Tenía muchas ganas de leer este libro de mi compañera de
tertulia y andanzas literarias Soledad García Garrido. La razón no partía del
revuelo que se ha montado con su primer premio en el IV Concurso “Letras
Cascabeleras” en la modalidad de narrativa, se debe más a que nunca antes había
leído una obra suya y ya era hora de hacerlo. Nacida en Plasencia, aunque lleva
residiendo en Cáceres desde hace años, Soledad estudió Filología Anglogermánica
en la Universidad de Extremadura. Además de publicar relatos en antologías como
“La Fiambrera”, ha recibido un sinfín de premios y menciones en igual número de
concursos literarios. En su carrera literaria ha obtenido el primer premio en
el XIII Concurso de relato breve José Luis Gallego, en el XV certamen Literario
Villa de Medellín, en el XX Concurso Literario Julio Gamba o en el IV Certamen
Literario Párkinson León, entre otros.
Antes de entrar de lleno en estas “Líneas Divergentes” quiero
recalcar una de las sensaciones que he vuelto a tener leyendo sus páginas.
Llevo unos cuantos de años experimentando cierta identificación con algunos de
los personajes, situaciones o espacios que aparecen en los libros o cómics que
leo. Supongo que debe ser por la edad que llevamos a cuesta y, evidentemente,
por la temática que se trata en estas publicaciones. Pues bien, aquí me ha
vuelto a pasar. Puedo decir que ha sido más con las situaciones o experiencias que
viven los protagonistas que con ellos mismos. También es verdad que no me he
criado, ni he pasado mi juventud, en una gran urbe como la que la autora
utiliza como espacio en su libro, pero, leyendo sus párrafos, hay lugares, etapas de la vida o
estados de ánimo con los que me he retrotraído a instantes de mi propia
existencia. Esto, obviamente, ha hecho que haya devorado el libro casi de un
tirón, para bien o para mal.
Dani y Manuel, Manuel y Dani, son dos gemelos adolescentes,
los “Tuins”, que viven en uno de los muchos suburbios de cualquier ciudad
española del último tercio del siglo pasado. Hasta cierta edad, los catorce en
nuestro caso, comparten amigos, aficiones y desengaños, además de un techo con
una madre con problemas de obesidad que resuelve cualquier crisis familiar
asaltando la nevera y un padre al que su trabajo en una fábrica de Coca Cola le
ha sumido en esa frustración tan extendida en aquellos que emigraron dejando
atrás una vida en un pueblo con la esperanza de mejorarla, algo que jamás
consiguieron. Todo cambia para estos dos hermanos cuando llegan al instituto. El
hecho de que acaben en clases separadas, el pasaje de la visita de la madre al
centro es uno de los mejores de la obra, da pie a la separación de ambos.
Basado en ese maniqueísmo en el que Dani, el narrador, se identifica con el
bueno y la savia y Manuel con su contrario y el veneno, las andanzas alejadas
de la ley de este último hacen crecer su fama como gemelos en el barrio.
A parte de ellos dos y el tercer personaje masculino
enmarcado en el padre, las dos figuras femeninas, la nombrada madre y su vecina
África, son esenciales en todo lo que sucederá en los cuatro años de existencia
de los que nos habla Dani. La primera les hará ver lo imprescindible que es su día
a día, a pesar de no mostrar el afecto que ellos esperan de ella. La segunda es
primordial en su despertar sexual y erótico, además de dar lugar a momentos
clave en toda la obra. Mientras uno parece tener claro que eso de delinquir no
le va a sacar de nada, el otro parte del robo de unas gafas de espejo y
aumenta su curriculum delito tras delito hasta llegar al pozo de las drogas
duras. A pesar de todo, Dani renunciará a ciertas oportunidades que le ofrece
la vida a cambio de luchar por la cercanía perdida con su hermano hasta llegar
a límites inconcebibles con resultados ciertamente inesperados. El cumpleaños
que les instala en la mayoría de edad lo celebran con una comida donde se
desgranará la verdadera personalidad de los “Tuins”. Puede que contado así os
suene demasiado simple, pero, os puedo asegurar, que nada más lejos de la
realidad. Ocurren una infinidad de cosas que no pretendo, ni debo, desvelar y
que estoy seguro que os encantará descubrir leyendo estas “Líneas Divergentes”.
Todo esto que os cuento lo plasma Soledad con un estilo y una
manera de escribir que tienen mucho que ver en ese sin parar de leer al que me
refería anteriormente. Un lenguaje perfectamente sincronizado con la época de
la trama sumado a reflexiones, pensamientos, metáforas, circunloquios,
descripciones fantásticas y unos diálogos precisos por el momento en el que
aparecen marcan el camino que, con toda seguridad, le ha llevado a obtener el
primer premio de este concurso. También he de decir que me ha surgido una
pequeña duda con el desenlace final. ¿Esto es bueno o malo? Aprovecharé la
suerte de conocer a la autora para que me la aclare personalmente. Mi más
sincera enhorabuena, Sole. Espero que sigas añadiendo premios a tu carrera. Estoy
seguro de que, con obras como “Líneas Divergentes”, caerán muchos más.
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