Este Días de inmortalidad, de Eliseo García y Javier Urrea, se encuadra
en, digamos, esa saga de cómics donde l@s protagonistas están inspirados en
aquell@s que vivimos la época que trata sus páginas envuelt@s en una música que
lo era todo para nosotr@s, para mí lo sigue siendo, el Rock.
Eliseo es un madrileño contador de historias,
como él mismo se define, licenciado en periodismo, colaborador en España de
Schweizer Radio und Fernsehen (SRF), principal emisora pública de radio de
Suiza y director, productor y guionista del cortometraje New Order Global
Economy y del documental Don Quijote vive aquí. A esto hay que
añadir su trabajo como reportero y editor en la Agencia Efe en Oriente Medio,
África y corresponsal en los premios Oscar y los festivales de cine de Cannes,
Venecia, Donostia y Marraquech. Tiene en su haber publicaciones como El
magnífico libro de las ballenas, Tengo una banda de Rock, El
misterioso caso de los animales extinguidos o El magnífico libro de los
gatos, entre otros títulos. En cuanto al dibujante Javier Urrera, es un
serigrafista profesional que ha trabajado como ilustrador para distintas
editoriales y ha publicado un par de fanzines.
Días de inmortalidad sitúa su trama en el Madrid de mediados de los 80 del siglo
pasado, en uno de esos tantos barrios donde la precariedad laboral, el
alcoholismo, la heroína y la falta de futuro corrían por sus calles a su
antojo. Está protagonizado por una pandilla de chic@s, Mugre, Rata, Chino, Rocky,
Beli o Chicle, por nombrar algun@s, que bucean entre toda esa vorágine sacando
la cabeza de vez cuando fumando porros, con alguna que otra raya de speed,
bebiendo litros de cerveza, soñando con follar y pasando las noches en los
bancos de cualquier parque y, excepcionalmente, en alguna de las discotecas
Heavys de la ciudad. Cada cual con sus problemas familiares, su manera de
entender el mundo y sus aspiraciones mezcladas con esa fuerza y compromiso que
daba el grupo de colegas o basca, como se llamaba en su momento.
Hasta aquí todo correcto, pero he de reconocer que su lectura
me ha resultado un poco agridulce. Y lo digo como alguien que vivió esa época
con intensidad, pues podría haber sido cualquiera de esos chicos que
protagonizan sus viñetas. El trabajo gráfico de Javier me ha parecido
excepcional. El color, los rasgos de cada personaje y todo lo referente a los
exteriores están más que conseguidos. Es en lo que respecta al guion donde he
sentido esos altibajos. Como dije al principio de este humilde artículo, este
no es el primer cómic que leo sobre esta temática y, aunque las comparaciones
son odiosas, pues cada autor enfoca su obra desde su propio prisma, sí que he
echado en falta algunos detalles, otros no me han cuadrado del todo y alguno me
han parecido fantásticos.
Está claro que el curro que se han metido para realizar estas
páginas es algo a resaltar, sobre todo en cuanto a carteles de las calles, qué
ilusión me ha hecho ver el de Deep Purple en el Rayo Vallecano, mi primer
concierto de un grupo de fuera, lugares míticos, como la Canciller o El Rastro,
a la ropa, los conciertos o las referencias a cómics de la época con la
aparición de las portadas de los mismos. Me ha gustado mucho cómo trata el tema
de la homofobia y el hecho de que en nuestros grupos no tod@s eran Heavys,
también había punkis, a pesar de los roces existentes entre estos dos grupos, y
algún que otro rumbero, sobre todo porque lo normal es que nos conociésemos
desde la infancia. A su vez, está muy tratada la cuestión de cómo cada un@ se
buscaba la vida como bien podía, algun@ trapicheando, otr@s en negocios
familiares y l@s no menos estudiando, con pocas o muchas esperanzas en su
resultado, siempre con la sombra de la mili sobrevolando sus días. Ahora bien,
he echado en falta varias cosas entre las que destacaría el hecho de que no
haya ninguna chica Heavy, rockera, punky o como lo quieras llamar. Sí que es
verdad que lo l@s tecno para nosotr@s eran lo peor del mundo, pero también es
verdad que en la mayoría de las pandillas había varias mujeres que amaban este
rollo tanto como lo tíos. Aquí la presencia de chicas rockeras es nula y eso es
algo que no se puede pasar por alto. Otro asunto es el ya mencionado de la
heroína. Y no me refiero a algo externo a nuestros grupos, como se trata en
estas páginas, sino como algo que hizo estragos dentro de nuestras pandillas,
pues más de un@ se quedó atrás, por decirlo suavemente, por esta plaga que
arrasó ciudades y pueblos del Estado.
En conclusión, Días de inmortalidad es un buen
documento gráfico acerca de unos años que ya no volverán y que no fueron ni
mejores ni peores que los que les ha tocado vivir a l@s adolescentes actuales,
muy conseguido el comentario de las páginas finales acerca de la música que
est@s escuchan actualmente. Recomendable cien por cien para tod@s l@s que
vivimos esa época porque cualquiera nos vemos reflejad@s en Pepepótamo, Francis
o Mono, y para aquell@s que quieran saber que en cualquiera de nuestros
rincones y esquinas existía algo que poco tenía que ver con la manida «Movida madrileña». De todos los personajes,
personalmente, me quedo con Tarzán y sus dudas existenciales, las mismas que
teníamos los gays rockeros en su momento y que, la mayoría, supimos dejar atrás
siempre acompañados por la música que, como bien dicen Tahúres Zurdos, siempre nos
ha sido fiel. Eliseo y Javier, mi más sincera enhorabuena.