Todo un fin de semana por Madrid para presenciar los dos
conciertos de Metallica. Dos shows con setlist distintos y bien diferentes en
todos los sentidos. Si el viernes la presencia de público fue masiva, el
domingo bajó el número de asistentes. Esto se notó tanto en los accesos a la
hora de entrar y salir del Metropolitano como en las gradas y en la pista.
Entre las cosas positivas destacaría la buena organización, el escenario
circular, con sus pantallas gigantes y su juego de luces, y el siempre buen
rollo entre la peña. Como no tan positivas tendríamos el mal sonido, en
general, de los teloneros y la pasividad de la gente que teníamos alrededor en
las gradas. No se levantaron ni un minuto, a pesar de estar escuchando
trallazos del nivel de Master Of Puppets, el primer día, o Whiplash,
el segundo. Al final me voy a tener que empezar a creer eso de que el Rock se
hace viejo porque menudo panorama de peña, si parecía que estaban en el salón
de su casa viendo un DVD. Espera, que esto de los DVD ya es de viejos, mejor el
es po ti fio o el yo tuve y tú te quedaste sin ello. En fin, que llevo dos
grupos seguidos, Judas Priest y Metallica, que vaya con la sangre del personal.
Menos mal que el domingo conseguimos cambiarnos de sitio en la grada y vivir el
concierto de manera más intensa. Sea como fuere, he asistido a dos conciertazos
en compañía de grandes amig@s. Y eso es, realmente, lo que importa.
VIERNES
Como ya he referido, el sonido de los teloneros fue lo peor
de las dos jornadas. Y eso no falló con los Mamoth WVH. Salieron puntuales,
cuando el recinto estaba a mucho menos de la mitad, y empezaron a repartir caña
con Another Celebration At The End Of The World, después de una intro
con el Night Prowler de AC/DC. Unos músicos que no pararon de moverse en
todo momento, excepto Wolfgang Van Halen y, por supuesto, el batería Garrett
Whitlock, que le cayó una buena tostaera mientras aporreaba su instrumento,
fueron desgranando temas como You're to Blame, I'm Alright o Like
a Pastime. Así hasta dar cierre con Take a Bow y Don't Back Down
a un concierto bastante corto que nos dejó con muy buen sabor de boca. Una pena
que no pudiéramos disfrutar algo más y mejor de ellos, sobre todo porque era
una de las bandas que tenía muchas ganas de ver. Espero que la próxima vez sea
en otras condiciones.
Architetcs, con esa onda en plan Linkin Park, sufrieron menos,
en cuanto a sonido se refiere, pero tampoco es que el asunto mejorara
demasiado. El vocalista Sam Carter jugó durante todo su concierto al despiste
luciendo una camiseta de la selección, al tiempo que arrancaban con su nuevo
single Seeing Red, al que siguió Giving Blood. El público era
cada vez más numeroso cuando dejaron caer Deep Fake o Impermenence.
Las cámaras ayudaron algo a resolver el problema sónico mientras seguían
repartiendo cera con Holy Hell o Doomsday. Y entonces, el señor
Caster se deshizo de su camiseta y pudimos comprobar que, debajo de esta,
llevaba la de la selección inglesa. Con este cambio, y algún que otro abucheo,
llegaron al tramo final con Meteor, Whe We Were Young y la gran
esperada Animals. Dieron un concierto de gran nivel, con una masa de
fans que se entregaron desde el principio, algo que siempre es de agradecer.
Metallica saltó a escena con poco más de un cuarto de hora de
retraso sobre el momento en el que estaba anunciado el concierto. Comenzó a
sonar It's A Long Way To The Top (If You Wanna Rock 'N' Roll) seguida de
The Ecstasy of Gold como preludio de Creeping Death. Y todo el
estadio, que ya se encontraba hasta la bandera, comenzó a rugir y a brincar. Harvester
Of Sorrow fue la encargada de dar continuidad al asunto, y de que el sonido
fuera mejorando por momentos. Saltaron en el tiempo con Cynade, para
bajar algo las revoluciones, y continuaron con un King Nothing que ya mostró
el sonido que debía ofrecer un show de estas características. 72 Seasons
fue la primera que cayó de su último redondo, y se notó algo de frialdad por
parte de l@s presentes mientras la interpretaban. Para cuando llegó el turno de
If Darkness Had A Son, otro corte de su reciente trabajo, la noche ya
había caído por completo en Madrid y el juego de luces y pantallas ayudó a que
todo subiera de temperatura.
Hace ya tiempo que Metallica, bueno, Kirt Hammett y Robert
Trujillo se encargan de hacer un pequeño guiño a algún hit de los sitios donde
actúan, y esta vez les tocó interpretar Sangría Brain. Que, más bien, es
un tema que se sacaron de la manga haciendo referencia a la fiesta y a esta
bebida en particular con la que tanto se vende este Estado. Digamos que fue un
momento simpático, sin más. Pasado el trámite, volvieron los cuatro jinetes con
The Day That Never Comes, segundo tema de Death Magnetic que
interpretaban, y Shadows Follow. A partir de aquí todo fue creciendo
como la espuma, y la encargada de encender la mecha de este tramo de concierto
fue, nada más y nada menos, que Orion, la cual interpretaron de manera
magistral. Ha habido muchos y buenos momentos en los dos shows, pero si he de
quedarme con alguno sería con Nothing Else Matters. Todo dios cantando
hasta quedarse la laringe, unido a un juego de luces y sonido fuera de lo
común, dieron lugar a lo que así fuera.
A sabiendas de que aquello se iba acercando al final,
continuaron con la siempre bien recibida Sad But True que engancharon,
en plan Ramones, fue así durante las dos jornadas, con dos cañonazos como Battery
y Fuel. El verdadero desenlace llegó con Seek And Destroy, voceada
hasta la saciedad, y Master Of Puppets, como guinda del pastel de un
gran show, del que salimos con una sonrisa de oreja a oreja que lucimos durante
lo que nos quedaba por vivir en la noche madrileña.
DOMINGO
Una vez vivida la experiencia del viernes, sabíamos ya cómo
movernos por el recinto y la manera más cómoda de acceder al mismo. Después de
quedar con un@s colegas antes de pasar a la parte del estadio que nos
correspondía, tomamos asiento con la idea de que eso de estar sentaditos todo
el rato había que solucionarlo, y vaya si lo hicimos. Como ya he dicho, desde
el metro, se notaba que la afluencia de público era menor que la primera
jornada. Los acordes de Red Right Hand, de Nick Cave And The Bad Seeds,
sirvieron de introducción a unos Ice Nine Kills que vinieron a sufrir los
mismos problemas de sonido que los teloneros del viernes. Los norteamericanos
arrancaron con Savages y Hip To Be Scared un concierto basado en
zombis, carniceros, mujeres desvalidas huyendo sin salida y un Spencer Charnas
que, entre canción y canción, se hacía con un hacha, ficticio, claro, para
cortar cabezas aquí y allá. Entre todo este show, no es para menos con ese
nombre, se iban dejando caer Ex-Mørtis, Wurst Vacation o Rainy
Day. Toda la parafernalia sanguinolenta alcanzó el final con The Shower
Scene y The American Nightmare, dando carpetazo a sus poco más de
cuarenta minutos sobre el escenario. Me resultaron entretenidos estos yanquis,
puede que el haber visto a otros artistas de esta onda me hiciera no pasar de
eso.
Personalmente, lo de Five Finger Death Punch ha sido la gran
decepción de todo el fin de semana. Y no lo digo porque estuvieran mal, al
revés, sino porque fueron los que peor sonaron con diferencia. Después de dejar
atrás Cowboy, de Kid Rock, y Mother, de Danzig, como
presentación, Lift Me Up nos puso en antecedentes de todo lo que
temíamos por delante. A pesar de su entrega, con un Ivan Moody que no paró de
interactuar con el público y un Chris Kael que es todo un showman, Trouble,
la esperadísima Wash It All Away y Jekyll And Hyde fueron como un
amasijo sónico que, si no fuera porque las conoces, habríamos sido incapaces de
distinguir. Otro temazo como The House of The Rising Sun, al igual que IOU,
sufrió las mismas consecuencias. Puede que todo esto que estoy refiriendo se
deba a que nosotros estábamos en las gradas y el techo del estadio ejercía de
pantalla ante la bomba sonora que son estos angelinos, o eso es lo que prefiero
pensar. Llegado el momento de Wrong Side Of Heaven nos resignamos a que
aquello no iba a solucionarse. Never Enough nos trasladó a los primeros
años de la banda antes de dejar caer otro de sus éxitos, Welcome To The
Circus, que me sentó genial. Vuelta atrás con Under And Over It,
cañera donde las haya, y broche final con The Bleeding. Lo dicho, una
pena porque, puestos a elegir, siempre preferí ir el domingo que el viernes y
la razón no era otra que ver a uno de los grupos de los últimos tiempos que más
me ha impactado. Lo tendré que solucionar asistiendo a un concierto suyo, sea
como sea.
Todo hacía intuir que el show de Metallica del domingo iba a
superar al del viernes, y no nos equivocamos. Con casi nada de retraso, y después
de la misma introducción acedeciana y morriconiana, con imágenes de l@s
presentes en las pantallas, Whiplash se encargó de dar el pistoletazo de
salida. Y de aquí en adelante, al igual que dos días atrás, fueron en plan
Ramones dejando caer tema tras tema sin apenas darnos un respiro. Así llegó el
segundo trallazo, For Whom The Bell Tolls, con imágenes de la Guerra
Civil en las pantallas. Y venga más caña con Ride The Lightning,
acompañada de unas imágenes y de un sonido que nada tenía que ver con lo vivido
hacía menos de una hora. Echaron un poco el freno con The Memory Remains,
que fue coreada por un público que ya comía en sus manos, antes de dar paso a
uno de los temas que más me gusta de su último trabajo, Lux Æterna.
Para cuando atacaron con Too Far Gone?, el segundo
corte que tocaron de su 72 Seasons, nosotros ya habíamos dejado atrás la
sentada de nuestros alrededores gracias al buen hacer de uno de los chavales
que nos dejó bajar de grada para poder ver el concierto de pie. Y desde esta
posición asistimos a uno de los momentos de esos irrepetibles, Kirk Hammett y
Robert Trujillo interpretando el Bienvenidos, de Miguel Ríos. Brutal,
eso sí, nos la sabíamos mejor nosotr@s que el bajista, pero la intención es lo
que cuenta. Las pantallas comenzaron a emitir imágenes de un psiquiátrico
cuando los acordes de Welcome Home (Sanitarium) empezaban a llenar
nuestros oídos. Y de aquí hasta el final todo fue entrega, tanto por los cuatro
jinetes como por l@s presentes.
Wherever I May Roam echó a andar con todo dios ya enfrascado solo en lo que nos
venía de las tablas y de sus pantallas. Tan solo interrumpida por la algarabía
que se montó con el primer gol de España. Y sí, aunque pueda parecer mentira,
había peña con un ojo en el móvil y otro en el escenario. Hasta estoy seguro de
que algún@s no asistieron por ver el partido. Sea como fuere, ell@s se
perdieron la interpretación de una The Call Of Ktulu inconmensurable. Y
claro, no podía faltar la otra balada del negro, The Unforgiven, que
supo despegar la vista de las pantallitas móviles a más de un@ y que a mí me hizo
recordar momentos de otros conciertos que siempre serán irrepetibles. Vuelta a
su actual trabajo con otro temazo como es Inamorata. En general, se
puede decir que estos nuevos temas, a los que aún les queda recorrido, se
acoplaron como un guante al setlist, tanto el viernes como el domingo.
Caña, caña y más caña a masada en Fight Fire With Fire,
con un montón de llamaradas, que nos movió hasta el último músculo en tanto que
nos desgañitábamos. Parece ser que la que sí se ha venido para quedarse en sus
conciertos es Moth Into Flame, una gran canción que pierde algo si
recordamos las lucecitas volando en plan polillas que forman parte de su
interpretación y que aquí, supongo que sería por las dimensiones del recinto,
no aparecieron.
Como era de esperar, que las pantallas se llenaran de imágenes de soldados abatidos regresando del frente, junto a esos acordes iniciales, nos ponían delante de One, uno de mis temas preferidos de toda su carrera. Y la jodienda es que durante su interpretación España volvió a marcar y, encima, llegó el final del dichoso partido. Así que volvimos a mezclar fútbol con música de una manera, digamos, peculiar, por no decir otra cosa. Siempre me emociona esta canción, uuff. Y el cierre final de los dos días, como no, vino con Enter Sandman, que cantó el público muy por encima de un James Hetfield que no había parado de sonreír en todo el concierto.
Metallica, para algun@s unos dinosaurios del Rock; para otr@s unos pasados de moda, con lo típico de: “Ya no son lo que eran”, pues claro que no lo son, estaría bueno que lo fueran; y para otr@s, entre l@s que me incluyo, una bandaza que se ha ganado a pulso el lugar que ocupan en la música. Y se lo han ganado girando y girando y dando conciertos tan memorables como los de Madrid. Así funciona esto del Rock, hay que dejarse la piel año tras año sobre los escenarios, sin garantía alguna de que vayas a triunfar.
Muy buen reflejado lo vivido el domingo. Qué pena que Five fingers death punch sonaran así, eran una de las razones por las que fuimos ese día. Y Qué descubrimiento Ice Nine Kills, me encantan. Un pena el mal sonido desde gradas. Pero bueno, buscando el lado positivo... Así tenemos una excusa para volver a verlos, aunq seguro que en una buena sala o un escenario más pequeño, se aprecian sus shows mucho mejor.
ResponderEliminarMenudo escenario y que pantallas tan peculiares tuvo que ser flipante, me ha entrado ganas de escuchar algunos de sus últimos discos. Metallica no son los que eran? En fin...son Metallica.
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