Mi primer paso por el Rock Imperium de Cartagena ha sido todo
un maratón de música y días. La verdad es que no recuerdo haber asistido a un
festival de cuatro días, y mira que llevo unos cuantos a las espaldas. Puede
que el Leyendas sea lo más cercano, pero he de reconocer que las veces que he
estado no me he acercado la primera jornada. Antes de continuar, he de aclarar
que lo que vais a leer de aquí en adelante, como siempre, son mis opiniones y
vivencias, que no dejan de ser personales y no tienen por qué coincidir con las
de los demás. No me pararé en exceso en los conciertos de todas las bandas que
he visto porque ser haría más extenso aún de lo que va a ser.
Dicho esto, paso a comentar lo acontecido comenzando por la
organización. En general, he de decir que me ha parecido un festival muy bien
organizado. Casi todas las bandas han disfrutado de un buen sonido, tanto en
los escenarios principales como en el secundario; el hecho de que sea cuesta
abajo le concede una mayor visibilidad; los servicios han sido los más limpios
que conozco de todos los festivales, y algún concierto también, que he visto y
usado; mucho personal en las barras siempre atento y con una sonrisa; los
precios no son tan abusivos como en otros eventos; los accesos fluidos y el
ambiente entre la peña perfecto. En cuanto a los contras, pondría en primer
lugar el asunto de las escaleras, que tiene truco si das la vuelta al recinto,
tampoco se tarda tanto, pero no entiendo que luego no te dejen acceder con la
misma bebida que has pillado abajo; que tengas que desplazarte tanto para
comer si estás interesad@ en ver alguna banda de la parte de abajo es todo un
hándicap; me quedé flipao con que hubiera tan solo un puesto de venta de
camisetas y otro de vinilos, que pueden que hasta fueran de l@s mism@s dueñ@s;
no soy de los que se pillan camisetas o gorras de las bandas y del propio
festival, pero los precios por las nubes; me ha resultado un cartel lleno de
altibajos, con grupos que merecían estar en los escenarios principales en vez
del otro y viceversa; y, para cerrar, los pocos espacios de sombra, que se
rifaban a ciertas horas del día. En conclusión, un buen festival con más cosas
buenas que no tan buenas, porque nada hay malo en una gran fiesta del Rock.
Miércoles
Este Rock Imperium echó a andar para mí con los últimos compases
de Ronnie Romero. Puede que me guste más o menos, pero he de reconocer que es
un gran vocalista. Así lo demostró con Not Just A Nightmare, Vengeance
y la versión de Dio, Rainbow In The Dark, con la que cerró su show. Lo
de Eclipse fue todo actitud, metiéndose en el bolsillo al público desde los
primeros acordes de Apocalypse Blues. Es la segunda vez que los veo y
puedo decir que han mejorado bastante. No dejaron de arengar a la peña mientras
dejaban caer temas de alto voltaje como The Hardest Part Is Losing You, The
Downfall Of Eden, Black Rain o Viva La victoria, con la que
dieron carpetazo. Una banda que va subiendo como la espuma por curro y
merecimiento propio.
Uriah Heep era uno de los platos fuertes de la jornada, y así
ocurrió. Un Bernie Shaw que no paró de presentar los temas haciendo referencia
al año de su edición se mezcló con la calidad de los músicos que integran esta
mítica banda, entre los que destaca el bajista Dave Rimmer y, por supuesto, el
gran guitarrista Mick Box. Un concierto que se me hizo corto, donde mezclaron
clásicos como Rainbow Demon, Gypsy o Stealin' con algún
corte de su último trabajo, como Hurricane o Hail The Sunrise,
hasta alcanzar los minutos finales con, era de esperar, Easy Linving,
acompañados por Richie Faulkner y Ronnie Romero. Grandes, estos británicos
imperecederos, de esos combos que nunca fallan sobre las tablas.
Treinta años han pasado desde que viera a Extreme ejerciendo
de teloneros de Aerosmith en Madrid. He de reconocer que era uno de los grupos
que más ganas tenía de ver de todo el festival y, si a esto sumamos que su
último trabajo me parece bastante bueno, me lo pasé en grande cantando y
saltando. Arrancaron con It's a Monster, Decadence Dance, de su
archiconocido Pornograffiti, y #Rebel, de su último redondo.
Siguieron echando más leña al fuego con un Gary Cherone que no paraba de
moverse de un lado al otro del escenario mientras dejaban caer Rest In Peace,
antes de marcarse un mini set acústico donde cayeron Hole Hearted, Midnight
Express, para lucimiento de Nuno Bettencourt, y la esperadísima More
Than Words. Volvieron a lo eléctrico con Cupid's Dead y Am I Ever
Gonna Change y Thicker Than Blood, hasta cerrar con la potente Rise.
Primer gran bolo del festival antes de la apisonadora que se nos vendría
encima.
A ver, no ha sido ni el mejor ni el peor concierto de los que
he visto de mis queridísimos Judas Priest. Y no lo digo por los problemas de
sonido iniciales con Panic Attack, ni por la voz de Halford, siempre
puesta a prueba, sino más bien por la poca entrega de l@s presentes, al menos por la
zona donde yo estaba. Que te estén tocando trallazos de la talla de You've
Got Another Thing Comin', Rapid Fire, Breaking The Law o Love
Bites y estés como si estuvieras en el comedor de tu casa viendo un DVD,
pues, como que es raro, o a mí me lo parece. Yo, que soy de los que se
desgañitan, saltan y hace todo tipo de aspavientos, recibí no sé cuántos
reproches por l@s que me rodeaban. Pero, leches, que son los putos Judas, los
amos del puñetero Heavy Metal, pues nada. Me recordó al show de Scorpions en el
Rock Fest, un muermazo de gente. A clasicazos como Sinner o Turbo
Lover sumaron cortes de su reciente trabajo, como el que le da título, Invincible
Shield, antes de afrontar un Victim Of Changes, donde Halford
demostró su buen estado de forma, para la edad que tiene. La potente The
Green Manalishi sirvió de preludio de Painkiller, con Scott Travis dirigiéndose
cariñosamente al público. La traca final vino a cargo de Electric Eye, Hell
Bent For Leather y Living After Midnight. Vi a unos Judas muy
entregados, con un juego de luces impresionante, unido a toda la parafernalia
del símbolo iluminado, la moto, el recuerdo visual al Glenn Tipton y el olvido
de K.K. Downing, y los cambios de vestuario de Rob. Me topé con un Ian Hill
sonando más alto que nunca, un Richie Faulkner cargando con la mayoría del peso
de las seis cuerdas y un Andy Sneap más encendido que nunca. Una pena la
sosería del personal.
Cerraron In Extremo, pero, he de reconocer, que no les presté
demasiada atención. Después de Judas, me lo tomé con calma entre charlas con el
personal y l@s colegas tomando algo.
Jueves
Jornada que empecé a la sombra, al tiempo que Xandria
interpretaba sus dos últimas canciones, Two Worlds y Valentine. Desde
la misma posición me tragué entero el concierto de unos Cirith Ungol, a los que
no les pillé el punto en ningún momento, cuestión de gustos. Pero, igualmente,
he de reconocer, que tuvieron una gran acogida, tanto durante su show, con
temas como Chaos Descends, Black Machine, Join The Legion
o Blood & Iron, como en la sesión de firmas. En cuanto a Kadavar,
era una de las bandas que más ganas tenía de ver de todo el festival, después
de pasar de tres a cuatro miembros. Pero llegué a la conclusión de que, a pesar
de su sonidazo y su buen hacer con temazos como Come Back Life, Black Sun, la
cañera Die Baby Die, una de mis preferidas, o Creature Of The Demon, no
recibieron la respuesta que merecieron. A mi parecer, es de ese tipo de grupos
que ganan más en salas y en contacto directo que su público que un festival. Ritchie
Kotzen se me hizo largo y monótono, sin quitar ni un ápice a lo gran
guitarrista que es. Fue el típico concierto que pasas más tiempo riéndote de
las tonterías que suelta este o aquella que pendiente de lo que tienes delante.
Levanté la vista cuando me sonaban algunos temas, como Love Is Blind o
la versión de The Yardbirds, Shapes of Things.
Esperaba mucho más de TNT, sobre todo por aquello de
presentarse con su formación más clásica. Tuvieron ciertos problemas de sonido
durante en inicio con Invisible Noise y She Needs Me. Noté que
aquello no era el problema llegados a Tonight I'm Falling y My
Religion. Pedíamos más y queríamos más, pero una banda excesivamente
estática, con un Tony Harnell que desaparecía cada dos por tres en vez de
contactar a arengar al público, hizo que solo momentos como durante la clásica 10,000
Lovers (In One) o Knights of the Thunder cambiarán un poco todo
hasta cerrar con Seven Seas.
Pero ahí estuvo el perenne Glen Hughes para devolvernos la
marcha y lo que hiciera falta. Con una simpatía desbordante, una voz por la que
parece no pasar el tiempo y una bandaza de alto voltaje, sobre todo el batería
Ash Sheenan y el guitarra Soren Andersen, demostró porque es uno de los músicos
más reconocidos y queridos del panorama rockero. Y lo hizo sacándose de la
chistera clásicos de Deep Purple, en ellos basó su actuación, como la
grandísima Stormbringer, Might Just Take Your Life o Sail Away. A los que unió otros del calibre de Mistreated,
You Keep On Moving, me hizo mucha ilusión escuchar esta de la época de
Tommy Bolin, y el cierre final con la esperadísima Burn. Grande donde
los haya Mr. Hughes, comunicativo, entregado en todo momento. Uno de los
mejores momentos del festival, si eres fan acérrimo de Deep Purple, como el que
escribe estos párrafos, más aún.
Como nunca he sido de Avantasia, los he podido ver unas
cuantas de veces y nada, me largué al escenario pequeño para ver a Praying
Mantis. Ahí siguen los hermanos Troy dando caña a través de temas como el que
da nombre al grupo, Highway, Dream On o Keep It Alive.
Puede que sea una de esas bandas para nostálgic@s, pero la voz de John Cuijpers
le da un nuevo aire a cortes como Captured City, Time Slipping Away,
a la versión de Lynyrd Skynyrd, Simple Man o a Children of the Earth.
Me lo pasé bastante bien en esta mi primera incursión en el escenario pequeño, teniendo
delante a una banda que ya ni creía que iba a poder ver.
De Kamelot poco puedo decir. Me parecieron un buen grupo con
su masa de seguidores fieles, de l@s que no forma parte, que triunfaron durante
el tiempo que estuvieron encima de las tablas. Al menos por ahí fueron los
comentarios que me llegaron de mis colegas acérrim@s de los estadounidenses.
Viernes
Con un calor, sofocado bajo la poca sombra del recinto, que
se sumaba al cansancio de las anteriores jornadas, llegué con Tete Nova ya
mediado. Demostró ser uno de los mejores vocalistas del actual panorama rockero
estatal, con una muy buena puesta en escena, grupo de bailarinas incluido,
interpretando temas como Sin Saber Nada, Techos De Cristal o la
versión de Ángeles del Infierno, Maldito Sea Tu Nombre. Hizo algo raro
con la introducción de The Trooper antes de Evil Machine y se
despidió con Somos, donde introdujo partes de Metallica y de Michael
Jackson.
Toda la actitud que les faltó a los TNT el día anterior les
sobró a Nestor. Y lo dice alguien que nunca les prestó demasiada atención, pero
cuando su cantante, Tobias Gustavsson, dio comienzo al concierto con Kids In
A Ghost Town y These Days, me di cuenta de aquello iba a ser
lo que fue, una gran fiesta. No paró de relacionarse con el público, en tanto
que seguían cayendo temas como Stone Cold Eyes, Caroline o Signed
In Blood. Así hasta cerrar con 1989. Solo por su entrega y buen
estar sobre el escenario se han ganado un nuevo seguidor.
Primer paso de la noche por el tercer escenario para ver a
otros clásicos como son Blitzkrieg. Con una banda donde resaltaba la diferencia
de edad, sobre todo entre el frontman Brian Ross y el batería, Matt Graham, que
podría ser su hijo o nieto. Cuarenta años al frente de la banda se notan a la
hora de cantar Armageddon, Hell To Pay o The Spider. Pero
la buena labor de los guitarras Alan Ross y Nick Jennison le dio la caña que se
merecían a Buried Alive, I Am His Voice, a la versión de Satan, Pull
the Trigger, o a Take a Look Around. Despidieron con el tema que da
nombre a la banda un concierto que defendieron en todo momento, pese a la poca
asistencia.
Accept siempre ha sido una de mis bandas preferidas dentro
del mundo metalero. Y lo que vi en Cartagena me confirma lo bien que siguen
funcionando, a pesar de haberse convertido en el combo de Wolf Hoffmann y
allegados. Arrancaron con The Reckoning, un tema de su último trabajo,
antes de entrar de lleno en dejarse temas que tod@s esperábamos, como Living
For Tonite o Restless And Wild. Supieron superar los problemas de
sonido iniciales cuando llegaron a Humanoid y colaron Midnight Mover
entre temas de su reciente disco, Straight Up Jack, y algunos de esta
etapa con Mark Tonillo, como son Dying Breed y la poderosísima Zombie
Apocalypse. Con el personal comiendo en sus manos, se adentraron en la
segunda parte de su concierto marcándose un medley a base de Demon's Night /
Starlight / Losers and Winners / Flash Rockin' Man para después interpretar
Shadow Soldiers que entró como un guante. Y de aquí en adelante ya solo
nos quedó disfrutar de los temas que los encumbraron a la cima del Heavy, la
siempre estremecedora Princess Of The Dawn, coreada a grito pelao, o Metal
Heart, tres cuartos de lo mismo, junto a otros con los que demostraron que
no solo viven de las rentas, como Teutonic Terror o Pandemic. Y
el final no podía ser otro que el surgido de la mezcla de Fast As A Shark
y Balls To The Wall. Los alemanes saben como usar su tiempo encima de
las tablas para demostrar que siguen siendo un grupo de esos que nunca falla en
directo. Y yo siempre agradecido de poder volver a verlos.
Sé que cometí el gran pecado metalero de cambiar a Saxon por
Napalm Death, pero no me arrepiento ni lo más mínimo. A los de Byford los he
visto en no sé cuántas veces, y estoy más que seguro que dieron un gran show,
pero a los de Shane Embury era la primera vez que los veía, y las ganas eran
mayúsculas. Con la adrenalina aún por las nubes después de Accept, el no parar
de Mark «Barney» Greenway, que no dejó títere con cabeza dirigiéndose a l@s
presentes en castellano la mayoría de las veces, junto a los guitarrazos de
Mitch Harris y el aporreo bestial de Danny Herrera, dieron forma a un muro
sónico donde temas como Taste The Poison, From Enslavement To
Obliveration, Scum y por supuesto Suffer The Children nos
hicieron pasar uno de los mejores momentos de todo el festival. Muy grandes
estos cuatro músicos que, a pesar de la competencia que tenían en el otro
escenario, supieron llenar el suyo y dar un concierto de muy alto nivel. Espero
que no pase mucho tiempo para poder verlos de nuevo, porque ganas ya tengo de
sobra de ello.
Y a los Emperor, como en jornadas anteriores con los que
cerraban el cartel del día, los tuve de fondo hasta que el colega que conducía
decidió que volvíamos al apartamento que teníamos. Y eso nunca se discute.
Sábado
Para ser el último día fue, posiblemente, el más flojo de
todos, en cuanto a cartel se refiere. Comencé, de nuevo, a la sombra, al tiempo
que las Cobra Spell interpretaban un repertorio donde Satan Is A Woman, Poison
Bite, Accelerate o Addicted To The Night las pone como uno de
los grupos con más proyección del momento. No habrá que perderlas de vista.
Continuaron las japonesas Lovebites con una buena masa de público que soportó
bien la tostaera que estaba cayendo, en tanto que disfrutaban con When
Destinies Align, Shadowmaker, Rising y Holy War, entre
otros temas. Exhibieron un buen hacer con sus instrumentos, ayudadas por un
gran sonido, con un look muy manga y una vocalista, Asami, que cada vez que se
dirigía al público conseguía hacerme reír por su tono de voz tan agudo y, a la
vez, tan bajo; nada que ver con lo que le ocurría a la hora de cantar.
Vi un rato por encima a Spidergawd antes de largarme al
escenario de arriba y darme de bruces con uno de los grandes descubrimientos de
este festival, Holycide. Comandados por el incansable Dave Rotten, todo un
personaje que no tiene pelos en la lengua, algo muy de agradecer en los tiempos
que corren, soltaron tralla de la buena a través de cortes como Bazzokiller,
Remote Control, Towards Idiocracy y la impresionante Lie Is
The New Truth. Thrash Metal de muy alto voltaje con unos músicos de gran
calibre y un vocalista de esos que se hacen con el público a la segunda
canción. Tampoco faltó su interacción con l@s presentes y el reparto de
pegatinas final. Me alegraron muchísimo el día y entraron de lleno en mis
bandas a escuchar de aquí en adelante.
Había oído hablar grandes cosas de Riot City, pero he de
reconocer que, después de lo anterior, me quedaron un poco frío. Así que no
acabé de verlos y me bajé para ir tomando posiciones para lo que sería el gran
concierto de la jornada, Warlock, con la indestructible Doro Pech al frente.
Esta mujer tiene el don de, con solo aparecer por el escenario, con esa sonrisa,
llevarse a todo dios de calle. Claro que, la mezcla de los musicazos que la
acompañan con los clásicos de su banda primigenia algo tiene que ver también en
esto. Arrancaron con I Rule The Ruins y Earthshaker Rock, nada
más y nada menos. Una Doro que, siempre en contacto con el público, no dejó
atrás trallazos como Burning Witches o Eats Meets West antes de
pedir que la acompañáramos con Für Immer, uno de los momentazos del
show, junto al solo de batería de Johnny Dee. Tampoco podían faltar Hellbound
o Metal Racer, a las que añadió una canción de su carrera en solitario, All
For Metal, antes de emprenderlas con el clásico de Judas Breaking The
Law. Traca final con la esperadísima True As Steel, Fight For
Rock y, cómo no, All We Are, coreada en todo el recinto.
Impresionante Doro, que declaró mil veces estar delante de una de sus
audiencias preferidas. Y que sea así por muchos años.
Tenía muchas ganas de ver a Carcass, pero entre la caminata
hasta el escenario donde tocaban y las colas para comer después de Warlock solo
pude disfrutar de la parte final de su concierto. Tralla de la buena con Corporal
Jigsore Quandary, Ruptured in Purulence / Heartwork o Tools of
the Trade. Y en esto que empezó a llegar peña a la que el señor egocéntrico
de Yngwie Malmsteen echó a patadas de su show. Sin quitarle mérito alguno, a
estas alturas no vamos a dudar de su valía como guitarrista, me encontré
rodeado de colegas y grandes seguidores suyos que venía escupían sapos y
culebras sobre el sueco. En fin, hay personajes que no cambian. De esta forma,
compartí el final de Carcass interpretando Genital Grinder, Pyosisified
(Rotten To The Gore) y Exhume To Consume con peña que ni la esperaba
por el concierto.
El cierre del festival a cargo de The Darkness me pareció muy
apropiado. Y lo digo porque montaron una gran fiesta, donde su vocalista, Justin
Hawkins, no solo demostró saber manejar al público a base de arengas y
conexión, también lo hizo a las seis cuerdas. Con el apoyo del bajista Frankie
Poullain, de su hermano Dan Hawkins a la guitarra y del batería Rufus Tiger
Taylor, os sonará el apellido, no pararon desde que irrumpieran con Black
Shuck, Growing On Me y Get Your Hands Off My Woman. A las que
añadieron Barbarian, Stuck In A Rut, Japanese Prisoner Of Love
o el cameo de Inmigrant Song de Led Zeppelin. Dejándose la piel sobre
las tablas, alcanzaron la recta final con I Believe In A Thing Called Love
y Love On The Rocks With No Ice.
Y así viví este Rock Imperium, siempre en compañía de grandes
amig@s y de otr@s que, como suele pasar, conocí en el recinto. ¿Volveré o no?
Pues eso depende del cartel y de lo que ofrezcan otros festivales. Todo se verá…
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