Este casi acabado mes de
septiembre, el día 16 para ser más exacto, se cumplieron 39 años del asesinato,
a manos de las huestes fascistas del general Pinochet, del artista chileno
Víctor Jara. Hasta aquí nada nuevo que no supierais la mayoría de vosotros. Debido
a esto estuve viendo hace unos días el
documental “Víctor Jara: El derecho de Vivir En Paz” realizado unos años atrás,
no demasiados. Reconozco que me ha
resultado bastante instructivo dicho documental, sobre todo porque, como la
mayoría de la gente, no sabía del gran éxito de Víctor como director de teatro
o todo lo relativo sobre su gran investigación acerca del folklore chileno,
cosa que queda bastante patente en toda su obra musical. También me resultó
agradable ver cómo otros de los datos, imágenes o aportaciones ya las conocía. Con
esto quiero decir que no voy a hacer un repaso a su biografía porque de eso ya
se han encargado miles de personas antes y después de que apareciese internet pero
desde aquí sí que os recomiendo que le echéis un vistazo al documental y luego
me comentéis qué os ha parecido.
Como en casos anteriores lo que
haré es contar, de mejor o peor manera, mi relación con el más famoso de los
cantautores chilenos. Tengo que reconocer que la política siempre ha sido algo
con bastante peso dentro de mi familia. Durante la época en la que Allende
llegó a presidir Chile ya había por mi casa publicaciones, discos y posters que
no eran, digámoslo, legales. Aún recuerdo las revistas “El Viejo Topo”, libros
sobre tendencias prohibidas en España en aquel tiempo, carteles de “Chile Libre”
y discos de Víctor Jara, entre otros. Por aquel tiempo yo era un niño de no más
de seis años así que ya os podéis imaginar que estaba en otras muchas cosas
menos en lo que ocurría en el mundo, en mi país o en un sitio tan lejano como
aquel estado de Sudamérica. Sin embargo desde la primera vez que, a esa
temprana edad, escuché la voz de Jara en aquel inolvidable cassette, qué tiempo
el de las cintas, titulado “Te Recuerdo Amanda” me quedé prendado de su voz. Sin
comprender demasiado el mensaje de sus canciones y atento a lo que se decía en
mi hogar al respecto empecé a aprenderme todas y cada una de aquellas
canciones. Entre la tontería de ser el pequeño de la casa y mi facilidad para
recordar las letras de las canciones os puedo asegurar que más de una vez me
tuvieron que decir aquello de “¡Niño canta más bajo!”. No eran realmente unos
buenos momentos para que algún vecino no deseado escuchara a nadie recitando o
cantando ciertas cosas.
Dicen que hay momentos en la vida
de una persona en los que su cerebro despierta y empieza a comprender e
interrogar el mundo que le rodea. La noticia de la muerte de Víctor Jara fue
uno de esos momentos en mi vida. De pronto empecé a saber qué era el fascismo,
cómo actuaba y dónde estaba instalado,
incluyendo España. Las letras de sus canciones tomaron otro sentido en mi
cabeza. Dejaron de ser puro divertimento para pasar a ser lo que realmente son,
un compromiso. Empecé a darme cuenta de lo peligroso que podía ser que alguien
supiera que yo conocía al artista americano y, mucho más, que me supiera la
mayoría de sus canciones. Fue un periodo bastante duro pero, a la vez, de
crecimiento.
He seguido cantando y recitando
muchas veces a Víctor Jara. Sin sus poemas y canciones, en el fondo son la
misma cosa, mi manera de pensar y actuar no sería la que es. Incluso cuando me
hacen esa pregunta estúpida, o al menos a mí siempre me lo ha parecido, de “¿Cuál
es tu grupo preferido?” suelo contestar “AC/DC y Víctor Jara”. Os podéis
imaginar la cara del personal ante tal respuesta. Unos porque no ven relación
alguna entre la banda australiana y el cantautor sudamericano, da igual si la hay
o no, y la mayoría por desconocimiento. Gracias por todo Víctor, por haberme
ayudado a comprender, por todos los momentos vividos y los que quedan por vivir
con tu música, por estar siempre con los necesitados y, sobre todo, por todo lo
que luchaste por la libertad. Ahora que vivimos estos tiempos que me recuerdan
cada vez a esa infancia ya pasada te necesitamos más que nunca. Hasta siempre,
compañero y amigo.
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