lunes, 10 de abril de 2023

El "Orden" De Victoria Pelayo Rapado

 


Desconozco si estos siete textos de Victoria Pelayo Rapado se ofrecen en el orden que ella petendía, lo que sí sé es que son siete columnas de un libro que te mantiene en tensión relato tras relato. Tal vez puedas intuir el final de alguno de ellos, solo tal vez, pues en otros ni por asomo lo vas a lograr. Pero esa misma tensión y esa angustia, a veces transformada en rabia una vez conocido el devenir de ciertos personajes, se convierten en el motor para continuar hasta saber qué ocurrirá en el siguiente texto, no sin antes tomar un respiro necesario para seguir avanzando.

Victoria Pelayo Rapado, Toya para mí, nos conocemos desde hace ya unos años y no recuerdo haberla llamado de otra forma, es una zamorana residente en Cáceres graduada en Derecho. A su colaboración como columnista en el diario Hoy hay que añadir su aportación en revistas como Versión Original, En Sentido Figurado, Letras Para Crecer o Farraguas, entre otras. Tiene en su haber el Premio de Novela Corta Ciudad de La Laguna, por Una amistad corriente, o el del XXI Certamen Literario Manuel Orestes Rodríguez López, por Preparativos, además de ser finalista de la XVI Edición del Premio Setenil con Malos Días, del que tenéis una reseña en este humilde blog, al igual que de su volumen de cuentos Lo Justo.




Este Orden arranca con Una Conversación de esas que escuchas sin querer o queriendo para olvidar. La cuestión es que, después de tomar una de esas decisiones sin trascendencia o bien ofrecerse a que la tome tu acompañante en un viaje, lo insignificante pasa a ser de lo más relevante. Esta transformación consigue sumirte en un sentimiento de culpa que te impide avanzar. El accidente de un autobús y las consecuencias del mismo hacen el resto. El final es toda una lección de esperanza.

Lo que más me ha gustado de Testigo es el entramado que crea la autora a raíz de una situación que, de no ser porque la mujer que la percibe a escondidas conoce a la que la ensaya, podría quedarse en un simple trance sin importancia. Ahora bien, resulta que las coincidencias desembocan en una serie de obsesiones y curiosidades que dan al traste con lo que pretendían ser unas vacaciones de ensueño. No hay que olvidar que la envidia y la venganza por parte de la testigo tienen bastante que ver con todo el entramado y que las posibles casualidades se encadenan de tal forma que si no existen se buscan o se crean. Unos personajes bien definidos y diferenciados te llevan de la mano de esta intriga por los distintos lugares vacacionales hasta alcanzar un final que nunca sabrás si es real o el imaginado por la testigo referida.





Sin duda, Tu orden, mi desorden me ha resultado uno de los relatos más angustiosos de este libro. En ciertas ocasiones, las necesidades económicas nos obligan a convivir con gente que nos parece de lo más alejada a nosotros mismos. Otra cosa bien distinta es lo que puede suceder durante el poco o mucho tiempo que convivimos con esas personas. Pues bien, esto es lo que le ocurre a nuestra fotógrafa protagonista, que odia hacer retratos, con su nuevo inquilino al que alquila una habitación, obsesionado con el orden de todo tipo. La cuestión es que el ofrecimiento como modelo de este último para una sesión de fotos cambia radicalmente la relación entre ambos personajes hasta surgir un verdadero afecto por ambas partes. Lo que no esperas es un final tan desconcertante.

Banco Cojo es el relato que más me ha gustado y disgustado a la vez. Aquí te topas con uno de esos textos en los que, por momentos, no quieres admitir lo malísimas que son sus protagonistas para, al final, comprobar que poco puedes hacer para evitarlo. Las distintas situaciones, las descripciones, sobre todo de personalidad, las diferencias económicas y sociales, el poder del dinero, los diálogos y esa montaña rusa de empatía y rechazo son los ingredientes de un pasaje que se resuelve de manera egoísta a más no poder. Me encanta cómo Toya consigue que toda esa cascada de sentimientos opuestos haga que te sientas hasta un poco culpable, pues cuando se es…, en este espacio cabrían no sé cuántos insultos y no precisamente de los suaves, se es hasta el final. Y si no que se lo digan a la señora Santi.



En cuanto a Sierro María Santos podría ser perfectamente el guion de una peli de terror de esas donde unos adolescentes que se creen que se van a comer el mundo después de haber triunfado dando cuatro palos de mierda se atreven con una víctima supuestamente fácil de engañar. Están muy bien definidos tanto el carácter de los tres protagonistas como la relación entre ellos. Son algo así como el listo, el bocazas chulín y el que lo tiene todo programado. Su atrevimiento, impulsado por la creencia de que este nuevo asalto es pan comido, los va a llevar a recibir los mismos palos que ellos pretenden dar. Muy a tener en cuenta la manera tan peculiar que tiene la supuesta víctima de dejar en herencia el pueblo donde habita.





Santa es un nombrecito muy apropiado para crear esa tensión a la que ya me he referido, la misma que siente y vive la protagonista de este relato después de hacerse eco de una posible agresión a una chica. Camuflada en ese tira y afloja entre los personajes principales y su vecindad se esconden una serie de dudas y remordimientos que, no quisiera exagerar, hemos sentido muchos de nosotros. Dudas acerca de si intervenir o no en los problemas de pareja ajenos y remordimientos por las mismas razones. El servilismo por parte de la víctima hacia su maltratador y los cambios de humor y comportamiento a los que la empujan confunden literalmente a la protagonista principal hasta descubrir algo que nunca quiso dar por sentado. Puede que todo se esfume con una boda, pero el humo es simplemente eso, humo, y una vez que desaparece el paisaje puede cambiar de color y estampa, pero sigue siendo el mismo.



¿Tiene límites la pasión o esos límites que algunos no quieren traspasar son los umbrales del frenesí de otros? En Aquel Día todo se debe a un muerdo que tendrá consecuencias de lo más inesperadas, sobre todo por el momento tan inoportuno de llevarlo a cabo. La protagonista de la mordida da pie a poner en duda la relación entre un psicólogo y su paciente en ese camino hacia la posible curación de lo que para algunos son parafilias o desviaciones sexuales y para otros simples maneras de vivir su sexualidad. El debate está servido, como en casi todo en lo que escribe la autora.



No puedo ni quiero cerrar este artículo sin pasar por alto el estilo de Toya y la temática de sus textos. Una cosa y la otra me han servido de reencuentro con la autora, hasta el punto de comprobar el gran salto que ha dado por ambas partes. No es fácil abordar los temas que se abordan en estas páginas, mucho menos de la forma que aquí se tratan. Sobre todo, no es nada fácil mantener al lector enganchado a las hojas de un libro formado por siete relatos independientes, algo que mi querida compañera de andanzas literarias consigue con muy buena nota. Solo me queda felicitarla por esta obra y darles las gracias por este regalo.




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