Este artículo es el primero que hago sobre un cómic donde ni
os voy a hablar del contenido del mismo ni de la trayectoria del autor en
cuestión. Por ello pido disculpas a Miguel B. Núñez y a tod@s l@s protagonistas
que forman “Heavy 1986”. ¿Por qué procedo de esta manera? Porque,
sencillamente, he entendido a la perfección lo que Miguel y sus personajes
quieren transmitirnos con sus viñetas, espero no confundirme. Lo que sí haré es
utilizar las bandas centrales de cada uno de los capítulos de esta obra para
desarrollar el contenido de estos párrafos.
“Th Ultimate Sin” puede que sea el disco más infravalorado de
la carrera de Ozzy, pero yo, al igual que el autor de este tebeo, lo flipaba
con él. Nostr@s no teníamos una Canciller donde ir cada sábado, pero sí que
teníamos unos baretos como el "13" en Cáceres o "El Doblao", en mi pueblo, La Haba,
donde, después, en este último, de tragarnos todo el pachangueo de la noche
podíamos disfrutar de cosas como este redondo. Con este disco comienza la
andadura de “Heavy 1986”. Ese año fue también el principio de mi andadura en
Cáceres. A pesar de que llegué en Octubre del año anterior, ese fue el primer
año que viví fuera de casa, compartiendo piso con otra gente y yendo a
conciertos a Madrid solito, como fue el caso de Accept-Dokken o Judas-Warlock,
en este último también tenían que haber tocado Metallica pero la muerte de
Cliff Burton hizo que se anulara su actuación. Por eso, ya partiendo del propio
título de estas páginas no he podido sentirme más identificado con todo lo que
me he encontrado en ellas. Aquí conoceréis a l@s protagonistas de las mismas y,
estoy más que seguro, que os veréis reflejados de alguna manera en ell@s.
Corría el año que nos concierne y asistí a mi primer festival
Heavy. Éste no fue otro que uno que se celebró en Guareña, pueblo de Badajoz,
cerca del mío, que llevaba por nombre “GuareRock”, cómo no. El cartel lo
formaban principalmente Rosendo, que venía con su segundo disco, “Fuera De
Lugar” y la mítica banda emeritense Bucéfalo. Sí, los mismos que aún siguen
dando caña cantando en castúo allá donde pueden. Después de colarnos en el tren,
nos plantamos en Guareña para sorpresa de los vecinos. Caretos de muerte por su
parte, comentarios como: “¡¡Pero si también vienen tías!!” y calor humedecido
en cerveza nos sirvieron para pasar una noche inolvidable. Para l@s habitantes
de Guareña también debió serlo porque nunca más se celebró. Desde entonces este
trabajo de Rosendo ha estado, al igual que para Miguel, dentro de mis
preferidos de su carrera.
Panzer, qué puedo decir de Panzer. Fue el primer concierto de
un grupo, digamos, grande, por aquella época, que vi en Cáceres, en la Plaza
Mayor. Yo ya conocía a la banda madrileña antes de venirme a vivir a esta
ciudad y siempre recordaré el disco al que se hace referencia en este cómic,
“Toca Madera”, de 1985, el de 1986 es “Caballeros De Sangre”, que lo tengo en
vinilo, porque mi madre me regaló la cinta en una edición de la Feval de Don
Benito. Resulta que ella y la asociación de viudas a la que pertenecía habían
montado un puesto para vender dulces caseros y financiar así sus actividades,
pues bien, casualidades de la vida, a las viudas las colocaron justo al lado de
otro puesto que vendía cintas de cassette. Una vez llegué con mis colegas, me
fui a saludar a mi madre, con un poco de vergüenza por cómo reaccionarían mis
amig@s, porque si no lo hago y ella se entera de que había estado allí y no la
había saludado me hubiera caído una buena, ella, ni corta ni perezosa va y me
dice: “Ven que te voy a regalar la cinta de la vieja con los cuernos parriba.”
¡Lo flipééé! Para que veáis cómo son las cosas, mis colegas acabaron alabando a
mi madre como una tía enrrollá, yo con la cinta de Panzer en el bolsillo
deseando llegar a casa y tod@s, en conjunto, con un dulce casero en cada
mano paseando por el recinto.
Lo de Obús nunca fue lo mío, lo saben bien mis colegas de
siempre. Ese macarreo de barrio nunca acabó de llenarme, ahora menos. Siempre
fui más de Leño y Barón Rojo. Esto no quiere decir que no recuerde aquel famoso
concierto en Villanueva de la Serena donde lo pasamos en grande o no los haya
respetado siempre como banda esencial en la historia del Heavy estatal. Deciros
que tengo el single de “Prepárate”, sí, antes había unas cosas físicas que se
llamaban singles y que, muchas veces, no eran hits de la radio. Los aguanté
hasta el disco “Pega Con Fuerza” y reconozco que “Poderoso Como El Trueno” me
gusta bastante, sobre todo la canción “Estúpido Acusador” que me ponía las
pilas cada vez que salía a la calle. Es normal que en estas viñetas se haga
alusión a esta banda porque, independientemente de mi gusto musical hacia
ellos, se lo merecen, sin lugar a dudas.
Como bien hace referencia Miguel en esta obra, por entonces
existía un boletín musical que, sobre todo a l@s que no vivíamos en las grandes
urbes, nos servía como respiro a la hora de adquirir música, el famoso
Discoplay, luego acabó llamándose BID. Por ahí fue por donde me hice con el
tercer disco de Dio en solitario, “Sacred Heart”. Último con Vivian Campbell
como guitarrista y, para mi gusto, también de los grandes, junto a los dos
primeros, de su carrera. Dio era la voz del Heavy, el creador de los famosos
cuernos y el que en sus vídeos parecía enorme para su estatura. Sólo conseguí
verle una vez y fue al final de su carrera, en Bilbao, pero tod@s alucinábamos
con sus temas y no nos cansábamos de sacar los cuernos al sol que siempre
venían mejor que las caras. “R&R Children” es un temazo que pocas veces se
cayó de su set-list. L@s rocker@s siempre llevaremos a Dio en nuestros corazones.
Algun@s también lo llevaban en parches como el de Marta, una de las
protagonistas de este trabajo.
Si realmente hubo un revulsivo dentro del Heavy Metal durante
esa época no fue otro que el Thrash Metal. Algo que actualmente ansiamos
fue lo que pasó en aquellos años con bandas como Slayer, Megadeth, Mercyful
Fate, Metallica, Anthrax o Death Angel. Miguel se centra en este capítulo en
los británicos Venom. Estos, con sus primeros discos, devolvieron ese
sentimiento satánico que siempre había rodeado al género y temas como “Black
Metal”, “Wellcome To Hell” o, al que se hace alusión aquí, “Hellchild” pasaron
a ser clásicos que nunca se han bajado del pedestal infernal del Metal Extremo.
Sí que es verdad que yo, por aquel tiempo, no les presté demasiada atención, es
más, quitando algunos de sus temas, ni los tuve en cuenta. Ha sido con el paso
de los años, y el haberles visto ya dos veces en directo, cuando me fui
interesando en ellos. A la vejez llamas y cruces invertidas que la viruela está
ya mu vista.
El disco “Turbo” hizo temblar los cimientos del Heavy, no por
su potencia o agresividad sino por todo lo contrario. De pronto todo el mundo
comenzó a llamarles vendidos, blandos y demás lindezas que ellos se pasaron por
el forro, literalmente. Este también lo tengo en cinta y también fue un regalo,
de mi amiga Isa, de Villanueva de la Serena, que se adelantó un sábado de mercadillo
a que yo la mangara del puesto. Nuestra pobre economía, sumada al morbo de
mangar la cinta de una banda que te molara, nos llevó alguna que otra vez a
este tipo de “azañas”. De esta forma llegaron a mi colección de cassettes
discos tan grandes como “Piece Of Mind” o “Lick It Up”. Parecía que los Judas
estaban acabados, que habían perdido el rumbo, pero yo me fui a verlos a Madrid
con este disco, la primera vez que los veía, y disfruté como un enano.
A ver quién es él o la guap@ que ahora no quiere que suene “Turbo Lover” en un
show suyo. Judas siempre serán los dioses del Metal y Halford un referente
dentro del mismo.
Ese espacio madrileño de la Casa de Campo reservado al Tenis
era en aquellos años un arenal sin apenas gradas llamado Rockodrómo donde se
celebraron grandes conciertos, alguno de ellos gratis. Allí fue donde vi por
primera, y única, vez al guitarrista irlandés Gary Moore. Lo flipaba con este
tipo. Su música, sus letras, su actitud, siempre fue algo que me atrajo. “Empty
Rooms” es una de las mejores baladas del Rock. A esto le sumabas esa guitarra
afilada, eso toques celtas y esos musicazos que le acompañaban, sobre todo su
mano derecha, el teclista Neil Carter, y tu cabeza volaba más allá de las
tierras irlandesas. Con Gary Moore, al igual que le pasa a Suso en este cómic,
te podías evadir de muchos de tus problemas mientras sus canciones te recorrían
cada una de las partes de tu cuerpo. Otro al que siempre echaremos de menos.
“Over The Hills And Far Away”.
Recuerdo ir hablando con mi colega, con los años para mí es mucho
más que una amiga, Montaña de Cáceres y preguntarle: “¿Has visto la portada del
último de Metallica?” Su respuesta fue negativa, pero una vez los dos sentados
en mi piso alquilado escuchando aquella cinta veía cómo su cara iba
cambiando hasta llegar a un subidón que pocas veces antes había experimentado.
Así fue cómo “Master Of Puppets” se plantó en nuestras vidas, dándonos de
cruces con él. ¡Qué grandes Metallica! ¡Cuántos buenos ratos hemos vivido con
ellos! Lo revolucionaron todo, ya fuera el Heavy, el Thrash o mismísimo mundo
de las instrumentales. Ya nos daba igual que aquello lo cantara un tipo a años
luz de Gillan o Plant, que los puristas los llamaran renegados o que vendieran
camisetas como churros. Desde “Battery” a “Damage, Inc.”, este es un disco del que
nadie se atrevería a dudar de su calidad, por algo es un clásico.
Capítulo diez, y último, dedicado a la mayor banda de Heavy
que ha parido este Estado, Barón Rojo. Aquí Miguel toma como referencia uno de
sus temas más representativos, “Chicos Del Rock”. Todas aquellas canciones que
parecían estar dirigidas exclusivamente a ti y a tus colegas, aquellos himnos
ecologistas mezclados con temas repletos de fuerza y esperanza, además de
referencias a la situación política que vivíamos, muchos de estos cortes son de
una inquietante actualidad, llevaron a los Barones a meterse en nuestras
cabezas y corazones para no salir nunca más. Es verdad que llevan ya unos
cuantos años de capa no caída sino arrastrada, pero esos cinco primeros discos
suyos, incluyo el directo, forman parte de la memoria musical y vital de much@s
de nosotr@s. Cada vez que nos iban las cosas mal pensábamos en “Resistiré”, cada
vez que no encontrábamos nuestra identidad canturreábamos “Hijos De Caín” y
cada vez que alguien te insultaba por la calle venía a tu mente “Rockero
Indomable”. Barón Rojo debió ser más, mucho más, sobre todo a nivel
internacional, pero una mediocre compañía discográfica y los malos rollos entre
ellos los llevaron a estrellarse antes de tiempo.
Marta, Adela, Gaby, El Venom, Suso, Pepe, El Judas o Jero
bien se podían llamar Cano, Isa, Quinito, Montaña, Nisupu, Chino, Rubia, Cali,
Cenizo, Nervio, Gordo, Nuria, Dani, Inma, Julito o un largo etcétera de
adolescentes y jóvenes que por aquellos años estábamos totalmente inmiscuidos
en lo que era, para much@s aún lo sigue siendo, lo más importante de nuestras
vidas, el puto Rock, y, para ser más concreto, el Heavy Metal. Sí, gente, por
aquellos años las calles estaban repletas de rocker@s en sus distintas
variantes, ya fueran punkis, heavys, rockabillys, thrashers o mezclas de alguna
de estas. El parque o las aceras eran nuestros puntos de reunión. La peña no
conocía el término piratería más allá de las pelis de ciertas islas y sus
tesoros. Cada adquisición musical era un lujo que muchos no podían pagar y
pedían que se las grabaran, a veces dos en una en aquellas míticas TDK de 90 minutos.
Los conciertos eran lugares peligrosos, aún recuerdo cómo nos corrieron los
maderos en aquella lluviosa tarde en la que se suspendió el de Deep Purple o
cuando un maldito bastardo yanqui mató a un chaval en el de MSG -Scorpions,
ambos eventos fueron en el campo del Rayo Vallecano. Allí la diversión se
mezclaba con el macarreo y la hermandad musical de tachuelas, humos, sustancias
y litronas. Ahora los parques se cierran por las noches, las aceras están
llenas de chicles, también de clichés, nos acusan por utilizar una tecnología
que nos han metido por los ojos y la imaginación que volaba tu cabeza
escuchando un disco en directo fantaseando con estar entre la peña se disuelve
con un solo click en Youtube.
Gracias, muchas gracias, a Miguel B. Núñez por estas páginas
no sólo repletas de música y vivencias. Me han hecho recordar cosas tan
entrañables como los videoclubs, con sus secciones de terror y pelis míticas
como “El Día Después” u “Holocausto Caníbal”, los acontecimientos de aquel
lejano 1986, Chernóbil o el referéndum de la OTAN, el fantasma de la heroína
que se llevó a much@s antes de tiempo y a otr@s l@s dejó para el arrastre y,
sobre todo, la libertad que teníamos sin leyes mordazas, antitabaco y cosas de
esa índole. He tenido que cerrar más de una vez el cómic porque mi cabeza
rebobinaba sin parar y eso es algo nuevo en un aficionado a las viñetas como
yo. Con este cómic he empezado a darme cuenta de que l@s protagonistas comenzamos a
ser nosotr@s y no nadie de hace diez siglos, sesenta años o de la época romana.
Como digo, los cómics me siguen afectando y removiendo los adentros tanto que con
este “Heavy 1986” me he sentido un poco
más viejo, pero, a la vez, mucho más humano. La pregunta definitiva es: “¿Dónde
estabas tú?”.
Pues yo debía estar sentado en las escaleras de la plaza
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