con el añadido de “The Great Gig In The Sky” cerraron el repaso a uno de los álbumes más exitosos de la historia del Rock.





Hasta este momento parecía que todo iba como debía ser, o sea, con todo el mundo bebiendo de la mano de l@s músicos. La situación siguió así, puede que incluso se incrementara, con la llegada de canciones claves como es “Welcome To The Machine”, de “Wish You were Here”. Para mí uno de los mejores momentos del concierto. No diré que este sea mi disco preferido del grupo británico, pero esta muy arriba en mi ranking. Roger Waters, además de dar un repaso a algunos de los trabajos de su época anterior a su carrera en solitario, viene presentado su nuevo trabajo titulado “Is This The Life We Really Want?” que no ha tenido demasiada repercusión y del que l@s presentes conocemos bien poco, por no decir nada. Yo lo habré escuchado dos o tres veces y no está mal, todo hay que decirlo. Y es aquí donde el show empieza a hacer aguas por algún que otro sitio. Toda la potencia musical vivida hasta este instante se vuelve pesada y lenta con canciones como “Dejà Vú”, “The Last Refuge” y “Picture That”. Lo mejor del momento fue que nos empezamos a enterar de todo lo que se cocía alrededor de la chica del principio sentada en la arena viendo las imágenes proyectadas. Claro que cuando se es perro viejo, y tienes la cartuchera repleta de balazos como los que seguirían a los temas citados, el mal sana rápido. Cómo no se va a curar con el comienzo e interpretación de “Wish You Were Here”, tema que nos emocionó hasta llorar a más de un@ de los allí presentes. Se me siguen erizando todos los pelos del cuerpo con esta canción, increíble. “The Happiest Days Of Our Live” es el inicio de uno de los instantes más esperados del show. Es hora de ir derribando el Muro con la 2ª y 3ª parte de “Another Brick In The Wall”. El recinto cantando a grito pelao, la banda entregada al máximo, un grupo de chic@s enfundad@s en monos naranjas, tipo Guantánamo, desfilando y actuando durante estos tres temas hacen de este momento algo siempre inolvidable. Si no lo has visto nunca reconozco que es realmente impactante, si ya lo has hecho lo sigue siendo aún más. Hasta aquí la primera parte del evento, más dulce que agria, pero con pequeñas heridas abiertas que ponían sobre el tablero ciertas dudas. Descansito de turno de otros 20 minutos para reponer fuerzas o ir al servicio y vuelta de nuevo.





La segunda parte del concierto fue sin duda las más impactante a nivel visual. Éramos conscientes de que lo visto hasta ese instante era una minucia y que aquello tenía que dar más de sí por algún lado. Así fue cuando empezamos a ver cómo se desplegaban unas inmensas pantallas que separarían el recinto en dos y sobre las que se proyectarían tanto la portada de “The Animals”, con sus torres humeantes y su cerdo incluidos, como miles de eslóganes y frases reivindicativas además de un sinfín de fotografías de injusticias varias, de esto tenemos para dar y tomar, y de caretos de dirigentes mundiales de toda índole. Todo mientras la banda interpretaba sobre las tablas “Dogs” y “Pigs (Three Different Ones)”. Si tenemos en cuenta que entre estos dos temas suman casi media hora y que gran parte del personal estaba más atenta de lo que salía o no por los pantallones que de lo que venía del frente, se puede decir que hubo un poquito de desconexión. Como dije antes aquí, el señor Waters tiene solución para lo que haga falta y con hacer volar sobre nuestras cabezas un cerdo inmenso que nos animaba a permanecer humanos y atacar con “Money”, el single de este tema fue lo primero realmente mío que tuve en el plano musical, aún lo conservo, y la inconmensurable “Us And Them” lo consigue. De esta forma nos damos otro revolcón por el lado oculto de la luna. A pesar de todo, los pantallones siguen dividiendo el recinto, lo harán durante la mayoría del tiempo que durará esta segunda parte, y siguen llevándose la atención del público. Con “Smell The Roses” volvemos al último trabajo del protagonista del show al que seguiría el tercer paseo por la luna con “Brain Damage” y “Eclipse”.





Todo muy pomposo y rimbombante, en el buen sentido de los términos, mientras el concierto se convertía en algo más visual que musical, algo para nada negativo, aunque en lo relativo al vínculo banda – público ese algo había empequeñecido. Lo que ocurre es que cuando intentas aplicar un nuevo bálsamo para calentar motores puede que lo consigas o no y la tercera intentona de Waters se fue a pique con un discurso larguísimo llenos de buenos consejos y la incursión en el set de “Wait For Her”, “Oceans Apart” y “Part Of Me Died” de su reciente trabajo en solitario. Estoy seguro de que la noche anterior el músico británico solucionó la contrariedad tocando “Mother”, pero en su concierto del viernes optó por lo personal y esto lo pagó con creces. Tanto que cuando llegó el tremendo final a cargo de la siempre potentísima “Comfortably Numb” este dio la sensación de inacabado.





Que un concierto de Roger Waters o Pink Floyd es algo que deberías ver alguna vez en tu vida es un consejo que doy sin dudarlo. Otra cosa es cuando lo has visto ya alguna vez y esperas que sea igual de intenso que las anteriores. No me refiero a que suene mejor o peor o a que en el aspecto visual pierda fuerza, esto no ocurrió en el concierto del que hablo aquí, hablo de la elección de los temas, excluyendo algunos que parecen inamovibles y dando prioridad a otros que poca gente conoce o hace caso. Elección que, a mi entender, pasó factura al evento. Sea como sea, muchas gracias al señor Waters y sus acompañantes por ofrecernos otra noche de alto nivel y por seguir ahí poniéndole la cara colorá a todo lo abusivo y odioso que pasa por este planeta.





lunes, 14 de mayo de 2018

Sebastian Barry: "Días Sin Final"










Dentro de la vorágine positiva que estoy viviendo en estos momentos con las presentaciones en distintos puntos de Extremadura, espero hacerlo también fuera, de mi primera novela en solitario, “El Crujir De Las Hojas”, he encontrado mis momentos de distensión en uno de los libros más excitantes, conmovedor e instructivos que han caído en mis manos en los últimos meses, “Días Sin Final”, de Sebastian Barry. Sigo siendo de la opinión de que hay veces, muchas, que las cosas, objetos o, como en este caso, libros, cómics o discos nos buscan con más ahínco que nosotr@s a ell@s. Para otr@s puede que sean simples casualidades, cada cual es libre de interpretar lo que le sucede, yo sigo pensando que no ha sido cosa del azar. Sebastian Barry ha pasado a engrosar mi lista de autores/as preferid@s. Con él he tenido una sensación parecida a esa de descubrir un grupo o solista nuevo, o relativamente nuevo, que te vuela la cabeza después de llevar toda tu vida escuchando música. La misma que te hace seguir creyendo en el poder mágico de la escritura, la música o cualquier otra disciplina que os pueda gustar verdaderamente. Y sigues creyendo porque con este tipo de obras ves que hay futuro en cualquiera de dichas materias.




Nacido en Dublín, este novelista, dramaturgo y poeta está considerado uno de los mayores exponentes de la literatura actual de su país, algo que no me extraña lo más mínimo. Empezó su andadura en el mundo de la novela en 1982 con “Marker´s Garden” y en el del teatro en 1988 con “Boss Grady´s Boys”. Ha recibido galardones, tanto por sus novelas como por sus obras teatrales, como el Kerry Group Fiction Prize, el Irish Book Award o el Independent Bestsellers Prize. Con “Días Sin Final” recibió el Premio Costa así como el Walter Scott de Ficción Histórica 2017. “Días Sin Final” nace, según las propias del autor, cuando a la edad e 16 años su hijo Toby le dice que es gay. La idea de que: “Un irlandés hace lo mismo en Estados Unidos que un inglés en Irlanda” sumada a la de: “La historia del mundo homosexual no está escrita” es el eje sobre el que gira todo el entramado de la obra. Barry reconoció en su momento que cuando acabó de escribir estas páginas no se sentía nada satisfecho con su trabajo, algo que cambió con las opiniones de sus lectores y la llegada de premios.




Estos párrafos se basan en las vivencias de Thomas McNulty, un irlandés obligado a emigrar siendo un adolescente a Estados Unidos después de la hambruna que estaba asolando su país. Primera lección del libro basada en las razones comerciales entre Inglaterra e Irlanda que impulsaron dicha falta de recursos. La parte en la que Thomas nos cuenta cómo fue su viaje a las Américas, su recibimiento y el trato que le dieron nada más llegar pone de manifiesto todas esas cosas que la Historia oficial de un país solo saca a relucir si frotas con ahínco para quitar toda la mierda que hay bajo su supuesto resplandor. Cuántas veces se habrá repetido, se sigue repitiendo en la actualidad con l@s refugiad@s, y que poco hemos aprendido de ello. Es más, las víctimas se convierten en verdugos con la ficticia seguridad que les da su imaginario estatus social. Pobres despreciando a otros pobres mientras l@s ric@s crecen en su riqueza. La política aplicada durante siglos que sigue beneficiando solo a un@s poc@s.




Cuando McNulty consigue escapar de su calvario de lazaretos y sitios similares, se dedica a recorrer su país de adopción como miles de emigrantes hacían en aquellos tiempos y siguen haciendo en estos. Andando por esos caminos se encuentra con John Cole, otro adolescente de procedencia medio india que escapa de las garras de su padre pasando de un Estado a otro sin miras atrás. El flechazo entre ambos es instantáneo. Harán sus primeros pinitos en el mundo laboral travistiéndose en una compañía de teatro y baile donde menguarán la terrible soledad que vive la comunidad de mineros del lugar al que le llevaron sus pasos. Es aquí donde se encuentran con la oferta de un cambio de vida alistándose en el ejército, algo que hacen sin pensárselo demasiado. Con esta decisión podemos decir que comienza la verdadera trama del libro. Las reflexiones de ambos después de arrasar un campamento de indi@s yurok serán las primeras de una larga lista entre las que se encuentran la atracción de Thomas por los ropajes femeninos y la sorpresa de cómo esa atracción era vivida libremente por ciertos individuos que acaban de pasar por sus sables y mosquetes.




La segunda lección empieza con la de vuelta tras la matanza llevada a cabo por el regimiento de Cole y McNulty. En ella podemos encontrarnos de frente con las calamidades que vivía dicho ejército en cuanto a equipamiento, enseres y orientación. Algo que en más de una vez solventaron con la ayuda de l@s mism@s indi@s que luego masacrarían. La vida en la tropa y en los fuertes contada desde dentro, algo que en muy pocas ocasiones vais a escuchar o leer. Acabada dicha etapa militar vuelven a sus andadas en el mundo del espectáculo. Ahora serán una familia formada por ellos dos y la pequeña Winona, personaje clave en toda esta historia. Parece que sus éxitos siempre tropiezan antes de llegar a la cima con la llamada a las armas. Así pues, acuden a la cita que les propone el señor Lincoln alistándose en las filas de la Unión. Para l@s que vivimos en países divididos por una guerra civil, que puede sonar lejana en el tiempo pero que en la sociedad sigue haciendo mella, esta parte es sumamente emotiva. Las batallas, las carencias de uno y otro bando, los miedos antes y después de las batallas, los campos de prisioneros y sus consecuencias, tanto físicas como mentales, y el odio posterior a la victoria o la derrota, según donde pisen tus pies, parece que no se han movido en el tiempo. Solo los uniformes cambian de color, el resultado no. Una vez acabada la guerra y recuperados de su maltrecha experiencia, volverán en busca de Winona para poner rumbo a Tennesse donde intentarán vivir como una verdadera familia trabajando y compartiendo espacio y negocio con un viejo compañero de filas. Digo intentarán porque aquí tendrán que afrontar una serie de peligros muy distintos a los vividos hasta ese instante. El ejército, ese perro rastreador que los persigue en su destino, volverá a hacer su aparición para llevarlos a una nueva encrucijada de la que no tienen muy claro cómo van salir.




Todo esto es lo que os encontraréis en estas páginas además de descripciones brutales de espacios, paisajes, costumbres y sentimientos. Os aseguro que si os interesa toda esa etapa de la Historia os vais a empapar de ella con las experiencias de aquell@s cuyos relatos no aparecen en los anales de esta. Y si no os interesa, tendréis ante vosotr@s una novela que os conmoverá por su gran carga sentimental, que no de mojigatería, escrita de tal forma que os enganchará desde el primer minuto de lectura.



lunes, 7 de mayo de 2018

Rozalén En El Gran Teatro De Cáceres







Much@s se sorprenderán de esta entrada en mi blog, pero para sorpresa, y de las gordas, el concierto del pasado viernes, 4 de Mayo, de Rozalén en el Gran Teatro de Cáceres. Nunca he sido alguien cerrado a otros tipos de música que no fuera el Rock. Es más, quizá eso sea algo que me ha gustado de siempre, el saber y conocer a otros artistas que poco o nada tienen que ver con este estilo y sentir que me fascinan. Esto también me ha llevado a tener más de una y cien discusiones o críticas por parte de aquell@s que adoran a esa falsa y manida diosa llamada Autenticidad. ¡¡Y yo preocupao!!




Descubrí a Rozalén en uno de esos programas televisivos donde los participantes imitan a otros artistas del mundo de la música. Fue verla, escuchar aquel tema y notar que esta mujer tenía un no sé qué que me gustaba. Después de oír sus discos y verla en directo os puedo asegurar que son muchas las cosas que entran dentro de ese “me gustaba”. Empezando por el volver a retomar esa atracción musical que he tenido desde pequeño por l@s cantautores, “cansautores, como dice la propia Rozalén. Hacía tiempo que no me reconciliaba con esa parte de mí que se ensancha con las canciones de Víctor Jara, Paco Ibáñez, Violeta Parra, Quilapayún, Javier Krahe o Labordeta, entre otr@s, y esta albaceteña, curioso que la banda que más me gusta del Metal de los últimos años, Ángelus Apátrida, también proceda de esas tierras, ha conseguido eso y mucho más.




Con las entradas agotadas desde hacía días se subió Rozalén a las tablas del mítico espacio cacereño para ofrecernos un show cargado de emotividad, buen rollo, simpatía y actitud a partes iguales. Una vez terminada la interpretación de “La Puerta Violeta”, y de dejar claro que el feminismo es igualdad, que lo contrario es machismo o hembrismo, nos dice que nos sintamos como si estuviéramos en la habitación de nuestra casa. Nada más apropiado para que su concierto sea algo cercano. Es verdad que en sus primeras canciones su voz estaba algo fría y los graves se le iban un poco de tono, pero al tercer tema este asunto quedó totalmente solventado demostrando que tiene un don de voz especial. Nos hizo reír con las dedicatorias, unas anteriores a sus canciones, otras posteriores, nos contó el origen de canciones como “El Hijo De La Abuela”, “La Que Baila Para Ti” o “Justo”. Hizo subir al escenario a un número considerable de niñ@s para que interpretar “Las Hadas Existen”. Se hizo acompañar de Fetén Fetén sumando puntos a esos musicazos que la acompañan entre los que destaca precisamente la que no toca ningún instrumento, pero forma parte esencial del concierto, Bea y su comunicación con signos, tremendos los instantes que te hace vivir esta mujer. Tienen cabida anécdotas de su carrera como la que le llevaron a componer “Antes De Verte” y nos hace saltar las lágrimas con “Amor Prohibido”. Aún se me pone el vello de punta recordándola. Para aquell@s para l@s que la sociedad aún ve en nuestro amor o forma de amar como algo prohibido, antinatural y mil vacaburradas más, esta canción supera con creces lo especial. Uno de esos temas que cuando tienes que afrontar una de las miles de crisis sentimentales que te encuentras en el largo camino de la vida te hace reflexionar y ver que la otra persona que tienes al lado vale mucho la pena.




También rindió homenaje a es@s cantautores que han influido en su carrera como Violeta Parra, “Volver A Los 17”, Luís Eduardo Aute, “La Belleza” y no se cortó en hacer su propia versión de un clásico popular latinoamericano como es “La Llorona”. El concierto trascurría sin darnos cuenta de que tarde o temprano llegaría a su final.  Un público tan ensimismado como variado no es consciente ni tiene ganas de que esto ocurra nunca. Con la sala entera en pie cantando “Girasoles”, y Rozalén bandurria en mano, despedimos a una mujer que dio todo lo que se puede dar encima de un escenario. Lo hizo con todos los temas que he nombrado y otros como “Dragón Rojo”, “Vuelves”, su archiconocido “80 Veces” o ese “Vivir” en su ayuda contra el cáncer de mama escrita con fragmentos de experiencias de mujeres que han pasado o pasan por esa maldita enfermedad.




Gracias, muchas gracias a Rozalén y sus músicos por su concierto, por hacernos olvidar durante casi dos horas y media tristezas y males y, sobre todo, por hacerse querer como ella sola sabe hacer porque estas cosas no las consigue cualquiera. ¡¡A seguir así y mucha suerte, hermana!!



martes, 1 de mayo de 2018

Textos Mandrílicos Mayo 2018




GARDENIAS

La mejor costumbre que he cogido desde que llegué a Madrid es salir a dar un paseo por el Retiro mientras Angelines, mi compañera de piso, hace su turno de limpieza semanal. No tenemos mucho feeling, además la cosa se está poniendo tensa últimamente porque lleva cuatro meses sin pagar la luz y esta situación me está destrozando los bolsillos. Hoy necesitaba esta caminata más que nunca. Llevo toda la semana mirando este inmenso parque desde el balcón con la sensación de que escuchaba mi llamada de socorro.

Me he sentado en un banco y he releído por enésima vez el mensaje que me envió mi padre anoche. Tengo la terrible necesidad de llamarlo, pero luego acabamos hablando de cosas banales como el pueblo, o Murcia y su capitalidad, que dejé atrás con la intención de triunfar en Madrid en el mundo de la música. Además, seguro que la conversación acaba igual que siempre, con mi madre arrebatándole el teléfono para acusarme del accidente de mi hermano. Nunca aceptó su homosexualidad y, mucho menos, que yo le apoyará constantemente. Nunca la contesto, ella no se merece ni eso siquiera. Sé que actuando de este modo se enfurece más aún.

Sin Fermín a mi lado me siento vacía como nunca. Él era mucho más que un hermano, el mejor amigo que he tenido. He perdido tanto el interés en mí misma que ya ligo por inercia, algo que los tíos notan y pasan del tema al cuarto polvo, eso si llegamos a esa cifra. Me da igual, estoy tan harta de ellos como de fregar y limpiar por cuatro perras el tugurio mierdoso de mis vecinos. Algo me dice que me pase por el garito de Malasaña donde actúan grupos y solistas de boleros. Me produce tanta vergüenza como intriga y angustia. Sobre todo, cuando me quedo como una boba en la puerta haciendo como que fumo simplemente para escuchar la música que están interpretando dentro. Estoy segura de que yo canto mil veces mejor que muchos de los que han pasado por allí. Todo es cuestión de dejar de recogerme mi melena negra en un moño y echarle valor. Total, si vine a Madrid por eso, pero es un sitio pequeño y no sé si podría aguantar dentro demasiado tiempo. ¡No puede ser! Otro mensaje de mi padre diciéndome que he de hablar con mi madre. Hasta que no sea ella la que me llame o escriba no pienso hacerlo.

Entro en casa con el mismo malestar con el que salí. Al menos Angelines me ha dicho que ha visto en internet que ya le habían pagado y tenía el dinero de la luz. Se ofrece a invitarme a unas copas en el lugar que quiera de Madrid. Está claro que iremos al “Gardenias”. A ver si yendo acompañada, y después de unos pelotazos, me arranco y demuestro de una vez por todas lo que valgo, porque yo lo valgo. Al menos eso piensan todos los que me han escuchado cantar.



¡A BAILAR!


Lo de los besos le dio siempre mucho repelús. De pequeña odiaba que le babosearan las mejillas, más aún si era algún familiar o vecino que apenas conocía. Terminaba canteando la cara mientras su madre salía al paso aludiendo que su hija era así de esquiva. Después, cuando llegaban a casa, le reprochaba arguyendo haberla dejado en ridículo por enésima vez delante de su prima, tío o allegado de turno. Ninguna de aquellas reprimendas hizo que cambiara de actitud.

Aquel suplicio se acabó cuando llegó a la pubertad. Esta fue una de las pocas cosas buenas que le sucedieron por aquel tiempo. Sus amigas comenzaron a tontear con chicos un poco mayores. Estas la incitaban a perseguir al Juan, Alfredo o Pepito de turno con la excusa de que tenía un tipazo, y esas tetas seguro que los volvían locos de remate. ¿Cómo iba a defraudar a aquel grupo de compañeras leales que se conocían desde la guardería? Accedió a seguirle el rollo a Agustín, más por la insistencia de las demás que por deseo propio. ¡Qué suerte has tenido con él! ¡Es el chico que más bueno está del instituto! Tuvo que soportar halagos de ese estilo durante el último trimestre del curso. Se besaron y metieron mano con la intensidad de los que están descubriendo nuevas sensaciones. La relación acabó con los exámenes de Junio, los ojos de Agustín fijos en el culo de su amiga Sandra, y las manos en la entrepierna de Virginia.

Con aquella decepción a cuestas se fue a pasar el verano al pueblo de sus abuelos. Salía poco, solo a hacer algún recado que le mandaba su abuela o a pasar la mañana cuidando de los animales con el abuelo. Llegaron las fiestas de la Virgen y el estar en casa durante la procesión, la verbena, y los cohetes era hacer un feo a todos los del lugar. Lo de los cohetes y la verbena genial, pero lo de las procesiones engalanada con aquellos atuendos era, para su mente y cuerpo joven, de lo más surrealista. El segundo día de fiesta fue con su vecino Jesús a la verbena. Este desapareció rápido pues andaba como loco detrás de Francisca, una chica que había venido de Madrid ese verano. Estuvo sola en el baile hasta que se pegó a ella Juani, la hermana de Francisca. Ambas andaban tan solitarias y aburridas aquel verano que accedieron a dar un paseo por las afueras, alejadas del jolgorio y los ruidos del pueblo.

Llegaron a unas piedras inmensas que había a poco más de un kilómetro y se sentaron a contemplar el cielo. Sin saber por qué empezaron a contarse cosas e intimidades que habían permanecido guardadas a cal y canto en su interior. Aseguraron conocerse de otros veranos, pero no haberse hablado por timidez. Rieron y soltaron alguna lágrima sumada a los improperios acerca de algunos chavales que conocían y las pestes sobre algunas de las que decían llamarse amigas. Se miraron ensalzando el silencio por encima del estruendo que servía de telón de fondo y se besaron con fuerza y anhelo. No sintieron remordimiento alguno, juntaron sus bocas una y otra vez como si nunca hubieran besado antes, como si estos besos sirvieran de goma de borrar de todos los anteriores. Tan ensimismadas estaban que no se percataron de la presencia de Jesús y Francisca que las pillaron abrazadas y besuqueándose como dos viejos amantes.

Jesús hizo público aquel descubrimiento, pasando de las amenazas de dejarlo tirado que Francisca le repitió durante el camino de vuelta a la verbena. Ella y Juani aparecieron en la fiesta agarradas de la mano, se plantaron en medio del baile y se dieron un único y largo beso. Al día siguiente los padres de Juani y toda su familia volvieron a Madrid sin despedirse de nadie. Ella aguantó las miradas despectivas de sus vecinos estivales, los buenos consejos de su abuela y el apoyo de su abuelo hasta finales de Agosto.

Nunca más volvió a ver a Juani. Ahora comparte piso en Madrid, por la zona del Retiro, adonde fue con la intención de triunfar en el mundo del cine y la esperanza de ver la cara de Juani en alguno de los rostros impersonales que se cruza cada mañana camino del trabajo. Esta noche ha invitado a su compañera de piso a tomar unas copas en el “Gardenias” como parte del perdón por el retraso en el pago de los últimos recibos de la luz.  A cambio le ha pedido que suba al escenario a cantar ese bolero que tanto tararea por casa porque la letra siempre le recuerda a la chica que le dio su primer beso.