La espera se ha hecho larga, pero ha merecido la pena.
Después de una década sin pisar por estos lares, los alemanes Rammstein volvían
no exentos de esa polémica que siempre parece estar sobrevolándoles. Los cerca
de 51.000 asistentes que llenaron el Metropolitano pudimos disfrutar de un show
potente, donde no faltó el espectáculo de fuego, luces y demás atracciones a
las que nos tienen acostumbrados. Algo que no dejó indiferente a la mayoría de
l@s presentes fue el hecho de que sonara música y se pusieran vídeos de la
propia banda antes del concierto. La verdad, no recuerdo nada igual en los
cientos de conciertos a los que he asistido. Si a esto le sumas que las
teloneras, Abelard, son dos chicas interpretando al piano temas de los
teutones, te topas con el punto máximo del egocentrismo.
Las chicas de Abelard pasaron sin pena ni gloria por el estadio
del Atlético de Madrid. Y no lo digo porque lo hicieran mejor o peor, sino
porque casi nadie las hizo caso, entretenid@s como estábamos en tomar algo para
beber o comer. He de reconocer que hasta su segundo tema no me di ni cuanta de
su presencia, y eso que estábamos en las gradas justo en frente del escenario,
llegando a pensar que aquello seguía siendo la ristra de canciones propias con las
que los alemanes nos estaban asaltando antes de su show. Consiguieron atraer
cierta atención cuando interpretaron “Mutter” o “Du Hast”, y poco más.
Después de que sonara “Music For The Royal Fireworks”, de
Handel, la banda germana tomó el escenario cerca de las diez y media de la
noche para dar comienzo con “Rammlied”, que engancharon sin pausa con “Link
2-3-4” para poner a todo dios a gritar y saltar por primera vez. “Bestrafe Mich”
sirvió para lucimiento de los guitarras con el apoyo del teclista Lorenz,
después de un montón de tiempo sin tocarla en directo. El cuarto asalto de la
noche fue para “Giftin”, primer tema de los de su último trabajo que tocarían
esa noche, para seguir caldeando el ambiente, aunque lo que se dice caldear
estaba aún por llegar. Esto se empezó a notar a partir de “Sehnsucht”, con ese
ritmo machacón que consiguió que los presentes en pista saltaran como si de una
masa humana uniforme se tratara.
Lo sonidos característicos de los violines unidos a la
contundencia sonora del combo, a las luces y al fuego consiguieron que “Mein
Herz Brennt” fuera uno de los tantos momentos álgidos del concierto; una
pasada, vamos. En “Puppe” sacaron un enorme carrito de bebé a la espera de que,
como pasó, a base del lanzallamas, hicieran con él todas las diablurías que estos seis músicos se les
ocurriera. Algo que suavizaron con la primera lluvia de confeti de la jornada.
Recogido el sobrecalentado carrito, continuaron con “Angst”, nuevo corte de su
último trabajo y uno de mis preferidos de este Zeit. Uno de los instantes,
digamos, más calmado de todo el show llegó con la interpretación de la homónima
del disco referido. El guitarra Richard, que cumplía años esa misma noche,
ejerció de Dj en una introducción anterior a “Deutschland”, en tanto que
algunos de sus compañeros hicieron una performance disfrazados de muñequitos
iluminados, algo muy vistoso y llamativo que, como he mencionado, dio pasó al
tema que hace referencia a su país de origen. Llegados a este punto, el sonido
ya se encontraba incrustado hasta en la última de nuestras células y la entrega
era total por parte de todas las almas allí presentes. Brutal, sencillamente.
Un tema como “Radio”, con ese toque tan comercial, sirvió para que
continuáramos cantando a grito pelao antes de que “Mein Tail” se convirtiera en
una de las interpretaciones más esperadas, sobre todo por la quema del teclista
dentro de la famosa cacerola gigante y las llamaradas usadas para tal menester
por parte de Till enfundado en su ya conocido disfraz de cocinero. A parte de
eso, me sigue pareciendo un tema bestial en directo. Y si teníamos poco,
alcanzamos el punto más alto con la esperadísima “Du Hast”, consiguiendo que
casi se derrumbara el estadio solo con la energía que se produjo durante su
interpretación. Prosiguieron con “Sonne”, donde las llamaradas que producían
tal columna de humo saliendo por el hueco de arriba del Metropolitano seguro que
hizo que muchos de los vecinos pensaran que medio Madrid estaba ardiendo. Un
tema como este no se merece menos, la verdad. De esta guisa, dijeron adiós por
primera vez.
Cuando nos quisimos dar cuenta estaban tod@s en el pequeño
escenario donde habían tocado Abelard, ellas incluidas, para dejarse caer uno
de los cortes más esperados de la noche, “Engel”. El silbido inicial dio paso a
una locura colectiva de la que nadie pudo escapar. Una vez finalizado este
momento, se subieron de dos en dos en sendas lanchas hinchables para ser
transportados por el público de vuelta al escenario, donde continuaron, como
era de esperar, recordando al vídeo, con “Ausländer”. Las tablas volvieron a
temblar, al igual que cualquier rincón del estadio, con “Du Riechst So Gut” y
la peña absorta deseando que esto no acabara nunca. Volvieron a darnos un
respiro con la especie de balada que es “Ohne Dich” antes de despedirse por
segunda vez.
A su regreso, atacaron “Rammstein”, y vuelta con más llamas
en todas las direcciones procedentes de una mochila que portaba Till que le
daba un aspecto de pavo real humano cada vez que aquello se encendía. Sin duda,
uno de los instantes más impactantes del show, y mira que hubo muchos. “Ich Will”
es otro de los temas que no pueden faltar en un concierto de los alemanes. Esa
entrada de teclado mezclada con el vozarrón del cantante hasta alcanzar el
ritmo machacón marca de la casa nos hizo desgañitarnos, independientemente de
que sepamos o no alemán, y sudar la última gota que nos quedaba. El adiós
definitivo no podía llegar de otra forma que con “Adieu”, y su despedida en
varios idiomas.
Buen rollo, un sonido aplastante, una puesta escena fuera de
lo común, una actitud y entrega desbordantes y un público que salió repitiendo
lo excepcional que había sido aquello que había ofrecido Rammstein durante más
de dos horas. Así fue el concierto de los germanos en su última visita a la
capital del Estado. Como se pasó diciendo el resto del finde un buen amigo mío de toda la vida,
aún nos quedaba la segunda parte del mismo al día siguiente, “¡¡Pedazo
concierto!!”.
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