Suponemos, qué demonios, estamos
en la certeza de que no os acodáis de nosotras. Eso hará que esta misiva tenga
un efecto aún más asombroso. Sabemos que, desde este mismo instante,
querríais saber quiénes somos. Sin
embargo, como pago por vuestro olvido, deberéis terminar de leer estas simples
pero profundas frases para reconocernos. Esta es nuestra última esperanza, que
al final de esta carta aparezca un pequeño hilo de memoria en vuestro ocupado
cerebro.
Debéis saber que nosotras nunca os elegimos, es más,
cuando os vimos aparecer intentamos escondernos en el fondo del habitáculo
donde residíamos con la infantil intención de que vuestros ojos pasaran de
largo. Pero, mala suerte, que es la quieren, dicen, de entrada los gitanos para
sus hijos y mulas, que os vinisteis embalados para nosotras. Nos hicimos
fuertes ante vuestra insistencia mas de poco sirvió ya que al cabo de unas
horas éramos vuestro envoltorio preferido. Qué agradable suena en la distancia
lo de preferido. ¿Tenemos que recordaos
que así es cómo nos llamabais, “mis preferidas”? A partir de ese instante
fuimos los cuatro seres más felices del planeta. Nuestros sentimientos hacia
vosotros cambiaron radicalmente, sobre todo cuando os poníais aquellas fundas
delicadas de seda y algodón con las que estábamos calentitos en invierno y más
frescos en verano.
Es obvio que en vuestra mente
sólo quedarán los recuerdos de los sitios que disfrutamos juntos, ya os hemos
dicho que con eso contamos. Nosotras seguimos viviendo de esos mismos
recuerdos, viéndolos como algo nítido y cercano. Momentos como la subida a Gredos, las visitas a La Alhambra
o al Parque Güell fueron de tal excitación que es imposible dejarlos atrás.
Pero lo mejor con diferencia fueron los grandes conciertos que disfrutamos unos
dentro de otras. No nos negaréis que de no haber sido así vosotros nunca
sabríais qué se siente viendo Pink Floyd en directo, ignoraríais por completo
la fuerza sonora de AC/DC, la potencia vocal de Pasión Vega o la magia de Mike
Oldfield. Cuántos buenos y malos momentos hemos pasado pegados como verdaderos
enamorados, al menos eso es lo que siempre quisimos pensar, que nos amabais de
verdad. No obstante si hay algo que formará parte de nosotras por siempre es vuestro
penetrante e incomparable olor. Nunca negaremos que se nos quedó tan profundamente
impregnado que por muchos otros que
intenten suplantarlo jamás llegarán a conseguirlo. Muchos años de sudor,
bálsamos y ungüentos no se cambian con una triste y despreciable despedida.
Eso es lo que haremos en este instante,
despedirnos de vosotros antes de acabar agrietándonos más de lo que estamos,
que el tiempo es aquel injusto compañero que nos lleva al olvido y pasa factura
sin firma ni recibo. Deseamos que estas chirriantes palabras hayan hecho una
pequeña mella en vosotros aunque solo fuera igual en tamaño a la más pequeña de
vuestras continuas llagas. Decir a vuestro favor que tuvisteis la dignidad de
echarnos en el contenedor de reciclaje y ahora seguimos vivas aunque viejas y
sin afecto alguno.
Desde otro confín del mundo, con
terrible nostalgia y, como siempre, a vuestros pies… aquellas que llamabais
“Mis Botas Preferidas”.
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