martes, 16 de mayo de 2023

Texto Mandrílico Mayo 2023


LA FUNCIÓN

 

De todos los momentos vividos por cualquier escritor uno de los más inquietantes es el instante en el que asoma su mente al acantilado del papel en blanco.

Pedro está sentando en una silla. Es su única acompañante en un escenario vacío iluminado tan solo por un foco amarillo colocado a su espalda. Lentamente, baja y sube la cabeza fijando su mirada en el público; se pasa las manos por la cara intentando que, por los poros de las mejillas, emerjan las ideas que quiere plasmar. Al no conseguirlo, se frota las piernas con avidez tratando en balde de que parta algo de sus extremidades que consiga levantarle de la silla.  Deja las piernas y comienza a rascarse los brazos con fricción ante el temor de no poder atrapar lo que su cerebro pide salir a gritos. Todo sucede mientras suena “Wish You Were Here”, de Pink Floyd.

Terminada la canción, el foco se apaga quedando el escenario a oscuras. De la parte derecha del mismo, sale un actor vestido de folio en blanco al que persigue una luz, a su vez, blanca. Al llegar al personaje que está sentado, revolotea alrededor suyo como impulsado por una brisa suave. Se aproxima y le acaricia la cabeza para luego alejarse de golpe y volver con más suavidad. Interpreta esta danza al tiempo que suena el Finalle, Allegro Giusto de “La Trucha”, de Schubert. En los últimos compases, el hombre atrapa el papel con su mano izquierda y lo mantiene aferrado a su cuerpo hasta que este se desploma a sus pies. Entonces, el escenario vuelve a quedarse a oscuras.

Pasado un minuto, del lado contrario al que salió el folio, hace su aparición una actriz disfrazada de pluma estilográfica a la que, en este caso, persigue una luz de un azul claro. En un primer momento, se aproxima al hombre con timidez, tira de su brazo derecho, lo suelta para distanciarse y vuelve a repetir la acción varias veces, cada vez con más énfasis, ante la falta de respuesta a su solicitud. Todo mientras se escucha “El Vuelo Del Moscardón”, de Nikolai Rimsky-Korsakov. A mediados del tema, el hombre comienza a intentar atrapar a la pluma como si del insecto se tratara. Algo que consigue de un manotazo cuando se escuchan los estertores de la composición musical.

La oscuridad regresa al escenario durante poco más de un minuto. Esta se va desvaneciendo en tanto que el foco amarillo a espaldas del hombre que permanece sentado se va uniendo lentamente al blanco lateral del folio y al azul tenue cenital de la pluma. Cuando los tres convergen en la cara del sedente, que ha permanecido cabizbajo hasta ese instante, este levanta la cabeza y mira fijamente al público durante otro minuto hasta decir:

Todos los presentes, independientemente de su edad, se han acercado esta noche aquí con la intención de vivir, sentir, escuchar y experimentar algo nuevo. Algo que, después de haber pagado una entrada y según la transacción efectuada, pensáis que tenéis derecho a recibir. Si no lo conseguís, os enervaréis entre gritos, quejas, insultos e improperios; derecho que forma parte del pago. Y si alcanzáis el pretendido fin con el que habéis aposentado vuestros diferentes y únicos traseros en unos asientos bien distintos a mi silla, aplaudiréis, gritaréis vivas y piropos e, incluso, tiraréis algún beso que otro al escenario. Pues siento deciros que en vuestras manos está comportaros de una forma u otra, porque este que tenéis en frente es incapaz de escribir, recitar o interpretar nada cuando tiene a alguien delante. No digamos ya una sala como la que tengo esta noche enfrente, llena hasta la bandera. Así que nada, expresaos, rugid, desgarrad vuestras gargantas y alzad vuestras voces, ya sea de aprobación o rechazo. Buenas e inspiradoras noches. El dinero de la entrada no les será devuelto.

En primer lugar, el hombre suelta al folio que vuelve a danzar al son de la música que le vio aparecer perseguido en todo momento por el foco blanco hasta desparecer por el lado contrario al que entró en escena. Luego lanza la pluma con fuerza hacia el lado que vio salir el folio al tiempo que los acordes de la melodía que la vio personarse la impulsan, una y otra vez, a las manos del hombre, que, a punto de acabar la música y aún con la luz azul claro, le da un empujón que la hace desaparecer por completo. Pasado este trámite, vuelve a sonar Pink Floyd, el hombre se levanta, agarra la silla y deja que el foco amarillo le persiga mientras atraviesa el pasillo central de la sala entre todo tipo de reacciones de un público que contempla cómo, tanto él como la música, se esfuman por la misma puerta los vio entrar.


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