La crónica del pasado 25 de Mayo del segundo concierto en
Madrid de la gira actual del antiguo componente de Pink Floyd, Roger Waters, que
lleva por título “Us+Them Tour”, que vais a leer de aquí en adelante va a
escocer a más de un@. Entiendo que para aquell@s que no lo han visto nunca en
directo haya sido un conciertazo del copón, que lo fue, de eso no hay duda,
pero el que escribe los siguientes párrafos no está de acuerdo del todo con
esta afirmación. Así que aquí, como en todas las demás ocasiones, os encontraréis
lo que vivió y sintió el Mandril durante dicha actuación. Sensaciones que serán
compartidas por un@s cuant@s y encontradas para otr@s.
Después de una tarde de sobresaltos ante una intoxicación
estomacal que nos afectó a mi novio y a mí, que nos íbamos de varilla, vamos,
tras haber injerido pescado no tan fresco como nos lo vendían, el terror empezó
a planear sobre nuestras cabezas pensando en que dentro de pocas horas
estaríamos de concierto y aquello no paraba. El hecho de tener que esperar a
otros colegas en la pensión para ir todos juntos al evento nos dio la
oportunidad de ir a una farmacia donde unas chicas muy ambles nos vendieron
unas pastillas mano de santo para nuestro problema y putadón por no poder
beberte una cerveza en toda la noche. Anda por ahí suelto, nunca mejor dicho,
un proverbio gitano acerca de los malos principios para sus hij@s y sus mulas
que bien se podría aplicar a lo que se nos venía encima.
Una vez reunid@s tod@s decidimos entrar en el antiguo Palacio
de Deportes de la Comunidad de Madrid, ahora con otro nombre publicitario, bajo
un buen chaparrón de esos que nos están visitando durante la primavera. Con
tanta espera en la calle, ya en pista nos dimos cuenta de que apenas quedaban
20 minutos para el comienzo del concierto. El mismo tiempo, aproximadamente,
que estuvo ocupando la pantalla la silueta de una mujer mirando al mar. Esta
situación al principio resultó esperanzadora, por aquello de que no tardaríamos
en ver a l@s músicos encima del escenario, pero cuando se fue alargando la peña
por un lado se desesperaba y por otro sacaba a relucir chascarrillos y bromas
propias del ingenio que tenemos por estos lares. Transcurrido el tiempo citado,
empiezan a sonar los primeros acordes de “Speak To Me/Breathe”, del archiconocido
“The Dark Side Of The Moon”. Buen comienzo, sí señor, sobre todo porque la
pantalla gigante del fondo del escenario empieza surgir efecto a través de una
esfera que sería una de las imágenes, junto con el recorrido de la chica de la
playa, más identificativas del show. Roger lleva una banda de gran calidad
entre l@s que destacaría al guitarrista Jonathan Wilson, con una voz muy, muy
similar a David Gilmour, razón por la cual se encargaría de cantar muchos de
los temas que escucharíamos esa noche, y a las componentes de Lucius a los
coros. Con “One Of These Days” nos pusieron delante un corte de uno de los álbumes
menos conocidos, al menos de los que menos se suele hablar, de la banda mater
del bajista, “Meddle”. Tengo un cariño especial a este trabajo porque me trae
un sinfín de recuerdos, así que poder escuchar algo así en directo fue
realmente extraordinario. Si a esto le sumas esa grandilocuencia visual y
sonora propia de cualquier concierto de Roger Waters, dichas sensaciones se
multiplican por cien. Vuelta a la cara oculta de la Luna con “Time” y sus
correspondientes relojes invadiendo el pantallón del fondo, la verdad es que es
todo un espectáculo verlo, y luego, de nuevo, “Breathe”. Con el añadido de “The
Great Gig In The Sky” cerraron el repaso a uno de los álbumes más exitosos de
la historia del Rock.
Hasta este momento parecía que todo iba como debía ser, o
sea, con todo el mundo bebiendo de la mano de l@s músicos. La situación siguió
así, puede que incluso se incrementara, con la llegada de canciones claves como
es “Welcome To The Machine”, de “Wish You were Here”. Para mí uno de los
mejores momentos del concierto. No diré que este sea mi disco preferido del
grupo británico, pero esta muy arriba en mi ranking. Roger Waters, además de
dar un repaso a algunos de los trabajos de su época anterior a su carrera en
solitario, viene presentado su nuevo trabajo titulado “Is This The Life We
Really Want?” que no ha tenido demasiada repercusión y del que l@s presentes
conocemos bien poco, por no decir nada. Yo lo habré escuchado dos o tres veces
y no está mal, todo hay que decirlo. Y es aquí donde el show empieza a hacer
aguas por algún que otro sitio. Toda la potencia musical vivida hasta este
instante se vuelve pesada y lenta con canciones como “Dejà Vú”, “The Last
Refuge” y “Picture That”. Lo mejor del momento fue que nos empezamos a enterar
de todo lo que se cocía alrededor de la chica del principio sentada en la arena
viendo las imágenes proyectadas. Claro que cuando se es perro viejo, y tienes
la cartuchera repleta de balazos como los que seguirían a los temas citados, el
mal sana rápido. Cómo no se va a curar con el comienzo e interpretación de
“Wish You Were Here”, tema que nos emocionó hasta llorar a más de un@ de los
allí presentes. Se me siguen erizando todos los pelos del cuerpo con esta
canción, increíble. “The Happiest Days Of Our Live” es el inicio de uno de los
instantes más esperados del show. Es hora de ir derribando el Muro con la 2ª y
3ª parte de “Another Brick In The Wall”. El recinto cantando a grito pelao, la
banda entregada al máximo, un grupo de chic@s enfundad@s en monos naranjas,
tipo Guantánamo, desfilando y actuando durante estos tres temas hacen de este
momento algo siempre inolvidable. Si no lo has visto nunca reconozco que es realmente
impactante, si ya lo has hecho lo sigue siendo aún más. Hasta aquí la primera
parte del evento, más dulce que agria, pero con pequeñas heridas abiertas que
ponían sobre el tablero ciertas dudas. Descansito de turno de otros 20 minutos
para reponer fuerzas o ir al servicio y vuelta de nuevo.
La segunda parte del concierto fue sin duda las más
impactante a nivel visual. Éramos conscientes de que lo visto hasta ese
instante era una minucia y que aquello tenía que dar más de sí por algún lado.
Así fue cuando empezamos a ver cómo se desplegaban unas inmensas pantallas que
separarían el recinto en dos y sobre las que se proyectarían tanto la portada
de “The Animals”, con sus torres humeantes y su cerdo incluidos, como miles de
eslóganes y frases reivindicativas además de un sinfín de fotografías de
injusticias varias, de esto tenemos para dar y tomar, y de caretos de
dirigentes mundiales de toda índole. Todo mientras la banda interpretaba sobre
las tablas “Dogs” y “Pigs (Three Different Ones)”. Si tenemos en cuenta que
entre estos dos temas suman casi media hora y que gran parte del personal
estaba más atenta de lo que salía o no por los pantallones que de lo que venía
del frente, se puede decir que hubo un poquito de desconexión. Como dije antes aquí, el señor Waters tiene solución para lo que haga falta y con hacer volar
sobre nuestras cabezas un cerdo inmenso que nos animaba a permanecer humanos y
atacar con “Money”, el single de este tema fue lo primero realmente mío que
tuve en el plano musical, aún lo conservo, y la inconmensurable “Us And Them”
lo consigue. De esta forma nos damos otro revolcón por el lado oculto de la
luna. A pesar de todo, los pantallones siguen dividiendo el recinto, lo harán
durante la mayoría del tiempo que durará esta segunda parte, y siguen
llevándose la atención del público. Con “Smell The Roses” volvemos al último
trabajo del protagonista del show al que seguiría el tercer paseo por la luna
con “Brain Damage” y “Eclipse”.
Todo muy pomposo y rimbombante, en el buen sentido de los
términos, mientras el concierto se convertía en algo más visual que musical,
algo para nada negativo, aunque en lo relativo al vínculo banda – público ese
algo había empequeñecido. Lo que ocurre es que cuando intentas aplicar un nuevo
bálsamo para calentar motores puede que lo consigas o no y la tercera intentona
de Waters se fue a pique con un discurso larguísimo llenos de buenos consejos y
la incursión en el set de “Wait For Her”, “Oceans Apart” y “Part Of Me Died” de
su reciente trabajo en solitario. Estoy seguro de que la noche anterior el
músico británico solucionó la contrariedad tocando “Mother”, pero en su
concierto del viernes optó por lo personal y esto lo pagó con creces. Tanto que
cuando llegó el tremendo final a cargo de la siempre potentísima “Comfortably
Numb” este dio la sensación de inacabado.
Que un concierto de Roger Waters o Pink Floyd es algo que
deberías ver alguna vez en tu vida es un consejo que doy sin dudarlo. Otra cosa
es cuando lo has visto ya alguna vez y esperas que sea igual de intenso que las
anteriores. No me refiero a que suene mejor o peor o a que en el aspecto visual
pierda fuerza, esto no ocurrió en el concierto del que hablo aquí, hablo de la
elección de los temas, excluyendo algunos que parecen inamovibles y dando
prioridad a otros que poca gente conoce o hace caso. Elección que, a mi
entender, pasó factura al evento. Sea como sea, muchas gracias al señor
Waters y sus acompañantes por ofrecernos otra noche de alto nivel y por seguir
ahí poniéndole la cara colorá a todo lo abusivo y odioso que pasa por este
planeta.