Antes de entrar de lleno en esta obra del escritor vasco
Ramón Zarragoitia, quiero darle mi más cordial bienvenida a la colección
“Estrébedes” de la editorial “Letras Cascabeleras”. Es para mí, como autor con
el que se inició dicha colección, todo un placer tenerle como compañero de
editorial y andanzas literarias. Espero coincidir con él algún día e
intercambiar impresiones y vivencias de este mundillo en el que estamos metido,
además de hacerle entrega de mi libro, por supuesto.
Ramón Zarragoitia es oriundo de Gorliz. Con una formación
como urbanista, comparte su afición por la Literatura con la Filología. Esto se
nota bastante en las páginas de este “Topónimos”. Este no es su primer trabajo
para “Letras Cascabeleras”, en 2014 vio la luz bajo esta editorial “Epistolario
De Un Soñador”. Con anterioridad puso en el mercado “Me miro Al Espejo… Y Me
Gusta Lo Que Veo”, para la editorial “Groenlandia”. Algunas de estas obras han
sido reconocidas por la Fundación Imprimatur, de San Fernando De Henares, y por
la Asociación Cultural “El Encierro”, de San Sebastián De Los Reyes. Hay que
destacar, igualmente, su colaboración con revistas literarias como “La Sirena
Varada”, “Fábula”, “Periplo” o “Yzur”, entre otras.
“Topónimos” es un compendio de catorce relatos no demasiado
extensos que llevan por título el nombre de un lugar donde se desarrollan los
hechos que Ramón cuenta en cada uno de ellos. Como algo destacable está la
labor lingüística que el autor ha llevado a cabo a la hora de plasmarlos en el
papel. Creo que eso, sumado al contenido de muchos de ellos, esa mezcla de
expresiones, palabras y acentos, le da al libro un dinamismo especial que hace
de él algo único y, sobre todo, ameno, muy grato.
Después de ese gran prólogo a manos del escritor abulense
Ángel Silvelo, estas páginas se abren paso con las andanzas de un señor casado
por el Barrio Rojo de Ámsterdam. Como muchos maridos que viven su enlace
matrimonial a salto de mata entre la fidelidad con su pareja y el pago a la
hora de encontrar sensaciones sexuales, digamos, menos convencionales, este
semiasiduo de Wallen se llevará toda una sorpresa al contemplar uno de los
escaparates de esta parte de la capital holandesa. Queda en el aire si la
mentira en la que vive sigue creciendo después de este encontronazo y los
hechos que le suceden.
De Holanda saltamos a Gijón para encontrarnos con el primer
relato donde Zarragoitia pone de manifiesto sus conocimientos sobre el Blues.
La acción se desarrolla antes, durante y después de la actuación de un
reconocido compositor de este tipo de música en uno de lo de los locales de la
ciudad asturiana. Para aquell@s que somos algo profan@s en esto de Blues, es
todo un placer aprender algo más sobre el mismo a través de este relato. Aquí
el sueño de alguno de los protagonistas se hará realidad. Como encontraremos
más adelante, sobresale el conocimiento de l callejero del lugar por parte del
escritor.
La capital del Estado da título al tercer relato. Al igual
que ocurre durante el mismo, a veces, un premio puede convertirse en algo que
destapará el más oscuro de nuestros pasados. La entrega de una estrella
Michelín al chef protagonista de lo que se nos cuenta en estos párrafos acabará
dándole un sabor agridulce al menú de cierto día en el restaurante que dirige
con seriedad. Como buena historia de suspense, el final es lo mejor de la
misma.
Huesca es la encargada de continuar con este viaje literario
a través de personajes que descubren su procedencia. Una carta procedente de
Argentina será la encargada de descorchar la procedencia exacta del
protagonista. Siempre he sido un gran seguidor de este tipo de entregas donde
una misiva, con su peculiar lenguaje, se convierte en el epicentro de la
acción. Supongo que esta ha sido una de las razones por las que este texto está
entre mis favoritos. ¿Acabará Marcelo conociendo todo lo que desea acerca del
autor de dicha epístola?
No me importaría conocer Nueva York, aunque, he de reconocer,
que preferiría visitar otros muchos lugares de Norteamérica. No sé qué tienen
las macro urbes que me atraen y dan repelús a partes iguales. Haciendo gala, de
nuevo, esto será una constante en la obra, de su conocimiento sobre la ciudad
que nunca duerme, un inmigrante español se da de bruces con un suicida que
intenta tirarse de uno de los altísimos edificios que forman esta “city”. Que
si sí ayudo, que si soy el único que se percata o presta la suficiente atención
a la futura tragedia, el suicida que se tira y no se tira y así hasta que
aparece el policía de turno que resuelve el entuerto con mejor o peor final,
según se mire. Este remolino de acción es el que da forma a este relato. Todo
ayudará a convencerse, aún más, de los sentimientos que esconde el protagonista
hacia New York.
Un autocar con un único pasajero. Los pensamientos y
divagaciones del conductor acerca de la vida del mismo. La experiencia antigua
durante el trayecto en bus del viajero. Mezcla de la realidad del momento con
recuerdos oscuros. ¿Víctima de la víctima o confesor de la misma? Es lo que
tendrás que descubrir en Colunga, sexto relato de la serie.
Nájera da título a otro de los relatos que más me han
fascinado, sobre todo, por su intriga. De escasa extensión, eso le da mucho más
mérito aún, una llamada conduce a las reflexiones que acabarán con el Desenlace
del personaje. Ocurre todo tan rápido que es de esos textos que te quedan con
las ganas de saber mucho más de lo que se expone en sus páginas. Sensación, al
menos para mí, de las más positivas que puedes tener a la hora de leer.
En Barrika hace su primera aparición Joserra y, por segunda
vez, un suicida. Con distinto encuadre, pero similar desenlace al anterior
pasaje, pienso que este personaje le daría mucho juego a Ramón a la hora de
escribir algo donde él fuera el protagonista. Su predisposición a meterse en
“líos” ajenos y la manera de resolverlos, a veces contraria a la de allegados y
jefe, serían una gran trama para próximas obras del autor. Esto es solo una
percepción como lector, evidentemente.
Tanja es, sin duda, uno de los textos más duros de los
catorce. La fatalidad que se vive día sí, día no, en las aguas del estrecho de
Gibraltar, unida a este gran conocimiento de la cultura árabe, hace que las
líneas de Ramón sobresalgan por encima de las anteriores. Impactante y
sobrecogedor, a la vez que real, como la tragedia misma.
Hace mucho tiempo que tengo ganas de conocer Soria. Me gusta
visitar esos lugares que a nadie le da por ir. Siempre que lo propongo a mi
pareja o amig@s me dicen lo mismo: “Pero si en Soria no tiene que haber ni
pájaros” o “¡¡Vaya perra que te ha dao con Soria!! Pues nada, que ha sido todo
un subidón encontrarme con esta ciudad como título de este décimo relato donde
lo onírico se mezcla con lo real en el plano amoroso. Debe ser difícil estar
enamorado de un amigo de toda la vida. Si a esto le sumas que él no te
corresponde, además de ser un homófobo de manual, peor aún. Esto es lo que se
traen entre manos Fede e Ismael. Descubrid cómo acaba este entuerto de picnics,
viajes por el campo y engaños de por medio.
Plentzia es el segundo lugar donde Joserra hace aparición en
el libro. Con lo contado en estas páginas me reafirmo en lo dicho anteriormente
sobre este personaje. Aquí nuestro periodista salva a una chica de una
violación en grupo ante la mirada impasible de otros personajes. Joserra
comparte protagonismo con alguien muy cercano a él. Buen reflejo y reflexión
sobre este tipo de acontecimientos que parece ser que están creando una de las
modas más vomitivas del comportamiento humano; aunque estas agresiones, por
desgracia, no son nuevas y, lo más jodido, es que pasan inadvertidas o se las
tergiversa verbal o judicialmente. Ramón, dale más vidilla a Joserra y su fiel
colega; ambos se lo merecen.
En Zarautz el autor toca otros de los temas,
desgraciadamente, más candentes de la actualidad, la violencia de género. Con
un guion muy bien desarrollado, Zarragoitia nos presenta uno de los miles de
casos que protagonizan esta lacra mundial. Muy bueno el detalle final de la
relación entre los protagonistas con esa posdata que la sociedad se encarga de
escribir en muchos de estos casos.
Córdoba, una de las tantas americanas, da título a este
pasaje donde Gonzalo sueña, más bien vuelve a soñar, en convertirse en un gran
escalador. Así puede explicar las razones de sus problemas físicos a través de
una inmemorable hazaña. Otro alarde de conocimiento del lenguaje local por
parte del autor que, unido al resultado onírico del protagonista, hacen de este
relato uno de los más simpáticos, por definirlo de alguna manera, de los
expuestos en este “Topónimos”.
Para cerrar, una ciudad que siempre me acogió con los brazos
abiertos y a la que hace que no visito hace más de una década, Bilbao. Toda una
escena policial, con intención de fuga incluida, se desarrollará en los
aledaños y terrazas del museo más famoso de la capital vizcaína. Tendréis que
leerlo para conocer el resultado de tanta persecución y despiste. Os aseguro
que no os vais a arrepentir. Gran final para cerrar esta obra repleta de tramos
muy duros.
Como cierre a este repaso a “Topónimos”, felicitaré a Ramón
por su libro; por los buenos momentos que he pasado con algunos de sus textos;
por los malos instantes que han hecho retorcerme de rabia con la lectura de
otros y, como dije con anterioridad, por su enorme trabajo lingüístico y de
geografía. Lo dicho, espero que nos conozcamos y charlemos como autores que
hacen que esta colección “Estrébedes”, de “Letras Cascabeleras”, siga
creciendo.
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