Aprovecho el paso de l@s franceses Lizzard por Madrid para
plantear o seguir planteando todas esas cuestiones que hay sobre la mesa acerca
del Rock. Desde luego, si el Rock está agonizando, algo que no comparto para
nada, y no por cabezonería, sino porque tengo razones para pensarlo, es porque
no atiende lo suficiente a bandas que lo están dando todo en el Underground. Os
recuerdo que es de ahí de donde salieron la mayoría de los grupos que luego
fueron llamados “de masas”. Puede que otra razón que nos lleve a pensar esto es
la gran diversificación del Rock y lo excluyentes que han acabado siendo cada tropa
de seguidores de cada una de esas ramas. Esa podría ser la única razón para que
combos como Lizzard no estén más alto de lo que están, ya que su música es
sobresaliente y su actitud y cercanía fuera de lo común. Dicho esto, voy a
comentar cómo se dio la noche de su último show en la capital del Estado.
En primer lugar, hay que darle un pequeño o gran tirón de
orejas a la organización por decir que las puertas de la sala se abrían a las
19,30 y no hacerlo hasta las 21,00. Menos mal que me encontré con alguien que
me dio esa información mientras daba con la Rockville, lugar donde se
celebraría el concierto. No es que sea demasiado engorroso el asunto, pero
joder, te das prisa por llegar a un sitio que no conoces y luego te encuentras
que tienes que espera hora y media para entrar. Creo que no he dado de sí una
cerveza más en mi puta vida. Llegada la hora, entramos en la sala y en no más
de veinte minutos estaban l@s gal@s sobre el escenario para deleitarnos al
centenar de personas que nos acercamos a verlos.
Doy por hecho que poc@s de l@s asidu@s a este humilde blog
conoce la labor del trío formado por Mathieu Ricou a la guitarra y voz, William
Knox al bajo y la baterista Katy Elwell, pero si estos párrafos sirven para
despertar vuestro interés por ell@s me dio por muy satisfecho. Arrancaron con
“The Decline”, de su último trabajo “Eroded”, y desde ese instante pudimos
comprobar el talento de los tres, sobre todo de Katy que, no solo por la
situación en el escenario, es el centro de atención. Engancharon con “Violent”,
el único corte de su segundo trabajo que se escuchó esa noche, para volver a su
último disco con la sensacional “Haywire”. Para ese momento tod@s estábamos
absrt@s con la labor de la base rítmica, pues lo de Knox al bajo de cinco
cuerdas es para no dejar de mirarlo.
Entre los vaciles de Ricou, continuaron fascinándonos con
otro de sus temas de “Eroded”, el gran “Blowtown”, para avanzar con “Shift”,
corte que da nombre a su tercer larga duración. En esta parte del concierto
Mathieu se colgó la acústica, bueno, una especie de acústica porque aquello
sonaba cañón, para que pudiéramos escuchar un tema instrumental que vendrá en
su próximo disco, y la verdad es que a mí me encantó. Pasado este tramo al que
añadieron una canción más, entramos en la recta final con la psicodélica “Tear
Down The Sky” y la cañerísima “The Orbiter”, ambas de su primer redondo, “Out
Of The Reach”.
Concierto corto, poco más de hora y media, pero intenso,
donde Lizzard dejó claro lo grandísimo que son, musicalmente hablando. Al
tiempo que Katy y William recogían sus instrumentos para dar paso a la
siguiente banda, he de reconocer que no me quedé más de cuatro temas porque no
conecté con ellos y, además, se me hizo tarde para pillar metro y volver al
sitio donde me estaba quedando, Mathieu atendía al puesto de la banda donde
podías hacerte alguna foto con él, además de con sus discos y alguna camiseta.
Esta ha sido la segunda vez que los veo, y espero que no sea la última. Lo
dicho, si tenéis oportunidad de escucharlos hacedlo, y si tenéis la oportunidad
de verlos en directo mucho mejor. Así fue cómo los descubrí yo, en un concierto
siendo teloneros de Soen, como se solía descubrir a las bandas tiempo ha.
Gracias Lizzard por vuestro buen estar y enhorabuena por vuestra música.
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