martes, 10 de mayo de 2022

Texto Mandrílico Mayo 2022

 

SIN CALZONCILLOS

 

Pedro se excitaba con el simple hecho de esperarle. Esa media hora que tardaba Rafa en llegar a su casa se le hacía interminable. Cuando sonaba el timbre, la erección producida por aquel ding-dong conseguía que entrara en un estado dividido entre la vergüenza y la sinceridad. Disfrutaba viendo la sonrisa de su visita con tan solo abrir la puerta. Tan pronto como esta se cerraba tras ellos, llegaba la pregunta protocolaria acerca de si quería tomar algo; respondida, unas veces, de forma sexualmente directa y, otras, con la solicitud protocolaria de un vaso de agua. Pasado el trámite, sus bocas se encontraban como si no hubieran besado en siglos, sus brazos se aferraban al cuerpo del otro hasta que sus manos se convertían en un candado que buscaba el cierre bajando y subiendo por sus respectivas espaldas. Como en ocasiones anteriores, repetían este ritual con la ropa aún puesta en la entrada del piso, paraban unos segundos, se contemplaban expresándose el feliz deseo de volver a verse y continuaban sintiendo sus lenguas entrelazadas.

Una vez en la habitación, se iban desnudando mutuamente; a Pedro le encendía observarle sin camiseta, a su amante que la boca de aquel se posara en sus pezones por primera vez en tiempo. De pronto, Rafa le apartaba la cabeza y le volvía a besar bruscamente a la vez que le metía la mano en el pantalón para atraparle el miembro hasta agitarlo con fuerza. Esa era la señal que ambos esperaban antes de deshacerse de todo lo textil que llevaran encima. Tirados en la cama, regresaban las caricias, los besos, los cambios de posición, las paradas mirándose a los ojos sonriendo y la búsqueda simultánea de sus cuellos. La excitación conseguía que Pedro comenzara a bajar, lentamente, hasta volver a encontrarse con esos pezones que tanto deseaba morder y que tanto hacían gemir a su dueño. De aquí pasaba a la barriga, regodeándose en el ombligo, hasta alcanzar el miembro que su boca tanto ansiaba. Sentía las manos de Rafa empujando su cabeza mientras sus labios subían y bajaban por aquel pene tan erecto como el suyo. Cuando la presión parecía desaparecer de su nuca, avanzaba, poco a poco, sentado encima de aquel cuerpo y, agitado por la última de sus hormonas, conseguía que la boca del otro tomase el mismo protagonismo que tuvo la suya minutos atrás. Sin dejar de pellizcarle y manosearle las tetas, miraba por momentos a los ojos de Rafa y al techo hasta que sus oídos se inundaban con la petición deseada por los dos.

Al igual que de frente, Pedro repetía el mismo ritual de espaldas recorriendo la columna de su invitado con la lengua hasta morder suavemente sus nalgas sintiendo cómo él levantaba el culo solicitando aquello que la pasión requería. Despacio, él le penetraba hasta notar todo su miembro en el interior del otro. Rafa, solo con sentirlo entero dentro, gemía más fuerte que nunca exigiendo más y más. Paraban para cambiar de postura o para buscar otro espacio de la casa hasta percatarse de la proximidad del orgasmo. Entonces, todo se aceleraba, respiración, frases sueltas, presión en la cadera, gotas de sudor. El placer que diariamente buscaban de manera individual se multiplicaba por cien en aquella fusión de jadeos, manos que cambiaban donde asirse, cuellos que se tensaban y piernas que temblaban.

Al oír el despertador, se percató de la humedad que impregnaba las sábanas. Esa maldita costumbre de dormir sin calzoncillos volvería a ser la causa de las sonrisitas de su madre. Pasado el trámite, volvía a jurarse y perjurarse por enésima vez que no pasaría una mañana más sin decirle a Rafa lo mucho que le gustaba.

 


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