Ya que este confinamiento a raíz del dichoso
virus no nos da la oportunidad de asistir a eventos musicales de ningún tipo,
pocas serán las crónicas de conciertos que encontraréis en este humilde blog.
Mientras tanto seguiré hablándoos de algunas de las lecturas que estoy llevando
a cabo estos días. Toca ahora dedicarle un ratito a un cómic del guionista
Patrick Prugne y el dibujante Tiburce Oger que lleva por título “La Posada Del
Fin Del Mundo”.
Prugne es un reconocido autor francés que ha
recibido premios tan destacados como el “Alph-Art-Avenir” de Angoulême en 1990
por una adaptación del cuento de “La Libre Y La Tortuga”, este se otorga desde
1982 a aquell@s autores/as que nunca antes habían editado de manera profesional
una tira cómica, y el Prix Jacarbo de la BD por su obra “Pawnee”. Quizás os
suene, precisamente de eso, de la trilogía encabezada por dicha obra. En cuanto
al dibujante, y guionista también francés, Oger, fue reconocido con el mismo
premio en Angoulême en 1991. Esta no es la única vez que ambos unen fuerzas
pues ya lo hicieron en “Canoe Bay”, título perteneciente a la trilogía antes
citada.
Lo primero que resaltaré de este cómic es la
exquisitez con que está realizado. Basado en un manuscrito del escritor Edgar
Saint Preux, el guion hace que te mantengas atento en todo momento durante los
tres tomos que le dan vida. Puede que intuyas, casi desde el principio, cuál
será el final de la historia. Eso es lo que le hace verdaderamente intrigante,
el fin se encargará de darte un buen portazo en la cara, dadlo por hecho. En
cuanto a los dibujos de Tiburce, el color, las sombras, la luz y, sobre todo,
los detalles en cualquiera de sus viñetas hacen que te sientas como si formaras
parte del entorno donde se desarrolla la trama, la localidad gala de Trébernec. Es allí,
a una vieja posada de dicho pueblo, donde va a parar el propio Edgar Saint
Preux con la intención de recuperar la inspiración perdida. Para ello recibirá
la ayuda del único habitante humano de la fonda ya que este vive rodeado de
unas misteriosas criaturas encargadas de protegerlo, alimentarlo y velar por su
delicada salud. El primer tomo, “La Chica Del Acantilado”, es una extensa
introducción donde se presentarán a los personajes principales. Se trata de la
joven Iréna y su amigo Yann. Ambos están muy unidos desde la infancia, tanto
que sienten una atracción que va más allá de la amistad. Después de pasar una
tarde en los acantilados cercanos a la población donde residen, Iréna vuelve a
casa acompañada de su madre. Ambas son asaltadas por un grupo de malhechores
que asesinan y violan a la mujer mientras la niña desaparece sin dejar rastro. Esto
hace que el posadero entre en una depresión y que el joven Yann abandone su
residencia para alistarse en la marina real. Después de once años, Iréna vuelve
a aparecer de manera sorpresiva para alegría de su progenitor al que poco
importa dónde ha estado todo este tiempo henchido por la felicidad de volverla
a tener cerca, a pesar de que ella no pronuncie una sola palabra. La muchacha
comienza a hacer gala de ciertos dones sanatorios con los animales de la
comarca que le acarrearán el odio del párroco y del dueño de la fábrica
conservera local, negocio clave en el desarrollo de la trama. Durante un
intento de robo con intenciones claramente asesinas hacia la hija del posadero,
esta es rescatada de las manos de la muerte por la aparición oportuna de Yann
que vuelve después de enterarse de la aparición de su amor de toda la vida.
Siguiendo con la segunda parte, “Pasos En La
Arena”, quiero destacar las tres páginas iniciales por ser uno de los momentos
culmen donde Oger hace gala de todo su talento como dibujante. Después de su
primera noche en la posada, Preux se levanta apesadumbrado por una pesadilla de
lo más horrible. Al llegar a la habitación del anciano residente de la posada,
se encuentra con el desayuno hecho por esas criaturas que tanto le inquietan. A
pesar de ello, su curiosidad de escritor hace que presione a su acompañante
para que le siga relatando la historia de Iréna y el joven Yann. Con algún que
otro paso atrás en el plano cronológico, volvemos a una realidad donde un
desconocido mal se extiende por el pueblo sin control alguno. Con la intención
de cumplir cierta promesa que le hizo a Iréna durante la infancia, Yann entra a
formar parte de la plantilla de la fábrica conservera que da trabajo y disgusto
a los habitantes a partes iguales. Allí conocerá al pequeño Marvin, personaje
esencial en la historia que nos concierne, que le enseñará todos los entresijos
del funcionamiento de la factoría. Después de un supuesto accidente laboral
sufrido por un compañero de trabajo y de que Iréna consigue curar del mal que
azota la localidad a algún vecino, se precipitan los acontecimientos de tal
manera que ella vuelve a hablar con la intención de que Yann no regrese al
trabajo. A cambio el joven le pide que le expliqué dónde ha estado durante los
años que nadie dio con ella. El relato por parte del viejo postrado en la cama
se extiende hasta la hora de la cena.
En la tercera, y última, parte, “los Murmullos
Del Alba”, entran en juego un grupo de personajes vitales para el buen
funcionamiento de la conservera. Se trata de los reos del presidio de Brest que
acaban convirtiéndose en mano de obra gratuita de dicho lugar. La producción de
latas asciende en proporción al rechazo que reciben Iréna y los suyos. La
irrupción de unos seres malvados durante una noche con la intención de
exterminar a la población, incluidos los residentes en la posada, pone en
alerta a todo el mundo. Después de este momento saldrá a luz la identidad del
dueño de la fábrica y sus siniestros objetivos. Como os he dicho, puede que con
todo esto que os señalado penséis que esta no pasa de ser una historia más de
brujería y seres misteriosos, nada más lejos de la realidad. Las últimas páginas
se encargarán de poner cada cosa en su sitio de tal manera que querrás volver
atrás para encontrar el momento en que te sentiste seguro de saber cual sería
el resultado de esta historia y comprobar lo perdid@ que estabas sumid@ en esa
certeza.
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