jueves, 22 de julio de 2021

Guy Delisle: Crónicas De Juventud

 



Guy Delisle, junto a otr@s, ya forma parte de la historia de este humilde blog. Nacido en Quebec, cursó estudios de Artes Plásticas en Sainte-Foy y en Toronto y trabajó en el estudio CinéGroupe de Montreal. Sus obras, en general, se centran en los viajes que ha realizado acompañando a su esposa por distintas partes del mundo. De esta forma, refleja sus experiencias en lugares tan particulares como China, con “Shenzen”, Corea del Norte, en “Pyongyang”, Birmania, en “Crónicas Birmanas” o Israel, en “Crónicas De Jerusalén”. Es por este tipo de cómics por el que, digamos, más se le conoce, pero también tiene otros de temática muy distinta como “Guía Del Mal Padre”, “Inspector Moroni” o “Cómo No Hacer Nada”. De la anterior obra a esta que vamos a tratar en este artículo, “Escapar, Historia De Un Rehén”, tenéis una entrada en este blog. Hace ya tiempo que este autor pasó a engrosar mi lista de autores preferidos dentro del mundo de las viñetas, con este “Crónicas De Juventud” más aún.




He de reconocer que me he sentido bastante identificado con muchas de las situaciones que Delisle refleja en esta obra, al igual que he reconocido, perfectamente, a la mayoría de los personajes de la misma. Da igual si trabajas en una fábrica de papel, como es el caso, en una obra, taller o chiringuito de playa, en todos esos lugares donde hay un grupo de gente currando se repitan ciertos roles personales y esas situaciones referidas con anterioridad. Esto da mucho que pensar, sobre todo acerca de las relaciones humanas en un entorno cerrado. Y esa es una de las claves de este cómic, el análisis de esas personas y su interrelacionalidad. Con ello puede que el autor haya dejado atrás por un momento su temática habitual, aunque todo lo narrado en estas páginas no deja de ser biográfico, así que esta es, simplemente, una parte más de su vida. En lo relativo al dibujo, continúa utilizando ese estilo tan personal que le ha llevado a ser reconocible nada más verlo. Unos trazos que pueden resultar burdos y demasiado angulares no dejan de ser su firma personal, algo que muy poc@s consiguen. Aquí no se desprende de su habitual blanco y negro excepto para dar esos tonos ocres a sus camisetas, camisas, a algunos vehículos, el humo de la fábrica o al fondo de ciertas onomatopeyas. La que empezó siendo una obra que pillé por inercia hacia el autor ha pasado a ser una de mis favoritas y, puedo asegurar, que son varias suyas las que forman parte de mi colección de cómics.



Cuando Guy tiene dieciséis años decide ponerse a buscar su primer trabajo de verano. Para ello, como es habitual, pasa por cierto número de entrevistas entre las que está una en la fábrica de papel y pasta donde trabaja su padre. El tiempo corre al igual que las esperanzas de ser llamado para currar, pero todo da un vuelco a los quince días de esa última entrevista. Con ello, y antes de hablarnos de su acceso a dicha fábrica, hace un repaso sobre la historia de la misma. Me ha parecido todo un acierto el hecho de que dé preferencia a explicarnos la idiosincrasia del espacio donde se va a desarrollar el cómic antes que a su propia experiencia dentro del mismo. De aquí se adentra en todo lo relacionado con el primer día de curro: la entrada en la fábrica, el vídeo sobre la seguridad en el trabajo, el primer compañero “sobón” del que debe aprender, su primer contacto con las máquinas y el funcionamiento de las mismas, los turnos, el horario y su extraña distribución, la parte divertida y la no tanto del trabajo, las diferencias entre los uniformes de los veteranos y los novatos, el calor y el ruido emitido por la maquinaria siempre en acción que se solventa dentro de la cabina insonorizada con aire acondicionado y una tele, este será uno de los espacios más interesantes del lugar, y la salida sin pasar por la ducha.



En los siguientes días comienzan las relaciones con otros obreros, el contacto con ciertas herramientas que le irán sirviendo con el tiempo, los primeros, e inevitables, errores en ciertas tareas y, lo más interesante, el sentimiento de distancia, sobre todo vital, con otros compañeros al escuchar ciertas conversaciones que tienen lugar dentro de la cabina insonorizada. Empiezan la lista de las veces que mira al reloj llegando a pensar, incluso, que puede que se haya estropeado porque las horas no pasan con la suficiente rapidez que él espera y se va quedando con las distintas maneras que tienen los demás de matar esos tiempos muertos que él mismo aplicará posteriormente. Cierra esta parte hablándonos de sus primeros dibujos y los autores que le interesaban en ese momento. En cualquier curro siempre hay alguien, o alguienes, con el que conectas más y, evidentemente, todo lo contrario. En este caso se trata de otro chaval de la pequeña comunidad anglófona de Quebec. Pero el trabajo tiene sus propias situaciones e instantes como son la primera gran bronca del típico que se la tiene jurada a los novatos y las “sorpresas” ante las proposiciones y conversaciones que se siguen dando dentro de la cabina. Su primer verano como obrero avanza al igual que su relación con el dibujo; pasa de currar en el turno de noche al de día para descubrir las ventajas de este respecto a aquel y coincidir, por primera vez, con su padre en la fábrica, lo que le ofrece la visión diferenciadora entre curritos e ingenieros.




En el transcurso de su segundo verano en la fábrica consigue el título universitario en Artes Plásticas. Su nuevo primer día nada tiene que ver con el del año anterior pues hay caras que le suenan, al igual que ciertas cosas, como el sempiterno calor y el ruido o el tiempo que sigue pasando a cámara lenta. Como es normal, conoce a nuevos compañeros que le echan una mano y otros que pasan olímpicamente de él, a la vez que le llegan las narraciones de algunos de los accidentes laborales que se han vivido en el interior del lugar. Mientras, él sigue dibujando en el sótano de su casa y pasa el trámite de su obligada visita veraniega al apartamento de su padre. No falta la ración de conversaciones obscenas de distinto calibre dentro de la cabina de las que se evade poniendo en práctica una de las estrategias de escaqueo aprendida el verano anterior, leer a solas en ciertos sitios de la fábrica. En esta parte resulta interesante la explicación de todo lo referente al lenguaje de signos utilizado por los obreros para hacerse entender a distancia para salvar el problema del ruido y lo concerniente a ese lugar conocido como extremo húmedo, tampoco falta el que llega tarde al curro teniendo que esperar para darle el relevo. Pero hay un hecho que cambiará por completo la vida del autor; al lado de su casa abren una biblioteca donde tendrá acceso al descubrimiento de una serie de autores imprescindibles en su desarrollo dentro del cómic, Moebius, Tardi, Comès o Rochette, y se reencuentra con otros como Hugo Pratt. Durante esos meses es admitido en la escuela de Animación de Ontario y aprovecha las páginas de estas “Crónicas De Juventud” para hacer un interesante repaso a la historia del edificio de la fábrica para luego regresar a las conversaciones en la cabina en forma de rencillas por cobrar igual que los fijos.




A la vuelta del tercer verano currando en la fábrica de papel y pasta se percata del cambio de materia prima y, evidentemente, le suena todo nada más poner el pie dentro del recinto el primer día. La experiencia le hace demostrar ciertas habilidades y la confianza le arrastra a su primer accidente laboral sin consecuencias graves del que no da parte, desobedeciendo el consejo de los representantes sindicales. Dicho accidente, unido a su imaginación, le conduce a situaciones ficticias protagonizadas por otros infortunios laborales. Lo que no cambian son las conversaciones despectivas dentro de la cabina hacia los novatos, las carreras por ver las tías desnudas que salen en el televisor de la misma o el desprecio envidioso por parte de algunos hacia los más veteranos por ser demasiado viejos para realizar sus labores. Por fin consigue entrar en el despacho de su padre donde mantienen una más que interesante conversación, vive en silencio el atrevimiento de ciertos compañeros hacia uno de los recién incorporados y realiza su primer retrato sin demasiado éxito. Pone el broche final contándonos cómo abandona los estudios y la fábrica para trabajar en un estudio de animación y da por cerrado el cómic de manera bastante peculiar y fuera de todo lo expuesto con anterioridad.




Vuelvo a insistir en que me he sentido más que identificado por muchos de los pasajes que Delisle nos narra en estas páginas. Aquell@s que curren en lugares como el expuesto en ellas sabrán perfectamente a qué me refiero, aunque personajes de esa índole los hay en cualquier sitio. Enhorabuena a Guy por esta nueva obra que me ha tocado la fibra por razones bien distintas a las anteriores.




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