Si tienen algo especial los conciertos, además del asunto
musical, claro está, es el encuentro con colegas que hace mil que no ves. Esto
fue lo que nos ocurrió en la última visita de Alice Cooper a la capital del
Estado. Estuvimos con peña de Málaga, San Sebastián y Zaragoza;
todo un placer compartir una velada tan rockera con ell@s. Sí que es verdad
que, sin saberlo, había más amig@s de Cáceres por el recinto, a algun@ los
vimos a la salida y de otr@s supimos su presencia por cierta red social una vez
regresamos a casa. De una manera u otra, fue una tarde-noche de sábado espectacular,
tanto en lo referente a la música como a todo lo demás.
Casi una década ha pasado desde que Alice Cooper pasó por
este mismo recinto, el Palacio Vistalegre de Madrid. En aquella ocasión me fue
imposible acudir, pero ahora no me lo pensé dos veces; más sabiendo que en
nuestra comunidad el fin de semana se alargaba; algo que aprovechamos para
otros asuntos que también tendrán cabida en este blog. Tenía muchas ganas de
ver a Black Stone Cherry ya que me parecen una de esas bandas con un sonido
que, sin ser totalmente novedoso, los hace diferentes. Precisamente fue el
sonido de su concierto lo que les traicionó durante su actuación. Había
momentos en los que la voz de Chris Robertson era engullida por las cuerdas de
Jon Lawhon, al bajo, y Ben Wells, a la rítmica, pero, sobre todo, por ese muro
sonoro que crea John Fred Young detrás de los parches. Todo un descubrimiento
este batería, uno de los músicos más destacados de la noche.
Arrancaron con “Burnin´” para ofrecernos un show mezcla de
ecos de Rock Sureño con Blues y Metal. Con la peña aún entrando y, como he
dicho, la voz de Robertson en el techo del recinto, siguieron repartiendo cera
con “Me And Mary Jane”. Después de estas empezamos a darnos cuenta de que
aquello iba a ser así, algo que Chris entendió para lucirse de lo lindo en los
solos que nos quedaban por disfrutar. Los de Edmonton siguieron intercalando
las carreras del guitarra rítmica y bajista con momentos más pausados, pero
igual de efectivos, como los vividos durante “Hollywood In Kentucky”. Lo
curioso es que había una parte del público, como suele ser en estos casos, que
estábamos totalmente metidos en el concierto mientras que otra pululaba de un
lado a otro sin apreciar temas del calibre de “In My Blood”, por ejemplo. Su
tiempo transcurría subiendo la temperatura con la impresionante “Blame It On
The Boom Boom”, una de las más esperadas, sin duda, hasta el cierre con “Family
Tree”. Brillantes estos norteamericanos con los que espero cruzarme de nuevo
algún día en un concierto o festival.
La verdad es que tenía muchas ganas de ver a Alice Cooper en
directo. Es de esos conciertos a los que tienes que asistir, al menos, una vez
en la vida. Lo primero que destacaré es el cambio tan brutal de sonido con
respecto a los teloneros. Ya sé que esto es normal, pero, en el caso que nos
incumbe, fue muy descarado el asunto. El de Detroit arrancó por todo lo alto
con tres trallazos de los mejores de su extensa carrera, “Feed My
Frankenstein”, “No More Mr. Nice Guy” y “Bad Of Nails”. ¡Toma ya! Así
cualquiera se mete en el bolsillo un recinto, por cierto, bastante concurrido,
esperábamos menos afluencia viendo los alrededores antes del evento. Está claro
que el precursor de todo eso que se hace llamar “Shock Rock” no se iba a quedar
atrás en lo relativo a la parafernalia. De hecho, al poco de comenzar ya hizo
acto de presencia el enorme muñeco de Fraken Alice como aviso de lo que nos
esperaba.
Con los miembros de la banda totalmente entregados, menuda
labor a las seis cuerdas por parte de Ryan Roxie, el mismo que estaba en las
filas de Casablanca cuando pasaron por Cáceres, Tommy Henriksen y, por
supuesto, Nita Strauss, continuaron con la rocanrolera “Raped And Freezin´”. Un
castillo medieval por escenario, pasarela y torre incluidos, y Alice Cooper
portando su mítica chistera y bastón, hicieron avanzar el show con “Fallen In
Love”, uno de los cortes pertenecientes a su último trabajo que os recomiendo
escuchéis. La parsimonia con la que Cooper se desplaza por las tablas se ve
contrastada por la locura de sus guitarras y bajista que no pararon en ningún
momento. Las maracas nos avisaban de que “Muscle Of Love” iba a sonar en
Vistalegre antes de arremeter con otro de sus clásicos, “I´m Eighteen”, muleta
en mano. Todo hace pensar que el paso de los años no ha hecho sino afianzar
todo lo referente a la teatralidad que Alice imprime a cualquiera de sus
canciones.
Con “Billion Dollar
Babies” vino por primera vez el cabezón del bebé asomado a la ventana del
torreón y unas siniestras imágenes de cuatro nenes, o nenas, al fondo del
escenario. Todo dios coreando un estribillo que habrá sonado en garitos
rockeros desde ni se sabe. Claro que, como momento de alto voltaje, “Poison”
fue uno de esos cortes con el que nos desgañitamos de principio a fin; single
perteneciente a su afamado “Trash” con el que el señor Furnier volvió a subirse
a lo más alto del pódium de ventas después de unos años de sequía, no en su
garganta. A esto se unió el solo de Nita que demostró que está ahí por méritos
propios, no por ser una cara bonita, precisamente. Con “Roses On White Lace”
apareció en escena por primera vez la mujer del cantante disfrazada de novia
embadurnada en sangre como parte del show. “My Stars” fue el instante de
descanso para Cooper; el mismo con el que la banda al completo nos dejó con una
cara de bob@s que no veas. Increíble la labor de los tres guitarras que no
dejaron en ningún momento de cederse protagonismo en “Devil´s Food” y “Black
Widow Jam” hasta dejar solo al batería Glen Sobel para demostrar que es un
grande a las baquetas.
El descanso le sirvió al frontman para aparecer enfundado en
su consabida camisa de fuerza para afrontar “Steven”. Da igual si fue o no una
de las que mejor sonaron, solo con estar pendiente de todo lo que hay alrededor
de lo que monta este señor tienes bastante. Es importante no perder detalle es
esta mezcla de música y teatro. Vuelta a escena de Sheryl vestida de enfermera
empujando un carrito de bebé para encararse con el protagonista del concierto
durante “Dead Babies”. Él pilla al chico, ella se lo arrebata, le golpea y así
durante todo el tema. Con la llegada de “I Love The Dead” sacaron la
esperadísima guillotina con la que tod@s deseábamos que le cortaran la cabeza a
Cooper. Desde luego, no es tan impactante como lo sería en su momento, pero este
momento es imprescindible en cualquiera de sus conciertos. Luego la enfermera
se pasea mostrando su trofeo para dar tiempo a que Alice se cambie de vestuario
por enésima vez y arremeter con “Escape” antes de otra de las más esperadas,
“Teenage Frankenstein” con la que cerraron después de casi hora y cuarto de
show.
Estaba claro que aquello no podía terminar así. Volvieron
para los bises con “Under My Wheels”, donde el cantante lució a sus espaldas el
logo de Hollywood Vampires, la banda que comparte con Joe Perry y Johnny Deep.
“School´s Out”, como era de esperar, fue el final definitivo del concierto con
estribillo de Pink Floyd de por medio y un montón de pompas de jabón,
papelillos de colores y globos inmensos que Mr. Cooper iba explotando puñal en
mano.
Muy bueno el concierto. Personalmente, eché en falta algún tema como “Hey
Stoopid”, pero no se le puede pedir más a alguien que lleva media vida, alrededor
de cincuenta años, rulando por el planeta. Que está todo muy calculado, el
tiempo encima de las tablas más aún; que los músicos que lleva son los que le
sacan de apuros porque su voz y energía en escena no es la que era, pues claro,
también da oportunidad a esos músicos para que sean mucho más conocidos; y que
la entrada era un pelín cara, pues también, pero eso no es del todo culpa de
los grupos, más bien de los promotores y sus ansias por llenar los bolsillos.
Porque yo me sigo preguntando: “¿Dónde está la sonada bajada del IVA en
conciertos, cines y demás?” Yo no la he notado, pero ese es otro tema para hablar
en su momento. Gracias a Alice Cooper y su banda y a Black Stone Cherry por una
noche especial donde las haya. Esperemos verlos pronto de nuevo por estos
lares.
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