FUEGO
Las estaciones se fueron sucediendo sin más trascendencia que su propia rutina. Los gemelos crecieron tan rápido que con dieciséis años se habían convertidos en dos apuestos y fornidos jóvenes. Marta se sentía muy orgullosa de ellos, habían aprendido bastante bien a cazar y pescar, con lo cual ella se podía dedicar a las labores de la casa como cualquier madre de esos contornos. Ese sentimiento le hacía recordar la verdadera razón de su vida aislados en aquel lugar. Pero rápidamente pensaba en otra cosa para evitar tanta frustración.
Durante esos años el violín había desempeñado un papel muy importante en la vida cotidiana de la casa. Como ella había sido cabaretera de salón antes de llegar al pueblo tenía ciertos conocimientos de música. Neptuno fue el que más interés demostró por las cuerdas mientras que Poseidón se inclinó por la voz. Durante años pasaron noches enteras ensayando los tres mientras el viejo Moxi hacía coros con sus aullidos. Al final los gemelos consiguieron tocar con tanta destreza más de una de las viejas piezas que ella conocía que la mujer decidió permanecer en silencio mientras lo dos hermanos se complementaban. Aquellos dos jóvenes eran la alegría de su vida tan llena como había estado de dolor, rechazo y humillación.
Mientras iban creciendo algo realmente diferenciaba a los dos gemelos. No sólo que uno tocara el violín con pasión y el otro cantara como los verdaderos ángeles. Neptuno se sentía siempre más atraído por el bosque mientras que Poseidón se pasaba horas y horas en la playa. Tal fue el abismo que se creó entre los dos que dejaron de ir juntos a cazar o pescar para hacerlo cada uno por su lado. Eso fue un gran dilema para el zorro que siempre fue más del bosque, con lo cual estaba más tiempo con el violinista, aunque desde que el cantor se construyó la pequeña barca salía de pesca con él más de una vez no sin que le temblaran las patas como a un cachorro muerto de frío. Con estos menesteres se fueron alejando cada vez más de la cabaña, uno por tierra y otro por mar. Esto empezó a preocupar bastante a Marta que no tuvo más remedio que hablarles del pueblo y sus gentes y cómo para estos ellos eran unos proscritos. Ella les hizo prometer que nunca se acercarían aquel lugar o que, en su caso, rodearlo si querían ir más allá del mismo. El joven marinero no se sintió atraído por los lugareños pero en la mente del cazador empezó a anidar cada vez con más intensidad la idea de echar un vistazo a aquel asentamiento.
Una noche de verano, después de acabar con su peculiar concierto de violín, voz y coro de aullidos, Poseidón les contó que semanas atrás había descubierto una pequeña isla un poco alejada de la playa y que se iría a vivir allí por algún tiempo sin dejar de visitarlos de vez en cuando. Hubo una fuerte discusión entre los hermanos. Neptuno le acusó de ser un egoísta, de no pensar en el bienestar de los demás. Ahora que Marta se estaba haciendo mayor por momentos era imprescindible cuidar de ella y no salir en busca de aventuras marineras. El cantor le acusó al otro de no cumplir la promesa de no acercarse al pueblo, incumpliendo así la suya de no contarle nada a la mujer sobre el espionaje al que este tenía sometido a los aldeanos. Hubo un momento tenso en el que se zarandearon y empujaron con fuerza. Ella pedía a gritos que pararan mientras el viejo Moxi se escondió debajo de la cama para no ver aquella terrible escena. Por fin con la ayuda del palo de la escoba Marta consiguió separar a los dos gemelos. Pero desde aquella noche los sentimientos del uno hacia el otro cambiaron de manera radical. Poseidón pasaba cada vez más tiempo en su isla mientras que Neptuno había noches y noches enteras que ni aparecía por la vieja cabaña del acantilado. Como al principio, volvían a estar solos la mujer y el zorro pero mucho más viejos y desconsolados.
Así pasaron el invierno, como una familia rota en pedazos, viéndose solo muy de vez en cuando. Era en estos momentos, y más por darle una alegría a la mujer que por deseo, cuando todos volvían a cantar y tocar no sin notarse cierta tensión en las notas que volaban por la casa. La primavera siguiente vino llenas de acontecimientos. Mientras ella y el zorro apenas se movían por los alrededores de la cabaña y la playa las visitas de los dos hermanos se hicieron cada vez menos frecuentes. Una noche mientras dormían el viejo Moxi saltó desesperado del jergón sobresaltando a la mujer. Cuando se asomaron a la puerta contemplaron como el milenario bosque estaba en llamas. El fuego avanzaba con fuerza en todas direcciones. Ella era un manojo de nervios, Neptuno hacía como una semana que no aparecía por la cabaña, estaba segura que estaría en el refugio que se había construido en medio de la espesura del bosque, pero la incertidumbre sobre si estaría bien o no la hizo caer en un estado de ansiedad como hacia años que no sentía. Desde su cercana isla Poseidón pudo contemplar la columna de humo que venía de tierra. Inmediatamente desató su barca y se puso a remar hacia el acantilado con todas sus fuerzas. Sus cara era un mar de lágrimas tan grande como por el que navegaba. La travesía se le hizo mucho más larga que cualquier día. Cuando llegó a la orilla amarró la barca al viejo tronco que tenía para tal menester y como un rayo subió la cuesta del acantilado. La escena que se encontró le descorazonó por completo. Las llamas estaban a poco más de un kilómetro de distancia de la cabaña. Marta no parara de gritar el nombre de hermano mientras Moxi aullaba como una verdadera bestia poseída. El arrastraba a la mujer hacia la barca mientras ella tiraba de su cuerpo hacia el bosque. No tuvo más remedio que golpearla para dejarla inconsciente. Una vez dejó el cuerpo de su madre adoptiva en la playa volvió en busca del zorro pero este había desaparecido por completo. Lo llamó con todas las fuerzas de sus pulmones pero viendo que el fuego se acercaba con bastante peligro no tuvo más remedio que desistir y volver con la mujer. La subió a la embarcación y comenzó a remar hacia su refugio insular mientras en su mente retumbaban constantemente los nombres de su hermano y el viejo zorro.
Cuando llegaron a la isla la mujer aún seguía adormilada por el golpe. Él la despertó con cuidado sabiendo que en el momento de que fuese consciente volvería entrar en un estado de locura al que tendría que enfrentarse. Eso fue exactamente lo que ocurrió. A pesar de ser una mujer de avanzada edad tenía una fuerza descomunal. El joven se tuvo que esforzar a fondo para tranquilizarla. Le repetía una y otra vez que deberían esperar a que el fuego pasara mientras ella seguía gritando el nombre de su hermano sin parar. Casi a media mañana, más por cansancio que por sueño, ambos cayeron rendidos.
Cuando Poseidón despertó la mujer no estaba en su refugio. Corrió hacia la playa y con desolación vio como su barca había desaparecido. Sentado en la orilla se maldijo como un perturbado mientras su cara volvía a ser un mar de lágrimas y los nombres de sus seres queridos machacaban su cabeza sin parar.
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