Antes de entrar de lleno en lo que sería
el comentario de este gran cómic quiero resaltar la gran labor de ciertas
editoriales en este Estado. Sin hacer demasiado ruido y pasito a pasito se han
ido abriendo un hueco en el panorama editorial ofreciendo una serie de trabajos
con una temática muy particular a la vez que dan salida tanto a obras, digamos,
de autores reconocidos, es el caso que nos compete, como de otros que no lo
son pero que están a igual altura o más.
Gracias a Astiberri, encargada de sacar al mercado “El Cuento De Una Rata
Mala”, Dib-buks, Sins Entido o La Cúpula por su excelente labor y disculpas a
aquellas que me dejo en el tintero pero que hacen una tarea impresionante para
tod@s los que amamos este género.
Bryan Talbot es un autor de cómics
británico asociado a ese gran grupo que acoge a otros compatriotas suyos como
Alan Moore o Neil Gaiman. Comenzó su andadura a finales de los 60 para llegar a
colaborar en una infinidad de publicaciones que van desde el Judge Dredd a
Batman o Hellblazer pasando por Sandman y más de una de las obras del
mencionado Moore. Sin duda, esta historia de la que hablamos en este artículo
es la más particular de su obra y, según sus propias palabras, de la que más
orgulloso se siente. Con esta carta de presentación no podemos hacer otra cosa
que rendirnos ante su cómic, algo que, una vez finalizada la lectura de la
misma, tiene bastante sentido.
Talbot tira de la obra de la gran
escritora e ilustradora inglesa de literatura infantil Beatrix Potter, creadora
de un sinfín de cuentos, 23 libros en total, con el Conejo Perico como punto de
partida de sus publicaciones, quizá poco conocidos en estos lares pero leídos
hasta la saciedad por los niños y niñas británicos, para adentrarnos en la vida
de Helen Potter. Basándose en un sinfín de personajes de dicha autora, crea
todo un mundo desde el cual denuncia una de las lacras más extendidas, y de las
que menos se habla, en nuestra sociedad, el abuso sexual infantil.
Helen Potter es una joven que harta de
los abusos sexuales de su progenitor, ante la indiferencia de su madre, decide,
como muchos y muchas jóvenes en igual situación, abandonar su hogar. Toma esta
decisión después de liberar a un montón de ratas del laboratorio de su
instituto haciéndose cargo de una de ellas. Esta acción encuentra respuesta en
un broncazo de la madre además de un nuevo intento de abuso por parte del
padre. Cargada de sus obras preferidas de Beatrix y algo de ropa se presenta en
Londres para acabar mendigando tanto en el Metro de la gran urbe como por sus
calles. Fanáticos religiosos, prostitutas o políticos corruptos intentaran
formar parte de su vida de una u otra manera. Acabará compartiendo Okupa con
otros jóvenes a los que conoce de manera delictiva. Allí vivirá una temporada
amistándose con uno de ellos con el que acabará tocando y cantando por la
ciudad y al que dará una lección sobre la vida e historia de las ratas que más
tarde él utilizará para conseguir un gran éxito musical. Encuentra a un amigo
pero pierde una gran compañía.
Tras una persecución policial acabará
dejando la City para dirigirse de manera “involuntaria” a la zona donde se
ubicaba el hogar de Beatrix, en la campiña británica. Llega allí después de un
largo recorrido en autostop no falto de aventuras, unas positivas y otras no
tanto. La acogerán los Mcgregor en su restaurante donde comenzará a trabajar
así como a reflexionar sobre todo lo acontecido en su corta vida. Por una serie
de razones que tendréis que descubrir toma la dura decisión de comunicar a sus
padres su paradero y, de esta forma, enfrentarse a ambos por su “particular”
comportamiento. Una vez dado este valiente paso se sumerge en los recuerdos y
obras de Beatrix Potter después de visitar la casa de la gran autora de obras
infantiles.
“El Cuento De Una Rata Mala” leído así
puede parecer una simple fábula. Creo que es ahí donde reside el valor de la
obra. En cómo Talbot utiliza toda la mitología creada por Potter para denunciar
una lacra tan denigrante como es el abuso sexual a niñas y niños. Qué mejor
manera de sacar a la luz estos comportamientos totalmente despreciables que
hacerlo a través de los personajes de una reconocida fabulista. Toda esa
fantasía que ha servido a esas víctimas como refugio para sus dolencias toman
otra dimensión cuando sirven de trasfondo para la más dura de las realidades a
las que se debe enfrentar cualquier persona, hombre o mujer, durante una de la
etapas de la vida que nos marcan para siempre. No me extraña que el propio
autor se sienta orgulloso de esta obra tan distante de sus superhéroes y
estrellas de las viñetas porque hay que ser muy valiente, más que cualquier
Batman, estoy seguro de ello, para vivir con esos recuerdos durante toda una
vida y, lo que es más fuerte, enfrentarse a ellos día a día.
Esta sociedad, y no me refiero sólo a la
occidental, arrastra una mugre de la que no quiere deshacerse. Prefiere
llevarla oculta o sacarla a la luz de manera sensacionalista o cuando las
víctimas de la misma pasan a llenar las tumbas. Mientras nuestros menores sigan
estando desprotegidos ante familiares, en la mayoría de los casos son los
culpables, vendidos con corta edad para casarse con hombres que bien podrían
ser sus padres o abuelos, sirviendo de esclavos en guerras, minas o fábricas no
deberíamos cansarnos de denunciar a pesar de que los grandes medios se centren
más en crisis irreales para ricos y conflictos creados para vender más
armamento. Proteger a los niños es la base de cualquier futuro al igual que
escuchar a nuestros mayores es la base de nuestro pasado y memoria. Mientras
sigan ocurriendo este tipo de atrocidades no tendremos ni una cosa ni la otra.
Viviremos en un presente repleto continuamente de violencia y maldad.
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