Lo que viví el pasado sábado, 5 de Octubre, en la sala
Impacto placentina, aunque suene un poco exagerado, fue un sueño hecho
realidad. La verdad es que en la ciudad del norte de Cáceres me pasa esto muy a
menudo, musicalmente hablando. Much@s de l@s que me conocen saben bien que
siempre he sido un gran seguidor de Daniel Higiénico, en cualquiera de sus
formatos. Es más, algunas de estas personas han descubierto, o seguido, la
carrera de este músico mallorquín a través de mí. Me parece que es un tipo muy
infravalorado en el panorama musical estatal, sobre todo por su variedad en
cuanto a estilos musicales, y sus increíbles letras; pero, bueno, estas cosas
son muy de andar por casa en estos lares.
Como se esperaba, la Impacto estaba casi vacía cuando entré
para el concierto. Esto me permitió, a mí y a otr@s asistentes, charlar con
Daniel. A pesar de lo que se pueda pensar, no hay nada de divismo en este
hombre. Me acerqué a él mientras revisaba la guitarra para que me firmara su
libro “El Paseo Infinito”, le regalé un ejemplar del mío, “EL Crujir De Las
Hojas”, estuvimos charlando sobre música y literatura unos diez minutos y luego
se bajó del escenario, se pidió un cubata y se puso a charlar con nosotros, con
Miguel, el hijo de un amigo de Guadalupe que me pareció un chaval super majo y
al que espero volver a ver, y conmigo, como si fuéramos colegas de toda la
vida. Nos explicó por qué venía él solo, sin banda, sus próximos proyectos y
alguna que otra anécdota que me quedo para mí.
Como he dicho antes, cuando Daniel se hizo con el escenario
no estaríamos más de 30 personas en la sala. Estas cosas tienen su parte
positiva y negativa. Supongo que para los artistas el hecho de meterse la panzá
de kilómetros que se meten para encontrarte este panorama debe ser algo
desolador. Todo lo contrario, para lo que podemos sentir desde el público, ya
que, al fin y al cabo, estos acaban siendo unos conciertos tan íntimos que
están tocando para ti y un@s cuant@s colegas más. La cuestión es que Daniel se
lo curró como si de una sala llena con 2.000 espectadores se tratara. Es más,
me atrevo a pensar que hubo momentos en los que se sintió mucho más a gusto que
en lugares como esos.
Su show fue instructivo, cercano y cañero a partes iguales.
Instructivo porque nos explicó con pelos y señales de dónde precedían las ideas
que le llevaron a componer cada uno de los temas que fue desgranando durante su
concierto. Cercano por todo lo comentado con anterioridad. Y cañero porque, a
pesar de ser él solo con su guitarra, a veces incluso cantado a capela, se dejó
la piel en cada canción. Comenzó con “Bombas”, uno de los mejores cortes de su
último disco, “Blues Experience”, del que cayó también “Móntate Una Fiesta”. A su
vez, presentó un par de temas de lo que será su próximo trabajo, del que tiene
pensado crear un crowdfunding para la edición y del que, desde ya, digo que
cuente conmigo para tal iniciativa. Toda una primicia, no fue la única, que nos
dejó preprad@s para lo que se nos venía encima.
Hizo un repaso a casi toda su discografía con temas antiguos
como “A Veces Me Pregunto Si Los Peces Duermen”, la impresionante “Como Un Árbol”,
no me atrevería a decir que es mi tema preferido suyo, pero seguro que está
entre los que más, o “Tango… Un Coche”. A estos les añadió otros un poco más
actuales como “Mucho Look Y Pocas Nueces”, “Como No Llueva”, muy apropiada para
la sequía que estamos sufriendo por estas tierras, “Yo Quiero Hablar Como Un
Argentino”, “Sentirte Especial” o la potente “Lecciones De Moderación”, entre
otras.
Mientras las introducciones nos hacían cambiar de idea acerca
de la procedencia de esta u otra canción, nos adelantó otro par de temas de su
próximo trabajo dedicados a eso tan universal, machacado y manido que es el
amor. Os aconsejo que prestéis atención a la ranchera porque es un temazo. Nos dijo
que había metido también una jota, deseando escucharla estoy. Después se lanzó
con esos dos clásicos dedicados a los bares como son “Esta Ronda La Pago Yo” y,
por supuesto, “El Bar De Moda” antes de despedirse. Sorprendido con la
insistencia de l@s presentes y la cara de pocos amigos del dueño del local, ni
corto ni perezoso, se subió y cantó a pelo uno de esos temas que, de sacarlo en
los momentos que vivimos, le tacharían de mil una forma, “Flipando En Colores”.
Yo sigo pensando que tiene muchísima razón en lo que dice, pues esto de lo
políticamente correcto a veces se sale del tiesto y, de seguir así, vamos a
acabar tod@s hechos un@s cursis del copón. No satisfech@s con el regalo, le
pedimos otra y otra; como en los conciertos de los pueblos, vamos. Nueva mirada
al dueño y carrera al escenario para acabar su concierto con “El Hombre Cucaracha”
que, por lo visto, hacía mil que no interpretaba en directo.
Un lujazo de concierto. Me lo pasé mejor que bien, en buena
compañía y con uno de esos músicos que llevas años deseando ver y, por fin, lo
consigues. Ahora me queda por asistir a un show suyo con banda, seguro que será
ya la repera. Gracias, Daniel, por tu sencillez, tus letras que ya las
quisieran muchos grupos de Punk, como hablamos, y, sobre todo, por tu cercanía.
Espero que nos volvamos a cruzar pronto. Estaré al loro de la salida de tu
próximo redondo.
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