Quiero empezar esta crónica
diciendo que hacía mucho tiempo que algo dentro de la expresión escrita no me
impactaba tanto como esta obra de Miguel Fuster. Puede que mis letras sean
demasiado atrevidas, pero para atrevimiento el suyo a la hora de reflejar las
vivencias de sus últimos quince años en viñetas.
Durante las décadas de los 60, 70
y 80 del siglo pasado, qué raro me suena siempre esto, no le acabo de coger el
truquillo, muchos de nuestros dibujantes de cómics trabajaron para editoriales
foráneas en aquello que se dio por
llamar “trabajos de encargo”. Este tipo de actividad hizo que algunos de estos
autores, así como ciertas editoriales estatales, pudieran tener una economía
más desahogada, por llamarlo de alguna manera. Entre ellos se
encontraba Miguel Fuster. Sin embargo, una vida llena de altibajos y
circunstancias, la peor el incendio de su casa, hicieron que acabara
malviviendo por las calles de la Barcelona que le había visto triunfar en otros
momentos. Esto, sumado a su adicción al alcohol, le llevó a vivir una brutal
experiencia que se ve reflejada en su obra “15 Años En La Calle”.
Dos son las cosas que han hecho
que os esté hablando de este cómic. La primera, la sincerad y el arrojo con que
Miguel aborda sus vivencias. La segunda, quizá la mejor para mí, el lenguaje que
utiliza para ello. Para alguien que se ha
pasado, digamos, la quinta parte de su vida en la calle, entre bancos, basura,
agresiones, alcohol, frío, calor y todo lo que esto conlleva, que intente y
consiga rememorarlo debe ser de por sí una experiencia bastante dura. Si encima
lo haces con una sinceridad aplastante y a base de confesiones sin
intencionalidad alguna de compasión o caridad la cosa empieza a ponerse mucho
más seria. Puede que todos hayamos escuchado miles de veces algún que otro
testimonio de personas que estaban en su misma situación, pero cuando algo como
esto sirve para salir de aquel maremoto que era su vida tiene mucho, pero que
mucho mérito. Pasajes del cómic como “La Agresión” o “Alcohol” son de esas
cosas que hacen que los pelos de la nuca se te ericen por mil razones. La obra no
solo refleja momentos desgarradores, también rebosa humanidad por los cuatro
costados, sobre todo cuando Fuster nos habla de las mujeres que viven en la
calle.
Como dije antes, para todo esto Miguel
utiliza un lenguaje seco y sincero lleno de reflexiones que nadie que no
hubiera dado su vida por perdida varias veces durante su existencia podría ser
capaz de plasmar en el papel. El uso de esos diálogos dentro de unas viñetas en
un blanco y negro desgarrador con una impronta tan personal acaban por darle al
cómic un valor añadido. Unos trazos duros y gruesos mezclados con finas y alborotadas líneas llevan a sus dibujos a
hablar por sí solos.
Supongo que muchos pensaremos que
estas experiencias que hayamos en “15 Años En La Calle” quedan muy lejos de
nosotros. Siempre he creído que este tipo de reflexiones solo sirven para huir
del vértigo que da saber que cualquiera, en cualquier momento de nuestras vidas, puede acabar como Miguel. Hay miles de posibilidades de que nos pase, pero ante
ello lo único que hacemos es despreciar, sí, porque todos lo hemos hecho alguna
vez, a aquellos y aquellas que se nos cruzan o acercan en cualquiera de las
ciudades y pueblos del mundo sumidos en esas circunstancias. Los momentos que
la vieja Europa está viviendo están llevando a muchas personas a la mendicidad,
al alcoholismo o la drogadicción, a la miseria y a vivir en la más fría y desolada de las
calles. Ninguno estamos fuera de ese bombo, al revés. Así que un poquito de
respeto porque, en el fondo, es lo que creo que pide el autor con esta obra para todos
los caen en el abismo del asfalto, las heladas noches al raso y las posibles
palizas tanto de desalmados como de mafias. Para terminar, felicitar a todas
esas personas que de manera voluntaria se interesan por estas que no tienen nada más que unos
cartones para dormir. Sin duda que con todas ellas estas experiencias se hacen
más llevaderas, aunque sólo sea por unas horas con un caldo caliente en una
gélida madrugada.
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