jueves, 5 de junio de 2025

Victoria Pelayo Rapado: "Reversibles"

 


Mi querida amiga Victoria Pelayo Rapado, Toya para l@s más cercan@s, hace unos meses que puso en el mercado su nueva obra, «Reversibles». Se trata de un conjunto de ocho relatos con el sello característico de la autora. Como este no es el primer artículo sobre ella que aparece en este humilde blog, haré un breve repaso a su biografía diciendo que es oriunda de Zamora y graduada en derecho, además de escritora. Tiene en su haber los premios Ciudad de la Laguna, en 1986, y el Miguel O. Rodríguez López, en 2016. Es una colaboradora habitual en el diario Hoy y lo ha sido en revistas como «Versión Original», «EÑE» o «La bolsa de pipas». Como ya he dicho, podéis leer referencias a otros libros suyos como «Orden», «Justo» o «Malos días» en este blog.




«Reversibles» arranca con «En la basura», y la trama, la singularidad de l@s personajes y la manera de describir las virtudes y vilezas de l@s mism@s te atrapa desde el primer párrafo. Puede que el hecho siempre atrayente, y a la vez escalofriante, pues ningun@s estamos lejos de acabar como ell@s, de que vivan en la indigencia que les proporciona la calle, tenga mucho que ver con esto. El contraste entre la opulencia de un@s y la miseria de los otr@s los separa tanto como los une en este relato. A ello hay que sumar la intriga que despierta en el protagonista una mujer que ha aterrizado recientemente a este modo obligado de vida. Todo un comienzo.




Conociendo la forma de escribir de Toya, lo digo con razón, y los temas que siempre le han atraído, «La apuesta» es un relato muy suyo. En una reunión con amig@s de toda la vida, con un invitado que os acaba de conocer de por medio, ¿te atreverías a apostar por quién de vosotr@s muere antes? Pues de eso va esta historia, de las envidias por parte de un@s a otr@s, sus peculiaridades personales, tanto físicas como de mentales, y sus deseos más oscuros. Realmente fascinante lo que consigue Toya en estas pocas páginas. El resultado de la apuesta, como comprenderéis, se encuentra en las mismas.




Solo con los dos primeros relatos, te enganchas a «Reversibles» sin forma alguna de volver atrás. Lo que sí hace la autora en su tercer corte, «Luisa en febrero» es cambiar de temática. Nos damos de bruces con la ruptura de una pareja donde todo parecía idílico hasta que, como suele pasar, deja de serlo. No sé si es buena idea compartir espacio con la pareja cuando esto sucede, pero aquí es lo que ocurre. Aquello que antes era fantástico ahora es agobiante, eso que no tenías en cuenta ahora te cae encima como una losa y lo que subía la autoestima te hace descender en un ascensor a cien kilómetros por hora. Todo hasta que no te queda otra que la persona que antes era tu amante, confidente y apoyo te da un portazo en las narices y te devuelve el llavero que le regalaste, entre otras cosas.




Llegamos al ecuador del libro con «Vecinos temporales». Que a la gente le encanta meterse en las vidas de los demás no es nada nuevo, ni en la realidad ni en la Literatura. Lo que suele ocurrir en estos casos es que la envidia, siempre he dicho que esta es el deporte nacional, acostumbra a estar detrás de este modus operandi. El ver feliz a alguien cuando tú, casi en la misma situación o pretendiendo alcanzar la de ese alguien, corroe hasta la médula. Y todas las alegrías de ell@s te amargan más aún la bilis, porque tú solo sabes criticar su manera de actuar, vivir o amar, algo que estás deseando y que nunca te atreves a hacer. Con frecuencia, este tipo de actitudes suelen acabar hundiéndote en trastornos tanto físicos como mentales, y si no que se lo digan a Irene.




«Pablo», título de la quinta entrega, trabaja desde los dieciséis en un desguace. Es el novio de Laura y, a pesar de que los padres de esta presumen de liberales, no es de su agrado. Y no les gusta porque, como la mayoría de los padres, quieren algo mejor para sus hij@s. Nunca sabremos qué es ese mejor. Lo que sí suele ocurrir es que el amor derriba barreras familiares y sociales, sobre todo cuando comienzas a vivir fuera de la casa de tus progenitores. Esto es lo que le ocurre a esta pareja hasta que a dichos padres no les queda otra que aceptar la situación y comérsela con patatas o como bien gusten. Todo visto desde la perspectiva de una hermana que alucina igual con el novio que con el comportamiento de sus familiares. Eso sí, hay cierto lugar de la casa que necesita urgentemente un cambio de distribución o un cerrojo.




Otra de las cosas que se llevan, se han llevado y se llevarán en esta vida son las apariencias. Hay que quedar bien delante de no sé quién, de fulanita, de tu jefe o de aquell@s con l@s que tengas que hacer negocios. De eso va precisamente «El acto». Cuando no te ha dado tiempo de arreglarte lo suficiente para asistir a una reunión super importante para tu marido, cuando la mitad o más de la gente que participa en dicho encuentro te cae como el culo, cuando no sigues los protocolos estrictos de estas celebraciones y acabas tomando alguna copa de más y, en particular, aparece alguien con quien tuviste una relación que te hace pensar que aún hay algo por lo que luchar, nada puede salir bien. A esta situación se tienen que enfrentar Alfonso y Carla, ella como verdadera protagonista y él como verdadero aparente, no vaya a ser que le salga mal el business que se trae entre manos. Este compendio de momentos e irreverencias llevarán a nuestro protagonista a sacar a relucir lo peor de sí mismo.




Tan real como cualquiera de los temas tratados con anterioridad en «Reversibles» puede ser lo que Toya nos narra en «El otro Mediterráneo». El avance del mar por el cambio climático o calentamiento global, llámalo como quieras, es algo que está ahí y va en aumento, por desgracia. Cuando cambias de residencia para largarte de una ciudad que te tiene hasta la coronilla de ruido, humo y ajetreo por una al borde del mar, con sus sonidos tan particulares, sus brisas, tormentas y olores, no te puedes imaginar que ese mismo mar termine por devorar tu sueño. Ahora solo te queda elegir entre volver a esa urbe que tanto te enloquece o terminar engullido por las aguas saladas del mar más famoso de Europa.




Para cerrar nos encontramos con «De repente, Musa». Aquí empiezo por el final, he deseado profundamente, como lector, que el desenlace de este relato fuera otro, pero, es Toya, como escritora, quien decide. La verdad es que estas páginas te ponen en un aprieto después de saber lo vivido y, ante todo, sufrido por la protagonista de las mismas. Hay muchos y muy diferentes tipos de venganza, pero el planteado aquí, en especial por la diferencia física de sus personajes, puede llegar a ser uno de los más dolorosos, sentimentalmente hablando. ¿Quién es Musa? ¿Por qué se le dedica el título? ¿Qué razones hay para que ablande el corazón de la vendetta? Pasad, leed y sacad vuestras propias conclusiones.



He de confesar que he tenido la esperanza de que tod@s l@s protagonistas de «Reversibles» terminaran mezclándose en no sé qué historia o momento. Me sigue gustando mucho la escritura de Toya. Espero que algún día le dé por hacer una novela o algo similar. Sin quitarle mérito al formato relato, lo digo porque cualquiera de los suyos podría convertirse en algo parecido. Enhorabuena, querida amiga. A seguir en la brecha en este arduo camino de las letras.




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