Fin de semana completito por Madrid donde he podido disfrutar
de la exposición “Madrid Metal”, el concierto de Soen y la nueva edición del
Salón del Cómic de la capital del Estado. Como es normal, cada acto lo he
vivido de distinta forma, pero todas han sido satisfactorias. Podría haber escrito
un artículo para cada cosa, pero he preferido aunarlas porque han formado parte
de unos días muy amenos por el “Foro”.
En la mañana del viernes 3 de diciembre me acerqué con mi
buen amigo Javi Cristiano a ver la exposición “Madrid Metal”. Ambos íbamos muy
ilusionados porque, a pesar de no ser de Madrid, hemos vivido muchas cosas en
sus calles, pabellones y salas en cuanto a la música se refiere. El panel de
presentación con esas referencias a letras de canciones de Banzai, Barón Rojo,
Obús, Panzer y Santa, cinco referentes dentro del panorama metalero estatal, ya
hizo que nos emocionáramos bastante. Mientras íbamos avanzando leyendo los
paneles y viendo las fotografías y los murales esa emoción iba creciendo a la
vez que recordábamos anécdotas de este o aquel concierto o de este o aquel
sitio. Nos paramos a comentar cada cosa que veíamos como si fuéramos dos críos
que vuelven a esos años donde todo rotaba alrededor de la música que más nos
gusta, el Heavy Metal, ahora también nos pasa eso, pero se vive de otra manera,
cosas de la edad, supongo. La cuestión es que, durante el tiempo que pasamos recorriendo
aquellos pasillos fuimos dos personas felices porque nos sentíamos
identificados al máximo con lo que estábamos contemplando, pero, llegado el
final, me invadió una rara sensación de vacío. Y digo que me invadió porque a
mi colega no le pasó exactamente lo mismo.
Comentándolo después con una de las chicas de información,
para mi consuelo, por decirlo de alguna manera, sentí que esa sensación no era
solo mía. Ella, aficionada al Metal como nosotros, decía lo mismo que yo: “La
exposición está bien, pero le falta chicha”. Esa chica de la que ella hablaba
era la que yo definía como “algo de fetichismo”. Con esto me refiero a que,
además de paneles, fotos y las imágenes de actuaciones de grupos en míticos
programas de televisión de la época, eché de menos ropa, muñequeras,
zapatillas, entradas de conciertos, carteles de los mismos, algún producto de
peluquería, chapas, parches y toda esa parafernalia que debías lucir si querías
ser un/a Heavy de los pies a la cabeza en aquellos tiempos, y en estos. Está
bien recordar lugares y vivencias, pero cuando esos mismos sitios y
experiencias se ven reflejados en objetos que tod@s usábamos y de los que
presumíamos, creo que todo se amplifica un poco más. Punto y aparte es el libreto
que acompaña a la exposición. Por cierto, poco más y nos quedamos sin él porque
durante nuestra visita no había ni uno en el lugar destinado a recogerlo, menos
mal que, casi cuando nos íbamos, pasó una chica con unos cuantos y nos pudimos
hacer de él. Los textos que puedes encontrar en este folleto sí que te hacen
revivir todo lo que te encuentras en los paneles. Te pasa porque te sientes
identificad@ con las experiencias que te cuentan acerca de los sitios a donde
íbamos, los lugares donde pasábamos horas escuchando música, los grupos que nos
molaban y nos siguen molando, lo duro que era hacerte con esta prenda o
aquella, lo bien que cada cual se lo pasaba vistiéndose para salir o ir a un
concierto, la relación del Rock con otras disciplinas como el cine, los puntos
de reunión de la peña y todas esas cosas que formaban una parte muy importante
de nuestra manera de entender la vida a través del Metal. A pesar de lo que
estoy comentando, no quiero parecer un mal cara y decir que no es un currazo el
que se han metido tod@s l@s participantes y organizadores/as de esta exposición
porque sería totalmente falso. Así que mi enhorabuena por conseguir que el
Heavy, por fin, sea reconocido como un movimiento cultural con su propia
idiosincrasia y, por supuesto, como una música que para much@s será solo ruido,
pero que, para nosotr@s, siempre ha sido y es un deleite para nuestros oídos.
Acompañado también por mi colega Javi, la verdad es que me he
pasado casi todo el finde con él, me fui a ver a una de las bandas que más
ganas tenía de sentir en directo, Soen. Antes de entrar, y a cuenta de un
comentario de mi amigo, caí en que este era el primer concierto de un grupo de
fuera que iba a ver durante el tiempo de pandemia. Ya estuve en el de
Reincidentes en acústico en Cáceres y en el festival Acerock organizado por la
peña de Mérida, pero no en uno de guiris. Abrieron la noche los Oceanhoarse,
unos finlandeses que practican un Heavy clásico que se esforzaron en romper el
hielo consiguiéndolo solo en algunos instantes. A temas propios como “Reaching
Skywards”, “From Hell To Oblivion” o “Headfirst”, este fue con la que
empezaron”, sumaron una versión del “Bark At The Moon”, de Ozzy Osbourne, y
sendos solos de batería, bajo y guitarra. Añadiendo que fue el grupo que peor
sonido tuvo del evento, nunca entenderé esto de que tengas alrededor de
cuarenta minutos de actuación y te dediques a hacer solos o versiones en vez de
tocar canciones propias, pero allá cada cual con su show, claro. La cuestión es
que tampoco me dijeron demasiado, a pesar de su esfuerzo.
La segunda banda anunciada, al menos en la entrada ponía eso,
era Port Noir, pero, por razones que desconozco, quienes aparecieron sobre las
tablas fueron Lizzard. Y qué queréis que os diga, sin conocer a aquellos, bendita
aparición. Siempre he sido un gran seguidor de la formación trío en la música.
Muchos de mis grupos preferidos son de esa índole, como Leño o Motörhead, por
poner algún ejemplo sin extenderme. Sin conocerlos absolutamente de nada, me noquearon
con un sonido, una entrega y una realización de temas totalmente sublime. Aquí
sí que no hubo ni solos, ni versiones, su concierto se basó en temas suyos con
los que nos quedaron boquiabiertos cada vez que terminaban cualquiera de ellos.
El sonido los acompañó en todo momento y la conexión con el público fue
creciendo conforme pasaban los minutos. Solo con el comienzo con “Corrosive” me
di cuenta de que aquello no tenía nada que ver con lo anterior. Esa sensación se
agrandó con “The Decline”, “Vigilent” y “Haywire”. A mitad de su actuación, con
“Shift”, ya tenían en el bolsillo a la sala entera. De esta forma, la parte
final, con “Mined”, “Blowdown” y, la última, “The Orbiter”, fue todo un delirio
musical. Tres músicos como tres templos, simpátic@s y entregad@s entre los que
destacaría la batería Katy Elwell. Hacía mucho tiempo que no veía a alguien
tocar este instrumento con tanta precisión y fuerza. Además, la tenía justo en
frente y, al contrario que en otras ocasiones donde sueles estar más pendiente
del cantante o de los guitarras, estuve todo el show flipando con ella.
Sensacionales l@s Lizzard, para que luego digan que no hay bandas nuevas de
calidad.
Como he dicho, Soen es uno de los grupos que más ganas tenía
de ver en directo. Temiendo que pasara como en algunos países donde sus shows
se han tenido que aplazar por culpa de la pandemia, estuvimos hasta pocos días
antes pendientes de si vendrían o no. Estos suecos formados después de que el
batería de ascendencia uruguaya Martín López abandonara las filas de Opeth,
dieron un show de los que hacen historia. Una pena que no contaran con el juego
de luces que ofrecen normalmente, sería por las condiciones de la sala, pero
eso no impidió que nos pusiéramos como loc@s desde que los acordes de “Monarch”
inundaran el lugar. Supongo que para much@s la labor del cantante Joel Ekelöf
fue lo mejor de la noche, no lo dudo, es más, estoy bastante de acuerdo con
ello, sobre todo porque es un gran voceras que sabe cómo lidiar con el público
a base de agradecimientos, chistes y explicaciones, pero todos los demás son
unos musicazos del copón. Martín, desde la batería, hace que temas tan
complejos suenen cercanos y amenos; Oleksii “Zlatoyar” Kobel con su bajo de
cinco cuerdas es como un martillo pilón aporreando tu cabeza; Cody Ford es el
típico guitarra solista que no para de pedir la colaboración de l@s presentes
en todo momento y dejo para el final a Lars Åhlund porque hizo toda una
demostración de hombre orquesta a través de la guitarra y el teclado, en mi
opinión, el más currante del concierto. Pocas bandas se atreven a meter seis
temas de su último trabajo en un show de quince, incluyendo los bises, y eso
fue lo que hicieron esto nórdicos a sabiendas de que su disco “Imperial”, al
igual que otros de su carrera, es toda una joya musical. Al ya nombrado
“Monarch” añadieron “Deciever”, “Lumerian”, “Modesty”, “Antagonist” e
“Illusion”, cómo me gusta este tema, de dicho trabajo. Entre uno y otro
disfrutamos con “Rival”, “Lunacy”, “Martyrs”, “Savia”, “Covenant” y la
grandiosa “River”. Dejaron para la segunda, y última, salida al escenario las
presentaciones y “Lascivious”, “Sectarian” y la potente “Lotus” como broche
final. Conciertazo con todas las letras, de esos que te ponen las pilas y te sienta
mejor que la más exquisita de tus comidas preferidas. No sé si este grupo
pasará a encabezar o estar en los puestos más altos de los festivales del
género, pero os aseguro que se lo merecen y que poder verlos en una sala a
menos de tres metros con un sonizado de aúpa y una entrega total ha sido una
experiencia de esas que te hacen olvidar los tiempos tan duros que estamos
viviendo. Muchas gracias, Soen, por todo, espero veros siempre que volváis por
estos lares. Antes de terminar, quiero volver a destacar el comportamiento
incívico de parte del público. A l@s siempre gilipollas de turno que se pasaron
el concierto sin mascarilla hay que añadir aquell@s que se dedicaron a dejar en
el suelo los envases de cristal de los tercios que consumieron con el riesgo de
caídas y resbalones que ello suponía. Estoy un poco bastante cansado de est@s
malotes/as que van de superguays y lo único que hacen es fastidiar a l@s demás.
Lo digo porque tuve una peña al lado que se dedicó a dejar dichos envases a mis
pies, y hablo de por lo menos diez o doce tercios vacíos, y estuve a punto de
darme una buena hostia cuando salté en una ocasión y mi pie fue a parar a uno
de ellos.
Como cierre de este finde intenso pasé la tarde del domingo en la nueva edición del Expocómic madrileño, conocido también como Madrid Cómic Pop Up, en compañía de mi expareja y gran amigo Jose Gallardo. Después de comer en uno de los restaurantes de las inmediaciones de IFEMA, nos dirigimos al pabellón donde se celebra dicho acontecimiento. La primera sensación que tuvimos, ya antes, incluso, de acceder al recinto, fue de desamparo debido al poco público asistente. En comparación con otras ediciones a las que hemos asistido los dos, y hemos estado en casi todas las anteriores, no llegaba ni a un 30%. Además de haber otros eventos dirigidos al público infantil y juvenil, aquí caigo en mi siempre odiada idea de que los cómics son exclusivos de dicho público, está claro que la pandemia ha hecho estragos en este tipo de convocatorias. Sea como fuere, yo sigo disfrutando muchísimo con la mayoría de las cosas que me encuentro. Sí que es verdad que eché de menos esa marabunta de peña disfrazada que da un gran colorido al salón, pero, me encantaron las exposiciones, sobre todo la de Goomer que siempre me ha parecido un personaje excepcional con esos guiones y dibujos de Nacho Moreno y Ricardo Martínez, respectivamente. También disfruté con los paneles de la revista TMEO y con los del trabajo de Jorge Fornés. Adquirí alguna publicación que hacía tiempo buscaba y eché en falta las novedades de algunas editoriales presentes. El mejor momento fue el rato que pasamos en las firmas con Paco Hernández, Rosa Codina y Aroha Travé con l@s que pudimos charlar largo y tendido y contarnos experiencias y vivencias relacionadas con todo lo relativo al cómic. Rosa me dio una información en exclusiva acerca de su nuevo proyecto que prometí no comentar después de enseñarle mis publicaciones sobre “Rompepistas” y Paco y Aroha fueron de lo más cercan@s y amables. Prometemos volver primero porque siempre pasamos un día o tarde agradable y segundo porque, ahora más que nunca, es necesario apoyar todos estos eventos si queremos seguir disfrutando de ellos en un futuro que, deseo, sea mejor.
Hasta aquí esta larga crónica, espero que no os haya aburrido en exceso. Era mucha la necesidad de pasar y vivir experiencias como las relatadas en estos párrafos. También han surgido otras a las referidas, pero esas son de índole bien distinta y no por ello igual de importantes. Disfrutad, siempre con cordura, de todo aquello que la Cultura os ofrece porque nunca se sabe si el puñetero virus te va a dar un portazo en las narices. ¡¡Sed felices!!
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