Aquí estamos de nuevo, frente a frente. No sé si llamarte amigo o eterno enemigo. Me llaman loco y a ti el más inteligente de los juegos. Te adoraron reyes de lejanos países, te llevaron en sus andanzas sangrientos conquistadores, te trataron como joyas de elite grandes burgueses y ahora estás en la cima de los deportes del pensamiento. Y yo que luché por mi rey, que vi miles de hombres ensangrentados, que nunca tuve ni un mísero anillo de oro, me encuentro justo en el otro extremo de esa inteligencia, la locura. Aquí estamos frente a frente, fisica y mentalmente.
Me preguntó cómo te pueden llamar inteligente. Cómo tú, que en el fondo no eres más que una eterna y maniquea batalla de piezas sobre cuadriláteros, puedes estar por encima de mi locura. Si mi cabeza estalla es porque aún resuenan dentro de ella el ruido de los rifles de mis peones, y la respuesta contraria, pero igual de escandalosa, de los tuyos. ¿Con qué fichas te quedaste? ¿Prefieres blancas? Qué mas da, las balas no tienen color, ni preguntan por razas ni uniformes. Pero aún así te concedo el privilegio de que juegues con la ventaja de la salida.
Soy incapaz de arrebatar a mi mente esos gritos de cuerpos pisoteados por caballos feroces que cada vez que abren sus fauces sueltan llamaradas de metralla. ¿Quién maneja las riendas de los tuyos? ¿Quién obliga a atacar a los míos? Ya sólo nos queda uno a cada uno. Son fichas imprescindibles en esta partida, no como esa carne de cañón que ponemos en fila delante de ellos. Sigue el silbido de las balas. Retrocede, mis generales atacan desde los flancos. El del izquierdo ha conseguido deshacerse de uno de los tuyos después de sajarle la garganta con su sable. Pero pago mi precio manchando mi casaca con la sangre del otro. Por favor, dile a tu sección ecuestre que pare, no puedo soportar tanto ruido. Ya veo que no hay piedad en este juego. Has derrumbado una de mis fortalezas y destripado al caballo que me quedaba.
¡Al ataque! Grito una vez más a mis peones rasos. Les ordeno que se cubran tras la fortaleza del flanco derecho. ¡Adelante! Al menos hemos conseguido destruir una de las tuyas. Pero no puedo, es insufrible esta hecatombe sonora que habita mi mente. Ya veo que aprovechas el más mínimo descuido. Con la astucia de tu preciosa dama has conseguido diezmar a los míos destrozando mi erguida torre en ello.
¡No, mi señora, usted no! ¿Qué haré yo si pierdo a su señoría también? Sabe que, en el fondo, es mi razón de luchar. Pero no consigo convencerla y en su despiadado arrebato de destrucción se lleva por delante al animal que te queda y parte de tus pequeños acólitos. No puedo ver la imagen que de pronto reflejas ante mí. Mientras tus secuaces derrumban la fortaleza que me queda, has atravesado con tu espada de general el más bello de los cuerpos oscuros que jamás conocí. Que cesen las risas de los tuyos mientras miro como mi platónico amor se desvanece sobre una cuadrícula alba. Y las balas, y su estruendo y las voces y hasta el sonido de las cascadas de sangre al correr, que paren, que paren. Mi pecho reventará si no lo hacen, mis piernas se desmoronarán si no me haces caso, mi cabeza saltará en mil pedazos si continúas con esta treta.
Mi querido rey, dónde refugiarse ahora, a quién recurrir. Se acercan cada vez más. Un general subido en una fortaleza precedido de tres soldados avanza hacia nosotros. Mientras su dama danza cual majorette en marcha triunfal y su rey nos mira con una sonrisa malévola desde el otro extremo del tablero. Ya llegan, ya están aquí, mis oídos se estremecen con el crujir de su cuerpo saeteado, ensartado, decapitado.
De nuevo la inteligencia salió victoriosa. Miradla, allá va. Su general en galardonado de medallas, su dama con traje de cola, su rey con corona de relucientes joyas, su fortaleza repleta de guirnaldas y su soldadesca con guantas blancos. ¿Dónde están los gritos, los zumbidos, los alaridos, los huesos por los aires, los vientres descarnados y los gritos de auxilio que acosan mi mente? ¿Es posible que tan grande sea el sabor de la victoria para que los olvidéis con un simple desfile sobre cuadros blancos y negros?
lunes, 2 de agosto de 2010
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