He de reconocer que este cómic ha sido todo un revulsivo para
mí. No es que yo viviera los acontecimientos que en él se relatan, era
demasiado pequeño para ello, sino porque me ha hecho recordar muchas cosas que
me contaron con el paso del tiempo mis seres más allegados. No, en mi familia
no ha habido ningún/a cantautor/a, pero puedo asegurar que se escuchaba mucha
de su música en mi casa. Hace ya bastante tiempo, en otra entrada de este
humilde blog, hablé de Víctor Jara y de cómo llegué a aprenderme, aún me las
sé, la mayoría de sus canciones. Temas que yo entonaba con la inocencia de
cualquier niñ@ a la vez que me mis mayores me pedían, una y otra vez, que
bajara la voz o que, incluso, me callara. Algo que no entendía en su momento
porque yo me las sabía a través de sus escuchas. Con la edad me enteré de la
razón de sus ruegos, además de otras muchas cosas que hacen de esa razón algo muy
a tener en cuenta.
Román López-Cabrera es oriundo de Jacarilla, comunidad
valenciana. Tiene una licenciatura en Bellas Artes por la Universidad de Murcia
y entre sus obras publicadas destacan “1937: La Toma De Málaga”, “Miguel
Hernández. La Fontana Eterna”, “Sangre En El Suelo” o “Historia De España En
Viñetas”, entre otras. Además, es parte de la formación de la banda de Rock
Impar, algo que nos acerca más todavía.
Pepe Soller es el personaje donde Román aúna a tod@s es@s
cantautores/as que podemos conocer. Sí que es verdad que su historia se acerca
mucho a la de Paco Ibáñez, pero podría ser cualquiera de ell@s. Soller aprende
a tocar la guitarra de manera autodidacta, con la ayuda de su madre, y tiene que
salir del pueblo porque su padre está en una lista de sindicalistas buscado por
el régimen. De este modo, entra a formar parte de esa amalgama de emigrantes
que engordaban los suburbios y chabolas de las grandes ciudades estatales y
europeas, en este caso París. En la capital francesa entra en contacto con l@s
republican@s exiliad@s descubriendo a Violeta Parra en una actuación que será
clave en el devenir de su vida. Después de esto, consigue hacerse con una nueva
guitarra y empieza a componer esas canciones que tantas alegrías y penas le van
a acarrear. En las idas y venidas a España para actuar va a comprobar en sus
propias carnes todo lo dejado atrás: censura, represión, torturas, amores
imposibles, soledad y desarraigo, la mayoría de los temas que acabarán formando
parte de su repertorio. Para reflejar todo esto, el autor nos ofrece una serie
de viñetas de una calidad, tamaño y estilo de esos que te llevan a identificar
su autoría solo con verlas. Trazos, colores y fondos definidos se mezclan con
otros más difusos según la necesidad de un guion que va y viene en el tiempo repleto
de alusiones a otr@s artistas, a las traiciones de ciertos partidos políticos o
al miedo de estar en el punto de mira de la policía, pero también hay lugar
para el amor, la complicidad y el compromiso. Todo esto es lo que tendréis que
descubrir si queréis conocer mejor a Pepe Soller y sus andanzas.
Hasta aquí todo, digamos, bien, pero qué pasa con la
guitarra. La guitarra es el centro de la trama desde el primer momento. Con
toda seguridad, Pepe no viviría todo lo que vive si no fuera por las distintas
guitarras que pasan por sus manos. Este instrumento es su válvula de escape en
todos los sentidos. Se pega a ella porque en ella están impregnados todos sus
recuerdos, correrías, viajes y desventuras. Él, al igual que tod@s es@s
cantautores/as, no es nadie sin ella. Y aquí es donde creo que reside la clave
de esta obra. Podemos pensar, y con acierto, que estas personas tenían cierta
afinidad ideológica, pero si hay algo que las une son las seis cuerdas de este
instrumento. Y Román acierta de lleno en usar las distintas guitarras de Pepe
como puntos de inflexión para dar los giros necesarios a la trama.
Identificada, la mayoría de las veces, con cierto estilo musical de estos
lares, nos olvidamos que es la base de otras músicas que no llegan a ser tan
populares, pero que sin ella no tendrían sentido alguno. Esto, además de la
temática de las letras, es lo que el autor utiliza para cerrar el argumento de
este cómic de manera extraordinaria a la hora de conectar ciertas tendencias
musicales de la actualidad con tod@s es@s posibles protagonistas que puede
representar Pepe Soller.
Los nombrados Paco Ibáñez y Víctor Jara, Quilapayún, Chavela
Vargas, Luis Pastor, Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Javier Krahe y una
larga lista de cantautores/as son la base, como bien hace referencia Román, a
pesar de que much@s no quieran reconocerlo, de muchas de las bandas rockeras de
este Estado. Así que no me extraña que alguien que, con siete u ocho años, canturreaba
el disco entero de “Te Recuerdo Amanda” haya acabado siendo fan de muchas de
las bandas punkarras y heavys de estos lares. Qué chungo es creer que todo nace
de la nada, o que viene de fuera, olvidándonos de que sin semillas no hay
troncos, ni ramas, ni hojas, ni frutos, ni árboles que valgan. Pero esa es una
de las cosas que se nos da muy bien por aquí, olvidarnos de las adversidades a
l@s que se enfrentaban est@s artistas hasta vernos en la situación que nos
vemos en media Europa y medio mundo. Gracias de corazón, Román, me ha encantado
esta “Memoria De Una Guitarra” porque, además de todo lo referido, me he
encontrado en un puntito muy pequeño de estas páginas y eso no hay muchas obras
que lo consigan.
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