viernes, 26 de marzo de 2021

Texto Mandrílico Marzo 2021

 

ORIÓN


Lo extraño en aquel tiempo es que nacieran niños genéticamente sanos, mucho más si se trataba de una niña con ojos violetas, más aún cuando cualquiera que los contemplaba quedaba atrapado en un abismo que le hacía estremecerse durante unos minutos. Con esa cualidad podría haber terminado en el interior de uno de los cohetes que explotaban formando palmeras de colores con los que los dirigentes festejaban cualquiera de sus excentricidades ante la inopia de sus súbditos. Pero la misma ciencia y tecnología que había dirigido en rebaño a la humanidad durante los últimos trescientos años hacia un mundo virtual de pantallas, gafas 6 D y viajes inter espaciales expedidos falsamente con billetes de ida y vuelta a las colonias situadas en galaxias ya no tan cercanas, no podía dejar pasar la oportunidad única que se le presentaba con el nacimiento de la pequeña. Como ya era costumbre, lo primero fue arrebatársela a sus progenitores. Acto sumamente fácil cuando la Ley dice que: «Todos los nacidos pertenecen al Estado hasta que este decida lo contrario”, Artículo 528, párrafo 3, de la Constitución Internacional de 2247, por la que se regía el territorio de Ares. Nombre con el que se conoce en la actualidad a la que fuera la vieja Europa, la cual tuvo que dejar atrás su legendario apelativo después de que la multinacional del refresco más popular y negro de la historia, como si del toro blanco se tratara, consiguiera registrarlo como propio.

Lo siguiente que llevaron a cabo los científicos que alardeaban de tener un espécimen único en aquella niña fue inventar unas gafas que les impidieran caer en el abismo hipnóticamente mortal en el que se sucumbía si permanecías eclipsado por aquellos iris violáceos. Una vez conseguida esta meta, crearon unas segundas lentes que colocaron en los ojos de la cría de tal forma que esta no pudiera deshacerse de ellas por desconocer la combinación numérico alfabética que le hubiera permitido llevar a cabo tal acción. Además, tan solo serían sustituidas por nuevos modelos más avanzados según lo exigiese el paso del tiempo y la ambición científica así lo requiriera. Las cámaras que habían colocado a lo largo de aquellos singulares anteojos pretendían alcanzar todo lo que les agitaba e intranquilizaba cuando no estaban colocados en su lugar.

La bebé se convirtió en niña y esta en adolescente de sobrada y demostrada inteligencia que fascinaba a sus maestros. Llamaron Mercuria a la muchacha y la instruyeron de manera excepcionalmente única en todas las ramas conocidas del saber. Le alcanzó la juventud el día que le regalaron sus terceras gafas nuevas y una nave de diseño único para que cumpliera la promesa de viajar como exploradora espía. Comenzó con recorridos a planetas cercanos desde donde debía comunicar nimiedades que ella creía que eran la razón del éxito que cosechaba ante sus instructores. Los profesores registraban toda la información que conseguían con los anteojos y la obligaban a continuar viajando cada vez más lejos de la Tierra. Conociendo aquello que las lentes le ofrecían como anticipo de lo que, desgraciadamente, iba a ocurrir, el Consejo de Científicos derrocó a los mandatarios de Ares e impuso la dictadura tecnológica del 8 D que fue recibida como la liberadora de todas las caídas de red de sus predecesoras para júbilo de los habitantes de aquellos planetas que gobernaba la Nación.

A Mercuria se le ordenaba avanzar y avanzar sin derecho a réplica. Pasado un tiempo, el lugar que dejaba atrás tenía los días sentenciados hasta convertirse en un páramo yermo y baldío sin que la exploradora fuera consciente de ello. Hace lustros que no consigue comunicarse con aquellos que hicieron de ella una viajera experta y audaz. Después de años ejercitando la fascinante inteligencia acumulada en las arrugas de su cara logra, por fin, descubrir la carcelera combinación e incumplir el mandato de tener en todo momento las gafas puestas. Hoy, por primera vez, consigue ver reflejados sus ojos en el viejo espejo que tendría que servir de conexión con la central terrícola. Los contempla detenidamente durante varias horas para luego sentarse delante del comunicador 10 D y lanzar un nuevo mensaje a la desesperada. En la superficie del espejo comienza a aparecer: “He visto una nueva luz. Hace tiempo Venus IV se apagó. He visto morir una estrella en el cielo del distante Orión…”.

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