ARIDEZ
Seca la
memoria en los cuerpos desangrados de una nueva guerra.
Deshidratado
el mar en islas de plástico.
Flaca la
selva en la digestión de comida rápida.
Evaporada la
solidaridad en cayucos, pateras, muros, trenes y alambradas.
Agostado el
suelo en montañas de vertederos, minas, invernaderos y abonos químicos.
Devastados
los glaciares en caída libre de cataratas sin retorno.
Reseca la
visión de millones de ojos al cruzarse con fantasmas arropados por lonas y
cartones.
Estéril
noticia del cadáver de una niña en una playa.
Ajado el
respeto en agresiones para los que no aman dentro de una manida normalidad.
Desecada la
pasión en habitaciones de esclavitud.
Arrugado
armario rebosante de prendas tejidas en zulos de cautiverio.
Intratable
el amor en asesinatos de mujeres embutidas en miedo.
Amarillo el
avance del desierto subiendo por mi ventana.
Descolorido
el cielo hasta un blanco sin nubes.
Marchitos
los frutos de todos los árboles convertidos en llorones.
Consumida la
humanidad por su orgullo y arrogancia.
La Tierra
gira acallando la palabra, borrando los renglones de soberbia escritos sobre su
piel.
Demasiados
años sin llover.
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