martes, 20 de febrero de 2018

The Purple Rock Group En Cáceres







Hacía tiempo que no iba por la sala cacereña Boogaloo a ver un concierto. No es porque no tenga una cartelera interesante, más bien lo contrario. El viernes, 17 de Febrero, pasaron por allí dos formaciones de muy distinta índole. No puedo hablar de los primeros, El Altar Del Holocausto, porque no asistí a su concierto, aunque luego conocí a sus integrantes. Una vez que estos abandonaron las tablas, empezaron a montar su equipo los integrantes de The Purple Rock Group. Estos, como os podéis imaginar, son una banda tributo a Deep Purple. No voy a opinar ahora sobre el tema este de las bandas tributo porque ya lo he hecho en otras ocasiones y tampoco es cuestión de repetirse continuamente. Agradezco al bajista y paisano, Antonio Gallardo, su invitación al evento, una siempre buena razón para asistir.




Deep Purple ha sido siempre una de mis bandas de cabecera. Fue el primer grupo guiri que vi en directo en el Estadio del Rayo Vallecano durante su gira del “Perfect Strangers” en el, ya lejano, 1985. Con esto quiero dejar claro desde el principio que no puedo ser muy objetivo a la hora de hacer una crónica sobre un show como el que vivimos este pasado fin de semana. Quizás el hecho de que The Purple Rock Group tuvieran que tocar después de otra banda a esas horas mermó un poco el poder de convocatoria. Aun así, l@s que estuvimos presentes pasamos un buen rato con los temas de la banda británica.




Como suele pasar en estos casos, no faltaron ninguno de los clásicos del combo del Reino Unido. Con cortes como “Speed King”, “Strange Kind Of Woman”, “Perfect Strangers”, “Space Truckin´”, “Woman From Tokyo” o “Burn” la cosa se calentó de lindo sobre todo por el buen rollo del cantante José Mª De La Rosa, que estuvo muy en contacto con el público en todo momento, haciéndonos partícipes de algunas de esas canciones. No podían faltar otros clásicos de la altura de “Mistreated”, pero, sin ser uno de eso temas que conozca mucha peña, a mí el que más me sorprendió, no me lo esperaba, la verdad, fue “You Keep On Moving”. Para la traca final dejaron “Child In Time”, “Highway Star” y, cómo no, “Smoke On The Water” que acabamos cantando a grito pelao hasta desgañitarnos.




No es que esta banda tributo lo hicieran mal, al revés, me parece que su show fue por encima de lo correcto. El problema es que, a mi entender, Deep Purple es un grupo por donde han pasado muy buenos músicos en cualquiera de las posiciones. Debe ser difícil salir de temas de Ian Gillan para meterte con alguno de Coverdale, siempre con el apoyo vocal de Glenn Hughes, pero, como he dicho antes, De La Rosa estuvo a un nivel excelente. En lo relativo a la guitarra, Pablo Mantiñán, hizo una gran labor, aunque no resaltó tanto como lo pueda hacer Blackmore en el combo original. Al que más eché en falta fue al teclista que creo que era al que menos se escuchaba de todos. No dudo de que Jorge Suárez sea un gran músico, pero la noche del pasado viernes estuvo, a nivel sonoro, un poco ausente en algunos momentos y eso en algo que quiere tributar a Deep Purple es un poco jodido, sobre todo porque John Lord era un verdadero maestro musical. Puede que el que Jorge estuviera más arrinconado de lo normal, el sitio tampoco da para más, influyera algo. En cuanto a la base rítmica debo deciros que fue lo que más me gustó del concierto. No es por pelotear a mi colega Antonio, pero la labor y el aguante, tanto de él como de Ismael Orozco, para mí fue lo más sobresaliente de la noche.





Seguro que habrán tenido conciertos mejores y peores que el del Boogaloo. Repito que este no estuvo nada mal. Lo interesante es que pasamos un gran rato entre amig@s divirtiéndonos con todos esos temas con los que much@s de nosotr@s hemos crecido y nos han acompañado en otros tantos momentos. Ver a colegas que hace tiempo que no ves y conocer a gente nueva a través de la música es uno de los mejores regalos que te pueda hacer esta. Espero volver a ver pronto a estos The Purple Rock Group y les deseo lo mejor en su andadura por el largo camino del Rock. 





lunes, 12 de febrero de 2018

Texto Mandrílico Febrero 2018





EN PUNTO

Poco puedo recordar de lo acontecido entre el primer minuto y las y cinco. No puedo mencionar mucho porque en aquel tiempo tenía los ojos cerrados y solo me guiaba por el olfato. Lo que sigue produciendo en mí una grata sensación es el calorcito que sentía entre la mullida capa de pelo de mi madre y la amalgama de cuerpos que formábamos entre todos mis hermanos.

Sería poco más de las y ocho cuando la claridad comenzó a inundar tímidamente mis ojos. Hasta que mi alrededor se iluminó del todo pudieron haber pasado otros dos minutos, dejémoslo en tres. Entrar la luz y comenzar a crecer a toda prisa fue todo uno. Eso sí, aquí tuvo mucho que ver el alimento que me daba mi madre, por el que yo luchaba con todas mis pequeñas armas.

Saltos, cabriolas, carreras, ascensos textiles hasta el techo, primeras comidas sólidas, con sus correspondientes cagadas y meadas sin ningún tipo de reparo en dejarlas en un rincón, encima de otra tela distinta a la de las escaladas o allá donde me pillará el apretón, y, sobre todo, muchas, muchísimas persecuciones, revolcones, muerdos y chillidos. ¡Qué buen tiempo el transcurrido entre el primer cuarto y las y veinte!

A las y veintiuno sufrí mi primer desengaño. Dicen que ese es el más doloroso. He de reconocer que en aquel momento lo fue, pero ahora lo definiría como desolador. Era la primera vez que me sentía realmente sola. Pasé cuatro minutos largos llamando a gritos, de día y de noche, a mi madre y hermanos con la remota esperanza de volver a sentir ese calorcito que tan agradablemente ha quedado incrustado en mi memoria. A las y veinticinco dejé de gemir y chillar como una tonta, asumí que no iba a aparecer nadie de mi familia y empecé a sopesar las posibilidades de que tenía un nuevo hogar donde me habían trasladado sin consultarme lo más mínimo, por supuesto.

De las y veintiséis hasta las menos veinticinco reanudé mis carreras, saltos, sufrí mis primeros reproches que anularon mis escaladas, tanto textiles como de madera o hierro, y tuve mi primer lugar particular por derecho: un váter exclusivo. Un lujo solo al alcance de unos pocos. Llegaron mis primeras salidas, más nocturnas que diurnas, como mandan las reglas, y con ellas los escarceos de adolescente y las heridas que esta edad deja abiertas para siempre. Bueno, tampoco voy a negar que me divertí de lo lindo siendo el foco de atención de todos los machitos, y alguna hembrita, creo recordar, del barrio. Es lo que tiene la novedad, pero de eso me di cuenta más tarde.

A eso de las menos veinte me entró un calor, un no sé qué y un no sé cuánto por todo mi cuerpo que solo quería revolcarme por el suelo y gritar como una verdadera posesa. Llamaron a mi médico de cabecera que tuvo la brillante idea de recetarme encierro a cal y canto y aguantar el chaparrón sin paraguas, chubasquero o prenda impermeable que se precie. ¡Qué tres minutos más malos, por Dios! Eso no se lo deseo yo a nadie, porque eso es lo que es verdaderamente: desear y no poder complacerte. Ya te digo: ¡¡Malísimo!!
Minuto antes de menos cuarto estaba camino de la consulta del doctor. Hice el viaje en una ambulancia portátil con una única ventanilla a cuadros metálicos, sin cristales y con un bamboleo que ni las palmeras del parque en los días de viento. Al poco tiempo de llegar sentí el muerdo de una boca con un solo diente metálico y dormí como nunca antes, sobre todo porque creo que ni soñé. Lo curioso es que desde que volví a casa aquel minuto no he vuelto a sentir esos calores tan difíciles de mitigar. No creáis que no me sigo preguntando el porqué.

Entre las menos cuarto y las menos diez me di de bruces con esa vida que se conoce como normal. La misma que se caracteriza por seguir saliendo a casi las mismas horas, siempre que el tiempo lo permita, pasar de largo de mis posibles pretendientes del barrio, lo que me ha acarreado el apelativo de “presumida”, visitar mi aseo particular con mas frecuencia, sobre todo porque los calores corporales se han transformado en un hambre voraz, alguna carrera por la casa y echar cabezadas segundo sí, segundo no, en mi sillón preferido.

Fue llegando a las menos cinco cuando sentí los primeros achaques. La vista ya no era tan nítida, me dolían cada vez más las articulaciones, claro, ¿qué puedes esperar después de casi una hora a cuestas de carreras y saltos?, no había ser en este mundo que me pudiera tocar las tetas y, sobre todo, me costaba mucho respirar. Nueva llamada a mi doctor particular, nuevo viaje en ambulancia oscilante de ventanilla sin cristales y nueva mordedura de esa mierda de boca metálicamente unidentada que me sumió por enésima vez en un relax para nada onírico.

Me he despertado a las menos dos minutos acostada en mi sillón, cansada como nunca antes, más ciega que nunca, respirando como una locomotora vieja y con pequeños pinchazos en los pechos. Con la terapia de las caricias de Gabriel me voy quedando dormida poco a poco sintiendo cómo el destello del recuerdo del calorcito de mis primeros minutos se va transformando en frío aterrador mientras las agujas se acercan para abrazarse en las en punto.


martes, 6 de febrero de 2018

Metallica - Kvelertak: Madrid, 3 - Febrero - 2018








Después de casi un año con la entrada en el cajón, llegó el momento de que pasara por el control de acceso. Momento que acabará en anécdota para nosotros, mi novio y yo, por estar al nombre de uno con el carnet del otro. Pequeño-gran susto que pasó sin más que terminó convirtiéndose en risas durante toda la noche. He escuchado en último trabajo de Metallica, muchas veces antes de este concierto, te lo regalaban con un código que venía la entrada, y creo que es uno de sus mejores, si no el mejor, discos en mucho tiempo, razón de más para tener ganas de volverlos a ver, por séptima vez ya. Antes de entrar de lleno en lo que aconteció en el ahora llamado WiZink Center Madrid, que tod@s conocemos como Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, de toda la vida, diré que fue una noche llena de sorpresas, la mayoría buenas, tanto en el aspecto musical como de buen rollo con colegas que hacía ya una temporada que no veía.




Puede que los noruegos Kvelertak sean una de las bandas del panorama actual que más le molan a alguno de los miembros de Metallica, como son Hetfield y Ulrich, razón por la que los han elegido para que abran sus shows, puede que sean más una banda de sala que de grandes espacios como el que tuvieron que afrontar el sábado pasado, puede que no estemos muy acostumbrados a escuchar a un grupo cantando en noruego, algo que no debería extrañar ya que hay mil combos haciéndolo en sus lengua natal, puede que fueran un montón de cosas o ninguna a la vez, la cuestión es que no conectaron con el público en casi ningún momento. Supongo que el hecho de ser teloneros de alguien como Metallica debe imponer, pero has de aprovechar bien estas oportunidades en tu carrera musical porque nunca sabes a dónde te pueden llevar. Desde que empezaron con “Apenbaring” hasta irse con el tema que da nombre al grupo aquello no sonó nunca bien. Al cantante se lo comían, sónicamente hablando, sus cinco compañeros. Las canciones enganchaban pocas veces, y en pocos momentos, con l@s asistentes llegando a convertirse en un show lineal sin demasiado que resaltar. Con esto no quiero decir que sean un mal grupo ni nada parecido, pero esta no fue su noche o, al menos, no éramos su público. Espero que sigan subiendo y poder verles de nuevo para comprobar si es verdad un mal día, una noche, en este caso, la tiene cualquiera.




Cuando comenzó a sonar por todo el Pabellón “It´s A Long Way To The Top (If You Wanna R&R)”, de mis queridísimos AC/DC, empecé a sentir ese hormigueo pre-concierto que solo puede ir a más o corroerte las entrañas durante cualquier actuación. El tema mítico de los australianos enganchó con “Ectasy Of Gold”, el también mítico comienzo de los norteamericanos, y las primeras imágenes en ese muro visual que Metallica lleva en esta gira a base de cubos que suben, bajan y hacen mil formas. Los cuatro componentes del grupo llegaron al escenario después de recorrer un largo pasillo por donde iban saludando a l@s apostad@s en el mismo. “Hardwired” comienza a sonar como un cañón ayudado de las casi 17.000 gargantas presentes en el recinto. Fueron un poco cabroncetes al hacernos creer que las pantallas no funcionaban bien cuando las imágenes se entrecortaban o diluían sin más durante este tema. Todo quedó “resuelto” cuando los acordes de “Atlas, Rise!” captaron toda nuestra atención para no volver a soltarla durante todo el show. Increíble comienzo con estos dos nuevos temas que dejaban entrever lo que se nos vendría encima. Hetfied se dirige al público por primera vez para hacernos saber que vamos a disfrutar tanto de nuevos como de viejos temas. Esto se materializa mediante la ejecución de “Seek & Destroy” que, como podéis imaginar, acabó de ponernos totalmente en pie. Tienen un algo los temas de su primer trabajo que siguen actuando como un anzuelo en el que te ves atrapado sin remedio posible.





“Leper Messiah” sería la primera gran sorpresa de la noche. Es sabido que Metallica no repiten setlist en sus conciertos, pero que recuperaran este temazo de su tercer redondo fue algo que nos dejó atónit@s. Es una de esas canciones que crees que nunca vas a oír en directo y, de repente, te da un bofetazo en la cara que consigue sacarte la mejor de tus sonrisas. Tremendo momento que nos hizo saltar como crí@s. Siguieron con otro de los clásicos que aparecen en su legendario álbum de 1986, “Welcome Home (Sanitarium)”. Brutal interpretación que me llegó como una mezcla de nostalgia y agradecimiento por mi parte. Vuelta a su nuevo redondo con “Now That We´re Dead” que es recibida con gran estruendo mientras aparecen las primeras historias de debajo del escenario, cuatro cubos, no confundir con cubos de la fregona que por aquí hay mucha imaginación, jaja, con unos parches de sonido. Como a mitad de este, ya de por sí largo, tema los miembros de la banda se marcan unos ritmos en plan tribal que no desentonaron con la interpretación del mismo. Siguen con “Cofusion” para dejar bien claro que esta es la gira de su reciente disco y que lo quieren defender a toda costa.





“From Whom The Bell Tolls” es ya todo un clásico dentro del Metal y así nos llegó cuando sonó en Madrid. Gargantas a todo trapo para responder a un tema con el que Metallica saben que van a triunfar. ¿Qué se puede decir cuando desde las gradas ves un pabellón entero cantando casi tan alto como el frontman? Poco, ¿verdad? Volvieron a retomar su ya nombrado último trabajo con “Halo On Fire” que fue muy bien recibida y dio paso a la que es, con toda seguridad, la mayor anécdota del concierto. Desde donde estábamos, esto es las gradas, nos percatamos de que Trujillo sale al escenario con unos folios en la mano que deja caer al suelo. Lo primero que piensas es que ha perdió el setlist y necesita una copia del mismo. Se queda en el escenario acompañado solo por Hammett, se acerca al micro y nos suelta que, entre los dos, van a interpretar un clásico de un grupo no menos clásico del Heavy hecho en este Estado, “Vamos Muy Bien” de Obús. Como much@s sabéis, yo nunca he sido gran fan de los madrileños, pero he de reconocer que canté la canción como hace años que no lo hacía. Tal vez el bajista y el guitarra, sobre todo este último, se perdieran mil veces, tanto con la música como con la letra, pero poco nos importó tras estar viviendo este instante. Hammett deja en toda esa especie de cuadrilátero que era el escenario a Trujillo y este se marca “Anesthesia (Pulling Teeth)” mientras aparecen imágenes del malogrado Cliff Burton en las pantallas. Entre lo de Obús y el solo de Trujillo os aseguro que el pecho se nos abrió y cerró al máximo.





Con el concierto ya bien encarrilado se marcan su propia versión de “Die, Die My Darling” de Misfits. Esta sirve de preludio a la única inclusión que hicieron en el Load”, “Fuel”. La velocidad de este tema junto a esos cortes repentinos, los gruñidos de Hetfield y las llamaradas de turno lograron devolvernos al espectáculo puro y duro que estaba siendo el concierto. “Moth Into The Flame” es mi tema favorito de su reciente disco. Tenía muchas ganas de ver y escuchar cómo la interpretaban en directo y, os confirmo, que fue uno de esos instantes que vives en los conciertos que se te quedan grabados para siempre. A la soberbia ejecución que hicieron de la canción se le unió ese grupo de polillas drónicas que salieron de debajo del escenario que no dejaron de revolotear por el mismo mientras cantábamos a grito pelao. Precioso este momento que hace pensar que este tema ha venido para quedarse en los shows de Metallica. Con “Sad But True” acabamos cantando más y más alto que el cantante, incluso, pero también comenzamos a ser conscientes de que el show empieza a atravesar esa línea que da paso a la parte final del mismo.




Antes de que eso ocurriera las pantallas se inundan de imágenes de soldados de la 1ª Guerra Mundial mientras los acordes de “One” llegan a todos los rincones del recinto. Me emociono mucho siempre que escucho esta canción, así que os podéis hacer una idea de lo que es escucharla en vivo. Que sí, que no hubo llamitas y toda esa parafernalia a la que nos tienen acostumbrado con este corte, pero si las echamos en falta fue cuando acabó, no mientras estuvo sonando. Metallica son ya perros viejos en esto de las giras y demás y plantarnos de frente después de “One” un clásico como “Master Of Puppets” es apostar a seguro a que nos iban a terminar de fundir en poco tiempo. Menos mal, en el buen sentido de la expresión, que nos dieron un respiro largándose después antes de regresar para los bises.




Iniciaron estos con el tema que cierra su disco actual, “Spit Out The Bone”, para recordarnos por enésima vez que esto no era el típico recopilatorio de grandes hits del grupo. “Nothing Else Matters” es siempre bien recibida, como realmente se merece. Entre la cantidad de móviles encendidos pudimos distinguir algún que otro mechero que se niega a extinguirse por muchos años que pasen. Metallica cerró su concierto con el gran single de su álbum negro, “Enter Sandman” que, mientras iba avanzando nos dejaba un sabor agridulce a sabiendas de que aquello era el adiós definitivo. Este no llegó sin antes no dejar caer una parte de “The Frayed Ends Of Sanity”, de su disco justiciero.




Metallica no sonó en algunos momentos al 100%. Hubo, incluso, un instante en el que el micro de Hetfield estaba completamente out. Tuvieron más de un fallo interpretativo, sobre todo Hammett y Ulrich. Se quedaron en el tintero temas de la altura de “Creeping Death. Si seguimos podemos sacarles algún que otro fallo más, pero para mí, en general, fue un pedazo de concierto. Vi a una banda entregadísima y conectada en todo momento, tanto con el público como entre ellos. Se les notaba contentos de estar en Madrid después de unos cuantos años, tanto que Hetfield estaba visiblemente emocionado al final del show. Se rieron y nos hicieron reír, algo que es siempre de agradecer. Llevan un montaje de luces y pantallas que tira de espalda, por su originalidad e impacto. Regalaron púas y baquetas pa aburrir y se fueron saludando al personal con mucha más efusión de la que empezaron. Todo esto apostando por un nuevo trabajo cuyas canciones no desentonaron en ningún momento dentro del repertorio. Dejaron claro, de esta forma, que no tienen que vivir de las rentas, que si quieren podrían, pero no es el caso. Mi año de conciertos ha empezado fuerte con un grupo de los grandes, espero seguir así y que estos doce meses, musicalmente hablando, sean para recordar como lo será este concierto de Metallica.