Merecidas vacaciones las que nos
aguardaban a mi novio y a mí. A él por, como cualquier autónomo, no poder parar
de currar en todo el año y a mí por haber pasado uno de los veranos más largos
de mi vida con lo mal que llevo la caló. Después de ver qué destinos nos
vendrían mejor a los dos no decidimos por Granada y Cazorla, con una pequeña
parada en Jaén.
Nuestro paso por la capital de los
olivos no fue, digamos, ni extenso ni intenso. Sólo estuvimos un día y lo
aprovechamos para visitar la que pretende ser Patrimonio de la Humanidad, su
Catedral. Es un edificio renacentista ubicado sobre la que fuera anteriormente
una catedral gótica. De una impresionante, aunque sobria, fachada se puede
decir que es la joya de la ciudad. Destaca, sobre todo, por su cúpula y altar
mayor a los que se unen una bella capilla mayor y las típicas capillas menores
de este tipo de edificios. Sin duda alguna, su mayor atracción es la reliquia
del Santo Rostro, la cual pudimos contemplar en una exposición realizada en una
de las salas exteriores a la catedral. No puedo decir que me impresionara en
exceso este monumento. Está claro que tiene su encanto pero, después de visitar
otras catedrales, se me quedó un corta. Supongo que influiría que la
visita fue un poco rápida pues nos encontramos con una ciudad en ferias y la
mayoría de las calles estaban o cortadas o te dejaban pasar cada cierto tiempo.
Después de esto nos dimos una vuelta por la ciudad para conocer alguno de sus
pubs pero nos encontramos con poco ambiente. Espero que la razón fuera que la
mayoría del personal estaba en el recinto ferial. Poco más sobre Jaén, una
ciudad que no nos entusiasmó en exceso pero que merece la pena visitar y sacar
tus propias conclusiones sobre ello.
A la mañana siguiente pusimos rumbo a
una de mis ciudades preferidas del Estado, Granada. He perdido la cuenta de las
veces que he estado pero nunca me canso de visitarla. Se puede decir que es uno
de esos lugares a los que hay que ir, al menos, una vez en la vida. Cuando lo
hagáis sabréis qué quiero decir con esto. Después de registrarnos en el hotel y
demás, salimos pitando para recoger nuestros bonos-visita en la famosa Plaza
Nueva. Este tipo de bonos es totalmente recomendable si, al igual que nosotros,
tenéis intención de conocer varios edificios y museos de la ciudad. Además de
ahorraros en la entrada de los mismos tendréis una serie de viajes en bus que
no os vendrán nada mal. Una vez hecho dicho trámite, comimos y nos relajamos un
rato para poder pasar la tarde tranquilamente paseando por el Albaicín que no
es otro que el barrio antiguo de la ciudad. Sus estrechas calles unidas a sus
cuestas y peculiares casas y plazoletas hacen de este sitio algo particular. Evidentemente
lo mejor es el mirador desde donde pudimos contemplar el encendido de las luces
de la Alhambra, uno de los mejores momentos del viaje. Esta jornada la acabamos
cenando las famosas tapas, o tapones,
granadina y visitando uno de los míticos bares rockeros de la ciudad, “El Enano
Rojo”. Poco más esa noche ya que nuestra intención era levantarnos temprano para estar
a primerísima hora en la Alhambra.
Nunca creí en el refrán ese de que a
quien madruga y todo lo que le sigue pero tengo que reconocer que el hecho de
llegar de los primeros a una de las grandes maravillas de nuestro Estado, a ver
cuando le conceden de una vez el título a nivel planetario, tuvo su recompensa.
Accedimos a la Alhambra subiendo ese pedazo de cuestón en bus, que para eso se
incluían en los bonos, y fuimos de los veinte o treinta agraciados de tenerla
para nosotros solos durante casi dos horas. He visitado este edificio como
cinco veces pero la sensación que te produce pasear por los jardines del
Generalife sin otro ruido que no sea el propio de las fuentes y el viento no
tiene precio. Digo esto porque una vez que las visitas se masifican, y esta se
masifica y mucho, como que pierden encanto los sitios. Te entran las prisas colectivas
y los murmullos, cuando no las voces, ajenos hacen que tu concentración en lo
que tienes delante pierda puntos. ¿Qué os puedo contar de la Alhambra que no
hayáis oído? Simplemente que vayáis, que la conozcáis y que os perdáis en el
tiempo con sus edificios, fortalezas, torres, jardines, flora y palacios. Solo por conocer los palacios Nazaríes, con su famosa fuente de los leones, ya vale la pena.
Puede que el haberla visto tantas veces haga que haya perdido cierto impacto en
mí pero os puedo asegurar que la primera vez sigue emocionando. Eso sí, id con
tiempo si queréis ver lo máximo posible porque lleva un rato largo hacerlo. La Alhambra,
siempre la Alhambra.
La jornada del sábado la completamos con
la visita a la catedral y al mausoleo de los Reyes Católicos. Nunca había
estado en estos monumentos y tengo que reconocer que me gustaron. La catedral
me recordó bastante a las de Latinoamérica que solemos ver en fotos. No me
resultó gran cosa pero su altura y solemnidad, unidas a su color blanquecino,
imponen. Lo que sí me impactó fue la tumba de los reyes más famosos de nuestra
historia. No soy muy de ver tumbas pero debo reconocer que esta en concreto me
agradó. Un poco macabro, como suele pasar en estos casos, lo de los ataúdes
pero muy grandilocuente todo. Lo que no entendí bien es porqué si para ver la
catedral te facilitan unas audio guías para el mausoleo nada de nada. Me parece
que visitar “a pelo” esta parte de la ciudad sin unas pequeñas explicaciones
pierde bastante encanto porque te encuentras con una serie de símbolos,
cuadros, vestidos y esculturas que te pueden quedar frío sin ciertas
indicaciones de a qué se refieren cada uno de ellos. Hubiera preferido pagar
estas explicaciones que haber pagado, como hicimos, por dicho aparato en la
catedral que, al fin y al cabo, son bastante repetitivas en cuanto a homenajes
a santos y vírgenes. Después de esto dio la casualidad que Granada celebraba su
Noche en Blanco con lo que pudimos acceder a un pequeño museo y disfrutar de
una exposición retroactiva de fotos de distintas ciudades del Estado. Me encanta
ver cómo eran los sitios hace cien o ciento y pico de años. Me quedé de piedra
al ver cómo era la Plaza de Antón Martín madrileña años atrás, por poneros un
ejemplo. Dimos una vuelta por la ciudad, nos tomamos algo en un pub, donde aguantamos
al fantasma de turno, y para el hotel que el cansancio ya hacia mella.
El domingo por la mañana lo dedicamos a
visitar la Cartuja y el Monasterio de los Jerónimos. De la primera me gustó
mucho su Iglesia con ese impresionante retablo barroco que quita el aliento a
cualquiera. Fue una visita rápida pues las salas anteriores a la capilla no me
llamaron mucho la atención. Esos cuadros dedicados a distintos miembros de los
cartujanos llegan un poco a aburrir. Como dije antes, una vez accedes a
la capilla principal cambia todo. Pasas de pensar que aquello no merecía la
pena conocerlo a decir que has visto una de las mejores obras barrocas del
mundo. Recomendable aunque sea sólo por esto. Si la Cartuja destaca por su
retablo el Monasterio de San Jerónimo lo hace, al menos para mí, por su
impresionante arquitectura. Precioso el patio del lugar y sus aledaños. Eso sí
si queréis ver lo demás del Monasterio deberéis estar a una hora concreta y
pagar una “ayuda” extra de 7€ a las monjas para que os lo enseñen. Como veis,
la Iglesia mucho voto de pobreza pero la hucha siempre abierta. Después de
comer, descanso, tarde de cine con “Gravity” y actuación de Travesti en un pub
local. Hasta aquí nuestra visita a Granada. ¡Ya estáis tardando en ir si no la conocéis!
El lunes pasamos de la ciudad a la
montaña como segunda parte de nuestro itinerario. Tenía muchas ganas de conocer
uno de los Parques Naturales más famosos del Estado, Sierra de Cazorla, Segura
y las Villas. Nos alojamos en unos apartamentos rurales en la localidad de Hornos
de Segura. Hemos estado en varios apartamentos de este tipo en sitios distintos
y os puedo asegurar que, la mayoría de las veces, se está mucho mejor que en
cualquier hotel. Están equipados con todo lo necesario, este tenía hasta
lavadora, y estás a tu rollo totalmente. Hornos es un pueblecito serrano
pequeño acostumbrado a los visitantes. Esto se nota en sus restaurantes y en su
pub, ya querrían muchas grandes ciudades tener uno parecido. La tarde del lunes
paseamos tranquilamente por las calles de la localidad sorprendiéndonos para
bien. Una pena no poder visitar su castillo pero, es comprensible, hasta que no
se reúne cierto número de interesados en el mismo no abren sus puertas.
Después de debatir qué ruta haríamos a
la mañana siguiente nos decidimos por conocer el llamado Yelmo Chico. Tuvimos que
ir en coche hasta la pedanía aledaña a Hornos de La Capellanía y desde ahí
empezamos a ascender hasta llegar a lo que se podría llamar la base del Yelmo. Una
vez allí lo rodeamos primero de subida y luego bajada durante más de cuatro
kilómetros para volver al punto inicial y bajar de nuevo a la pedanía. ¿A qué
parece fácil? Pues os diré que fueron más de cinco horas caminando primero
cuesta arriba y luego para abajo. Eso sí, al igual que en la Alhambra,
disfrutamos del recorrido en solitario. Toda la ruta para nosotros contemplando
esos enormes barrancos repletos de vegetación y siempre vigilados por la atenta
mirada de los buitres leonados y algún águila real. No me ha defraudado nada el
lugar, es más, me quedo con las ganas de volver. Tengo que confesar que no
estuvimos solos del todo. Nos acompañó “Lombrices”, un podenco que se vino con
nosotros a hacer la ruta y que no nos abandonó en ningún momento. Gracias a él
no nos perdimos ya que en momentos de incertidumbre sólo había que seguir a “Lombrices” para elegir el camino correcto. Le pusimos ese nombre pero no sabemos cómo se llama verdaderamente este animal. Un gran compañero de viaje al que recordaremos
siempre. Vuelta al apartamento, si se puede decir así porque era más grande que
mi casa, a comer y descansar un poco. Tarde
de café y relax en el pub del pueblo. Lo dicho, me quedo con ganas de volver y
conocer otros lugares del parque.
Vuelta el miércoles con parada para
comer, más bien llenar la barriga, en Ciudad Real, y a casita. Hemos conocido
sitios nuevos, revisitado otros y descubierto algunos. Supongo que de eso se
trata cuando vas de vacaciones. Bueno, aún queda el segundo tramo pero de eso
ya os hablaré en próxima crónicas. ¡Sed felices! Es bastante necesario reír en
estos tiempos tan convulsos con el enjambre de gaviotas revoloteando sobre nuestras
cabezas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario