La noche ofrecida por Soen y las bandas que los acompañaron
en su visita a Madrid, una fecha más en su periplo por la península, voy a
recordarla por tiempo. Antes de entrar en lo que fue el concierto en sí, me
gustaría pararme a comentar ciertas cosas, digamos, no estrictamente musicales.
No sé cómo habrá sido en los demás shows, pero lo que sí sé es que no puedes
anunciar en la entrada y demás que la apertura de puertas es a las 19,30 y que
esta hora sea la de salida de la primera banda al escenario. Llegué a la sala
en concreto donde se celebró este evento diez minutos antes de la hora
anunciada para abrir y para cuando me quise dar cuenta ya estaba Terra
machacándonos con su sonido tribal. Una cosa es que te quieran largar de la
sala porque luego hacen negocio con otro tipo de música y público, además del
rollito este de quedarse con parte de lo que saca cada grupo del merchadising y
alguna cosa más, y otra es no cumplir con lo que pone en la entrada y anuncio
del show. A parte de esto, me alegró mucho ver a tanta peña joven en el
recinto. Y lo dejo aquí porque este último es un tema más que trillado.
Si por algo suelo ser de l@s que les mola ver el cartel
entero de cualquier concierto es porque te puedes encontrar con más de una
sorpresa agradable por parte de bandas que desconocías con anterioridad.
Centrándonos en las dos veces que, hasta ahora, he visto a Soen, ya me ocurrió con
Lizzard y ahora me ha vuelto a suceder con Terra. Para algun@s la propuesta de
estos italianos puede resultar arriesgada, para mí fue de lo más contundente. Esa
mezcla de Metal con sonidos tribales me dejó con ganas de más. Digo esto porque
fue un concierto cortísimo, de poco más de media hora, para el cual partieron
con una gran intro y continuaron con un setlist donde resalta la labor vocal de
su batería Daniele “Zed” Berretta, sin dejar atrás la de sus acompañantes, Lorenzo
“JB” Saponetta, a la guitarra rítmica y la percusión, Paolo Luciani, como
guitarra solista, percusión e instrumentos de viento, y Stefano Alfonsi, como
bajista y percusión. Create Mutate Erase nos ponía en antecedente de lo
que vendría después, un sonido aplastante que continuaría con Father al
tiempo que conseguían mantenernos sin perder detalle del escenario. Para cuando
llegó el turno de This Scent aquello se había convertido en toda una
fiesta donde Daniel se dejaba la garganta y sus cuatro extremidades aporreando
la batería en tanto que sus compañeros sumaban dureza y energía a temas como Rise,
Teardrop, versión que se marcaron de Massive Attack, y Close Enough,
antes de despedirse con una outro tan tribal como la intro inicial. Lo dicho,
todo un descubrimiento por mi parte.
A toda leche recogieron los cachivaches de Terra y
aparecieron los franceses Molybaron sobre las tablas. Una banda que me gustó y
punto. No es que me desagradaran, pero no sé si fue por el impacto anterior con
los italianos, sumado a la ansiedad de ver a Soen, que no acabé de conectar del
todo con ellos. Digo esto, como todo en cualquiera de mis crónicas, a nivel
personal y sin quitar mérito a nadie, que luego hay much@ ofendidit@ que sale
por peteneras. Sí que es verdad que el público aumentó de número para ver a los
parisinos. Arrancaron con fuerza con Something Ominous y engancharon sin
parar con Set Alight y Twenty Four Hours desatando una verdadera
locura entre l@s asistentes. El bajista Sébastien de Saint-Angel no paró de
intercambiar su posición sobre el escenario con el nuevo guitarra solista Florian
Soum mientras avanzaban dejando caer Animals y Breakdown. Ese
sonido aplastante se debe, sobre todo, a la labor del batería Camille Greneron,
que a lo largo de todo el show volvió a dejar claro que una banda con alguien bueno
a las baquetas tiene la mitad de cualquier concierto ganado. Personalmente, fue
el que más me gustó de los cuatro, sin quitar mérito a los demás y a la labor
vocal del guitarrista Gary Kelly, que le da ese toque único a temas como Something
For The Pain. Para cuando llegó el momento de Lucifer y Vampires la
sala estaba totalmente entregada al cuarteto galo. Cerraron su actuación con Incognito
después de haber puesto toda la carne en el asador con un sonido cañero que,
por momentos, me recordó a ciertas bandas con cierto renombre, algo nada
inusual, pues todos los grupos tienen sus influencias y las dejan entrever en
algún instante. Como he señalado, son cuatro musicazos de muy alto nivel
metiendo tralla de la buena, otra cosa es que a mí me pillaran como me pillaron.
Bueno, bueno, bueno, Soen arrasan allá por donde pasan, y en
Madrid, supongo que los demás sitios sería igual, lo demostraron con creces. Me
ha costado lo suyo que me entrara su último trabajo, Memorial, pero me
suele pasar que este tipo de discos acaban enganchándome del todo. Como os
podéis imaginar, después de apagarse las luces de la sala y dejar atrás una
pequeña intro, cuando sonaron los primeros acordes de Sincere, primer
tema que dejaron caer del ya nombrado último disco, no cabía un alfiler en el
recinto. Fue todo un lujazo tener al bajista Oleksii “Zlatoyar” Kobel a menos
de cinco metros, sobre todo para alguien que, como yo, siempre ha flipado con
su instrumento. Avanzaron con Martyrs, y ya en esta segunda entrega nos
tenían a tod@s comiendo en sus manos. Increíble la voz de Joel Ekelöf, todo un
frontman que sabe conectar con el público a lo largo de todo el show. Así lo
hizo cuando arrancó con Savia, después de una gran intro por parte de Oleksii.
Un sonido escandalosamente bueno, una conexión total y unas vibraciones
positivas hicieron proseguir el concierto con la homónima de su último redondo.
El sudor ya se hacía notar en las caras de felicidad tanto
del público como de los músicos al tiempo que Joel hacía ciertas confidencias
de preferencia entre Madrid y Barcelona. Vuelta a su cuarto disco con Lascivious,
que, al igual que todas las canciones, sonó como un cañón, para continuar con
un pequeño solo del guitarrista Lars Enok Åhlund, se puede decir que es el
hombre orquesta del grupo, pues se encarga de las seis cuerdas, del teclado y
de los bongos de manera magistral, antes de dar paso al single de su reciente
disco Unbreakable, tema que cantamos hasta desgañitarnos dando a
entender que, pese al poco tiempo que este trabajo lleva en el mercado, tod@s
estamos bien empapad@s de él. Deciver fue la primera entrega de su
exitoso y reconocido Imperial, y se notó bastante el peso que tiene
hasta ahora este disco en su ya no tan corta discografía porque los botes y los
saltos fueron la tónica habitual como respuesta de l@s presentes.
El concierto siguió adelante entre los cambios de ropa de
Joel, los remolinos de rastas de Kobel, el poderío a la batería de ese musicazo
que es Martín López y los guitarrazos de gran calidad de parte de Lars y de Cody
Lee Ford. De este modo llegamos al ecuador del show con Ideate, corte de
su primera entrega en estudio. Llegado el tiempo de Monarch tuve la
sensación de querer que esto no se acabara nunca. Un gran tema interpretado de
manera magistral que dio pasó a otro de su Memorial, Fortress.
Ahora bien, y he de reconocer que es una de mis canciones favoritas de los
suecos, cuando Ekelöf presentó Illusion, fue, sin duda alguna, uno de los
instantes álgidos de toda la noche. Aquí sí que nos dejamos las cuerdas vocales
llegando, incluso, a cantarla por encima del propio cantante. Nos dieron un
cierto respiro con Modesty, impregnada con ese ritmo marca de la casa de
Martín, antes de ofrecernos otro de sus grandes temas, Lotus, que sirvió
de primera despedida por parte de los escandinavos.
Qué mejor manera de volver al escenario que dejar caer Antagonist,
con esa letra y ese estribillo que coreamos por encima del techo de la sala.
Los poco más de ocho minutos de Lunacy supieron a gloria, pues, como he
dicho antes, nadie deseaba que alcanzáramos el final del concierto. Pero,
inevitablemente, este llegó a través de Violence, que también fue
cantada con más que ganas recalcando lo que ya he comentado acerca de su última
entrega discográfica.
En serio, para mí, Soen tiene todos los ingredientes para
tirar por tierra todos esos rumores de que si el Rock esto o lo otro. Un
directo aplastante con un sonidazo que te tumba saliendo de los instrumentos de
unos músicos de un muy alto nivel. Un juego de luces y un telón de fondo que
crean un ambiente espectacular. Un público que hace bajar la edad media de
cualquier festival o concierto que se precie. Un saber conectar con el ese
mismo público mediante una sinceridad aplastante y un agradecimiento que se ve
reflejado en cualquiera de las caras que abandonaban la sala, incluida las de
ellos cinco. El único pero sería el hecho de que Joel esté muy pendiente del teleprompter
en la mayoría de las canciones, algo que se le perdona de todo corazón.
Deseando volver a verlos las veces que haga falta y volver a gritar eso de:
Soeeennn, oe, oe, oe, Soeeen, Soeeen. Bestiales, sin más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario