Cuando se trata de hablar sobre
ciertos temas, llamémosles, peliagudos, lo interesante y creíble es que
lleguemos a ellos a través de las experiencias relatadas por personas que lo han
vivido o lo viven en sus propias carnes. Luego están las pretensiones de las
personas que se atreven a narrar dichos sucesos. Estas, sobre todo, se centran en denunciar
los acontecimientos referidos e intentar que estos no se vuelvan a repetir asumiendo
un cambio en la mentalidad de l@s demás como una labor difícil, pero no
imposible. Y, por último, nos topamos de lleno con la reacción de l@s oyentes.
La cual, en la mayoría de los casos, no suele ser la que se espera, sumid@s en una
burbuja de pasotismo que lleva a pensar que lo que están escuchando no tiene
que ver con ell@s porque son de un estrato económico, una raza, un género o un
origen diferente, siempre con ese halo de inmunidad que la falsa posición
social nos concede. Ante esto, soy de los que opinan y creen que, con que haya
una sola persona que modifique su forma de pensar o sentir acerca de lo que
acaba de oír, leer o ver me parece suficiente, porque esa misma persona puede ejercer
de semilla y altavoz para que cualquier injusticia empiece a dejar de serlo
ante la bola de nieve que, tarde o temprano, terminará por engullirla.
Amelia es un cómic de esos que dejan
huella. Y no por lo divertido, lo original de su historia o por la singularidad
de la misma, sino, justamente, por lo contrario. No es una historia feliz,
aunque no falten esos momentos de alegría tan necesarios, tampoco tiene nada de
original, pues lleva muchísimo tiempo sucediendo, tanto, que la sociedad la
asume dentro de esa falsa normalidad que tanto daño hace, y no tiene nada de
singular porque es algo que sufren, conjugando este verbo en cualquiera de sus
tiempos, millones de personas, la mayoría mujeres, niñas y niños. Estas viñetas
salen de la experiencia vital de Amelia Tiganus, una activista feminista nacida
en Rumanía y residente en el País vasco explotada sexualmente durante cinco
años en el Estado español. A los cursos y talleres de sensibilización y
prevención de la prostitución y de la violencia sexual, añade artículos,
premios y reconocimientos por su labor en la defensa de los derechos de las
mujeres y las niñas. Es la fundadora de la asociación “Emergi”, dedicada a la
lucha contra la explotación sexual y reproductiva de mujeres y niñas, además de
pertenecer al Movimiento Abolicionista del País vasco.
Alicia Palmer y Roberto García son
l@s encargad@s de dar forma a la trayectoria vital de Amelia antes, después y,
sobre todo, durante los cinco años que padeció la explotación sexual a la que
fue sometida. Alicia es una guionista madrileña que tiene en su haber un Postgrado
en Inmigración, Exclusión y Políticas de Integración Social. Destaca por el
talento y el compromiso que impregnan sus obras a la hora de transmitir valores
fundados en la libertad, la igualdad y el feminismo. Vale nombrar su trilogía “Revolución
Siglo XXI” para hacernos eco de la impresionante labor llevada a cabo en este
cómic que nos concierne. Nadie como ella para reflejar todo lo que Amelia tiene
y necesita contar. Para lo cual, nada mejor que el trabajo de Roberto. Este
sevillano residente en Cuenca se formó en Artes Plásticas hasta obtener el
grado en Bellas Artes en la UCLM, además de un Máster Universitario de Investigación
en Prácticas Artísticas y Visuales en la dicha facultad. Llegó al mundo del
cómic tras superar el ciclo formativo superior que se imparte en la Escuela de
Arte “José María Cruz Novillo”. Entre sus obras se encuentran «Calatrava” y “Hernán
Pérez Del Pulgar, El De Las Hazañas”. Aquí, la calidad, la expresividad y la distribución
de sus viñetas te obligan a que te sumerjas en ellas de manera extraordinaria
si no quieres perder el hilo de lo relatado. Las distintas luces, colores,
trazos y fondos le dan a esta historia el realismo y el sentido que necesita en
cada momento.
El cómic está
dividido en varios capítulos de no demasiada extensión, pero sí de mucha
intensidad. Es lo que se conoce como ir al grano, sin ningún tipo de rodeos o
tapujos. No voy a entrar de lleno en la narración de los hechos, en primer
lugar, porque creo que esa es la esencia que tod@s debéis descubrir con la
lectura de estas páginas, y, en segundo lugar, porque quiero que sea la propia
voz de Amelia la que, con todo el derecho del mundo, os llegue tal y como ella
pretende. El primer capítulo, dedicado al prostíbulo, echa andar durante el
transcurso de una charla en el instituto de enseñanza secundaria “Clara
Campoamor”, pasaje que aparecerá constantemente durante la obra como recurso a
la hora que conocer las vivencias de Amalia y responder a las dudas de l@s
alumn@s de dicho centro. Conoceremos sus primeros pasos en uno de estos
lugares, su primera experiencia como prostituta y su relación con las demás
chicas y las “mamis”, todo con las ansias de escapar y la frustración que
conlleva el haber acabado en un sitio de estos sobrevolando lo narrado, donde
destaca lo referente a las mujeres desechables.
Si todo se puede
considerar de una dureza extrema dentro de este cómic, Captación, como segundo
capítulo, sobresale por su crudeza. Lo hace porque conocemos momentos de la
protagonista que explican a la perfección las razones que la empujaron a seguir
los pasos que siguió en su vida, con esa esperanza del paso del tiempo como
liberación de fondo constantemente. Le sigue Puteros, una de las partes más
explícita y explicativa acerca de estos seres, quién mejor que alguien que recibe sus
“favores” para hacerlo. Se describen los tipos que hay, sus distintas excusas a
la hora de consumir sexo, el trato y el maltrato que dan a las prostitutas,
haciendo hincapié en aquellas que ejercen en plena calle, las torturas, la
insuficiente atención médica y la repulsa social hasta llegar, en algunos
casos, al suicidio. Seguro que vas a reconocer a alguien en las caras dibujadas
por Roberto.
Evidentemente, no podían faltar los
proxenetas, protagonistas del tercer capítulo. Ellos son los grandes
beneficiados de todo este sucio negocio. Vamos a conocer sus personalidades y su
falsa cercanía trasladada a exigencias crueles y malvadas sobre unas mujeres a
las que tratan como mera mercancía descartable cuando ellos consideran que está
en mal estado o inservible dentro de un mercado repleto de posibilidades de
reposición. Muy acertada la reflexión acerca de que ellas cargan con el estigma
social mientras ellos se van de rositas. Avanzamos hasta encontrar el apartado
dedicado a la pornografía, cuyo consumo termina viéndose reflejado en la
violencia que se ejerce sobre las mujeres. Muy interesante lo relativo a que
esta continúe suplementando a una educación afectivo-sexual que sigue siendo la
gran asignatura pendiente en nuestro crecimiento como personas. El hablar de
sexo abiertamente permanece como un tabú en el que se refugia la ingesta de
este tipo de grabaciones que están cada vez más al alcance de jóvenes y no tan
jóvenes. Excelente la comparación entre publicidad y pornografía.
Nosotras da título al bloque más
sincero y directo del cómic, donde se resume todo lo concerniente a estas
mujeres en forma de esperanzas, miedos, rechazos y sufrimientos. Es, sin duda,
el bloque central de estas páginas que nos trasladan a Libertad como penúltimo
capítulo. Una libertad que solo se puede alcanzar mediante algunos de los
clientes que acaban maltratándolas igualmente, pasando de unos a otros mientras
los esquemas se repiten sin cesar. Los intentos fallidos por cambiar de trabajo
se unen a la rebelión sin pensar en las consecuencias y a la falta de interés
por parte de los proxenetas ante las mujeres que se retiran, o intentan
retirarse. A pesar de todo, siempre hay personas hechas de otra pasta que
terminan por querer, comprender y respetar. Toda una suerte para las mujeres
que dan con ellas, como es el caso de Amelia que, después de conseguir un
trabajo y conocer a un buen hombre, descubre el feminismo como liberador
echándose a la espalda el compromiso de ejercer de espejo donde podamos ver
reflejadas a todas aquellas que se encuentran, y se van a encontrar, en su
situación. De este modo, cerramos el relato con todo lo correspondiente al
activismo como motor, después de ser consciente de tener derechos, para
denunciar y sacar a la luz la situación de las que siguen o estarán atrapadas
en estas redes. Importante la explicación de la situación en España con
respecto al proxenetismo no coercitivo, las supuestas diferencias entre la
prostitución conocida como mala y la entendida como buena, si es que eso
existe, la alegría por el apoyo y el cambio de mentalidad de ciertos hombres y
el cierre poniendo de relieve lo que afecta a una prostituta como algo que
afecta a todas las mujeres. El broche final lo ponen las biografías de cuatro destacadas
mujeres, Concepción Arenal Ponte, Margarita Nelken, Clara Campoamor y Josephine
Butler, como pioneras en la lucha por los derechos de las mujeres en todos los
sentidos. Derechos que se ven reflejados en una serie de tratados a los que nadie
hace el suficiente caso en un camino donde queda, por desgracia, mucho por
recorrer.
Podría resaltar muchas cosas de esta
obra, además de las referidas en estos párrafos, pero me quedo con la
comparativa entre putero y violador. Cómo estos son rechazados, en la mayoría
de los casos, y aquellos aceptados por el simple acto de pagar a cambio de
sexo. Pago que sale de los bolsillos de vecinos, compañeros de trabajo,
colegas, familiares o cualquiera que conocemos y aguantamos cuando cuentan sus
experiencias como si de batallitas rebosantes de virilidad se tratara.
Enhorabuena a Amelia, Alicia y Roberto por ponernos delante una de esas obras
imprescindibles a la hora de denunciar una actividad ilícita vista,
socialmente, bajo el prisma de una oscura cotidianidad.
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