miércoles, 11 de octubre de 2023

Soen - Molybaron - Terra En Madrid

 





La noche ofrecida por Soen y las bandas que los acompañaron en su visita a Madrid, una fecha más en su periplo por la península, voy a recordarla por tiempo. Antes de entrar en lo que fue el concierto en sí, me gustaría pararme a comentar ciertas cosas, digamos, no estrictamente musicales. No sé cómo habrá sido en los demás shows, pero lo que sí sé es que no puedes anunciar en la entrada y demás que la apertura de puertas es a las 19,30 y que esta hora sea la de salida de la primera banda al escenario. Llegué a la sala en concreto donde se celebró este evento diez minutos antes de la hora anunciada para abrir y para cuando me quise dar cuenta ya estaba Terra machacándonos con su sonido tribal. Una cosa es que te quieran largar de la sala porque luego hacen negocio con otro tipo de música y público, además del rollito este de quedarse con parte de lo que saca cada grupo del merchadising y alguna cosa más, y otra es no cumplir con lo que pone en la entrada y anuncio del show. A parte de esto, me alegró mucho ver a tanta peña joven en el recinto. Y lo dejo aquí porque este último es un tema más que trillado.






Si por algo suelo ser de l@s que les mola ver el cartel entero de cualquier concierto es porque te puedes encontrar con más de una sorpresa agradable por parte de bandas que desconocías con anterioridad. Centrándonos en las dos veces que, hasta ahora, he visto a Soen, ya me ocurrió con Lizzard y ahora me ha vuelto a suceder con Terra. Para algun@s la propuesta de estos italianos puede resultar arriesgada, para mí fue de lo más contundente. Esa mezcla de Metal con sonidos tribales me dejó con ganas de más. Digo esto porque fue un concierto cortísimo, de poco más de media hora, para el cual partieron con una gran intro y continuaron con un setlist donde resalta la labor vocal de su batería Daniele “Zed” Berretta, sin dejar atrás la de sus acompañantes, Lorenzo “JB” Saponetta, a la guitarra rítmica y la percusión, Paolo Luciani, como guitarra solista, percusión e instrumentos de viento, y Stefano Alfonsi, como bajista y percusión. Create Mutate Erase nos ponía en antecedente de lo que vendría después, un sonido aplastante que continuaría con Father al tiempo que conseguían mantenernos sin perder detalle del escenario. Para cuando llegó el turno de This Scent aquello se había convertido en toda una fiesta donde Daniel se dejaba la garganta y sus cuatro extremidades aporreando la batería en tanto que sus compañeros sumaban dureza y energía a temas como Rise, Teardrop, versión que se marcaron de Massive Attack, y Close Enough, antes de despedirse con una outro tan tribal como la intro inicial. Lo dicho, todo un descubrimiento por mi parte.






A toda leche recogieron los cachivaches de Terra y aparecieron los franceses Molybaron sobre las tablas. Una banda que me gustó y punto. No es que me desagradaran, pero no sé si fue por el impacto anterior con los italianos, sumado a la ansiedad de ver a Soen, que no acabé de conectar del todo con ellos. Digo esto, como todo en cualquiera de mis crónicas, a nivel personal y sin quitar mérito a nadie, que luego hay much@ ofendidit@ que sale por peteneras. Sí que es verdad que el público aumentó de número para ver a los parisinos. Arrancaron con fuerza con Something Ominous y engancharon sin parar con Set Alight y Twenty Four Hours desatando una verdadera locura entre l@s asistentes. El bajista Sébastien de Saint-Angel no paró de intercambiar su posición sobre el escenario con el nuevo guitarra solista Florian Soum mientras avanzaban dejando caer Animals y Breakdown. Ese sonido aplastante se debe, sobre todo, a la labor del batería Camille Greneron, que a lo largo de todo el show volvió a dejar claro que una banda con alguien bueno a las baquetas tiene la mitad de cualquier concierto ganado. Personalmente, fue el que más me gustó de los cuatro, sin quitar mérito a los demás y a la labor vocal del guitarrista Gary Kelly, que le da ese toque único a temas como Something For The Pain. Para cuando llegó el momento de Lucifer y Vampires la sala estaba totalmente entregada al cuarteto galo. Cerraron su actuación con Incognito después de haber puesto toda la carne en el asador con un sonido cañero que, por momentos, me recordó a ciertas bandas con cierto renombre, algo nada inusual, pues todos los grupos tienen sus influencias y las dejan entrever en algún instante. Como he señalado, son cuatro musicazos de muy alto nivel metiendo tralla de la buena, otra cosa es que a mí me pillaran como me pillaron.





Bueno, bueno, bueno, Soen arrasan allá por donde pasan, y en Madrid, supongo que los demás sitios sería igual, lo demostraron con creces. Me ha costado lo suyo que me entrara su último trabajo, Memorial, pero me suele pasar que este tipo de discos acaban enganchándome del todo. Como os podéis imaginar, después de apagarse las luces de la sala y dejar atrás una pequeña intro, cuando sonaron los primeros acordes de Sincere, primer tema que dejaron caer del ya nombrado último disco, no cabía un alfiler en el recinto. Fue todo un lujazo tener al bajista Oleksii “Zlatoyar” Kobel a menos de cinco metros, sobre todo para alguien que, como yo, siempre ha flipado con su instrumento. Avanzaron con Martyrs, y ya en esta segunda entrega nos tenían a tod@s comiendo en sus manos. Increíble la voz de Joel Ekelöf, todo un frontman que sabe conectar con el público a lo largo de todo el show. Así lo hizo cuando arrancó con Savia, después de una gran intro por parte de Oleksii. Un sonido escandalosamente bueno, una conexión total y unas vibraciones positivas hicieron proseguir el concierto con la homónima de su último redondo.




El sudor ya se hacía notar en las caras de felicidad tanto del público como de los músicos al tiempo que Joel hacía ciertas confidencias de preferencia entre Madrid y Barcelona. Vuelta a su cuarto disco con Lascivious, que, al igual que todas las canciones, sonó como un cañón, para continuar con un pequeño solo del guitarrista Lars Enok Åhlund, se puede decir que es el hombre orquesta del grupo, pues se encarga de las seis cuerdas, del teclado y de los bongos de manera magistral, antes de dar paso al single de su reciente disco Unbreakable, tema que cantamos hasta desgañitarnos dando a entender que, pese al poco tiempo que este trabajo lleva en el mercado, tod@s estamos bien empapad@s de él. Deciver fue la primera entrega de su exitoso y reconocido Imperial, y se notó bastante el peso que tiene hasta ahora este disco en su ya no tan corta discografía porque los botes y los saltos fueron la tónica habitual como respuesta de l@s presentes.




El concierto siguió adelante entre los cambios de ropa de Joel, los remolinos de rastas de Kobel, el poderío a la batería de ese musicazo que es Martín López y los guitarrazos de gran calidad de parte de Lars y de Cody Lee Ford. De este modo llegamos al ecuador del show con Ideate, corte de su primera entrega en estudio. Llegado el tiempo de Monarch tuve la sensación de querer que esto no se acabara nunca. Un gran tema interpretado de manera magistral que dio pasó a otro de su Memorial, Fortress. Ahora bien, y he de reconocer que es una de mis canciones favoritas de los suecos, cuando Ekelöf presentó Illusion, fue, sin duda alguna, uno de los instantes álgidos de toda la noche. Aquí sí que nos dejamos las cuerdas vocales llegando, incluso, a cantarla por encima del propio cantante. Nos dieron un cierto respiro con Modesty, impregnada con ese ritmo marca de la casa de Martín, antes de ofrecernos otro de sus grandes temas, Lotus, que sirvió de primera despedida por parte de los escandinavos.




Qué mejor manera de volver al escenario que dejar caer Antagonist, con esa letra y ese estribillo que coreamos por encima del techo de la sala. Los poco más de ocho minutos de Lunacy supieron a gloria, pues, como he dicho antes, nadie deseaba que alcanzáramos el final del concierto. Pero, inevitablemente, este llegó a través de Violence, que también fue cantada con más que ganas recalcando lo que ya he comentado acerca de su última entrega discográfica.




En serio, para mí, Soen tiene todos los ingredientes para tirar por tierra todos esos rumores de que si el Rock esto o lo otro. Un directo aplastante con un sonidazo que te tumba saliendo de los instrumentos de unos músicos de un muy alto nivel. Un juego de luces y un telón de fondo que crean un ambiente espectacular. Un público que hace bajar la edad media de cualquier festival o concierto que se precie. Un saber conectar con el ese mismo público mediante una sinceridad aplastante y un agradecimiento que se ve reflejado en cualquiera de las caras que abandonaban la sala, incluida las de ellos cinco. El único pero sería el hecho de que Joel esté muy pendiente del teleprompter en la mayoría de las canciones, algo que se le perdona de todo corazón. Deseando volver a verlos las veces que haga falta y volver a gritar eso de: Soeeennn, oe, oe, oe, Soeeen, Soeeen. Bestiales, sin más.




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