jueves, 29 de junio de 2023

Mötely Crüe Y Def Leppard En El Auditorio Miguel Ríos De Rivas-Vaciamadrid

 





Segunda jornada de un finde por Madrid repleto de buen Rock y grandes conciertos. En esta ocasión nos tocaba disfrutar de dos de las mejores bandas de Hard Rock de todos los tiempos, Mötley Crüe y Def Leppard, a las que iba a ver por segunda vez. He de reconocer que tenía muchas ganas de asistir a este mini festival que, a diferencia de lo que fue en yankilandia, venía sin dos de sus grandes reclamos, como son Joan Jett y Poison. Entiendo que, tal y como está la situación económica, no todo el mundo se puede permitir girar de la manera que se hacía años atrás. Sea como fuere, teníamos por delante una gran noche de buena música, que fue lo que realmente sucedió, con sus más y sus menos, claro está.




Soy de los que les gusta ver a todas las bandas que integran el cartel de un concierto, pero esta vez me fui imposible llegar para Los Sex. El asunto del aparcamiento, el quedar con un@s y otr@s antes de acceder al recinto y todas esas cosas que suelen ocurrir en estos casos consiguieron que solo pudiera ver el último de sus temas. Espero que fuera un buen show y que la peña lo pasara bien con ellos. Acerca de esta gira de Mötley Crüe, se ha dicho que si llevaban bases grabadas, que si algunas partes iban en playback y cosas parecidas; solo puedo decir que si hubo algo que mermó el espectáculo de los americanos fue el hecho de que tocaran de día y los momentos gallito de la voz de Vince Neil, a esto tengo que añadir nuestra posición en el recinto, que nos impidió ver con facilidad su show, pero ese es otro tema que nada tiene que ver con los músicos. Eso sí, lo de los coros de las chicas sí que fue un poco descarado, pues se notaba que no eran ellas las que cantaban. En fin, nada nuevo sobre el horizonte.





Después de que sonara el Requiem en Do Menor, K. 626, de Mozart, y de avasallarnos con una serie de noticias referentes a la banda, los cuatro angelinos saltaron a escena para dejar caer “Wild Side” y hacerse con un público deseoso de verlos. En “Shout At The Devil” se empezó a notar la falta de voz o el exceso de agudos raros, como lo quieras llamar, del frontman rubio. Algo que se repetiría a lo largo del show sin que importara demasiado, sobre todo cuando ves a todo l@s presentes corear cortes como ”Too Fast For Love”. Frenaron un poco con el medio tiempo “Don't Go Away Mad (Just Go Away)” para luego introducir la canción que da título a su último, y ya lejano, trabajo en estudio, “Saints Of Los Angeles”. La verdad es que es un tema que siempre me ha gustado y me agradó escuchar en directo. Como era de esperar, de aquí en adelante fue una cascada de grandes éxitos que obtuvieron la reacción esperada por l@s asistentes.





Con todos los inconvenientes referidos de tocar de día en lo que atañe a luces e imágenes proyectadas, avanzaron con dos trallazos como son “Live Wire” y la esperadísima “Look That Kill”. La introducción en el setlist del tema que da nombre a su biopic, “The Dirt”, pasó, digamos, con más pena que gloria. Antes del popurrí que hacen con partes de “Rock and Roll - Part 2”, “Smokin' In The Boys Room”, “Helter Skelter”, “Anarchy In The U.K.” y “Blitzkrieg Bop”, Nikki Sixx salió con la bandera española para invitar a un par de chicas y a un chico disfrazado a subir al escenario, los tres visiblemente sobrepasados por la situación. Y después del solo del que entiendo ya nuevo miembro oficial del grupo, John 5, llegó el turno de Tommy Lee para hacerse con el micro solicitando la vista de tetas e insinuando que él también enseñaría sus partes, algo que no ocurrió. Pasado este instante, el batería se puso al piano para interpretar la balada propia ochentera, “Home Sweet Home”, arropado por el resto de la banda.





La traca final comenzó con un “Dr. Feelgood” en el que los laser hicieron acto de presencia. Un personaje, este médico, que por sí solo merecería un artículo en este o en cualquier blog, pero volvamos al asunto musical. Simulando las vidrieras de cualquier catedral sobre las que se proyectaban las siluetas de unas chicas, llegó el momento de otro de sus grandes hits, “Same Ol' Situation (S.O.S.)”, y uno de mis temas preferidos de toda su carrera que disfruté de lo lindo, sobre todo por la llegada de la noche que, por fin, nos permitió saborear el espectáculo de luces y pantallas. Unos bramidos de moto y dos muñecas hinchables fueron la carta de presentación de “Girls, Girls, Girls”, dando pie a uno de los instantes más desbocados del concierto. “Primal Scream” fue el principio del fin que llegó de manos de “Kickstart My Heart”, coreada y cantada hasta la saciedad.




Que Mötley Crüe hicieran esto o lo otro sobre el escenario era algo de esperar. Nos ofrecieron el show que tod@s queríamos ver, con los hándicaps ya referidos, y dejaron claro las razones de su alcance durante la década dorada del Hard Rock. Que me gustaron más la primera vez que los vi, pues también, pero en esta ocasión volví a disfrutar de ellos como la gran banda que son.








Empezaré la crónica del concierto de Def Leppard reconociendo que estaba un poco con la mosca detrás de la oreja después de aquel lejano show donde conmemoraban el aniversario de “Hysteria”. En aquella ocasión, como ya comenté en el artículo de este humilde blog, fueron de más a menos dejándonos un poco fri@s. Pues bien, a lo largo de la hora y poco más que y media de su paso por Madrid, me sacaron la espina bien sacada. También hay que reconocer que tuvieron la oportunidad de usar todas las pantallas y los juegos de luces que, por razones obvias, los Mötley Crüe no tuvo, pero eso si no va unido a un buen sonido, a una entrega, a una conexión con el público y a una lista de trallazos de poco o de nada sirve.





Como buenos ingleses, justo al terminar la cuenta atrás de las pantallas y de que sonara una intro basada en el “Heroes”, de David Bowie, arrancaron con “Take What You Want”, uno de los mejores cortes de su último trabajo, “Diamond Star Halos”, y solo con eso ya se pudo apreciar que aquello iba a ser algo muy diferente a lo que habíamos visto justo hacía poco más de media hora. “Let's Get Rocked” siempre ha sido una de mis canciones preferidas de los de Sheffield, si ya flipo con ella cuando la oigo en algún sitio os podéis imaginar el subidón que me dio escuchándola, sobre todo porque no me la esperaba tan pronto. “Animal” sirvió para que el momento de euforia continuara en aumento, apoyado por las imágenes de circo que se proyectaban en la pantalla del fondo del escenario. Y venga a subir la temperatura con “Foolin´”, coreada hasta en el último rincón del recinto. Qué decir de “Armageddon It”, pues que, si ya de por sí puede con todo, los juegos de luces intercambiando a los componentes del grupo la hizo sonar más potente de lo que suena por sí misma. Después de tanto subidón, nos dieron un pequeño respiro con otro de los cortes de su último paso por el estudio, “Kick”, que no desentonó, al igual que los demás de este disco, entre tanto cañonazo.





Baladas y medios tiempos no le sobran a los Leppard, y una como “Love Bites” sobresale por encima de todas las demás. Precioso momento en el que las caras de los que tenía a mi alrededor, incluyo también la mía, reflejaban que aquello que estábamos presenciando estaba resultando muy, pero que muy grande. “Promises” devolvió todo el esplendor sonoro y visual al show antes de dar paso a la parte acústica con todos los miembros, excepto el batería Rick Allen, tomando la parte delantera de la rampa para interpretar “This Guitar” y “When Love And Hate Collide”. Para devolver la intensidad al concierto no hay mejor forma que atacar con una baza segura como es, nada más y nada menos, “Rocket”, que, de nuevo, se vio recompensada con un apoyo lumínico extraordinario. Recuerdo a su segundo trabajo con “Bringin' On The Heartbreak” y la instrumental “Switch 625”, en medio de la cual los guitarras, Vivian y Phil, se intercambiaron unos solos, para finalizar con el solo de Rick Allen, que dio lugar a una de las mayores ovaciones de la jornada.




Con sensación de tristeza empezamos a sentir que aquello se acercaba a su término, pero antes nos quedaría por disfrutar y flipar con un cuarteto de canciones que pusieron a botar a todo dios. Esta recta final dio comienzo con “Hysteria” y continuó “Pour Some Sugar On Me”, el corte, si no más conocido, uno de los del combo británico que más conoce el personal, que, con la ayuda del público a la hora de cantar, se debió escuchar en medio Rivas. Y si con lo anterior no quedamos ya casi sin respiración, “Rock Of Ages” se encargó de arrancarnos el poco aliento que nos podía quedar antes de dar paso al cierre definitivo con “Photograph”.





Unos fuera de serie los Def Leppard, con un cantante que no ha perdido ni rango ni saber estar a la hora de llevarse al público de calle, unos guitarras de sobrada categoría y reconocimiento en este mundillo del Rock, y una base rítmica que, supongo que el hecho de llevar toda la vida juntos influirá, sabe dar ese toque tan característico al combo inglés. Calidad extrema, recuerdos a todos los miembros pasados por el grupo sobre las pantallas en varios momentos del show y unas caras que eran el vivo reflejo de las que los estaban mirando hicieron de su paso por la capital del Estado un concierto del que se va a hablar y mucho.



martes, 27 de junio de 2023

Rammstein En El Estadio Cívitas Metropolitano

 




La espera se ha hecho larga, pero ha merecido la pena. Después de una década sin pisar por estos lares, los alemanes Rammstein volvían no exentos de esa polémica que siempre parece estar sobrevolándoles. Los cerca de 51.000 asistentes que llenaron el Metropolitano pudimos disfrutar de un show potente, donde no faltó el espectáculo de fuego, luces y demás atracciones a las que nos tienen acostumbrados. Algo que no dejó indiferente a la mayoría de l@s presentes fue el hecho de que sonara música y se pusieran vídeos de la propia banda antes del concierto. La verdad, no recuerdo nada igual en los cientos de conciertos a los que he asistido. Si a esto le sumas que las teloneras, Abelard, son dos chicas interpretando al piano temas de los teutones, te topas con el punto máximo del egocentrismo.




Las chicas de Abelard pasaron sin pena ni gloria por el estadio del Atlético de Madrid. Y no lo digo porque lo hicieran mejor o peor, sino porque casi nadie las hizo caso, entretenid@s como estábamos en tomar algo para beber o comer. He de reconocer que hasta su segundo tema no me di ni cuanta de su presencia, y eso que estábamos en las gradas justo en frente del escenario, llegando a pensar que aquello seguía siendo la ristra de canciones propias con las que los alemanes nos estaban asaltando antes de su show. Consiguieron atraer cierta atención cuando interpretaron “Mutter” o “Du Hast”, y poco más.




Después de que sonara “Music For The Royal Fireworks”, de Handel, la banda germana tomó el escenario cerca de las diez y media de la noche para dar comienzo con “Rammlied”, que engancharon sin pausa con “Link 2-3-4” para poner a todo dios a gritar y saltar por primera vez. “Bestrafe Mich” sirvió para lucimiento de los guitarras con el apoyo del teclista Lorenz, después de un montón de tiempo sin tocarla en directo. El cuarto asalto de la noche fue para “Giftin”, primer tema de los de su último trabajo que tocarían esa noche, para seguir caldeando el ambiente, aunque lo que se dice caldear estaba aún por llegar. Esto se empezó a notar a partir de “Sehnsucht”, con ese ritmo machacón que consiguió que los presentes en pista saltaran como si de una masa humana uniforme se tratara.




Lo sonidos característicos de los violines unidos a la contundencia sonora del combo, a las luces y al fuego consiguieron que “Mein Herz Brennt” fuera uno de los tantos momentos álgidos del concierto; una pasada, vamos. En “Puppe” sacaron un enorme carrito de bebé a la espera de que, como pasó, a base del lanzallamas, hicieran con él todas las diablurías que estos seis músicos se les ocurriera. Algo que suavizaron con la primera lluvia de confeti de la jornada. Recogido el sobrecalentado carrito, continuaron con “Angst”, nuevo corte de su último trabajo y uno de mis preferidos de este Zeit. Uno de los instantes, digamos, más calmado de todo el show llegó con la interpretación de la homónima del disco referido. El guitarra Richard, que cumplía años esa misma noche, ejerció de Dj en una introducción anterior a “Deutschland”, en tanto que algunos de sus compañeros hicieron una performance disfrazados de muñequitos iluminados, algo muy vistoso y llamativo que, como he mencionado, dio pasó al tema que hace referencia a su país de origen. Llegados a este punto, el sonido ya se encontraba incrustado hasta en la última de nuestras células y la entrega era total por parte de todas las almas allí presentes. Brutal, sencillamente. Un tema como “Radio”, con ese toque tan comercial, sirvió para que continuáramos cantando a grito pelao antes de que “Mein Tail” se convirtiera en una de las interpretaciones más esperadas, sobre todo por la quema del teclista dentro de la famosa cacerola gigante y las llamaradas usadas para tal menester por parte de Till enfundado en su ya conocido disfraz de cocinero. A parte de eso, me sigue pareciendo un tema bestial en directo. Y si teníamos poco, alcanzamos el punto más alto con la esperadísima “Du Hast”, consiguiendo que casi se derrumbara el estadio solo con la energía que se produjo durante su interpretación. Prosiguieron con “Sonne”, donde las llamaradas que producían tal columna de humo saliendo por el hueco de arriba del Metropolitano seguro que hizo que muchos de los vecinos pensaran que medio Madrid estaba ardiendo. Un tema como este no se merece menos, la verdad. De esta guisa, dijeron adiós por primera vez.





Cuando nos quisimos dar cuenta estaban tod@s en el pequeño escenario donde habían tocado Abelard, ellas incluidas, para dejarse caer uno de los cortes más esperados de la noche, “Engel”. El silbido inicial dio paso a una locura colectiva de la que nadie pudo escapar. Una vez finalizado este momento, se subieron de dos en dos en sendas lanchas hinchables para ser transportados por el público de vuelta al escenario, donde continuaron, como era de esperar, recordando al vídeo, con “Ausländer”. Las tablas volvieron a temblar, al igual que cualquier rincón del estadio, con “Du Riechst So Gut” y la peña absorta deseando que esto no acabara nunca. Volvieron a darnos un respiro con la especie de balada que es “Ohne Dich” antes de despedirse por segunda vez.




A su regreso, atacaron “Rammstein”, y vuelta con más llamas en todas las direcciones procedentes de una mochila que portaba Till que le daba un aspecto de pavo real humano cada vez que aquello se encendía. Sin duda, uno de los instantes más impactantes del show, y mira que hubo muchos. “Ich Will” es otro de los temas que no pueden faltar en un concierto de los alemanes. Esa entrada de teclado mezclada con el vozarrón del cantante hasta alcanzar el ritmo machacón marca de la casa nos hizo desgañitarnos, independientemente de que sepamos o no alemán, y sudar la última gota que nos quedaba. El adiós definitivo no podía llegar de otra forma que con “Adieu”, y su despedida en varios idiomas.





Buen rollo, un sonido aplastante, una puesta escena fuera de lo común, una actitud y entrega desbordantes y un público que salió repitiendo lo excepcional que había sido aquello que había ofrecido Rammstein durante más de dos horas. Así fue el concierto de los germanos en su última visita a la capital del Estado. Como se pasó diciendo el resto del finde un buen amigo mío de toda la vida, aún nos quedaba la segunda parte del mismo al día siguiente, “¡¡Pedazo concierto!!”.



 


lunes, 12 de junio de 2023

Pilar Galán: Si Esto Fuera Una Novela

 



No voy a escribir un artículo al uso o similar a los que hago cuando quiero comentar un libro o un cómic. Y no lo voy a hacer porque este Si esto fuera una novela de Pilar Galán es algo que, aun teniendo la esencia de ambas cosas, difiere bastante de las dos. Es más, ni siquiera voy a hacer un repaso de la biografía de la autora, aunque se merece eso y mucho más, tampoco prodigarme en este o aquel fragmento o pasaje, pues quiero que todo eso lo descubráis vosotr@s mism@s cuando os acerquéis a su contenido.




Comenzaré admitiendo que fui a la presentación en Cáceres de esta obra sin saber exactamente de qué iba porque Pilar encarna muchas y muy buenas cosas para mí. Aunque suene raro, representa el principio de mi aventura literaria en muchos y diferentes sentidos, como monitora y guía, además de prologuista de mi primera obra en solitario, por ejemplo. Igualmente, a la hora de escribir, los buenos consejos que recibí siempre de ella se han quedado grabados en mi cabeza y recurro a ellos cuando me siento mal, me ataca la pereza o necesito un impulso para salir de algún bache.




Entrando de lleno en este libro, contaré que en una de las últimas tertulias que he tenido con mis compañer@s de «La Croqueta» reconocí que me estaba costando mucho leerlo. Al soltar esto, la mayoría me miró de forma rara, expresando algo que no compartían conmigo, o así lo percibí yo. Al principio pensé que se debía a que estas hojas están empapadas de vivencias y experiencias personales que poco o nada tendrían que ver conmigo. No podía estar más lejos de la realidad, ya que esa no era la razón exacta de mi recelo. Lo empecé, lo dejé, lo volví a empezar y lo volví a dejar hasta que, por tercera vez, no sé si haciendo alusión al dicho, conseguí pasar de las veinte primeras páginas y ya no pude parar hasta acabarlo. En realidad, lo que me ha ocurrido es que me he visto reflejado demasiado bien en cada fragmento, pasaje y episodio que ella expone. He sentido que me he cruzado con Pilar en el camino de despedida que ahora estoy recorriendo en dirección al abismo de la pérdida de uno de mis referentes vitales, mi madre, no puedo hablar de mi padre como ella hace porque murió cuando yo era muy pequeño y no tengo recuerdos de él, aunque lo que se relata sobre el suyo me ha servido de igual manera. Ella viene de vuelta, si es que se puede dejar atrás para siempre lo que ese abismo consigue grabar en nuestras mentes, y yo avanzo queriendo ir despacio, intentando retrasar algo que siento a la vuelta de la esquina. Y en ese cruce caminando por la misma travesía, Pilar me ha hecho entrega de este libro. Al igual que dos niñ@s asustados, una por lo que ha dejado atrás y el otro por lo que está por dejar, ella se ha deshecho de parte de su carga y yo me he sentido un poco más aliviado, también más cagado de miedo, todo sea dicho, con esta obra. Y esa es la verdadera y única razón por la que me costaba leer este lo que sea si fuera una novela, porque me ha acercado mucho más a la dura y triste realidad hasta convertirme en una de esas tantas amigas a las que tiene que escuchar sufriendo en sus adentros.




No sería justo por mi parte decir que esta obra se nutre solo de tintes negros de amargura, melancolía y cierta culpabilidad, también están esos tramos que hablan de una infancia, una adolescencia y una juventud que me son bastante cercanos. A pesar de darse en entornos y circunstancias distintas, es imposible dedicarte a escribir, de mejor o peor manera, sin tener esa imaginación de la que Pilar habla, ya sea siendo una niña francesa abandonada sin acento o recordando esto o aquello de manera difusa. Ella tiene sus mantis religiosas y yo mis culebras, ella y sus hermanas sus tinteros y yo y mis primas las botas katiuskas, ella no quería comer y yo, a pesar de ser descendiente de generaciones de pastores de ovejas y trashumantes, nunca he sido capaz de comer cordero, y así una y otra anécdota que he relacionado con otras mías hasta partirme de risa. Y creo que de eso se trata, de adornar la trágica pérdida por la que ella ha pasado y la que yo tengo por pasar con guirnaldas de momentos que, ya sean verdad o que la propia memoria se encargue de engalanar, la conviertan en algo mucho más llevadero.




Antes de acabar este libro comentaré que me encontré con Pilar en la plaza Mayor de Cáceres durante la celebración de una concentración en defensa de los nidos de vencejo que han tapado de la Torre de Bujaco, nidos que siguen tapados. Como es normal, nos saludamos y le dije que estaba leyéndolo, a lo que me contestó que no era el momento de hablar de ello. Normal, era el momento de disfrutar viendo a su hijo pequeño en primera fila sosteniendo la pancarta en defensa de estas aves. Supongo que este tipo de recuerdos son los que nos da miedo perder y que los nuestros dejen atrás aplastados por otras vivencias. Luego aparecieron unos personajes portando una cruz y, atónit@s, nos tuvimos que retirar para dejarles espacio en su recorrido procesional. Así de surrealista es esta ciudad, del mismo modo que pueden ser la mayoría de nuestros recuerdos.



Leer este libro, ya sea una novela o no, me ha puesto en mi sitio, que no es otro que ese del que habla Pilar cuando se refiere a que no es malo tener miedo ni padecer las cosas y las experiencias de las que habla porque, en esta vida, es normal sentir pánico, desamparo, soledad, tristeza o añoranza, pero también alegría, regocijo, felicidad, placer y amor. Como también le dije aquella tarde de vencejos y cruces: «Te has desahogado de lo lindo», y ella me miró con una sonrisa que hasta ahora no he sabido interpretar de manera correcta. Gracias por tu desahogo, Pilar, me va a facilitar el deambular por este tramo de camino hasta que me llegue el turno de mirar cómo desparece cierta persona por el acantilado del adiós. Hago acopio de tu entrega, la llevaré debajo del brazo y la releeré, yo soy muy de releer, cada vez que tenga que quitar a patadas las piedras del sendero que me queda por recorrer. Mil gracias, de nuevo, y otros tantos besos.