No es la primera vez que el autor japonés Gengoroh Tagame
aparece en este blog, y espero que no se la última. Antes de continuar, hay que
decir que el nombre por el que tod@s le conocemos es un pseudónimo. Formado a
principios de los años 80 del siglo pasado como diseñador gráfico, ha desarrollado
su carrera laboral como director artístico en publicidad, ilustrador,
historiador del arte especializado en erotismo nipón y dibujante de cómics. Es,
sin duda, uno de los maestros del género bara, junto a otro de mis autores
preferidos, Jiraiya. Creo que ya lo he explicado en otros artículos sobre él,
pero veo la necesidad de volver a hacerlo para posibles despistad@s. Se conoce
por hentai al manga gay cuyos protagonistas son chicos afeminados y
ultradelgados. A su vez, el bara es el manga gay donde se lucen, y de qué
manera, los hombretones grandes y peludos. A esto hay que añadir la temática
BDSM de Tagame. Esta es su tercera obra editada en castellano, siendo los tres
tomos de “La casa de los herejes” la primera y más cercana al que nos concierne
en estos párrafos, mientras que en los dos tomos de “El marido de mi hermano”
se aparta del bara para ofrecernos una obra igual de importante por su
compromiso con el colectivo LGTBI+. De ambas tenéis sendos artículos en este
humilde blog.
A pesar de que much@s siguen reprochando a Gengoroh cierta
simplicidad en sus guiones, algo discutible, sobre todo en el caso de estos
cuatro pasajes, lo que realmente destaca de su obra son las viñetas y su manera
de encuadrarlas en las páginas. Los detalles tienen tanta importancia en su
dibujo como la explosividad de los momentos sexuales, los complementos para alcanzar
dicha explosividad o la propia indumentaria de los personajes. Todo ello nos
conduce a una serie de protagonistas llevados al papel con unos rasgos
totalmente inconfundibles. Como ya he señalado, “Degeneración” está compuesto
por cuatro historias a cuál de ellas mejor conseguida. En “El contrato de la
degeneración” un antiguo luchador conocido como Genryu Superhormona pide
prestada una cantidad elevada de dinero a Ichie Momota para sufragar la taberna
con la que piensa subsistir después de su paso por los combates. Conociendo la
condición sexual del usurero, el nuevo tabernero piensa que lo exigido en dicho
compromiso va a ser pan comido, pero comete un error garrafal al desconocer el
tipo de prácticas preferidas de Momota. El chantaje en las redes sociales le
sirve a este último para que su sufragado lleve a cabo dichas prácticas con la
mayor sumisión mientras el luchador
espera dejarlas atrás por completo una vez finalizados los tres años que los unen
en lo pactado. Lo que ocurre una vez agotado este acuerdo es algo que vais a
tener que descubrir vosotr@s mism@s. Solo os adelanto que no se desvía
demasiado de otros finales del autor.
Las páginas se reducen en “El perrito bueno”, donde Miura, un
profesor de clases particulares, no se especifica de qué, tampoco es que sea
necesario, se reencuentra después de cinco años en la empresa donde trabaja con
su alumno Shinya. Se intuye que la distancia entre ambos es debida al
matrimonio del maestro, pero el destino les tiene reservado este encontronazo
para retomar su relación y desarrollarla en distintas partes del lugar de
trabajo. Tal vez, de las cuatro, sea la historia donde el morbo de ser descubiertos
durante sus momentos de placer esté más presente, algo que excita a ambas
partes por igual. Shinya volverá a ejercer su papel dominante exigiendo que
Miura recaiga en todo aquello de lo que huyó hasta volver a convertirse en la
perrita caliente y sumisa que siempre le gustó ser.
En “Eclosión”, para aquell@s que le tachan de simple, el
autor hace un alarde de imaginación fuera de lo común. Con el siempre
recurrente ejemplo de las mariposas, Tagame nos pone delante la historia de un
violador reincidente, bautizado como Larva número 1612, cuyo análisis
psiquiátrico indica que su posibilidad de reinserción es totalmente nula.
Siguiendo las pautas y las prácticas de reconversión del Centro de Eclosión al
que ha sido enviado, este arrogante violador acabará metamorfoseado en alguien
que no recordará nada de su pasado y que disfrutará llevando a cabo ciertas
habilidades de por vida. Puede que,
diciendo esto, esté por dar la razón a los detractores de Gengoroh, pero os
puedo asegurar que si de algo carece este pasaje es de simpleza. La viñeta
final es, a mi gusto, una de las mejores de estas páginas, sobre todo por alejarse
de todo lo que te puedes esperar de Tagame sin que falten esas pequeñas
peculiaridades de las que siempre ha hecho gala.
Cerrando la obra nos topamos con “Manimals”. He de reconocer
que ha sido la que más me ha gustado por la imaginación que Gengoroh ha puesto
en el guion, por la personalidad de los protagonistas y porque, realmente, no
me esperaba algo así de él, y eso es siempre de agradecer. En un mundo habitado
por enanos, hombres lobo, perros y demás fauna parlante, los humanos, en este
caso los varones humanos, terminan siendo unos seres al servicio de aquellos.
Algunos, como el enano, los usarán como montura, otros como animales de granja
de los que obtienen semen y estiércol y también los hay que quieren comérselos,
no sin divertirse un poco antes con ellos. Todo plasmado en una serie de
viñetas repletas de la fuerza y la expresividad que tantos frutos le han dado a
Tagame. La pérdida en una partida de cartas obligará al enano a vender su
Manimal a los hermanos hombres lobo. Lo que desconoce el personaje del hacha
son las intenciones de estos con su antigua cabalgadura. El perro granjero le
sacará de dudas empujándolo a recuperarlo para luego darle ciertas lecciones de
cómo tratar a estos Manimals siempre que quiera que el suyo le coja cariño y le
sea fiel hasta la muerte.
Toda una alegría este regreso de Gengoroh Tagame, ya se
echaba en falta que nos deleitara con sus cómics no aptos, digamos, para mentes
mojigatas. Mi más sincera enhorabuena por esta compilación donde cada historia
podía llegar a ser un tomo expandido sin problema alguno. Esperemos que no
tarde demasiado en ofrecernos una nueva de sus aventuras.
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