No es la primera vez que hago alusión a esa mala
identificación del cómic con el humor. Por supuesto que hay tebeos de esa
índole de una calidad e ingenio sobresalientes, desde Mortadelo hasta
cualquiera de Ralf König, pero que mucha gente siga aún delimitando el mundo de las
viñetas a eso, con el añadido de que dejaron de leer cómics porque pasaron esa
etapa de su infancia, me resulta tan simple como decir que todo el teatro va de
lo mismo. Si hay algo que el cómic lleva haciendo desde hace décadas es
denunciar y sacar a la luz atrocidades que el ser humano lleva a cabo. Dentro
de estas publicaciones se encuentra este “Éramos El Enemigo”, de George Takei.
Ahora que se vuelve a cumplir el aniversario del atroz bombardeo yanqui sobre
Hiroshima y Nagasaki, qué mejor que hablar de esta obra para encontrarnos de
frente con el trato que recibieron los japoneses estadounidenses por parte de su
gobierno.
A Takei le conocemos por su participación en la exitosa serie
de ciencia ficción “Star Trek” como Hikaru Sulu, el timonel de la nave estelar
"USS Enterprise NCC-1701", pero aquí vas a descubrir algo más
interesante de su vida que todo lo relativo a sus viajes espaciales. Para plasmar
sus vivencias durante la infancia se apoya en Justin Eisinger, Steven Scott y
Harmony Becker. Justin es el director de IDW Publising. Ha adaptado series y
películas como “Transformers” o “Las Tortugas Ninja”, dedicando su tiempo libre
a la publicación de la única revista estadounidense para aficionad@s de los
patines en línea. Scott es un editor de cómics cuyos escritos han aparecido en
publicaciones como “Arcana Cómics” o la revista “Heavy Metal”. Como columnista
y bloguero, ha publicado en “Forces Of Geek” o “Pop Matters”. En cuanto a
Harmony, es una artista e ilustradora creadora de “Love Potion” o “Anemone And
Catharus”, entre otros cómics. L@s tres hacen un trabajo excepcional en estas
páginas, donde sobresale la labor de Becker en el blanco y negro de sus
viñetas.
Antes de entrar de lleno en la obra, debemos tener en cuenta
que esta parte del punto de vista de un niño, pues fue esa etapa de la vida
donde Takei vivió recluido, al igual que otr@s 120.000 japoneses
estadounidenses, en campos que recibieron distintos apelativos. Hermano mayor
de tres, otro niño y una niña, la más pequeña, sus reflexiones y vivencias se
verán bien respaldadas por el recuerdo de sus progenitores. El cómic echa a
andar con el recuerdo del instante en que la familia fue expulsada del hogar
que tanto les costó crear. Esta será la tónica de toda la obra, una mezcla de
recuerdos con instantes más actuales. A partir de aquí, continúa relatándonos
cómo se conocieron sus padres, personas imprescindibles para entender todo lo
que se nos narra, así como su ascendencia y profesión hasta el nacimiento de
sus tres hijos.
Como era de esperar, la vida de la familia cambia con el
ataque a Pearl Harbor y la declaración de guerra por parte de Estados Unidos a Japón
y las demás potencias enemigas de los aliados. Después de esto comienzan los
ataques racistas a pequeña y gran escala sobre la comunidad nipona a lo que se
añade la proclamación de todo ciudadano japonés adulto como “enemigo
extranjero”. Dichos ataques y declaraciones venían por parte tanto de los
republicanos como de los demócratas. De este modo, ambos bandos presionan a Roosevelt
para que dicte la Orden Ejecutiva 9066 por la cual se crearon dos zonas
militares con campos de internamiento para los japoneses estadounidenses. Por
esta razón se vieron obligados a deshacerse de todas sus pertenencias, casas,
maquinaria agrícola o industrial, negocios o enseres, para viajar con lo puesto
a la vez que sus cuentas bancarias son congeladas y deben ajustarse a un toque
de queda del que están exentos la mayoría de sus compatriotas.
En la primera de 1942 la familia Takei, al igual que otras
muchas, es desplazada al Hipódromo de Santa Anita, donde encontraron
alojamiento en las malolientes cuadras del lugar. Pasados unos meses, se ven
obligados a subir a un tren para hacer un largo viaje hasta Rohwer Jerome,
Arkansas, el campo más alejado de las nombradas zonas militares por estar más
al este que los demás. En dicho desplazamiento se les ordena bajar las
persianas de las ventanillas a su paso por cualquier pueblo o ciudad. En las
siguientes páginas Harmony nos ofrece unas cuantas viñetas describiéndonos
dicho lugar y sus entresijos. Aquí da comienzo, digamos, la parte relacionada
con las anécdotas de aquellos meses, como la referida a la máquina de coser de
la madre, lo relativo a las comidas, la autogestión de los recursos, la
creación de pasaderas para evitar el barro formado tras las lluvias o la
separación de ciertos miembros de las familias acusados de subversivos a lo que
se añade uno de los instantes más aclaratorios del cómic, lo relativo a la
distinción de las distintas generaciones de japoneses dependiendo de su llegada
o nacimiento en USA. A la vez que el padre es elegido unánimemente como
representante de su comunidad por todas esas generaciones, Takei nos relata una
de las anécdotas más graciosas de la obra, la relativa a “Sanana Beach”, así
como la salida del campo en jeep antes de llegar la primera nevada del año y
una Navidad protagonizada por un Papá Noel bastante peculiar.
En 1943 deben demostrar su lealtad al país permitiendo a los
jóvenes poder alistarse al ejército, “privilegio” que se les negó al comienzo
de la declaración de guerra, mientras l@s demás debían responder a un
cuestionario donde las preguntas 27 y 28 serán de suma relevancia en los
siguientes años. Muchos de l@s que respondieron sí a dichas cuestiones acabaron
en primera fila como carne de cañón en decenas de batallas, l@s que dijeron no
pasaron a llamarse “nonos” y recibieron como “premio” el traslado a un nuevo
campo, el de Tule, en California. En este lugar la vida es más dura que en
Arkansas y se ve ennegrecida por las disputas internas de l@s que lo habitan.
Aparecen enfrentamientos entre las distintas facciones al tiempo que George
Takei tiene su primer contacto con el cine. En este punto de la obra toman
relevancia las conversaciones del protagonista con su padre durante su
adolescencia y primera juventud, así como el recuerdo de gente que sufría el
acoso de la comunidad por ayudarlos a sobrellevar la situación dentro del
campo.
Llegado 1944 se aprueba un proyecto de ley para extraditar a
todas las personas que han demostrado su deslealtad al país, incluido l@s
“nonos”. Se cierra el campo de Tule y se les da a elegir entre quedarse sin
nada o renunciar a su ciudadanía para ser extraditados a un Japón que la
mayoría no ha pisado jamás. Si Pearl Harbor fue un punto de inflexión, el
bombardeo de Hiroshima y Nagasaki supone el fin de la guerra y la salida
definitiva del campo, a lo que se suma la vuelta a un hogar que no existe y la
lucha para evitar la extradición. De vuelta a esos nuevos hogares, el
protagonista comienza a interesarse por todo lo vivido y acontecido en los
campos de internamiento al tiempo que da sus primeros pasos como actor hasta
alcanzar la fama con “Star Trek”. La obra finaliza con la muerte de sus padres
junto a una gran reflexión acerca del trato recibido actualmente por l@s
inmigrantes, además del papel de los últimos presidentes del país con respecto
a este asunto. Se cierra, definitivamente, con un epílogo donde el protagonista
resume todo lo leído con anterioridad añadiendo datos y agradecimientos.
Como bien hace George Takei en el mencionado final, los
campos de refugiados, o como malamente se les quiera llamar, siguen naciendo
como setas en cualquier parte del planeta dando a entender que poco o nada se
ha avanzado en la lucha contra ese rechazo al diferente por razones de raza,
ideología, género o religión. Eso explica mucho mejor que obras como esta sigan
saliendo a luz, pues debemos continuar denunciando todo tipo de atropello a los Derechos Humanos, independientemente del lugar donde ocurran. El día que
estos nefastos lugares sean solo malos recuerdos como los plasmados en estas
viñetas por Takei estoy seguro que la humidad habrá alcanzado la cima del más
alto de sus valores, la solidaridad. ¿Lo conseguiremos?
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