TRIKI
Echando la vista atrás con esa perspectiva que nos ofrece la
edad, te das cuenta de lo injusta que es, a veces, la historia con ciertos
personajes. No, no voy a hablar de nadie que reinó o venció masacrando a otra
gente o traficó con seres humanos, animales, plantas o minerales porque a est@s
ya se les dedica, y ha dedicado, miles de páginas. Quiero centrarme en Triki, el
Monstruo de las Galletas, conocido en otros lugares como Lucas Comegalletas o
Cookie Monster. Realmente, no sé si se trata de mi personaje favorito de Barrio
Sésamo, pero doy por hecho que está en el pódium de esa preferencia. Puede que
influya su pelambre azul por ser este mi color predilecto, aunque quedarse en
esto sería muy superficial. Esa voz grave destinada a un vocabulario
reducidamente glotón a base de: «¡Yo querer galleta!», «¡Yo comer galleta!» y
«¡Aumm ñam ñiam ñiam ñiam!», sumada a su aspecto de bonachón fuertote, seguro
que influye bastante en dicha elección. Lo que la mayoría de la gente no sabe,
o no recuerda, es que Triki no solo comía galletas. Su voracidad abarcaba panecillos,
rosquillas, todo tipo de fruta o lechuga y otros alimentos verdes, a la vez que
objetos no comestibles como dispensadores de sal y pimienta, señales de
tráfico, toallas, lapiceros, máquinas de escribir, teléfonos, motocicletas, camiones,
cajas fuertes o coches de lujo y, de postre, siempre la instructiva letra del
día. Hablábamos de Triki en el recreo, en la fila antes de entrar en clase o en
los tiempos muertos de nuestros juegos callejeros. A uno le asustaba que se
pudiera comer un camión de golpe porque su padre era camionero y temía que
aquel monstruo lo devorara saliendo de cualquier túnel; otras ponían cara de
asco solo de pensar en ensaladas y verduras; algunas reían a pierna suelta con
el vaivén de sus ojos saltones mientras su enorme boca engullía la señal de
prohibido que tan poco caso hacían cuando salían a montar en bici y también
dabas con el típico aguafiestas que deseaba matarlo a golpes porque le parecía
un ser estúpido sin sustancia alguna. Este monstruo, en general, nos animaba a
hacer el tonto mientras lo imitábamos gesticulando de la manera más forzada que
se pudiera a la par que emitíamos sus frases guturales en un concurso donde la
garganta se resentía hasta rayar la afonía con el único premio de hacer reír lo
más escandalosamente posible al público que nos rodeara en ese momento. Lucas
también tenía una familia de, por supuesto, pelaje azul formada por una madre,
una hermana más joven, un primo y un padre que nos alentaba a ahorrar energía y
agua y a respetar el medio ambiente. Con el paso de los años, Triki quedó
arrinconado en esa parte del cerebro que guarda nuestros recuerdos de la
infancia hasta que un día ves en las noticias que, a él y a toda su familia,
los han echado del su querido Barrio Sésamo porque inducían a la obesidad
infantil. Y se te queda una cara de pánfilo suprema con los ojos hundidos en el
hoyo más profundo de la tristeza y la boca tan abierta como la salida del túnel
que tanto temía tu amigo de la niñez.
Pobre Lucas Triki Cookie Comegalletas Monster, qué falta nos
haces ahora que otro monstruo quiere engullir nuestra Sierra de la Mosca con
sus máquinas, explotaciones a cielo abierto y contaminantes de la misma agua
que tu padre tanto nos
animaba a ahorrar. Qué bien nos vendría que se tragara de golpe todos esos
camiones, excavadoras y vehículos que pretenden destruir un ecosistema habitado
por una variedad de animales y plantas de incalculable valor. Cómo nos gustaría
que tu hermana pequeña arrasara con las cajas fuertes de los mandamases de esa
multinacional que pretende ensuciar el aire limpio que respiramos gracias a esa
montaña tan querida por los habitantes de esta ciudad. Qué satisfacción nos
produciría que tu primo defendiera las huertas donde se plantan verduras y
hortalizas idénticas a las que odiaban algun@s durante su niñez. Cómo
precisamos la fuerza de tu madre zampándose toda esa publicidad engañosa para
luego escupir pipos de verdades contrastadas, alegaciones y cientos de hojas de
firmas en contra de este atroz proyecto. Queremos que el Monstruo de la
Galletas y sus parientes regresen para ofrecernos un suculento postre cuya
letra del día sea una ene bien grande y más mayúscula que nunca; una ene que
exprese la necesaria vuelta de Triki a nuestro Barrio Sésamo particular; una ene
apoyada por carteles y movilizaciones donde gritar alto y fuerte un rotundo:
“No a la mina”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario