El pasado miércoles, 27 de Enero, pasaron por la Barroco de Cáceres los
holandeses Peter Pan Speedrock en la que está siendo, según dicen porque esto
ya no sabe uno si tomárselo en serio o no, su gira de despedida. Sea como
fuere, la cuestión es que lo que vivimos en la sala cacereña la otra noche fue
puro Rock&Roll. Por este motivo esta crónica no va a ser la típica en la
que leáis si tocaron este u otro tema, también aparecerá esta parte, por
supuesto, sino que aprovecharé la ocasión para hacer unas cuantas reflexiones y
dar mi opinión, esto lo recalco, es mi opinión, sobre ciertos aspectos actuales
del Rock.
Empezaré aclarando que mi relación con los holandeses se
remonta a poco más de un año cuando leí una entrevista suya en una de las
revistas musicales que adquiero mensualmente. Me parecieron tan directos y
sinceros que no pude evitar saber de qué iban. Me encontré con un grupo con una
discografía relativamente extensa en sus veinte años de existencia, con un sonido
punkarra garagero de los que te tira de espalda. Así que cuando me enteré que
iban a pasar por esta ciudad no dudé un instante en comprar la entrada, nada
cara, 10€, y plantarme allí para verlos a pesar de ser un miércoles.
Su show fue un repaso a temas de su carrera a los que
añadieron la versión de Cheap Trick “Hello There”. Con esta presentación,
seguida de cinco o seis trallazos de la altura de “Evil Sweet Thing” o
“Cock-Teaser”, lo primero que pensamos es si estos tipos iban a parar a saludar
o el concierto iba a ser todo el rato a ese nivel frenético. Pues sí, pararon a
saludar, pero el nivel no bajó para nada. Vino bien que empezaran a interactuar
con el público porque, canción tras canción, la treintena que estábamos allí
empezamos a entregarnos como posesos.
Uno de los momentos álgidos, como era de esperar, fue durante la
interpretación de “We Want Blood!”, mi tema favorito de ellos y, por lo que vi,
de la mayoría de la poca audiencia que vivió esta noche de Rock. A partir de
aquí empezaron los pogos, el sudor y los saltos varios. En esta parte del
concierto dieron cabida a cortes de su último trabajo como “Get You High” o
“Dead Ringer”. Todo esto que os estoy contando interpretado con una intensidad
y fuerza fuera de serie. Vuelta a poner aquello patas arriba con “Go Satan,
Go!” y la peña cada vez más entregada y fuera de control. Para cuando nos
quisimos dar cuenta nos habían echado encima trallazos de la altura de
“Rockcity” y empezaban a amenazar con largarse. No sé si se esperaban que los
pocos y pocas que estábamos allí íbamos a aceptar su adiós simplón y ya está.
La peña empezamos a pedirle más y más, incluido la versión de “Ace Of Spades”
que se quedaron en el tintero, y volvieron para rematarnos con temazos tan
potentes como “Motörblock”.
Después de una hora y casi media de intensidad, entrega,
sudor y puto Rock&Roll se bajaron del escenario con la misma sonrisa que
teníamos los presentes. Tipos de un buen rollo excepcional que no se negaron,
al revés, en ningún momento en hacerse fotos con la peña. Gente cercana que ha
pasado por festivales de media Europa y que hablan contigo como si fueras un
conocido más. Músicos que, una vez fuera, ven que te estás yendo de la sala y
te dan una voz para despedirse de ti. Todas estas cosas, sumadas a la música,
siempre suben el listón de haber vivido un buen concierto.
Entonces si todo fue tan espléndido, intenso y puramente
rockero por qué este tipo de bandas no están donde se merecen estar en vez de
estar pensando en la retirada. Nos quejamos constantemente de las megaestrellas
rockeras que se olvidad de sus principios y sus seguidores para vivir de las
rentas sacándoles los cuartos a sus fans con discos mediocres y entradas
desorbitantes, que se lo cuenten ahora a Guns´N´Roses, por poner un ejemplo.
Aparecen unos señores que se recorren Europa en furgoneta para tocar en sitios
tan remotos como es Cáceres, que tienen once discos y no sé cuántos conciertos
a sus espaldas y resulta que estamos allí treinta. Pues nada, volveremos a
decir que no hay relevo, que esto de la música está estancado y que ya nada
impresiona o impacta. No será que preferimos estar bien asentados en nuestros
gustos, promocionados por las discográficas que hace mil años que no dan salida
a otras bandas que no sean las de su caduco catálogo, y que nos quejamos de ver
siempre a los mismos en concierto o festivales, pero tampoco respondemos ante
grupos como este, o del mismo calibre, sea del estilo que sea. Que sí, que no
tenemos pelas para ir a todo lo que queremos, eso nos pasa a todas, pero sí que
las tenemos para desplazarnos 1000 km para ver a las mismas bandas por enésima
vez y engañarnos diciendo que, la mayoría de ellos, gozan de buena salud, ya
sea musical o física.
La solución a todo esto la tenemos, como siempre ha sido, el
público y los grupos. Que en la radio no quieren dar salida a bandas nuevas que
merecen la pena, ya sean estatales o guiris, pues sigamos los canales
alternativos de toda la vida para que algunas de ellas lleguen a estar donde se
merecen. Que en la tele hace mil que no ponen Rock, pues indaguemos por otros lugares
para ver a las bandas que despuntan y convencernos de si merecen la pena o no.
Una de las cosas con la que salí en la cabeza la otra noche fue lo injusto de
todo esto. Sinceramente, pocos powertrios como Peter Pan Speedrock te van a
hacer sentir esa pasión primigenia de un concierto de Rock. De verás que lo
siento por los que no fuisteis, pero, a pesar de que se separen o no, a mí me
devolvieron la esperanza en la música que más amo. Si queremos que haya salida,
o la buscamos nosotros y nosotras o seguimos pagando por ver a bandas que
cualquier día se separan y te dejan con el culo al aire. Como anécdota diré que
se notó una barbaridad cuando el bajista se cambió al Rickenbaker, claro que
con la bestia parda que tenía a la batería no era para menos.
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