Cuando leemos o escuchamos a alguien
decir que nada como un buen concierto para ponerse las pilas y olvidar por unos
momentos los malos rollos que nos machacan día a día podemos llegar a pensar
que es una tontería. Nunca he estado de acuerdo con ese pensamiento y después
de vivir anoche lo vivido en el concierto de The Buildings y Marky Ramone más
en desacuerdo estoy. Aquellos y aquellas que aman la música sin etiquetas saben
de qué hablo. Nada más curativo que un
buen concierto.
A pesar de que la actuación de The
Buildings estaba programada para las ocho de la tarde cuando llegué a la sala
Barroco, serían pasadas las ocho y media, las puertas estaban aún cerradas. Empezamos
a pensar lo peor, que aquello se retrasaría hasta altas horas, algo un poco
engorroso para los que teníamos que currar al día siguiente. Pues bien, pasadas
las nueve se subieron al escenario, Guille, Toni, Pablo y Santi para ofrecernos
un concierto intenso y con mucha, mucha rabia. No sé si influyó que fueran
teloneros de quien eran pero me pareció una buena apuesta dentro del cartel. Era
la primera vez que los veía y creo que sin ser unos virtuosos, tampoco se
empeñan en ello, tienen lo que se puede llamar personalidad. Canciones con
sonidos garajeros con una buena dosis de punk, algún que otro ramalazo grunge y,
sobre todo, mucha actitud. A destacar que el batería para llevar a penas dos
días en la banda fue de lo mejorcito de la noche. Espero que tengan mucha
suerte y sigan con esa fuerza en directo.
Puntualmente, con la sala a reventar, creo
que es una de las veces que he visto más llena la Barroco, comenzó a sonar la
sintonía de la película “El Bueno, El Feo Y El Malo”. Ya no había marcha atrás,
a piñón fijo y tó palante. “One, Two, Three, Four…” sin parar. Salvando distancias,
y sin caer en comparaciones que no vienen a cuento con la banda original, el
concierto de Marky, Andrew WK y compañía fue cañero, cañero. Puede que una vez
acabada la sintonía de dicho film nos supiéramos por dónde iban a salir pero
cuando las primeras estrofas de “Rockaway Beach” llegaron a nuestros oídos
aquello se convirtió en una gran fiesta. La peña no dejó de saltar, cantar,
empujarse e incluso moshear en todo el concierto. Imposible no soltar adrenalina
con temas tan míticos como “I Believe In Miracles”, Pet Sematary” o “The KKK
Take My Baby Away”, cada vez me gusta más este tema. Claro que cuando tienes un
set repleto de clásicos y el público metido en el bolsillo no te queda otra que
disfrutar del momento. Eso es lo que hicieron, y lo que hicimos, con trallazos como
“Do You Remember R&R Radio”, “Sheena Is A Punk Rocker”, otro de los
momentos claves del show, evidentemente, “I Wanna Be Your Boyfriend” o “Do You
Wanna Dance”. Así hasta completar la intensa hora y media de puro Punk Rock
donde los haya. Poder escuchar después de tantos años “I Wanna Be Sedated”, “Teenage
Lobotomy”, “Pinhead” o “”Gimme, Gimme Sock Treatment” y que sigan impactando
con igual o más fuerza dejan claro que son canciones que forman parte de la
historia de la música, te gusten o no los Ramones. Para terminar, sin bises,
como era de esperar, una “Blitzkrieg Pop” que sonó más como un hasta pronto que
como un adiós.
Destacaría un par de cosas del
concierto, aparte de la intensidad referida, una, la cantidad de gente joven
que hubo entre el público, formado por muchas chicas, y otra la sudada que nos
metimos. Creo que poca peña salió anoche de la Barroco sin estar empapado en
sudor, prueba factible de lo que pudimos vivir. El comentario general una vez
acabado el concierto fue: “¡Que pasada! Hacía tiempo que no sudaba tanto”. Mientras
que estas sudadas sean de alegría bienvenidas sean. Es la segunda vez que el
batería de Ramones pasaba por Cáceres, espero que después de lo que vio ayer
vuelva a meter esta ciudad en sus giras. Puede dar por seguro que volveremos a
responder una vez a su grito: “Gabba, Gabba, Hey!!!!”
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