lunes, 8 de noviembre de 2021

Pécau-Blanchar: "La Maldición Del Petróleo"

 




Antes de entrar de lleno en este artículo diré que este cómic que lleva por título “La maldición del petróleo” es algo imprescindible a la hora de entender hacia dónde se ha encaminado el mundo y su economía en los últimos dos siglos. No sé cuántas veces hemos dicho o escuchado eso de: “¡¡Como allí no hay petróleo!!”, o justo lo contrario, a la hora de analizar las razones desencadenantes de ciertos conflictos armados o el olvido por parte de la comunidad internacional ante los mismos. Pues bien, en estas páginas encontraréis la mayoría de esas causas. Otro asunto a destacar es el gran trabajo que estos dos autores galos, Pécau y Blanchan, han llevado a cabo. Definirlo como impresionante es quedarse corto.




La llegada de Jean Pierre Pécau al mundo de las viñetas es, cuanto menos, llamativa. Después de formarse como historiador consiguió trabajar como profesor asistente en la universidad, tarea que compartía con su gran afición, los juegos de rol. Dejó atrás su labor en la universidad para formar parte de la plantilla de una empresa de importación y distribución de juegos de rol donde logró desarrollar los argumentos necesarios para crear sus propios juegos. Además de esto, realizó guiones para televisión hasta que el interés de su hijo por los cómics hizo que él mismo se pusiera a hacer guiones para este medio. Entre sus obras destacamos “Esta máquina mata fascistas”, “La sombra roja”, la serie “Wonderball” y la participación en otras como “Star Wars. Herederos de un imperio” o “Spirou y Fantasio”. El guion de este cómic que tenemos entre manos es todo un alarde de trabajo de investigación explicado de una manera sencilla, con toques de humor, ironía y contundencia, que hará que no tengas la menor de las dudas acerca de lo que se está hablando.




El dibujante Fred Blanchard se formó en la escuela Superior de Artes Gráficas de Penninghen antes de comenzar su trayectoria como ilustrador. Además de dedicarse a fondos de escenarios en el cine y alguna serie como “Calamity Jane” y la adaptación de “Corto Maltés” para Ellipse Animation, tiene a sus espaldas obras como “Tiembla Roma” o “La revolución rusa” y su participación en series del calibre de “Hellboy” o las nombradas junto a su compañero Pécau. Blanchard no es un dibujante e ilustrador estrictamente dicho, pues su labor como guionista se ve reflejada en muchas de sus viñetas. En estas páginas hace toda una ostentación del manejo del blanco y negro fuera de lo común con esos fondos de viñeta oscuros con los que consigue, a veces, que casi sea imperceptible lo que contienen junto a un detallismo, unos cambios de dimensión y una expresividad totalmente hipnotizantes. La idea de repetir ciertas viñetas, o parte de las mismas, en distintos momentos y lugares es otro de los atractivos de esta obra que deja claro lo referido anteriormente en cuanto a su implicación en la parte del guion.



“La maldición del petróleo” se divide en tres apartes a las que hay que sumar sus correspondientes prólogo y epílogo. Dicho prólogo se basa en El templo de los adoradores del fuego de Atesham, situado a 30km de Bakú, capital de Azerbaiyán. Puede que este lugar nos resulte anecdótico, pero es de suma importancia a la hora de entender todo lo referente al petróleo. El capítulo primero, “Las siete hermanas”, nos detalla la llegada de los hermanos Nobel a esta trama de perforaciones y torres de extracción. Como bien se nos cuenta, y al igual de la mayoría de las veces en lo que atañe al llamado “oro negro”, todo sucede por casualidad, siempre que se tenga la cantidad de dinero necesaria para invertir, claro. Y de eso ya tenían los tres hermanos después de llenarse los bolsillos armando al ejército del Zar. Crearon todo un entramado de explotación, tanto de la tierra como de los obreros, alrededor del petróleo que convirtió a Bakú en una ciudad repleta de palacios y casas suntuosas, por un lado, y miseria y despotismo, por otro. Pero claro, la familia sueca no eran los únicos interesados en ese líquido negro al que algunos solo veían como un producto maloliente e inservible.  En otro lugar, que no podía ser otro que Estados Unidos, nacen ciudades que prosperan y se van a pique junto con el petróleo, como es el caso de Pithole. En esos momentos hace su aparición alguien de máxima importancia en todo este entramado, el señor Rockefeller y toda su descendencia, sobre todo, su hijo mayor John. Interesantísimo lo referente a este clan  familiar; sus entresijos comerciales, la forma de enriquecerse, su alianza con el magnate automovilístico Henry Ford, sus beneficios de los conflicto obreros en Bakú, liderados por un tal Koba que dará mucho de qué hablar en la URSS, sus triquiñuelas para esquivar las leyes federales, las reuniones clandestinas de los responsables de las sociedades petrolíferas y la creación de una hidra de siete cabezas, cinco estadounidenses, una inglesa y otra holandesa, que controlará todo lo habido y por haber en cuestiones petrolíferas.




En “El centro de la guerra”, título de segundo capítulo, nos adentramos, como bien se indica, en todo lo relativo al carácter principal del petróleo a la hora de ganar o perder cualquiera de los conflictos surgidos desde la mitad del siglo XIX en adelante. Con tal de hacerse con el preciado líquido, las distintas potencias mundiales exploran en los lugares más recónditos del planeta. Muy acertada la frase: “La Primera Guerra Mundial empieza a caballo y acabará en carros de combate y aviones”, como resumen acerca del cambio que el petróleo, y su posesión, va a imprimir en cualquiera de los conflictos que están por llegar. Acabada dicha contienda, con el resultado de sobra conocido, Inglaterra y Francia se hacen con los pozos de Persia e Irak y de Oriente Medio, respectivamente, aunque los británicos se van a quedar con la mayor parte del pastel. Y, como os podéis imaginar, es en ese instante cuando entran en juego los países de la península arábiga con Arabia y su desierto arábigo, cuyo significado en árabe es “zona vacía”, al frente. Una sustancia que los pobladores de esos lares llevan viendo cientos de años sin darle la mayor de las importancias va a convertir sus territorios en los mayores productores de petróleo del mundo cuya producción va a ser una pieza fundamental en la victoria de los aliados contra los nazis. Colonialismo puro y duro por parte de todas las potencias involucradas en la guerra con un solo objetivo, el “oro negro”. Ante esto, la astucia yanqui los conducirá a presentarse como los grandes portavoces del anticolonialismo como treta para hacerse con lo que sus antiguos socios galos e ingleses extraen en las zonas mencionadas.




Llegamos al tercer capítulo, “A tumba abierta”, donde nos enteraremos de todos los tejemanejes de los estadounidenses para alcanzar la cima de la industria petrolera. Algo que conseguirán colocando a dictadores en los gobiernos de ciertos países o reuniéndose clandestinamente con los de otros, como es el caso de los árabes. Este monopolio se tambaleará con la creación de la OPEP por parte de un caballero guerrillero venezolano y un jeque árabe. De aquí en adelante todo será inversión, subidas de precios, guerras basadas en la producción y el acceso a la misma, mareas negras, destrucción de selvas, mares y desiertos, crisis como nunca antes se habían conocido que arrastramos hasta el umbral de nuestros días, entrada en escena de personajes como Nixon, Sadam, Jomeini, la caída de todo lo que la llamada “civilización occidental” representa, atentados terroristas, pobreza  y desigualdades en los países con mayor producción de petróleo y un enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán que trae de cabeza a la mitad del mundo.




El epílogo se centra en tres conceptos bastante explícitos que nos recuerdan que la maldición sigue acechando, que hay que mirar hacia un futuro en negro y verde y, sobre todo, no tomarse a la ligera las decisiones del Petroleum Club como máximo representante de las tres hermanas supervivientes de aquellas siete. Como he dicho, una vez leído este cómic comprendes muchos de los asuntos que han acontecido en los últimos dos siglos hasta llegar al momento en el que nos encontramos. Mi más sincera enhorabuena a los autores porque si existe algún tipo de concepto acerca de lo que puede ser definido como un ensayo llevado al mundo del cómic “La maldición del petróleo” es un brillante ejemplo del mismo.




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