Cuando estoy delante de un cómic como este “Escapar, Historia
De Un Rehén”, de Guy Delisle, me vuelvo a hacer, por millonésima vez, la eterna
pregunta acerca de esa losa que tiene encima el mundo de las viñetas: ¿Son los
cómics cosa de crí@s? Sí que es verdad que durante mucho tiempo se pensó que
era así, lo peor es que aún sigue siendo la opinión de mucha gente, incluso de
muchos lectores de libros, pero nunca he entendido que este género literario se
tenga que quedar en tan rala superficie. Comprendo que para un aficionado a
este mundo es más fácil ver que dicha opinión es totalmente errónea. El hecho
de que los cómics que más se consumen sean los de superhéroes o los mangas no
debería significar que todo este universo literario esté restringido sólo a
eso. La verdad es que mis superhéroes siempre han sido Conan, Tarzán, Astérix o
los protagonistas de La Rue 13 del Percebe, por poner algunos ejemplos, que
descubrí cuando era un chaval. Ahora bien, en aquella época leía, a su vez, las
aventuras de Los Cinco, por seguir con los ejemplos, y nunca me dio por pensar
que los libros fueran cosa sólo para niños o adolescentes.
Siguiendo con las curiosidades, alguien lee un libro que le
ha molado, que le ha parecido excepcional, independientemente del tema del
mismo, yo también lo hago, que quede claro, y se lo recomienda a sus amig@s,
conocid@s o familiares. Les dice lo bien, o mal, que se ha sentido leyéndolo,
cómo le ha hecho ver las cosas desde otro punto de vista o cómo sus páginas han
servido para que se nutra un poco más sobre un tema que le fascina. Pues bien,
haces lo mismo con un cómic, yo también lo hago, y todo se queda en una
sonrisa, un: “¡Qué interesante!”, o en una llamativa cara detrás de la cual, a
veces, puedes leer directamente: “Este tipo está chalao. Me está hablando de un
cómic con tanta pasión que no parece normal.” Así que nada, seguiremos siendo
una pandilla de majaretas cuyo pecado mortal es el de continuar gozando con los
cómics, a pesar de tener esta u otra edad. A ver si es verdad que el futuro nos
da la razón.
Después de la anterior reflexión, pasaré a hablaros de uno de
los autores con más prestigio dentro de ese sector de las viñetas dedicado a
sacar a la luz muchas las injusticias que se comenten en este, nuestro, mundo. Me
estoy refiriendo al canadiense, nacido en Quebec, Guy Delisle. Después de
estudiar artes plásticas, enseñar animación o participar en algún corto, se
adentra en el mundo de la ilustración. Lo hace con dos características que le
llevarán a los puestos más altos de los cómics relacionados con los asuntos
antes referidos. Una, su estilo propio, en todo lo referente al dibujo y guion,
muchas de sus obras son autobiográficas, y otra, tratar lo vivido en países, o
conflictos, digamos peliagudos, como es el caso de Corea del Norte, China,
Birmania o el problema palestino-israelí. Es ahí donde reside su valor como
escritor y dibujante, pues todo lo que puedas leer serán vivencias suyas, de
sus familiares o allegados.
Lo curioso es que, en esta nueva entrega, “Escapar, Historia
De Un Rehén”, se sale un poco de esa línea para adentrarse directamente en las
vivencias de otra persona. En este caso nos referimos a todo lo sufrido por
Christophe André, al que Guy entrevistó durante un tiempo, miembro de una ONG
de ayuda médica, durante su más de sus cien días de secuestro por parte de las
milicias chechenas. Christophe es raptado al poco de llegar a la zona donde
está realizando su labor humanitaria y pasará metido en varias habitaciones su
cautiverio. En una de ellas estará atado con unas esposas a un radiador, en
alguna a una cama y en otras a objetos por el estilo. Comerá casi todos los
días lo mismo y, casi, a la misma hora. Irá al baño con la asiduidad que crean
conveniente sus raptores y se relacionará con ellos según quiénes sean y
dependiendo del momento y lugar. Si todo se quedara aquí no habría nada nuevo
en el horizonte de este cómic. Delisle utiliza su técnica para conseguir que te
llegues a identificar con el propio André. Sus pensamientos, angustias,
reflexiones, lucha por no caer en el victimismo o la desesperación, la
esperanza o su posicionamiento ante sus secuestradores están reflejados
mediante un conjunto de viñetas en tonos grises azulados y verdosos con muy
poca luz, además de los diálogos, claro, que hace que el lector, al menos a mí
me ha pasado, llegue a percibir todas esas sensaciones. El autor llega a conseguir
eso que podríamos llamar empatía lector-obra. Algo que creo que poc@s pueden
presumir de alcanzar.
No sé si lo peor, o lo mejor, de estas páginas es que
conozcamos el final del asunto. Está claro que si Delisle entrevista a
Christophe es porque éste consiguió salir de allí de alguna forma. Me explico,
te llegas a meter tanto en todo el entramado del secuestro que quieres que
aquello se acabe tanto como quien lo está sufriendo. Y pasas unas páginas y
pasan unos días, luego, cuando parece que todo va a cambiar, pasan otras
semanas y llega el frío y luego un cambio de sitio y una nueva esperanza y así
hasta necesitar realmente que esto se termine de una vez. Evidentemente, no os
voy a contar cómo consigue André salir de allí, algo que me ha parecido lo más
brutal de la vivencia. También me queda alguna duda en el aire como qué hubiera
pasado si en vez de él hubiera sido una compañera suya de ONG. ¿Lo habría
conseguido de igual manera? Y ya, en plan quisquilloso, por qué Delisle sólo
habla, lo hace unas cuantas veces, es más, es uno de los momentos repetidos del
rapto, acerca de cuando Christophe va a orinar o lavarse y nunca de defecar. Lo digo
porque igual que le parecía un poco engorroso mear o asearse delante de sus
raptores cagar debería ser un poquito peor. No sé, no es algo para tirar por
tierra todo lo que vais a leer, pero me he quedado un poco pallá con este
punto.
Si realmente queréis dejar de pensar que los cómics son sólo
cosa de crí@s, os recomiendo que empecéis por cualquiera de los creados por Guy
Delisle. Quizá, de esta forma, comenzaréis a daros cuenta de que detrás de las
viñetas, a parte de superpoderes, espadas y ojos grandes, hay muchísimas
historias más por descubrir.
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